CINEFÓRUM VALENCIANO, POR SILVIA TÉVAR

12 MAR

“El pasado miércoles 6 de marzo, los ELU’s de Valencia tuvimos la oportunidad de participar en un apasionante cinefórum sobre la película La isla mínima.

Tras un duro día de trabajo y estudios, y acompañados de una buena pizza, nos vimos sumergidos en la España de los años 80. De la mano de los protagonistas, dos policías, no sólo resolvimos un caso de asesinato, sino que comprendimos un poco más esa transición española en la que todavía existía el encubrimiento.

Como nos ilustraron Ruth y Alberto, los colores y las perspectivas constituyen una parte esencial del montaje. Así, las gamas cromáticas terrosas y los planos generales conseguían mostrarnos un pequeño pueblo andaluz totalmente aislado de la civilización. La música suave y repetitiva, como apuntó Alfran, incrementaba todavía más esa sensación de incomunicación y encierro.

De hecho, tras un intercambio de opiniones, descubrimos que La isla mínima no solo nos habla de un espacio geográficamente aislado, sino que son sus propios habitantes quienes forman parte de ese destierro, de ese individualismo. Son personajes que viven egoístamente, preocupados únicamente por sus vidas y reacios a crear lazos con sus prójimos. Es por esto que son personas incompletas, sin definir, “individuos con los que no puedo encariñarme”, comentaba nuestra compañera Blanca.

Así es como nuestro debate se llenó de preguntas que nos remontaron al pasado fin de semana de la ELU: ¿Debemos ser siempre coherentes con nuestros valores? ¿Se puede convivir con la carga de la culpa? ¿El fin justifica los medios? ¿Puede un asesino sentir arrepentimiento? ¿Hasta qué punto podemos hablar de “buenos” y “malos”? ¿Somos capaces de perdonar cualquier ofensa?

Finalmente, reparamos en un personaje que nos ofrecía un rayo de esperanza: el único niño de la película. En él, los colores se intensificaban simbolizando que él era el futuro de esa sociedad. Además, nos dimos cuenta de que esta sensación de promesa se reforzaba con la actitud del protagonista que decidía creer en su compañero, un agente y asesino franquista. Este personaje decide, por tanto, creer en nuestra tendencia natural hacia el Bien, en nuestra capacidad de perdón. Decide creer que no estamos hechos de blancos y negros, sino que todos tenemos nuestros defectos y virtudes. Decide creer en esa moral interna, en aquello que nos hace humanos. Decide creer, en definitiva, en el ser humano.”