La Feria se iniciaba este año con problemas de acceso, pero tras una larga travesía conseguimos entrar al recinto, laberinto de paredes blancas, gran expositor de obras listas para ser subastadas y vendidas. La comercialización del arte en estado puro, la pérdida del valor artístico difuminado entre cuentas bancarias.
La visita comenzó con una pequeña introducción a la Feria, sobre su aparición hace ya 36 años y la evolución de la misma a lo largo del tiempo. Con especial énfasis a que el término “contemporáneo” no sólo hace referencia a la corriente artística, si no que muchas de las obras que allí se exponen son de todo tipo de estilos de artistas coetáneos.
Ya de reojo habíamos podido empezar a ver lo que nos esperaba, el tipo de arte que este año inundaba los pabellones. Aunque supimos enseguida que la polémica este año no vendría por obras llamativas estéticamente, como en años anteriores, si no por lo que parecía una decisión común de los artistas de tintar sus obras de carga política.
La galería Juan Silió, nuestra primera parada, nos recibió con los brazos abiertos y como cada año, la obra de Rafael Macarrón no defraudaba. El estudio de la espacialidad mediante el lienzo tridimensional y el cambio de luz que producía en la sala el tono naranja de la obra, nos alejaban por un momento de todo lo que pasaba a nuestro alrededor y nos hacían viajar por un mundo de fantasía.
Después de esto dimos una pequeña vuelta por el resto de paredes “a la venta”, descubrimos obras interesantes, que demostraban la evolución del artista, obras inmovilistas, con el mismo concepto que otros años y un lienzo de distinta forma, y obras de desamparo, de corazón roto y alma decepcionada, la regresión artística de jóvenes promesas.
He de decir que ARCO marcó a cada uno de nosotros de una manera distinta, algunos se llevaron una desilusión por la comercialización del arte, otros estaban entusiasmados de que se diera a conocer a artistas que no suelen estar en museos y otros simplemente se dedicaron a disfrutar de lo que veían. Si una cosa fue común a todos fue nuestra incapacidad de definir qué era el arte, cuándo un objeto perdía su esencia para ganar significado desde otra acepción, y nuestra decisión de aceptar el regalo que este año nos brindaba la Feria de conocer un poco más de cerca la realidad creativa.
Javier Jiménez Borona