Ser consciente del poco tiempo que me queda aquí y de lo feliz que estoy siendo hasta ahora quizá me haga parecer demasiado entusiasta y, por ello, menos objetiva. Espero que aun así os fiéis de mis palabras y que esto no afecte a mi principal intención al escribir este texto: animaros a iros de intercambio a todos aquellos que tengáis la oportunidad, y dar un pequeño empujón a los que aún os quede alguna duda.
Me llamo Inés Sebastián y estoy de Erasmus en Burdeos estudiando 4º de Medicina. Burdeos, además de ser considerada como la capital mundial del vino, y estar en un lugar estratégico, cerca del mar y la montaña, es una ciudad ideal para estudiantes. Desde Relaciones Internacionales de la Universidad, se esfuerzan muchísimo por acogernos y por facilitarnos el contacto con franceses que nos ayuden a descubrir la ciudad y su cultura. Incluso organizan actividades que nos ayudan a conocer a otros estudiantes extranjeros mientras descubrimos algunos de los sitios más famosos de la región. Y, como cualquier estudiante más, tenemos una oferta de deportes, clases de idiomas y actividades de todo tipo, que hacen que, en poco tiempo, te sientas como en casa. De hecho, con una oferta tan amplia y variada, es bastante fácil complicarse la vida.
El sistema académico en Francia es diferente, principalmente porque pretende que el estudiante sea más autónomo. En mi caso, como estudiante de Medicina, la parte teórica se estudia de los libros de referencia que usan para preparar el MIR francés, lo que permite que las clases se aprovechen para plantear dudas y casos clínicos. Por otro lado, todos los días tenemos prácticas en el hospital, y aquí tienen muy en cuenta a los estudiantes: tenemos pacientes asignados, somos nosotros quienes hacemos algunas pruebas y comentamos la evolución con los residentes, y, casi todos los médicos, son conscientes de la importancia de nuestra formación, por lo que nos ayudan y nos explican lo máximo posible. Hay que trabajar duro, pero se aprende mucho. Por lo que sé del resto de grados, también tienen un sistema parecido, basado en la mayor autonomía y libertad del estudiante, y se les da más importancia a los trabajos prácticos que a los exámenes, lo que, desde mi punto de vista, es positivo.
Por supuesto, no todo es estudiar y tener prácticas. Siempre hay mil cosas que hacer: dar un paseo a orillas del Garona, ir al teatro o la ópera (a los estudiantes se les facilita mucho el acceso a la cultura), tomar algo en un bar o en una terraza, si (excepcionalmente) no llueve… Pero, como llevo varios años comprobando, lo mejor de un lugar es, sin duda, sus gentes. Los franceses son, por lo general, muy acogedores, atentos y educados, y cualquiera está dispuesto a echarte una mano, a charlar o a escuchar cualquier propuesta.
Como en general, no todo es fácil, y, por supuesto, también hay cosas negativas y retos: la adaptación puede resultar difícil al principio; el francés de la calle y del hospital es distinto del que se aprende en clase; el papeleo para cualquier cosa es interminable; cuesta acostumbrarse a los horarios franceses y a que todo cierre muy pronto; llueve bastante, y, lo peor de todo, es muy duro resistirse a la pastelería francesa … Pero, de todo se aprende, y , un día, sin darte cuenta, ya no hay problema para comunicarte en francés (¡incluso entiendo algunas bromas!); te empieza a gustar la lluvia y aprendes a valorar más el sol y te organizas para ir de compras antes de que cierre todo… Al “problema” de la gastronomía francesa, aún no he encontrado solución (sigo trabajando en ello), y, en cuanto a la burocracia, creo que lo doy por perdido, pero, bueno, ¡no todo podía ser perfecto!
Como véis, el balance es más que positivo. Por todo ello, y porque vivir en otro lugar y conocer a gente distinta te abre la mente y el corazón, os animo a que, si tenéis la oportunidad de iros a estudiar fuera, no lo dudéis y la cojáis con ánimo y valentía, porque, sin duda, valdrá la pena. Y, si alguien pasa por Burdeos antes de mitad de junio, ¡que no dude en avisarme!
¡Un fuerte abrazo a todos!