Visita de Esther a Granada

01 DIC

Guillermo Pierres, 1º ELU

Empezó con ese mensaje.

9:35 A.M.

— ¡Qué emoción! ¡Viene Esther!

— Bueno espera, ¿emoción? – Yo diría nervios, más bien. ¿De qué hablo con ella? ¿Qué tengo yo que contarle? ¿Y si la aburro?

— Ehh, ni que fuera tu dulcinea.

— Justo, tonterías, es mi mentora.

— Justo.

— Pero, ¿y si muere de hastío?

Cómicamente, he de reconocer que así me sentía yo. ¿Qué será esto de las mentorías? ¿Qué me va a decir Esther que no me hayan dicho ya otros tutores? Qué narices, ¿quién necesita una mentora? Al fin al cabo, me va de lujo en la vida.
¿No?

Y así llegó el día 22 noviembre, que acabó siendo un día muy -pero que muy especial. Ese día había algo en el ambiente. Ese nosequé que se respira en la ciudad cuando se la enseñas a alguien que la mira con ojos vírgenes. Claro, que Granada no era villa desconocida para Esther, pero repito, es Granada. Quién la haya visitado sabe a lo que me refiero.

Quedamos para comer en una terraza, aprovechando el buen clima que gozamos los sureños 364 días al año. Esther, por supuesto, maravillada. Esa comida fue lo que podríamos llamar una “sesión estratégica post-partido”.

Comentamos cada gol, cada fuera de juego y cada córner del intenso pero mágico Fin de Semana ELU que compartimos. Recapitulamos desde los argumentos más metafísicos que allí se nos presentaron, hasta las nuevas impresiones de los novatos, y “los mayores” nos proporcionaron su sabio feedback al respecto. Todo esto, claro está, disfrutando ración tras ración en la clásica emboscada gastronómica para turistas de la Plaza de la Romanilla.

Platos terminados y sin tiempo para el postre, emprendimos la empinada marcha hacia el Monasterio de la Cartuja, una experiencia por la cual fácilmente nos podrían haber convalidado el Camino de Santiago.

Para la siguiente parte del artículo, reconozco mi incapacidad literaria para recoger en un simple puñado de palabras lo que allí presenciamos. En sustitución de ello, dejaré que algunas fotos expresen más que mis palabras:

Como buen Granadino, desconocía completamente la existencia esta escondida maravilla barroca. Todos quedamos, en mayor o menor medida, extasiados. Sin aliento. En ese momento las palabras sobraban.

Una vez fuera, rompimos filas y cada uno se encaminó hacia sus quehaceres respectivos. Esther, por su parte, se dirigió hacia el bullicioso corazón de la urbe nazarí para llevar a cabo sus primeras mentorías, en compañía del más hábil guía
local, quién ahora redacta estas líneas.

Lamentablemente, no puedo revelar el contenido de las mentorías. Además, tampoco queremos que esta newsletter se convierta en un tabloide sensacionalista de crónica rosa, aunque os aseguro que destronaría de forma aplastante a las
revistas Hola, Corazón y Vanitatis, como mínimo.

Así pues, concluyo retomando las palabras iniciales. ¿Qué es esto de las mentorías? Pues bien, son mi faro en medio de alta mar; mi ancla en aguas agitadas; mi centro de gravedad permanente.

Gracias Esther, Granada ya te echa de menos.