¡Hola! Lo primero me presento para aquellos que no me conozcan, soy Pilar, madrileña, elu de tercero y estudiante de medicina en la Universidad de Navarra. El pasado septiembre empezaba un curso diferente, dejaba atrás mi residencia, mis amigos y a una Pamplona que tan bien me había tratado estos dos últimos años; todo esto para volver a casa. Si me hubiesen preguntado hace unos meses cómo veía ese regreso diría que no las tenía todas conmigo… pero finalmente Madrid consiguió reconquistarme.
Escribo esto mientras la voz de la línea 6 canta Nuevos Ministerios, mitad de camino hacia la Clínica de Navarra (CUN Madrid) donde estoy haciendo cada mañana prácticas, donde estoy experimentando aquello que lo que he de dedicarme el resto de mi vida, donde estoy siendo muy feliz. Soy consciente de la oportunidad que mi universidad me ha brindado al darme la oportunidad de verlo todo tan pronto, de tener una visión completa de cada especialidad, desde cirugía general hasta medicina interna, pasando por anestesia, urología o plástica. Así cada mes o dos semanas voy rotando conociendo a médicos geniales que además de ser excelentes en su oficio, lo son en la docencia; algo que seguro dará sus frutos en los cuarenta privilegiados que hemos pasado por CUN Madrid.
Tal como un día dijo Nelson Mandela: “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado para ver cuanto has cambiado tú”. Y es de este modo como me siento, he regresado a una vida que puse en pausa hace dos años para vivirla con otra mirada, para apreciar a toda la gente increíble que tengo aquí, para disfrutar de una ciudad que no
descansa, llena de oportunidades, cultura, arte, gastronomía, encanto, gente con sueños grandes, una ciudad llena de vida. Y eso es lo que me apasiona de Madrid, personas de cada rincón recóndito del mundo no dejan de llegar y siempre se les recibe con los brazos abiertos, acogiendo su cultura, creando así la nuestra. Madrid es diferente a cualquier otro sitio. Madrid es diferente a Pamplona. No sé si este sentimentalismo será por mis raíces o una realidad, pero no hay otra igual.
Así que ya en Avenida América, habiéndome levantado a las 6:15, con una hora larga de trayecto a mis espaldas, camino al hospital donde hay días que paso 12 horas; escribo sonriendo, sabiendo que merece la pena. Sabiendo que siempre volveré a Madrid.