voluntariado

Vida ELU

Una ventana a la esperanza

Por: ELU Admin

Querido elu: 

Tras unos días siendo testigos, con tristeza y dolor, de lo que está sucediendo en las zonas afectadas por la DANA queríamos escribir unas líneas que nos ayudasen a reflexionar juntos

Las imágenes que llegan al resto de España son desoladoras y la realidad nos consta que es peor aún. ¿Qué queda después de algo así? ¿Cómo manejo la mezcla de sensaciones que tengo? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Cómo ayudo? Son preguntas que todos tenemos en nuestra cabeza y sobre todo en nuestro corazón, que intenta ponerse en el lugar de las personas que lo han perdido todo y que siente impotencia por lo grande que es el problema y lo pequeños que somos nosotros ante él. Pero es en esa pequeñez donde seguimos teniendo algo que decir y que también nos dice algo a nosotros.

Todos compartimos la sensación de querer dejarlo todo y hacernos presentes ayudando a limpiar, repartir alimentos y ropa o acompañar y escuchar a aquellos que necesitan hablar con alguien. Algunos podrán hacerlo, pero otros no. ¿Cómo es que en esa pequeñez todos compartamos el querer estar allí? ¿Puede esto decirnos algo del corazón humano, de los grandes deseos que tiene y de lo pequeña que es a veces la realidad para poder satisfacerlos? ¿Y entonces? ¿No hago nada? ¿Qué hago? 

Puede ser que una clave para intentar dar respuesta a tanta pregunta sea mirar al otro, al que se ha quedado sin nada, al que va a necesitar mucho tiempo y dinero para que su vida vuelva a ser lo que era, al que ha perdido un familiar, un amigo, un vecino, o al que ha vivido algo que le va a costar olvidar. Mirarles a ellos – y no tanto a nosotros mismos- y lo que necesitan y si hay algo en lo que creo que puedo ayudar, hacerlo. Cada uno desde el sitio en el que estamos, en lo que nos toca y responsabilizarnos de ello. 

¿Cómo es posible que se junten en el horror momentos de belleza y humanidad? ¿Puede ser que esos pequeños e incluso diminutos momentos de belleza sean lo que pueda dar esperanza a aquellos que la han perdido? 

El ser humano, aparentemente débil frente a la fuerza de la naturaleza –aunque a menudo, en nuestro tiempo, se haya creído que puede someterlo todo a su medida y orden— es sin embargo capaz de sacar lo mejor de sí mismo en momentos de destrucción y desolación. 

Y es que el ser humano se aferra a la belleza para poder vislumbrar en ella la esperanza de un futuro. Ojalá cada uno seamos desde donde nos toque y elijamos estar una ventana a la esperanza que hoy, allí, es muy necesaria.

Vida ELU

Una gota de agua más – Misiones en Polonia

Por: ELU Admin

Alejandro Aragón, 4º ELU

Tras la cantidad de alumnos y profesores de la ELU que nos han estado preguntando por las misiones en Polonia de este verano y la falta de tiempo para contarles bien lo vivido, al fin escribo esto donde espero que pueda entenderse algo mejor lo sucedido.

Realmente, todo empezó el verano pasado cuando me fui de misiones con la ELU a Tanzania. Allí viví una experiencia que me marcó y me marcará para siempre, y parte de ello se debió a las misioneras con las que realizábamos el voluntariado, las Misioneras de la Caridad. Siempre recordaré que son las mujeres más felices con las que he estado, viviendo una vida de entrega y servicio absoluto. Esto me hizo darle muchas vueltas a dónde están las pistas para vivir una vida plenamente feliz como la de ellas y darme cuenta de que yo en mi vida cotidiana quería vivir algo parecido a esto.

Con todos estos pensamientos durante el curso, pensaba continuamente en volver a irme de voluntariado con ellas, pero solo tenía libre las dos últimas semanas de julio y era poco tiempo para irme tan lejos como a Tanzania o Calcuta. Fue entonces cuando decidí irme con ellas por Europa y llamándolas me dijeron que en Varsovia había mucho necesitado y pocos voluntarios y que estaría bien si íbamos un grupo de 10/12 personas.  

A partir de este momento, gracias a mis amigos de la ELU y a los de mi hermano, conseguí darle forma a esto y reunir a 14 personas y 10 de ellas de la ELU; Sergio Küppers, Sofía Sánchez-Bleda, Luis Muñoz, Santiago Aragón, Luis Gato, Santiago Díez, Margarita Gutiérrez, Anna Font, Jimmy López y yo, Alejandro Aragón. Además, se unieron Javier Díez, hermano de Santi Díez; Isabel Llaquet, prima de Marga; Sara Muñoz, hermana de Luis y ¡ELU de 1º!; y mi otro hermano, Miguel Aragón.

Una vez reunido el equipo y cogidos los vuelos no nos quedó más que esperar con mucha ilusión e incertidumbre al 17 de julio para irnos hasta allí.

Realmente para Luis, Sofía, Sergio y yo la misión empezó unos días antes cuando al volver del Camino de Santiago, quisimos preparar todo aquello que veíamos fundamental en una experiencia de voluntariado después de lo que habíamos vivido el verano anterior. Nos parecía muy importante sobre todo dar algún tipo de formación mediante grupos de trabajo para ir encaminando la experiencia e ir profundizando en lo que uno iba viviendo, pues no queríamos que se quedase en una experiencia aislada del resto de tu vida.

Y tras esto, llegó el día, el 17 de julio sin darnos cuenta estábamos en la casa de las Misioneras. En ella, alimentan y dan refugio a mendigos que encuentran en muy malas condiciones en la calle. Y este mismo centro iba a ser el sitio donde también nosotros dormiríamos y comeríamos durante dos semanas mientras las ayudábamos. Realmente, la acogida por su parte desde el primer día fue espectacular.

En un día normal con ellas, íbamos a misa antes de desayunar, y después de hacer la oración de la mañana nos dividíamos para ayudarlas con las tareas que tenían allí. Cocinar para los internos, limpiar sus habitaciones y el centro, llevar neveras a familias que las necesitaban, ir a ver a niños a sus casas y sacarlos a jugar, ir a ver a ancianos sin familiares o traer a gente de la calle al centro para asearlos. Durante las tardes cambiábamos de tarea e íbamos a la adoración que ellas hacían. Por las noches solíamos estar más libres para hablar entre nosotros, hacer algún grupo de trabajo y algunos jugar mucho al mus… Hubo algunos días excepcionales donde organizamos un campamento de verano durante todo el día para niños en situaciones familiares complicadas y nos íbamos con ellos y las misioneras al zoo o al parque de atracciones.

Excepto alguna experiencia puntual, a medida que avanzaban los días me daba cuenta de que todas estas actividades en las que les ayudábamos no me hacían tener grandes sentimientos como en Tanzania, que es quizás lo que uno busca yéndose de voluntariado. Al final eran actividades que uno puede hacer también en España y no había tampoco ningún impacto cultural. Es entonces cuando confirmas que no hay que sentir para ponerse a hacer, que hay que esperar algo más allá que el simple sentimiento de apetencia o no apetencia. Levantarse a las 7 de la mañana para estar todo el día fregando, si te tocaba esto, no te va a hacer sentir nada nuevo, pero cuando acabas el día sabes, sin sentir, que algo has hecho bien en ese servicio y que te encuentras en paz contigo mismo. Realmente profundizar y poner en práctica esto ha sido de mis mayores aprendizajes de Polonia.

Esto intenté que nos ayudase también a enfocar la vuelta, pues una parte importante de una misión es al volver ser capaz de vivir en clave se servicio como lo hacías allí. Cuando te vas a sitios muy lejanos y sientes cosas muy fuertes por todo lo que ves, es muy fácil al volver no ayudar en tu metro cuadrado porque no sientes cosas tan fuertes como las de allí. Pero cuando vienes de una experiencia donde el sentimiento no ha sido lo principal sino justamente el servir sin sentir por el simple hecho de saber que servir es bueno, es mucho más fácil ayudar en tu día a día sin verte recompensado por un buen sentimiento.

“Los sentimientos que uno siente no dicen la verdad sobre sí mismo”; Sister Jonafa, Superiora de la Casa.

Creo que sin duda otra gran parte de lo que nos llevamos todos fue el hecho de todo lo que íbamos haciendo durante el día, hacerlo con una misionera al lado con la que hablar, a la que preguntar, pero, sobre todo, a la que escuchar. Una vez más, viviendo 15 días con ellas puedo decir que vi a unas mujeres más felices que toda la gente de mi entorno a través de una vida de entrega y de renuncia completa. Y esto te hace pensar una vez más dónde está la felicidad y cómo alcanzarla desde mi realidad. Sigo y seguiré en este camino, pero si algo de respuesta me he llevado de Polonia es que el olvidarse de uno mismo y sus sentimientos y entregarse completamente al otro tiene mucho que ver.

Me gustaría destacar además el equipo que hemos ido, sin el cual habría sido todo mucho más diferente y difícil. Irte de misiones con gente que al terminar el día quiera comentar lo que ha pasado, lo que ha vivido, lo que se ha preguntado; con gente que después de un día sin para quiera sentarse a hacer un grupo de trabajo para seguir preguntándose y escuchando, es fascinante. Creo que ha sido una buena experiencia para buscar y valorar la amistad y las experiencias de verdad.

Me quedan muchas cosas para contar todo lo que ha supuesto esta experiencia, pero espero al menos haber resumido lo más importante de ella; la importancia de no parar de buscar aquello que nos da pistas para vivir de una manera plena, para vivir de verdad.

Vida ELU

ELU Zaragoza colabora en la Gran Recogida de Alimentos

Por: ELU Admin

Jaime de Francisco, 2º ELU

A lo largo del último fin de semana de noviembre, se llevó a cabo a nivel nacional la Gran Recogida de Alimentos organizada por parte de la Federación Española de Bancos de Alimentos. Desde el sector zaragozano, o más coloquialmente “maño”, de la ELU pensamos en que sería una gran idea colaborar en dicha iniciativa pudiendo poner en práctica nuestra vocación de servicio.

Para amoldarnos a los horarios de cada uno, nos dividimos en 2 grupos. El primero se encargó de asumir la recogida durante la tarde del 24 y, por lo tanto, el segundo durante la del día siguiente. Una vez nos asentamos en nuestros puestos, nos pusimos manos a la obra. Nuestra función en el supermercado constaba principalmente de tres partes: recoger los alimentos de quienes querían hacer donaciones de productos, asesorar o resolver dudas a quienes nos venían a preguntar e incitar a que los clientes donasen promoviendo la solidaridad.

A lo largo de todo el tiempo que estuvimos allí, se dio el encuentro con numerosas personas, entre los cuales hubo algunos que no discurrieron tal y como todos hubiésemos deseado. No obstante, reparabas en que todo merecía la pena cuando alguien venía con una sonrisa a realizar su aportación y te agradecía la labor que estabas haciendo.

A pesar de que fueron dos ajetreadas tardes, moviéndonos de un lado para otro y hablando con un mayúsculo número de personas, nos quedó tiempo para poder ponernos al día entre los elus. El gran tema de conversación fue lo ocurrido durante el Primer Fin de Semana del curso 23/24 que tan reciente teníamos, acerca del que compartimos nuestras vivencias y sensaciones.

En definitiva, fue una preciosa manera de aprovechar la tarde entregando nuestro tiempo y esfuerzo por el bien de quienes más lo necesitan con una compañía inmejorable, quedando plenamente convencido de que todos quienes participamos salimos de aquel “súper” con el corazón más lleno en comparación a como lo traíamos.

Estamos deseando que llegue la próxima oportunidad para poder reunirnos y a su vez, colaborar en torno a otra causa común. ¡Hasta pronto!

Vida ELU

Una gota de agua más – Voluntariado con niños hospitalizados en La Paz

Por: ELU Admin

Laura Cuesta, Maru Huergo y Elena Zabala, 1ºELU

Descubrimos este voluntariado casi por casualidad. Las ganas y las múltiples opciones que ofrecía la ONG nos permitieron dar con “un voluntariado para jugar con niños hospitalizados en La Paz“. Todo lo que habíamos hecho antes poco se parecía a lo que nos íbamos a encontrar aquí. 

Nos advirtieron antes de empezar: “No esperéis nada. Habrá niños que os reciban con una sonrisa llena de ilusión, pero para muchos otros, seréis unas extrañas que vienen por pena a verlos en un momento de vulnerabilidad. Los padres tampoco os lo pondrán fácil. Ver a sus hijos vestidos con ese pijama de rayas, una vía y conectados a lo que ellos llaman el cacharro que no para de pitar hace que salga su lado más sobreprotector”. 

El primer día la coordinadora nos lo dejó muy claro: “No sois sus médicos ni sus enfermeros. Tampoco sois ese familiar que viene a verlos al hospital ni ese padre que sufre por verlos así. Sois chicos que venís a jugar con niños. Porque eso es lo que tienen que hacer los niños: jugar“.  Para nosotras supone unas cuantas horas de nuestro día, pero para ellos son horas de dejar de ser niños en un hospital para pasar a ser simplemente niños que lo único que quieren es jugar.  Muchos de ellos te enseñan las cicatrices de su operación, otros no quieren que sepas por qué están ahí, pero lo que está claro es que todos ellos tienen algo verdaderamente especial. De hecho, cuando llega la hora de irse y los niños te piden que te quedes un ratito más, es imposible que la mascarilla oculte una sonrisa. 

Las tres estamos de acuerdo en que es un voluntariado lleno de encuentros, aprendizajes y momentos preciosos, aunque tampoco hay que idealizar las cosas. Hay días en los que se hace cuesta arriba porque sí, lo que ves en la planta puede ser verdaderamente doloroso. Muchas veces las edades abarcan hasta los 18 o incluso 20 años. Son chicos de nuestra edad que a menudo se muestran más reticentes a jugar o charlar con nosotras. Este suele ser un claro golpe de realidad, pues te ves tan reflejada en ellos que casi es como si pudieses entender lo que sienten. Con todo, aprendes mucho de ello. No debemos perder de vista que esto no puede convertirse en un acto egoísta. No vamos para sentirnos bien con nosotras mismas, distinto es que salgamos de ahí con el corazón lleno.  

Siendo sinceras, también nos han caído muchas broncas: por no haber cumplido al pie de la letra el protocolo de una habitación en aislamiento o el aforo de la sala de juegos, por no haber desinfectado bien las sillas… Pero, de nuevo, merece la pena. 

A pesar de que creemos que la respuesta a nuestra vocación se encuentra a través de carreras sanitarias (como medicina o psicología en nuestro caso), estamos de acuerdo en que los hospitales no deberían ser un “hogar” para nadie. El recordatorio de que la muerte no es tan lejana contrasta con el gran deseo humano de vivir que se percibe en todas las esquinas de La Paz. Por eso, atender, jugar y cuidar a estos niños supone un gran compromiso al que estamos muy agradecidas de poder responder. Una oportunidad que surge de algo más grande que nosotras mismas y que nos recuerda esa responsabilidad de servir al último. Sin duda, una experiencia así te remueve el corazón profundamente, movilizándonos y teniendo la necesidad de compartirlo con todos vosotros.

Sin categoría

Una gota de agua más- Jorge Úbeda

Por: ELU Admin

Este verano tuve la oportunidad de pasar el mes de julio cooperando en un orfanato en Perú. Esta era la primera vez que me embarcaba en un proyecto así: lo tenía en mente desde hacía tiempo, pero quizás nunca lo había emprendido por el miedo o el vértigo que genera a primera impresión. A lo largo del año 2022, fui a distintas reuniones organizada por la fundación ESYCU para ir conociendo poco a poco en qué consistiría el proyecto, y para entender las condiciones del orfanato en el que estaríamos realizando la labor los voluntarios que íbamos.

Principalmente, los voluntarios trabajamos en el Orfanato Casa de la Divina Providencia, que se encuentra en Abancay; a cuatro horas de Cuzco. Abancay es una ciudad muy pequeña, pero con muchos habitantes, todos ellos sin recursos. El orfanato allí acogía, mayoritariamente, a niñas que habían sufrido violencia o maltrato por alguno de sus progenitores. Hablamos de niñas de 6 a 15 años de edad, de las que sus padres renegaban: niñas heridas física y psicológicamente. Y por ese motivo, necesitaban mucho cariño y tacto. Las religiosas que llevaban el centro, intentaban hacerse cargo, como buenamente podían, de dar alimento y techo a las menores.

El día a día de los voluntarios variaba dependiendo de la semana de la que se tratase y el nivel de distracción (colegio y visitas) que tuviesen las niñas en el orfanato. Por las mañanas, mientras las niñas acudían a la escuela o al instituto, los voluntarios preparábamos los juegos y actividades que a su vuelta realizaríamos con ellas; o en otros casos, ayudábamos en la panadería que tiene el Orfanato adscrita para sacar fondos con los que poder mantener a las niñas. Otras veces, echábamos una mano en la construcción, reparación y aseo del Hogar: arreglábamos las salas comunes, construíamos tabiques para separar edificios que por su pobreza conectaban con el resto del vecindario, limpiábamos y acondicionábamos lo que en su momento era la guardería del orfanato…

Más tarde, cuando las niñas regresaban del colegio (les encantaba que fuésemos a recogerlas del colegio, como hacían los padres del resto de niños), les dábamos toda nuestra atención y nos dedicábamos enteramente a ellas: talleres, juegos, deportes, refuerzo escolar… Al final, se trataba de hacerles sentir un poco acompañadas y queridas, en el oasis que era el orfanato para ellas.

En los talleres dividíamos a las niñas en dos grupos: el grupo de primaria y el grupo de secundaria; para que pudiese ser más colaborativo y participativo, y adecuábamos el contenido a lo que podrían entender. Así, con cuentos y cinefórums tratamos temas como la sinceridad (con el cuento de Pinocho), tratamos el compañerismo, la autoestima, la bondad, la importancia del trabajo y del estudio…

Les intentamos enseñar la importancia de la universidad y de los estudios. Es mucho lo que tienen que trabajar y estudiar para poder ir a la universidad. Sabiendo que carecen de sustento económico, necesitan recibir una beca para irse a Lima a estudiar una carrera. En otros casos, las niñas, al cumplir la mayoría de edad, abandonaban el orfanato para realizar trabajos precarios, inseguros y abusivos.

Cuando abandonamos Abancay a finales de julio, pudimos entender que al final para los niños del orfanato, solo éramos una persona más que pasaba por esos lugares; pero para nosotros había sido algo transformador. Aprendí mucho de todas las niñas del orfanato; de la gente de allí: desde su actitud para afrontar las cosas, su sencillez, su gratitud, su “saber lo que importa de verdad”. Y me volví a España “lleno” de haber podido aportar, aunque sea pequeño; milésimo, un granito de arena en la felicidad y futuro de lasa niñas.

Vida ELU

Una gota de agua más – Jaime López

Por: ELU Admin

Hace ya un año tuve la gran suerte de entrar a formar parte de una de las asociaciones de mi universidad; Perunidad se llama y desde el primer momento que supe de la existencia de esta, me llamó la atención. Su labor consistía en encargarse de la organización y realización de varios proyectos, en colaboración con distintas ONGs, que buscan ayudar al desarrollo de la educación y la sostenibilidad en regiones desfavorecidas de Perú, comenzando con la recolección de fondos, durante todo el año, a través de organización de eventos, competición por subvenciones y premios solidarios, etc. Hasta la realización en sí del proyecto, con nuestras propias manos, en el lugar escogido.

El enfoque particular de este proyecto me atrajo debido al hecho de que este no se nos daba ya organizado, había que montarlo entero. Además, estaba un poco más relacionado con aquello que estudio, ingeniería, al estar centrado en la construcción de infraestructura.

Es así, que a mi y a otros tres de mis compañeros nos tocó colaborar con una pequeña ONG, llamada Earth Perú, creada por el carismático Luis Fernando Abanto. Un hombre que tras haber dedicado bastantes años de su vida a colaborar con diferentes organizaciones, decidió fundar su propia ONG para ayudar, en concreto, a los diferentes colegios de las zonas más desfavorecidas de la ciudad de Trujillo, ciudad a la que llega mucha de la inmigración descontrolada de la sierra, la cuál se establece en los barrios periféricos como puede, careciendo de medios e infraestructuras.

De este modo, comenzó la búsqueda y planificación del proyecto, con reuniones de trabajo y llamadas con nuestro apreciado Luis, que sin embargo no estuvieron desprovistas de sustos e imprevistos, como el de tener que reorganizar la mayor parte del mismo a dos meses de partir, puesto que una de las escuelas con las que nos habíamos decidido a colaborar dejó de comunicarse con nosotros; inesperado cambio de opinión.

Finalmente, llegó la fecha de partir a Perú. Durante el próximo mes y medio nuestro objetivo sería el de construir una clase en el colegio “Marcial Rebaza”, en la Campiña de Moche, pueblo agrícola y humilde a las afueras de la ciudad. De esta forma, el excedente de niños del pueblo que la escuela no podía asimilar y que debían buscar otros sitios donde estudiar, podrían continuar su educación en el colegio del pueblo.

Así, una vez allí, tras conocer el lugar, las profesoras y a los niños, comenzamos las obras, fundamentalmente, gracias a la ayuda de nuestro maestro albañil, Juan, el que con mucha paciencia nos enseñó los secretos de esta profesión, por la cuál siento actualmente una gran admiración. Seríamos estudiantes de ingeniería, pero no teníamos ni idea de como poner un ladrillo al lado de otro.

Las semanas fueron pasando, y como en todos los proyectos de este mundo, las dificultades y retos inesperados fueron apareciendo, haciendo difícil el mantener la moral y la esperanza arriba; al fin y al cabo, la logística y los medios que allí teníamos eran limitados, sin embargo, poco a poco fuimos superándolos, y tras remover bolsas y bolsas de cemento, colocar una infinitud de ladrillos y dejarse los brazos enluciendo paredes, logramos que la clase se convirtiera en un espacio funcional. Mención especial a lo importante que durante todo el proyecto fue la ayuda y colaboración con la comunidad local, incluyendo a las profesoras y a madres y padres, que cuando necesitamos una mano, nos pusieron todas a una.

Sin embargo, aquí no terminó la historia, puesto que siendo Earth Peru una ONG que busca favorecer el desarrollo sostenible de estas escuelas, aún quedaba acabar con la guinda del pastel. En Perú, hasta el 2022, los padres de los niños debían pagar la electricidad de las escuelas, y es por ello, que hasta ese año, nuestra asociación había estado financiando la instalación de paneles solares en las escuelas donde colaborábamos, puesto que ayudaban a que estas fueran más verdes y permitían a la comunidad realizar un gran ahorro económico. No obstante, habiendo cambiado la situación, la escuela no estaba interesada en la instalación de los paneles, siendo estos más una carga que una ayuda.

Así pues, debimos cambiar de nuevo el desarrollo del proyecto y ponernos en búsqueda de un nuevo lugar donde estos pudieran tener un mayor impacto, siendo de utilidad. Encontramos así, un orfanato situado en la zona industrial de Salaverry, el cual, a pesar de trabajar para el Estado, no recibía ninguna ayuda, al estar dirigido por una congregación religiosa. Allí nos recibieron con los brazos abiertos, y pudimos instalarlos, con la seguridad de que aportarían una gran ayuda y serían bien cuidados.

Durante las seis semanas que allí estuve, pude aprender muchas cosas, además de ser testigo de las condiciones de vida tan diferentes que tienen tantas otras personas en la otra punta del mundo, las cuales tienen que vivir su día a día, con muchos menos recursos y muchas más barreras, y aunque sintiéndome en cierto modo egoísta por haberme tenido que desplazar allí para ser más consciente de cómo es la cruda realidad, creo sinceramente que mereció la pena, porque aquello que construimos podrá permitir, a partir de ahora, que unos cuantos niños, en las afueras de la ciudad de Trujillo, tengan un futuro un poco mejor. Y eso ya lo vale todo.

Vida ELU

Una gota de agua más – Lucía Pina

Por: ELU Admin

Lucía Pina Rodríguez, 4º ELU

TOUBABOU POR UN MES

Empezaré con una pregunta que a los pocos días de estar allí me hizo mi amigo Hannibal: ¿Por qué has venido aquí a pasar tus vacaciones? Tras esta pregunta se esconde un gran deseo por venir a Europa, “el país de los sueños”, al que muchos no podrán llegar debido a su condición económica.

A pesar de esto, algo en mí despertó para dar respuesta: –yo he venido aquí a conocerte a ti-.

Desde que era pequeña, una vez al año venía un hermano marista y nos enseñaba todo lo que hacían en África, veíamos videos, fotos, escuchábamos anécdotas… y pasé de verlo a desear vivirlo. Los años de pandemia habían paralizado todos los campos de trabajo y parecía que el verano del 22 iba a continuar con la racha de los dos anteriores, pero gracias al trabajo de mucha gente, un día mi móvil sonó, un mensaje de mi hermana María: – ¿Nos vamos a Costa? –

Hay veces en que te das cuenta de los regalos que recibes y como bien nos enseñan desde la ELU, hay que acogerlos con un: SÍ, GRACIAS. Y así fue, el 4 de Julio salimos de Valencia en representación de la ONG SED (solidaridad, educación y desarrollo), tres cooperantes con una ilusión desbordada dispuestas a servir en Costa de Marfil.

Nuestra primera labor tuvo lugar en una ciudad al norte del país llamada Korhogo. Allí participamos en una colonia de verano que se hacía en el colegio Maristas. Recibíamos todas las mañanas 250 niños con un brillo especial en los ojos por aprender y disfrutar el día. Hacíamos talleres por la mañana: de danza, oratoria, manualidades, periodismo… A las 13:00 comían en el cole y después nos íbamos al “cine” (una salita con alfombras donde se proyectaba una película) y al terminar, se iban a casa.

Las últimas semanas estuvimos en una aldea a 30 minutos de Korhogo, llamada Koni, donde las Hermanitas de la Anunciación tienen un dispensario. Desde que entramos por la puerta nos consideraron médicas, más incluso de lo que me hubiera gustado (ya sabemos que todo poder conlleva una gran responsabilidad). Pudimos sentirnos parte de la familia que todos los trabajadores formaban y convivir con el detallismo, la sencillez de corazón y la felicidad personificadas en todas las hermanas que allí vivían.

Pero como ya había dicho al principio, al llegar allí me di cuenta, de que yo había ido a conocerles. Es difícil explicar la forma tan profunda que tienen de mirarte, de dejarte entrar en su corazón, de convertirte en su hermana, de contagiarte la ilusión, de bailar hasta que se les desencaje una cadera, de darte y darse todo lo que son, sin duda alguna, son profundamente auténticos.

Una parte de mí se quedó allí con todos ellos y una parte de ellos se vino conmigo. Me siento tremendamente afortunada de haberme convertido en una niña de nuevo (como bien dice el evangelio) y de haber podido ser una TOUBABOU (blanca en Senoufo, dialecto local) por un mes. Me han enseñado cómo llevar una vida que merezca la alegría ser vivida, realmente he podido ver LA VIDA en y a través de los ojos de Victoire, Fatime, Willyfried, Josephine, Raissa, Bankolé, Soeur Nicole, Bouba, Yves, Vincent y muchos más que me acompañan todos los días. Gracias por haberme abierto las puertas de vuestro hogar.


Vida ELU

Una gota de agua más – Sofía Regojo

Por: ELU Admin

El pasado 25 de marzo recibimos una llamada de un amigo que nos preguntaba, totalmente fuera de contexto: “tienes algo importante que hacer del 2 al 11 de abril…”, cada uno dio la respuesta que se le ocurrió esperando que David contase el plan: irnos a la frontera ucraniana. Una semana más tarde, 13 jóvenes salimos desde Pamplona en tres furgonetas cargadas de material dispuestos a cruzarnos Europa. No somos los primeros, ni seremos los últimos en ir a los pies de la guerra a echar una mano, pero cada historia es única y esta es la nuestra.

Los cinco días de preparación fueron intensos, pues el tiempo se nos venía encima. Mientras Pablo y Luis organizaban subir una furgoneta desde Sevilla, David, Gratacós, Isa, Anita y Manu se pasaban los días en un almacén que nos cedieron como punto logístico para dejar todo el material que se nos donaba. Simultáneamente organizamos unas recogidas ”express” de alimentos en los supermercados del barrio (en las que se implicaron más de 50 alumnos de la universidad) y unas rutas por farmacias pidiendo medicamentos. A la vez, Folch, Sangra y Benzo negociaban con Sixt para que nos alquilaran dos furgonetas de carga para semejante plan. Cada uno fue poniendo a disposición del grupo sus dotes: contactando con empresas, pidiendo donaciones, grabando videos y haciendo difusión, organizando material… perdimos la vergüenza de pedir; “todo por el proyecto”, pensábamos… y a alguno se le fue de las manos, todos nos reímos cuando a Ro se le ocurrió contarle el proyecto al dependiente del estanco pidiéndole que nos donara o hiciese una rebaja…

En una semana el proyecto estaba materializado y a las 7:00 de la mañana del día 2 de abril salimos con las furgonetas cargadas y Pamplona nevado. El viaje fue una auténtica odisea. Nuestro primer enemigo fue el tiempo, nos esperaban el 4 de abril en Medyka (pues les hacíamos el relevo a unos voluntarios que se habían vuelto a casa) y nos dimos cuenta que los tiempos estimados de Google Maps están bien para un viajecito de 5 horas, pero cuando te cruzas Europa, se van sumando horas. Lo que pensábamos hacer en dos días, con 12 horas de conducción cada uno y durmiendo en Múnich (en casa de unas consagradas que nos acogían) se convirtió en 27 horas el primer día, parar a desayunar y a celebrar misa en Múnich y continuar el viaje, seguido de otras 17 horas hasta llegar a lo que fue nuestro hogar una semana. Era una especie de granja, Airbnb con 14 camas que hacía perfectamente su función.

Descansamos unas horas y nos fuimos directos a Medyka que es un pueblo fronterizo entre Polonia y Ucrania. El primer día nos dimos cuenta de que no íbamos a salvar el mundo, que no éramos imprescindibles y que los periodistas exageran bastante sus historias. Pero también, según fueron pasando los días, nos dimos cuenta que aunque hubiese 100 voluntarios ahí cada uno encontraba su función, que un abrazo, una sonrisa, ayudar con unas maletas, ofrecer mantas, dar una chuche a un niño, servir un café caliente o repetir algo de comer es suficiente. A esto nos dedicamos.

Lo que hay montado en Medyka, para situaros, es básicamente un pasillo de 500 metros de puestos a ambos lados ofreciendo todo lo necesario para los refugiados que salen del país. Es una especie de supermercado gratis, en el que cada puesto ofrece diferentes cosas: un puesto tenía fruta, otro tarjetas sim que funcionan en Polonia, otro cuidaba de niños pequeños, había unos cuantos puestos de comida… Ahí cada uno coge lo que materialmente necesite (principalmente a corto plazo) para poder continuar su vida en un país diferente. Sobre todo las mujeres pedían champú, pañales, productos de higiene personal, porque claro, no éramos conscientes pero tal vez esas mujeres llevaban más de dos semanas fuera de casa, avanzando hacia la frontera o escondiéndose en bunkers para protegerse hasta poder escapar. Medyka es un punto transitorio, cada día pasan cientos de ucranianos (en ambas direcciones, pues muchos vuelven a entrar) que pasaban una media hora reponiéndose, organizándose y cogiendo lo necesario para subirse a uno de los buses que salía hacia Premysl (una ciudad cercana, más grande y con un gran campo de refugiados) Varsovia (pues muchos tenían planes de salir de Polonia hacia Alemania, Francia, España…) y otras ciudades.

Así pasamos los días, y según las cola que hubiese en el otro lado de la frontera nos quedábamos hasta una hora u otra, cogíamos nuestras furgos y conducíamos a casa, donde charlábamos, comentábamos lo que nos iba pasando, poníamos en común nuestras opiniones hasta quedarnos dormidos en el salón. Ese grupo se fue convirtiendo poco a poco en una familia.

Mirándolo ahora desde fuera y escribiendo acerca del proyecto estoy segura que repetiría la experiencia. Muchos fueron los argumentos para quedarnos: no vais a servir de nada, no tiene sentido que vayáis, ayudad desde casa, no os perdáis una semana de clase… Y tal vez tuviesen razón en algunos aspectos, pero nosotros estábamos dispuestos a entregar nuestro tiempo y dedicación y así hicimos; no sabes si servirás de ayuda hasta que la ofreces, no comprendes cual es tu labor hasta que la encuentras y lo que aporta cada uno, de manera individual es único. Esto es lo que nos llevamos los 13 a casa. 

Vida ELU

Una gota de agua más – Francisco Javier Pérez Cumbreras

Por: ELU Admin

Me llamo Francisco Javier Pérez Cumbreras, estoy en segundo de la ELU y estudio Derecho y ADE en la Universidad de Jaén. Desde el segundo cuatrimestre pasado, tengo la gran suerte de poder pertenecer a la Comisión Permanente del Consejo de Estudiantes de la Universidad, desde donde puedo poner en práctica todo lo aprendido en la ELU a través de actividades e iniciativas enriquecedoras completamente orientadas hacia los demás. Hoy tengo el placer de contaros cómo ha sido la última actividad que hemos realizado: la GRAU (Gran Recogida de Alimentos Universitaria).

Los pasados 14, 15 y 16 de diciembre, realizamos una recogida de comida en colaboración con “Banco de Alimentos” entre otros para favorecer y ayudar a los más necesitados. Y lo cierto es que a pesar de todas las dudas que nos surgían, fue todo un éxito, y me ha servido para darme cuenta de las tantas cosas que hemos hablado a lo largo de los findes ELU y de los módulos, las cuales me gustaría compartir con vosotros.

En primer lugar, ¿por qué?¿Por qué adentrarse en tantos fregados y tantas historias? ¿Comisiones, actividades, problemas, aguantar críticas…? Lo cierto es que a priori, no es lo que más le apetece a uno, y sobre todo teniendo en cuenta las tantas cosas que tiene que realizar. Sin embargo, analizando lo más profundo de mí, descubrí que si lo hago, es porque me llena. Porque no hay nada mejor que comprometerse, darse a los demás, aportar con tu esfuerzo y dedicación a la comunidad, realizar algo que igual no te repercute directamente a ti, pero que sabes que da sus frutos y que sobre todo ayuda: deja huella.

Creo que si por algo estoy en el Consejo y si por algo realizamos iniciativas como esta, es porque queremos dejar huella. Queremos ayudar, salir de nosotros mismos, hacer nuestro aquello que hacemos y demostrar al exterior que la gente se compromete. Simplemente necesitan un empujón, necesitan que seamos motores de cambio.

Y quién sabe, puede que algún día consigamos que las próximas generaciones sigan nuestro ejemplo, nuestra huella, y la mejoren y sean un ejemplo aún más patente para los venideros. Todo esto es una cadena, y ojalá consigamos que iniciativas como esta se vuelvan ordinarias. Es emocionante ver que quienes te preceden, mejoran y superan tu legado. Lo cierto es que había muchas dudas antes de sacar la iniciativa. ¿La comunidad universitaria respondería? ¿O sólo respondemos a base de incentivos que nos benefician? Al final, la verdad se impuso.

Prueba de ello, es que tengo el orgullo y la ilusión de decir que finalmente contamos con la ayuda de nada más y nada menos que de aproximadamente 60 voluntarios, y que entre todos, desde el aporte más pequeño, hasta el más grande, porque todos importan por igual, hemos conseguido recaudar más de 1700 kilos de comida para aquellas personas y familias que más lo necesitan por estas fechas.

Por cosas como estas, uno se da cuenta del motivo por el que se reta, sale de uno mismo y por qué no decirlo, se complica un poco más la agenda: No hay cosa más especial que ver la cara de felicidad y plenitud que tienen las personas después de sentir que han ayudado a alguien y que han aportado su grano de arena en algo bueno, en algo verdadero.

Es por esto, por lo que os animo a todos a pensar en cómo cada uno de nosotros, desde nuestra pequeña posición en el mundo y en la sociedad, podemos dar ejemplo, sacar esa ilusión, felicidad y plenitud, y dejar esa huella que queda ahí por mucho tiempo que pase, y que ojalá alumbre a muchos a seguir un camino recto, verdadero y pleno. Desde el acto más minúsculo, hasta el acto más grande de amor.

¡Espero poder pronto conocer vuestro granito de arena y vuestra huella! ¡Hasta entonces! Seamos ejemplo y motor de aquellos que nos rodean.

Vida ELU

Una gota de agua más – Cris Pastor

Por:

¡Hola a todos! Soy Cris Pastor, ELU de 3º. Valenciana, estudiante de Derecho y RR.II, y, desde hace cosa de dos años, “amiga de la calle”. 

A mediados de febrero del año 2020 escribía junto a Ignacio y Marta nuestra experiencia en una acción social. Brutal. Sin embargo, lo que no imaginaba es que hoy, después de lo ocurrido, estaría escribiendo sobre esta misma realidad. ¡Y es que, anda que no han cambiado cosas! 

Poco después de redactar aquella entrada cargada de ilusión, llegó el dichoso virus, “el innombrable”, el que lo cambiaría todo. O, casi todo. 

Amigos de la calle, donde participo, es una asociación sin ánimo de lucro, nacida con la intención de conseguir, preparar, y distribuir alimentos y comidas preparadas, de manera sistemática y prolongada en el tiempo, a personas habitantes de la calle o con necesidades económicas. Pero su labor no termina ahí, hay otro elemento distintivo de su función: el acompañamiento. El fin no es facilitar el acceso a la necesidad mínima, que es la comida, o al menos, no es sólo eso. Sino que se pretende compartir, tiempo y vivencias, apoyando a las personas, desestigmatizando el sinhogarismo, y fomentando las relaciones que dignifican a los seres humanos. 

Bajo esta breve descripción es fácilmente perceptible cómo una pandemia como la vivida, un confinamiento y una necesidad latente de distancia social, no son aliados facilitadores de esta función. No obstante, con pandemia o sin ella, la realidad es la misma: existen personas sin medios económicos suficientes para hacer frente a lo más básico, y, de hecho, cada vez más. ¡Algo tendremos que hacer al respecto! “Renovarse o morir”, dicen, ¿no? Pues eso, a renovarse se ha dicho.

¿Antes acudíamos a un local donde se llevaba toda la comida donada y se cocinaba? A partir de ahora seremos nosotros los que la recojamos de los establecimientos, y la prepararán los voluntarios en las propias casas. ¿Antes solicitábamos más materia prima? Ahora optaremos por alimentos preparados, o precocinados. ¿Antes se repartía la comida en puntos fijos en la ciudad? Ahora seremos nosotros los que vayamos en busca de las personas (en este último aspecto se aprecia cómo ayuda sobremanera conocer a las personas. El boca a boca es nuestro mejor aliado). 

Y justo así, en este proceso de adaptación al nuevo paradigma, es cómo me he visto cada domingo del mes, desde hace un año, en mi cocina, rodeada de seis señoras, y 150 pollos en la nevera. Y no os puedo transmitir qué planazo es. ¿Quién me lo hubiera dicho a mí?

Esta oportunidad de participar de otra manera en el proyecto no sólo me ha permitido mantener el contacto con otras realidades que, parecen haber quedado relegadas a un plano antagonista dadas las circunstancias sanitarias, sino que he podido establecer relaciones con personas que jamás hubiese pensado. 

Personas sin hogar, en riesgo de exclusión social, o mujeres cercanas a las seis décadas, es curioso descubrir lo mucho que tenemos en común. Creo que este ha sido mi descubrimiento del año: por primera vez en la vida, ser plenamente consciente de que es palpable la inmensidad de cosas que nos unen como seres humanos. Con independencia de las circunstancias personales, la edad, el sexo, la procedencia o la preferencia política, la esencia es la misma. En un momento donde todo parece negativo, donde la frivolidad parece reinar, siempre es reconfortante sentir el abrazo de una relación humana. Ya sea sentados en el suelo del Jardín Botánico compartiendo un bocadillo, o a las 7 de la mañana de un domingo abriendo 200 barras de pan. 

Creo que “pringarse” por los demás (y en este caso, en el sentido más literal de la palabra) siempre es un recordatorio de esta idea. Nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos hablar, tocarnos, compartir, sentirnos cerca. Es intrínseco a nosotros, y ahora más que nunca. No hemos podido hacerlo, y ahora tenemos trabas para ello, así que debemos contribuir activamente para no perder de vista lo que es innato al ser humano: su vertiente social

Salir de uno mismo permite dejar espacio a que entre la satisfacción más plena. Olvidarte de ti y tus problemas, aunque sea por un rato, te aterriza. Saberte parte del mundo te motiva contribuir con él, en favor de todos. En definitiva, para mí, poder seguir realizando esta actividad, aunque sea de manera distinta, es más que un regalo. Poder compartirlo con mi madre; poder ser una gota más; poder contribuir a que, pese a la tendencia al alza de las necesidades económicas de las personas, no tengan que hacer frente también, al aislamiento social, característico de este momento.  

Vida ELU

Una gota de agua más – Clara Sobrino

Por: ELU Admin

Clara Sobrino Hernández, 4º ELU

¡Hola amiguelus! Soy Clara Sobrino de Madrid, cuarto de ELU y estudiante de doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en la UFV. Me resulta procedente escribir este comentario acerca de una de mis experiencias en voluntariado siendo el lema de este año “toda acción es esperanza”. Para mí es una sentencia muy significativa, porque nos indica que el mero hecho de estar vivos implica un anhelo y un deseo, desarrollarnos en una actitud expectante, esperanzadora. Yo personalmente no he encontrado mayor cumplimiento de esta afirmación que con el servicio. He realizado todo tipo de voluntariado: en residencias, comedores sociales, repartiendo comida, en hospitales, con personas con diversidad funcional, personas sin hogar, familias en riesgo social…y hubo un verano que tuve la inmensa suerte de poder irme más de un mes con la asociación Misión Cebú a Bilirán, Naval, Filipinas.

Decantarme por una experiencia que contar en concreto es complicado, y lo natural sería hablaros de mi vivencia en las islas asiáticas, el lugar más fascinante y bonito del globo. Pero para sorprender y rebajar la clase de voluntariado a uno más accesible que todos nos podemos permitir (porque es complicado actualmente por COVID o a nivel económico hablar a gran escala), prefiero comentaros mi experiencia en el Hogar Don Orione, situado en Pozuelo de Alarcón.

He colabora mucho con esta fundación y siento un gran afecto y admiración hacia ellos. El centro acoge por unidades a hombres con distintos grados de diversidad funcional (mayoritariamente graves), personas con discapacidad, pero que desde que estoy allí he aprendido a denominar como personas con capacidades especiales. Y esto se demuestra de forma genuina en la experiencia, porque estos chicos en vez de carecer de ciertas aptitudes poseen otras que nosotros no, y por ello es tan importante conocerlos y convivir con ellos.

El verano del 2017 pude disfrutar a finales de agosto con la unidad amarilla del centro, de lo que eran sus vacaciones en Cercedilla. Llegué algo apurada y no voy a mentir, asustada. Nunca había vivido nada parecido en mi vida y ahora tendría a mi cargo en parte a hombres de entre cuarenta y setenta años, poco civilizados y difícilmente controlables y previsibles en sus acciones y movimientos. Al principio sentí tensión y algo de miedo, pero al poco tiempo, estos chicos derritieron mi manera de mirarlos e hicieron que bajara la guardia por completo. Además me acompañaba un gran grupo de amigos también como voluntarios, por lo que no podía ser mejor plan.

Estábamos todo el día con los chavales: de comidas, meriendas, cenas, en el tiempo libre, ayudándoles a asearse, a recoger sus cosas, jugando, bailando, en la piscina, tomando algo en la plaza del pueblo y dando largos paseos entre el bosque y la montaña. De allí me llevé muchísimos regalos y enseñanzas, pero diría que me quedo con una idea principalmente: que la grandeza se revela únicamente a través de lo sencillo, humilde y pequeño. Es decir, a través de ellos. Y esta es una constante que se me sigue presentando a día de hoy.

Estos chicos del Hogar de Don Orione gozan de una ultra sensibilidad y empatía, comprenden perfectamente las emociones de los demás y actúan en consecuencia. Diría que muchos de nosotros somos limitados en el dar porque al final somos más individualistas, sin embargo ellos solo entienden su vida en una clave de amor constante e insaciable. No se cansan de recordarte a través de sus actos que eres relevante, que les importas y se alegran de que estés cerca acompañándolos y ofreciendo tu ayuda. Tal vez no te den las gracias de forma directa, pero no es relevante porque al final la gratuidad de su amistad te la conceden ellos principalmente, por lo que el “gracias” es para ellos.

Muchas veces las personas con capacidades especiales son rechazadas, despreciadas y excluidas dentro de la sociedad. Malas caras, repugnancia, violencia verbal, bullying… son situaciones que lamentablemente algunos de nosotros hemos sido seguro testigos en nuestras vidas contra este grupo.

Legalmente, su sola condición es motivo suficiente como para poder abortar hasta el final del quinto mes de embarazo, la única excepción que se da ya entrando en la recta final de la gestación desde 1985. Tal vez deberíamos revisar si estamos practicando nuestra humanidad con ellos, si estamos atendiendo como se merece esta causa. Yo, que he sido infinitamente privilegiada de vivir esta experiencia y poder haber seguido yendo a verlos, que literalmente me he hecho amiga de algunos de ellos (también de los trabajadores de allí, de los que también se debería escribir aparte porque se merecen una oda), no os puedo recomendar otra cosa que tratar de hacer un voluntariado con personas de diversidad funcional. Si creéis que no es lo vuestro por algún motivo no os preocupéis, también esta bien; pero entonces os pediré que les tratéis como iguales cuando os crucéis con ellos, porque se merecen el mismo respeto y trato digno que cualquiera de nosotros. Bueno, me equivoco, se merecen aún mejor trato y respeto que cualquiera de nosotros, porque nos dan mil vueltas y son mejores que nosotros en cuanto humanidad y amor.

¡Algun día contaré otra experiencia de voluntariado, pero por hoy me despido! ¡Caminamos juntos!

Vida ELU

Una gota de agua más – Inma Arrebola

Por:

Muy queridos ELUS:

¡Hola a todos! Soy Inmaculada de 2º curso. Os quiero contar mi experiencia en el proyecto en el que he estado involucrada los últimos meses. Todo comenzó en enero, cuando un catequista de mi parroquia nos trasladó que desde Cáritas Diocesana de Córdoba necesitaban alimentos de desayunos y meriendas para cubrir la gran demanda que tristemente estaban teniendo.

La respuesta de los jóvenes fue maravillosa, y decidimos crear un proyecto juntos tanto a corto como a largo plazo. Nos pusimos manos a la obra y lo desarrollamos desde cero, dividiéndonos en grupos para redactar el proyecto, elaborar un plan de comunicación, surgir con nuevas ideas y expandir la red de colaboración. Desde entonces, y gracias al esfuerzo de muchísimas personas que se nos han regalado su tiempo, hemos realizado recogidas en dos institutos y un colegio, y ya tenemos fechadas recogidas en otros centros para el primer trimestre del próximo curso.

Ha sido precioso ver como desde los propios institutos, profesores y alumnos han mostrado interés en nuestra labor, y algunos de ellos incluso han decidido unirse a los grupos de organización. Además, hemos contado con la incansable ayuda de los no tan jóvenes en edad pero sí en espíritu de nuestra comunidad parroquial. Y es todos podemos ser motor de cambio si nos lo proponemos, y también en nuestro caso, todos podemos evangelizar con nuestro pequeño gran compromiso.

Para mí, ser parte de este grupo de Misiones, que es como nos llamamos, ha sido despertar a una parte de mí que parecía haberse perdido entre tantos exámenes y compromisos. Gracias a esta experiencia he vuelto a recuperar la ilusión por el voluntariado, por dar y por darme, por trabajar en equipo y por construir algo mejor. He vuelto a tener fe en las ideas, en la gente buena y en las ideas de la gente buena, que abundan mucho más de lo que a veces pensamos.

Termino mostrándoos una foto en la puerta de mi iglesia, donde estamos haciendo la recogida durante estas semanas, y donde otra vez vuelvo a comprobar que la bondad de las personas es infinita y que esa chispita de ilusión puede incendiar muchos corazones.

¡Nos vemos pronto!

ELUMNI

Una gota de agua más – OAN International

Por:

¿QUIÉNES SOMOS?

Somos una ONG española-beninesa fundada en 2014 con el objetivo de conectar el mundo de la universidad con la cooperación internacional para el desarrollo mediante la realización de trabajos fin de grado y fin de máster que sirvan de apoyo en los proyectos que realizamos y que doten de un rigor académico al trabajo implementado.

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Nuestro origen está muy vinculado a Becas Europa y la Escuela de Liderazgo Universitario. Daniel Alfaro (Becas VIII) viajó en 2013 para hacer un voluntariado a Nikki, una región al norte de Benin, y allí descubrió una realidad que le cambiaría la vida y ante la cual no podía seguir indiferente. Por ello, se unió con un grupo de amigos que había conocido en Becas Europa (Álvaro Pascual, Íñigo de Pablo y Tamar Taibo) y decidieron viajar juntos a Nikki para hacer un análisis riguroso de las necesidades de esta región y ver de qué manera, como jóvenes universitarios, podían ponerse al servicio de esta población. Después de este viaje, crearon OAN International, organización a la que se sumaron más universitarios, muchos de ellos de la Escuela de Liderazgo Universitario.

Actualmente OAN Internatioanl está formada por jóvenes con una idea común sobre el mundo que deseamos. Trabajamos por un modelo de cooperación sostenible y responsable. Desarrollamos nuestros proyectos en Nikki (Benin) en cooperación con la población beneficiaria mediante la propuesta e implementación de iniciativas que respondan a necesidades y demandas locales y que ayuden a la consecución de sus derechos humanos.

¿DÓNDE TRABAJAMOS?

Benín es un país situado al oeste de África, haciendo frontera con Togo al oeste, Nigeria al este y Burkina Faso y Níger al norte. Antigua colonia francesa, la capital es Porto-Novo, pero la sede de gobierno se sitúa en Cotonú, que es a su vez la capital económica y el mayor núcleo de población.

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La esperanza de vida al nacer es de 59 años, que con un PIB de 8.747 millones de dólares (1.900 dólares per cápita), un 36,2% de la población viviendo debajo de umbral de la pobreza, le confieren un índice de desarrollo de 0,476, ocupando la posición 165 de 187 países. Benín cubre un área de aproximadamente 115.000 kilómetros cuadrados, con una población de aproximadamente 10.448.6472 metros cuadrados.

Benín es una nación subsahariana, altamente dependiente de la agricultura. Está dividido en 12 departamentos y subdividido en 77 comunas. OAN International trabaja en Nikki, una de las comunas del departamento de Borgou, tiene una población de unos 150.000 habitantes, y una extensión de unos 3.000 km2 (similar a la provincia de Álava). La comuna se divide a su vez en los arrondissements de Biro, Gnonkourokali, Ouénou, Sérékalé, Suya, Tasso y Nikki. En cuanto a población está distribuida uniformemente entre todos excepto Nikki, que tiene una población de unos 70.000 y Suya de unos 8.000, acogiendo el resto a unas 15.000 personas cada uno.

Se trata de una de las zonas más rurales y con menos recursos de la nación, con una proporción de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza mayor que la media del país.

¿QUÉ HACEMOS?

Desarrollamos proyectos en diversos ámbitos, siempre en cooperación con las organizaciones beninesas. Nos centramos en cuatro grandes ámbitos:

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Políticas sociales, con proyectos que persiguen la autonomía económica de las mujeres a través de la comercialización de manteca de karité manufacturada por cooperativas de mujeres bajo la marca Nikarit o la prestación de microcréditos para el emprendimiento de iniciativas de mujeres.

Sanitario, centrándonos en proyectos en torno la salud materno infantil, la malnutrición y la malaria, con sesiones de promoción de la salud y colaboración con las instituciones sanitarias locales.

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Infraestructuras, energía y agua, trabajando en el acceso a agua potable con la reparación de los puntos de acceso a agua ya existentes y la construcción y distribución de biofiltros de agua; la comercialización de energía solar para facilitar el acceso entre la población; o la recogida y tratamiento de residuos.

Agronomía, siendo esta la principal actividad económica del país y estando estrechamente relacionado con la alimentación y la salud de la población. Para ello desarrollamos proyectos en formación a cooperativas de agricultoras, acceso a semillas y productos biosanitarios…

Misión

OAN International acompaña a los agentes de desarrollo de la comuna de Nikki, a través del intercambio de conocimientos, y trabaja en la creación conjunta de un modelo de cooperación sostenible, responsable y replicable.

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Visión

Como organización, ratificamos la apuesta por las personas y la coherencia entre compromiso ético y acción como los ejes básicos que guían nuestro trabajo. Entendemos que habremos llevado esto a cabo si logramos:

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Proyectos de desarrollo que aspiren a la autogestión y el liderazgo autónomo local a través del trabajo conjunto con los agentes locales del desarrollo de Nikki; proyectos que den respuestas a demandas de los mismos sobre necesidades analizadas y consensuadas, todo ello mediante actuaciones juiciosamente pensadas, cuidadosamente implantadas y rigurosamente evaluadas.

Sensibilización, educación al desarrollo, lucha por la generación de un espíritu crítico e informado y acción política sobre las relaciones norte-sur en nuestro medio; planteamiento de un modelo de cooperación sostenible y extrapolable a otros lugares, basado en el protagonismo local en consonancia con las estructuras estatales ya establecidas; trabajo por visibilizar las realidades de los países en situación desfavorecida, promoción de reflexiones en torno a la causa de esa situación y defensa de nuestros valores.

Valores

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Afirmamos nuestro COMPROMISO con las personas y con nuestra misión a través del esfuerzo y la entrega en nuestro día a día, porque creemos firmemente en que la sostenibilidad y los logros de nuestras acciones radican en la responsabilidad que adquirimos.

Trabajamos desde la TRANSPARENCIA y la información pública como garante de la calidad de nuestra actuación.

Creemos en la JUSTICIA SOCIAL, que entendemos como el reconocimiento y creación del contexto que permita a todas las personas el pleno ejercicio de todos y cada uno de los derechos humanos.

Actuamos desde la HUMILDAD del respeto a las personas con las que trabajamos.

Buscamos la COHERENCIA entre nuestras acciones y aquello que defendemos, ya que en ello se basará el éxito de nuestra labor.

Sin categoría

Una gota de agua más – Alberto Pradas

Por:

Volver a poder salir a la calle y vernos después de dos meses de confinamiento supuso un acontecimiento que nos abría cautelosa pero progresivamente las puertas a lo que parecía volver a recuperar nuestro anterior ritmo de vida. No debíamos confiarnos y se nos urgía a ser celosamente prudentes, a adaptar nuestro comportamiento a las circunstancias, quedando aparentemente subrogada nuestra libertad individual ante el cuidado del bien común. Sin embargo, me siento inmensamente agradecido por haber podido saber encontrar y poner en práctica mi libertad en un momento en que aparentemente más limitada podría estar, cambiando con ello mi manera de ver las cosas.

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“El hombre hace planes y Dios se ríe de ellos”. No poder realizar finalmente el planeado viaje de verano con los amigos causaría que buscara alternativas para dedicar mi tiempo durante el mes de junio. Fue así como mi madre me propuso que me acercara a preguntar si necesitaban voluntarios en el departamento de Cáritas de mi parroquia, Nuestra Señora del Carmen (Pozuelo de Alarcón, Madrid). Fue así como fui un lunes por la mañana y era tal el volumen de trabajo que tenían, que al minuto de haber entrado por la puerta ya me pidieron si me podía quedar ayudando. Y ciertamente era necesaria, pero continúa haciendo mucha falta ayudar en estos tiempos tan difíciles. Poder colaborar como voluntario me permitió conocer de primera mano las necesidades y dificultades de cientos de familias (en la base de datos llegaron a estar apuntadas 900 personas ayudadas directamente a través de Cáritas), pero a su vez descubrir la voluntad de compromiso y solidaridad de muchas personas de las que ante la dificultad salían dar lo mejor de sí mismas. No podría haber encontrado una mejor experiencia de responsabilidad social, de interacción con el otro y a raíz de la comprensión de su situación, convicción para hacer de su satisfacción nuestra misión.

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Desde el primer día que empiezas a ayudar, notas personalmente que la persona que sale no es la misma que ha entrado unas horas antes. Has podido ver la realidad con tus propios ojos, tocarla con tus manos, has tenido el poder y libertad de decisión para participar de ella y hacerlo escogiendo ofrecerte a los demás. Descubres que la ayuda que tú puedas prestar resulta minúscula en comparación con lo que tú recibes en forma de agradecimiento sincero y satisfacción personal. Así se te brinda una experiencia de humanidad inigualable, que provoca que una vez que empiezas no quieras dejarlo, porque de una manera o de otra, descubres que eres tú quien más necesita del otro, resulta que eres tú el principal beneficiario del contacto con los demás. De esta manera, lo que iba a ser algo temporal para unas semanas acabó “enganchándome” a acudir durante casi dos meses.

Desde mi opinión personal, creo que la lección que la actual coyuntura me ha enseñado es que lo que la sociedad requiere de cada uno de nosotros es dar amor: darnos a los demás desde el alcance de nuestras posibilidades. En mi caso ha tenido que llegar una pandemia apocalíptica para hacerme despertar y darme cuenta, pero gracias a la libertad he sido capaz de afrontar la situación desde una actitud constructiva y que prestara un servicio al otro desde lo que está en mi mano. Es indescriptible explicar la tormenta de alegría que sobreviene cuando descubrimos la libertad que cada uno poseemos, pero resulta todavía más maravillosa cuando a continuación no rehuimos de ella y nos encaminamos hacia la realización. Ya lo apuntaba el Principito: “cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer”.

Alberto Pradas

Vida ELU

Una gota de agua más – Volunfair

Por:

Cuando pensábamos en cómo explicar qué es VOLUNFAIR, decir que es la mayor feria de voluntariado para universitarios en España, a pesar de lo impresionante que suena, se nos quedaba muy corto. Y es que VOLUNFAIR es mucho más.

Es el sueño, ahora ya convertido en realidad, de un grupo de estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales (UPM) que hace seis años decidieron liarse las mantas a la cabeza y apostar por dar a conocer al mundo esa forma de vida en la que ellos habían descubierto la felicidad. Querían despertar en los universitarios ese deseo de darse a los demás.

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Se dieron cuenta de que hay muchos universitarios comprometidos con la realidad social en la que viven, que buscan hacer más por ella, pero que muchas veces no encuentran el cómo o el donde. Y para dar respuesta a esto nace VOLUNFAIR, un espacio que anualmente reúne a más de 60 ONG y entidades sociales permitiendo a los jóvenes, principalmente, aunque está abierto a todo aquel que tenga esa inquietud, ponerse en contacto con ellas.

Esta feria que tiene lugar dos días al año, normalmente a mediados de febrero, es solo una pequeña gota, pero, ya lo decía el lema de VOLUNFAIR del año pasado… ¡No hay mar sin gotas! Aún así, esto que os contamos nos sigue pareciendo que se queda corto. Porque VOLUNFAIR no está vivo dos días, ¡VOLUNFAIR sigue vivo los 365 días del año!

Y es que si esta revolución ha ido creciendo edición tras edición ha sido gracias a todas y cada una de las personas que han decidido ponerse en juego y dar lo mejor que tenían para hacer que este proyecto saliera adelante. Solo podemos estar agradecidos por ello.

Las ONG y asociaciones dedicando su tiempo a atender a los casi 4500 jóvenes que pasan por VOLUNFAIR en dos días; la UPM cediendo espacios y recursos para que pueda tener lugar la feria; las empresas que ven un valor especial en este proyecto y ayudan a financiarlo; los ponentes que con tanta alegría y entusiasmo nos regalan sus historias; todas las personas que vienen, que lo dan a conocer y que deciden hacer del voluntariado parte de su vida…

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Y por supuesto el equipo organizador. Ese que cada año crece más y más, pero que siempre recibe con una sonrisa a todo el mundo y nos hace sentir a todos como una familia.
Formar parte de VOLUNFAIR es creer que el ser voluntario es una forma de vida y no una etiqueta que se pone uno unos cuantos días al año.
Es darse cuenta de que los jóvenes tienen mucho y muy bueno que decir y que ofrecer al mundo. ¡No hay generación perdida! ¡Como mucho está dormida, y por eso tenemos que despertarla!
Es un constante agradecer y sorprenderse por lo pequeño.
Es formar parte de un departamento, pero ir todos a una porque la meta es la misma.
Es pedir ayuda y que te lluevan los ofrecimientos.
Es aprender de otros, redescubrir una nueva mirada.
Es dar para acabar recibiendo el doble.
Es darse cuenta de que la realidad está ahí, la tienes delante y te está esperando.

“Asómate a la ventana, el mundo te está llamando para que si amas, hagas”

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Este año, la temática de la feria se centra en aportar nuestro granito de arena en nuestro entorno, que lo necesita más que nunca debido a la situación actual.
Y tú, como dice el lema de este año, ¿Estás dispuesto a ponerte tus zapatillas y sobre todo a desgastarlas? Esperamos veros a todos este año en VOLUNFAIR los días 10 y 11 de Febrero.

Y para terminar, ya que es nuestro departamento, os dejamos las RRSS para que no os perdáis nada de lo que pasa en VOLUNFAIR y para que nos ayudéis a que llegue a todo el mundo. Que nadie se quede sin la oportunidad de conocer la feria y encontrar su voluntariado. ¡Estamos en todas así que no tenéis excusa!

Instagram: @volunfair
Twitter: @VolunFair
Facebook: VOLUNFAIR @VolunFair
LinkedIn: VOLUNFAIR
Youtube: VOLUNFAIR
Por si acaso alguno no se ha enterado muy bien de qué es VOLUNFAIR, os dejamos este vídeo donde lo explican fenomenal.

María López y Cris Llordén

Vida ELU

Una gota de agua más – Youth Revolution

Por:

Quitarnos las excusas. Todos tenemos un mínimo de ganas de echar un cable, de ayudar a quien lo necesita, de hacer algo de voluntariado…”, de esta idea nace Youth Revolution, un voluntariado creado por algunos alumnos de la ELU como Nacho Artero, Luisa Urquía, Ana Gabián, Marta Yarto, Santi Bercedo y Pablo Michavila en Madrid; Carmen García, Lucía Pina, María de Jorge y Jorge Úbeda en Valencia; y Amaya Vizmanos en Pamplona, junto con más amigos.

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Pablo cuenta que la idea surgió de casualidad: “Un día un colega me pide que le busque un voluntariado para el sábado y creamos varios grupos de Whatsapp a los que se unen 1500 personas”. En ese momento se dieron cuenta de que hay muchos jóvenes con muchas ganas de darse a los demás, “pero que el problema es que muchas veces no tenemos ni idea de cómo hacerlo. Y nos entra la flojera”. La idea es que a través de Youth Revolution “conozcamos diferentes planes que podemos hacer viernes por la tarde, sábados por la mañana o domingos. Sin compromiso y con la única intención de aportar lo que podemos y de paso conocer a otra gente muuuy grande”.

Actualmente han llevado a cabo diferentes acciones. “Para el corto plazo, planes lo más COVID-free posible. Café solidario por las calles de diferentes ciudades de España, ayuda en comedores sociales, repartos de comida a familias sin recursos…; y para el largo plazo, estamos pensando en visitas a hospitales de niños con cáncer o enfermedades crónicas, visitas a residencias de ancianos, clases a chavales sin recursos…”

Las sensaciones están siendo “de flipe e incredulidad” de todos los frutos que saben que pueden llegar a dar con estas acciones. ¿Quieres colaborar con ellos? Tienes toda la información en su cuenta de Instagram @youth.revolutionn y también puedes ayudar con la compra de un forro solidario en su web. ¡Ponte en juego!

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Beatriz González del Yerro – Una gota de agua más

Por:

Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale! (s. Josemaría Escrivá de Balaguer)

La medida de la entrega no es otra que la medida del Amor que se ha puesto en ella. Así no hay actos pequeños, si se hacen por Amor. Este año 2019-2020, he tenido la oportunidad de entregarme un poco más en un proyecto misionero de voluntariado llamado “Misión País”.

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Misión País es un proyecto de jóvenes universitarios católicos, con anhelo de misionar y entregarse a los demás. La Misión consiste en compartir, durante una semana, la alegría de la fe en Cristo, de la mano de María, en pequeños pueblos de España a través de la entrega, la escucha y la disposición para ayudar. 

Es una oportunidad para ponerse al servicio tanto de la Iglesia como de personas necesitadas, teniendo a vivencia de voluntariado, oración y servicio desinteresado a los demás. Es un regalo que la Juventud de Schoenstatt quiere entregar a España, para volver a hacer de ella una Tierra de María.

La Misión dura una semana, y se realiza durante 3 años en un mismo pueblo. Este año se han llevado a cabo 9 misiones distintas, varias de ellas promovidas por grupos de jóvenes universitarios de las Universidades de Comillas, Carlos III y la Politécnica de Madrid. 

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El haber tenido la oportunidad de coordinar este proyecto durante este año me ha hecho caer en la cuenta de la importancia de ser agradecidos y de querer entregarnos en las pequeñas cosas, con las personas de nuestro alrededor, de nuestro propio país… Es en las pequeñas cosas de cada día, en nuestros proyectos universitarios, en nuestros lugares de estudio, familias donde tenemos que entregarnos. Si solo esperamos a las grandes situaciones y proyectos para ponernos en juego, qué pocas veces podremos regalarnos a los demás. 

Ojalá sepamos salir al encuentro del otro en las pequeñas cosas del día a día, porque por Amor, hasta una mínima gota, se vuelve grande. 

Youtube: ¿Qué es Misión País?

Página Web: www.misionpais.es

Instagram: @misionpaisesp

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Ruth Muñoz – Una gota de agua más

Por:

¡Hola a todos! Soy Ruth Muñoz y soy voluntaria.

A veces ocurre, que incluso rechazo la palabra voluntariado por la connotación que se tiene en ciertas partes de él, ya que creo que ser voluntario no debería ser “voluntario”, “opcional”, creo que es un camino que se elige en la vida. Considero, por tanto, que no es algo ocasional, que no es un lugar, un momento donde actuar por el bien, es una filosofía de vida que impregna cada recoveco que nos compone.

Creo que para nadie es una opción reflexionar y actuar por el bien común, de hecho, como bien hemos ido viendo todos estos años en la ELU, es algo inherente al ser humano. Todos, a nuestra medida, actuamos diariamente por ser felices, mínimo personalmente y con aquellas personas que amamos, y a veces, incluso por personas desconocidas, a las que también se ama. Es por ello, por lo que llamar voluntariado a dedicar mi tiempo a personas que amo, me resulta demasiado frío y distante.

Y, ¿quiénes son esas personas que amo? Sencillo, todo el mundo. Ojalá vivir en un mundo en el que pasear por ciertas zonas de Valencia no implicara poder molestar a personas sin hogar, y a su vez, ningún niño muriera de hambre en Etiopía, como bien muestra el cooperante Iñaki Alegría desde sus redes sociales.

Entiendo el voluntariado como una manera de ser en el mundo, algo que no se puede activar participando de un programa específico y se desactiva cuando estás con tus amigos o viendo la televisión. El voluntariado es política directa, hacer la compra de una manera concreta en un sitio determinado es voluntariado, rechazar consumir un producto o alimentos, vestir de una manera concreta, formarse acerca de un tema, también lo es. El voluntariado no implica necesariamente tu acción concreta, puede ser una acción colectiva, o ni siquiera eso, puede ser un grito colectivo, el apoyo a una causa determinada por redes sociales.

El problema que creo que envuelve este tema, es que tanto fuera como dentro se asocia mucho el voluntariado con la caridad, y desde luego que estoy de acuerdo, pero lo entiendo más como una caridad relacionada con la solidaridad. Darme al otro de un modo altruista, aprender de él, pero siendo consciente de que lo que posibilita mejorar tanto su vida como la mía va más allá de mi acción, no somos protagonistas, somos engranajes de una maquinaria que una persona voluntaria sola no puede mover, se necesita vivir de un modo determinado, asociarse y mirar a otros para que a través de la solidaridad común, podamos mejorar realidades.

Respecto a mi situación concreta, después de años acudiendo a una residencia de ancianos con el colegio, al llegar a la Universidad sentí una gran llamada de informarme y actuar. Ese fue el momento en el que me metí en Magis, comunidades de vida cristiana de los Jesuitas en Valencia, donde, además de compartir mi fe, cada uno vivía y compartía sus experiencias. Conocí a gente muy interesante y con mucha experiencia en acciones concretas, prisión, bancos de alimentos, clases de castellano a migrantes, etc. A través de Magis he asistido a formaciones y estamos en contacto con distintas Asociaciones y ONGs locales, religiosas y laicas con las que he podido colaborar.

Hace dos años, fundamos un proyecto de educación no-formal para niños de primaria, el proyecto Punt Jove, en el que poder unir a familias del Colegio San José de Valencia, con familias del barrio Intramurs en riesgo de exclusión social, un encuentro intercultural para ayudar a que los niños crezcan en un entorno diverso y tolerante.

Después de dos años y coincidiendo con mi último año de carrera, decidí buscar un lugar en el que pudiera aportar, ya no solo personal, sino también profesionalmente, y conseguí ponerme en contacto con un proyecto que hoy me sigue sorprendiendo. Se trata de una casa de dos religiosas Auxiliares del Buen Pastor, que comparten piso con 4 o 5 mujeres en riesgo de exclusión social.

La labor que hacen las religiosas junto a las trabajadoras sociales es increíble, todas juntas forman una familia de la que he tenido la suerte de poder formar parte desde septiembre. Voy una vez a la semana a comer con ellas y si necesitan ir a comprar, a pasear o les apetece salir a tomar un helado, las acompaño. Mi función es esa, acompañar, escuchar y hablar con ellas.

Me lo paso genial porque ya tenemos mucha confianza, de hecho, hay días en los que dedicamos toda una tarde a ver telenovelas de Nova una detrás de la otra, o les doy un taller de fotografía con sus móviles y les enseño a editar las imágenes.

Me cuesta pensar en que lo que hago sea una acción concreta y nada más, porque aseguro, que gracias a cada una de ellas he aprendido acerca de realidades que desconocía por completo, y que día a día, defiendo y protejo hasta el final. Mi función como voluntaria no termina en el momento en el que salgo por la puerta de su casa, continúa de otra manera.

Es por ello por lo que me gustaría que el voluntariado no se viera como “algo que hago cuando tengo tiempo” o “eso que me hace sentir bien porque ayudo a los demás”. No hay excusas para no destinar tu vida a ello.

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Carlos Marín – Una gota de agua más

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No habría alcanzado aún la mayoría de edad, cuando ya comenzaba a plantearme su utilidad, el verdadero uso que yo podría darle. ¿Servirían esos 18 años para algo más que para pasear mi DNI cual exposición ambulante? Tras un breve período de búsqueda, hallé la respuesta, y es que a partir de entonces podría dedicar mi tiempo a personas más vulnerables, con sacos de ilusión en cada una de sus habitaciones y una lección de vida que aportar a cada instante.

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Fue así como comenzó mi voluntariado con ANDEX (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía) en oncología infantil del hospital Virgen del Rocío. El miedo y los nervios formaban una dupla indivisible en mis primeros momentos, aún sin saber qué respuesta recibiría o si realmente podría servirles de ayuda. Sin embargo, tan abrumador fue lo que allí descubrí que no he vuelto a experimentar esa sensación desde el primer día, cuando ya comencé a considerar aquello como un hogar.

Desde entonces, cada fin de semana se ha convertido en un motivo perfecto para sonreír, dejar mis aparentes problemas a un lado y celebrar la vida junto a ellos: niños de no más de 12 años cuya mayor fantasía es que alguien les dedique su tiempo jugando, bailando o simplemente hablando. Desde futbolistas hasta moteros, pasando por Papá Noel y algún que otro payaso, han visitado ya la planta durante mi todavía corta experiencia, en la que he tenido la oportunidad de conocer a personas brillantes que tratan de aliviar con todo su esfuerzo su paso por esta frágil situación.

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Dada la tesitura actual, y teniendo en cuenta la especial debilidad de los chicos, hace ya tres meses que suspendimos la actividad, por lo que decidí buscar alternativas. Así, durante el mes de mayo he ayudado como realizador en la transmisión de eucaristías online que diariamente llegaban a más de 1000 hogares desde el que fue mi colegio. Después de tantos años correteando por aquellos patios y aprendiendo tanto en aquellas clases, ha sido un pequeño gesto que me ha permitido darles una mínima parte de todo lo que allí he recibido.

Ahora estoy nuevamente en búsqueda de proyectos, de formas de entregarme. Tratando de encontrar más personas con las que compartir la felicidad.

Carlos Marín

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Silvia Tévar – Una gota de agua más

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ESCUCHA Y AMA

Todavía recuerdo el olor del salón, aquella mezcla de antigüedad, limpieza y tranquilidad que me saludaba cada vez que llegaba. Hace ya nueve meses desde que tuve la oportunidad de ir, durante dos semanas, al convento de Santa Mónica. Hace ya nueve meses que, acompañando y sirviendo a los ancianos que allí residen, descubrí la importancia del escuchar y el acompañar.

Cada tarde, las monjitas del convento me recibían con una sonrisa nueva, con un brillo en la mirada que removía mi corazón. El primer día estaba un tanto nerviosa: había llamado esa misma mañana preguntando en qué podía ayudar y me habían respondido que necesitaban a gente para dar de cenar a los mayores y hablar un poco con ellos. “Nada complicado”, me dijeron. Sin embargo, recorriendo aquellos pasillos de piedra fría, caminando por primera vez hacia la salita de estar, una pejiguera inquietud bailaba en mi interior: ¿me verían con buenos ojos? ¿Y cómo empezar a hablar con ellos? ¿Me aceptarían?

Apenas hicieron falta unos segundos para que mis dudas iniciales se disiparan: tan pronto como entré en la estancia, un hombre que más tarde se presentaría como Luis me sonrió con sorpresa y curiosidad. Su mirada, una maraña de cariño, paciencia y energía. “¡Caramba!” Fue lo primero que dijo. Y así, a partir de aquel instante, comencé un camino que todavía hoy trato de explorar: el de aprender a escuchar, a acoger con asombro y respeto las historias de aquellas personas que, cada tarde, antes de cenar, me contaban un poquito más de sus vidas, de sus anhelos, de las pequeñas actividades diarias que podían llevar a cabo día a día. Me di cuenta de que la vida se vive y se ama en los pequeños gestos diarios; de que, a veces, lo importante es simplemente estar ahí. Con ellos exploré esa Valencia que tan solo conocía a través de los libros de historia. De su mano descubrí qué significa trabajar en el campo, día tras día, con infinita paciencia y tesón; aguantar las heridas del esfuerzo para darles un futuro a las personas amadas. Conocí qué se siente cuando algunos días las fuerzas son escasas, cuando la debilidad impide incluso jugar a las cartas. Gracias a Pedro, Carlos, Luis y Alfonso comprendí qué significa querer a un hijo a pesar de sus idas y venidas; la importancia del perdón, de la gratitud y la responsabilidad de la paternidad.

Por otro lado, dándole la papilla a Amadeo, un anciano de la segunda planta, comprobé qué esencial es la fuerza de voluntad. Para mi compañero, cada cucharada era una lucha por hacer que aquella pasta descendiera por su garganta. Sin embargo, él allí estaba, sorbiendo y resistiendo, pidiendo más con la cabeza. Las monjitas y voluntarios del convento también fueron una clara muestra de ello: su pasión, dedicación y entrega atraparon mi corazón. Fregando, organizando, limpiando, moviendo a los mayores, curando a los enfermos, acostándolos… Nunca perdían ese brillo en la mirada, ese cuidado, ese cariño por todo lo que hacían.

Y es que, en esas dos semanas aprendí cómo el amor es el motor del ser humano, la fuente que se parte y se reparte. El amor, el sentido de la vida.

Silvia Tévar

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Gloria Rodríguez – Una gota de agua más

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¡Hola familia! Soy Gloria y os quería hablar sobre UN INICIO, un proyecto de catering social que en la situación que estamos viviendo ahora, ha comenzado a ayudar a las familias más necesitadas.

UN INICIO es una entidad que conozco bien porque surgió impulsada por mi madre, mi hermana y otros amigos. Se dedican a acompañar, formar, educar y emplear a jóvenes pertenecientes a ciertos colectivos en desigualdad de condiciones a través de la gastronomía. Sin embargo, dada la situación, como muchas otras empresas, se han visto obligados a reinventarse. Entre otras cosas, han decidido acompañar a las familias vulnerables que sufren los efectos de esta crisis, preparando cajas de alimentos y llevándolas a sus casas. Comenzaron este proyecto gracias a las donaciones de terceros y han llegado a ayudar a más de 6000 personas. Debido a la cercanía con estas familias, han visto que hay muchas que están pasando por situaciones complicadas, y este número no hace sino crecer. Es por esto que, gracias a los voluntarios que se están ofreciendo, se está pudiendo ayudar a casi 1000 familias a las que se visita de forma recurrente con la intención de acompañarles y ofrecerles cajas solidarias.

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A lo largo de la cuarentena, mi madre y mi hermana llegaban a casa todos los días impactadas por la situación tan difícil que se está viviendo. Ellas nos contaban con detalle lo que iban haciendo, lo que iban viendo, la gente con la que se han ido encontrando, y cuanto más nos contaban, más ganas nos entraban de ir a echar una mano. Sin embargo, dada mi situación en la universidad, veía que lo que se me ponía ahora delante era asistir a mis clases y enfrentarme con el estudio. Y esto ha sido difícil, porque no entendía por qué me encontraba un sábado por la tarde estudiando mientras toda mi familia estaba repartiendo cajas de alimentos.

Mi tía, a la que le pasa algo parecido, porque está también trabajando y se muere de ganas de ayudar, me decía que para ella fue clave recordar la frase de Santa Teresa de Calcuta “No es tanto qué hagas, sino en qué pongas el corazón”. Y es verdad, porque igual que marca la diferencia la ayuda que están dando desde UN INICIO, marca la diferencia cómo me ponga yo delante del estudio, por qué estudio. Pero como soy un poco cabezota, aun así insistí en que si podía hacer algo para ayudar desde casa, que contaran conmigo. Y así fue, me propusieron llamar a las familias para ver cómo ayudar, a quienes llevar la caja y qué necesidades había. Y eso he estado haciendo en estas últimas semanas. Ha sido algo realmente impactante. Al final estamos encerrados en casa, sin saber bien qué sucede fuera, y de repente te chocas con una realidad que, aunque supieras que está, yo al menos no era del todo consciente. Durante la cuarentena, en mi cuarto, me era muy fácil caer en mis problemas y mis quejas, y sin embargo estas llamadas me han hecho mirar esta situación con una perspectiva más amplia.

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Me ha sorprendido también darme cuenta de que estas familias sí, necesitan ayudas y alimentos, pero más que eso necesitan estar acompañados. Me ha pasado ya con varias personas que me cuentan que están solas y se echan a llorar, agradeciendo infinitamente el poder hablar con alguien.

A raíz de esto, he empezado a llamar a algunas personas que están solas simplemente para hablar. El pasado viernes llamé a Verónica, que anteriormente me contaba que estaba sola y pasándolo muy mal, y cuando colgué no daba crédito a lo que acababa de pasar. Yo la llamaba con la intención de charlar un rato, de acompañarla un poco, y cuando colgué, esta mujer me había dado mil vueltas. Verónica me contaba que durante este tiempo había empezado a leer libros de la carrera que dejó en el pasado, simplemente por amor al arte, por enriquecerse, y me decía “Si es que yo soy muy curiosa, a mí me gusta leer de todo, y ahora que tengo más tiempo, no pierdo oportunidad. Algunos compañeros me dicen que por qué leo eso si no me va a servir para el trabajo, sin embargo yo creo que esto es una riqueza que no tiene precio.” Y yo me veía estudiando con pereza, y sin ilusión, y de repente Verónica me recuerda que no es tanto para qué estudies, sino porqué, qué tiene de atractivo ahora aquello que he decidido estudiar.

También me contaba la situación de falta de compañía que estaba viviendo, no solo a nivel físico sino que veía cómo muchos de sus amigos le habían dado la espalda en esta situación, que se sentía sola. Y esto me hacía ver lo afortunada que soy, que tantas veces, y en estos días, miro más lo que me falta, lo que me gustaría que sucediera, y no lo que ya hay, empezando por tener una familia. Verónica me había ayudado mucho más que yo a ella, y como dice un amigo, vi cómo efectivamente la vida está para darla, ya sea repartiendo cajas de alimentos, estudiando o con una simple llamada.

Por último, quería hacer un llamamiento para animaros a colaborar como voluntarios. Desde UN INICIO cada vez reparten a más familias y necesitan ayuda para ello, por eso os animo a, si tenéis un hueco y ganas, apuntaros y echarnos una mano. Podéis repartir cajas de alimentos con vuestro padre, vuestra hermana, o algún amigo; o venir a ayudarnos a montarlas. ¡Gracias familia!

Uninicio

Vida ELU

Reyes Hernández – Una gota de agua más

Por:

Desde septiembre del pasado año colaboro con el Banco de Tiempo Solidario Tantaka, que se encarga de ofertar diversos voluntariados en la Universidad de Navarra. Desde mi Colegio Mayor les preguntamos directamente qué proyecto necesitaban que apoyáramos, y nos ofrecimos voluntarias para cubrir las plazas que faltaran.

Todos los sábados, después de comer, nos acercamos a un barrio de inmigrantes en Pamplona, donde la mayoría de niños y jóvenes se encuentran en riesgo de exclusión social. En un polideportivo, que financia la fundación Mapfre, pasamos una hora entrenando con ellos al baloncesto. La idea surgió a raíz del tiempo que pasaban estos niños encerrados en casa, jugando a las maquinitas, y muchos de ellos en situaciones familiares comprometidas. Había que sacarlos de casa de alguna manera.

El baloncesto es un deporte que transmite muchos valores: compañerismo, paciencia, esfuerzo, superación, respeto por los demás, perseverancia e igualdad, entre muchos otros. No solo es una manera de distraer a los niños y jóvenes, sino que también va construyendo en ellos la base de lo que serán el día de mañana gracias a esas virtudes.

Vida ELU

Elena López – Una gota de agua más

Por:

Desde pequeña he tenido la suerte de recibir una educación de servicio hacia los demás y he tenido grandes ejemplos en mi familia y en mi colegio. Durante la etapa escolar, hacía uno o dos voluntariados al trimestre y otro en verano. Normalmente era ir a residencias de ancianos para hacerles compañía y escucharles (los ancianos son las voces de la sabiduría y de la experiencia) o ir a ayudar en comedores sociales.
Sin embargo, con el paso a la universidad, he de decir que hago voluntariado de forma más esporádica, pues no tengo tanto tiempo como antes, pero aún así, intento hacerlo mínimo 3 veces al año.

VOLUNTARIADO EN LOURDES

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En verano, siempre lo hago. El verano pasado (2019), tuve la suerte de irme con 2 amigas a Lourdes. Estuvimos ayudando en el hospital-hotel para enfermos, limpiando platos, vasos, y el comedor donde comían. Estuvimos 9 días, y fue una experiencia preciosa que recomiendo vivamente. Fuimos sin saber muy bien lo que nos tocaría de voluntariado y la verdad que salimos encantadas y con muchas ganas de repetir.

VOLUNTARIADO EN FAMILIA

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Todos los meses hacemos un voluntariado toda la familia que consiste en pasar la mañana de un sábado con un niño que tiene algún tipo de discapacidad. Este año, por tema de exámenes, solo he podido ir 2 veces. Un día fuimos al invernadero de Arganzuela y otro a un colegio, donde se había organizado un taller de juegos, pintura, etc. con música y todo. Siempre nos lo pasamos fenomenal y los niños disfrutan mucho de estas escapadas. Además, al ser un voluntariado en familia, a mí me ha ayudado a conocer más profundamente a mis padres y hermanos.

VOLUNTARIADO CON LA ELU

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La acción social de la ELU en Madrid fue en la casa de las Misioneras de la Caridad. Había dos casa, en una de ellas atendían a personas ancianas y en la otra a enfermos de SIDA. A mí me tocó estar en la casa de los ancianos. Al principio estuvimos limpiando las habitaciones y los pasillos de la casa y después ayudamos a las hermanas a dar de comer a los ancianos que tenían alguna enfermedad que les impedía comer solos. Después de comer, nos quedamos charlando con uno de ellos, Ramón, que resultó ser un gran filósofo. ¡Nos quedamos 2 horas enteras hablando con él acerca de su vida y de los libros que había escrito! Cuando ya nos tuvimos que ir, nos dio las gracias por haberle escuchado, hacía mucho que nadie se había interesado por su vida. Fue una experiencia preciosa y me llevé mucho más de lo que “di”.

Creo que lo bonito de hacer voluntariado es que te crees que vas a dar un montón, que eres súper generoso, etc. Y resulta que no. Que recibes el doble de lo que das. Que te das cuenta de que servir es amar, y es lo más grande que existe en esta tierra. Os invito a que cada uno dejéis vuestro granito de arena en este mundo. Pero sobre todo creo que el mayor voluntariado se hace día a día, en casa, en la universidad, con tus amigos… porque cuesta más ahorrarte un mal comentario, una crítica, un insulto, sonreír cuando no apetece, ayudar en casa, escuchar a tus hermanos con interés… que ir un día a un comedor social o a ayudar en una casa de las Misioneras de la Caridad. No digo que no se haga voluntariado, sino que no se nos olvide que la gran batalla está en casa, con los que tenemos más cerca, y no podemos descuidar ninguna de las dos cosas.

Termino con una frase de santa Teresa de Calcuta que refleja muy bien lo que quiero transmitir: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”