Elena López – Una gota de agua más

17 ABR

Desde pequeña he tenido la suerte de recibir una educación de servicio hacia los demás y he tenido grandes ejemplos en mi familia y en mi colegio. Durante la etapa escolar, hacía uno o dos voluntariados al trimestre y otro en verano. Normalmente era ir a residencias de ancianos para hacerles compañía y escucharles (los ancianos son las voces de la sabiduría y de la experiencia) o ir a ayudar en comedores sociales.
Sin embargo, con el paso a la universidad, he de decir que hago voluntariado de forma más esporádica, pues no tengo tanto tiempo como antes, pero aún así, intento hacerlo mínimo 3 veces al año.

VOLUNTARIADO EN LOURDES

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En verano, siempre lo hago. El verano pasado (2019), tuve la suerte de irme con 2 amigas a Lourdes. Estuvimos ayudando en el hospital-hotel para enfermos, limpiando platos, vasos, y el comedor donde comían. Estuvimos 9 días, y fue una experiencia preciosa que recomiendo vivamente. Fuimos sin saber muy bien lo que nos tocaría de voluntariado y la verdad que salimos encantadas y con muchas ganas de repetir.

VOLUNTARIADO EN FAMILIA

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Todos los meses hacemos un voluntariado toda la familia que consiste en pasar la mañana de un sábado con un niño que tiene algún tipo de discapacidad. Este año, por tema de exámenes, solo he podido ir 2 veces. Un día fuimos al invernadero de Arganzuela y otro a un colegio, donde se había organizado un taller de juegos, pintura, etc. con música y todo. Siempre nos lo pasamos fenomenal y los niños disfrutan mucho de estas escapadas. Además, al ser un voluntariado en familia, a mí me ha ayudado a conocer más profundamente a mis padres y hermanos.

VOLUNTARIADO CON LA ELU

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La acción social de la ELU en Madrid fue en la casa de las Misioneras de la Caridad. Había dos casa, en una de ellas atendían a personas ancianas y en la otra a enfermos de SIDA. A mí me tocó estar en la casa de los ancianos. Al principio estuvimos limpiando las habitaciones y los pasillos de la casa y después ayudamos a las hermanas a dar de comer a los ancianos que tenían alguna enfermedad que les impedía comer solos. Después de comer, nos quedamos charlando con uno de ellos, Ramón, que resultó ser un gran filósofo. ¡Nos quedamos 2 horas enteras hablando con él acerca de su vida y de los libros que había escrito! Cuando ya nos tuvimos que ir, nos dio las gracias por haberle escuchado, hacía mucho que nadie se había interesado por su vida. Fue una experiencia preciosa y me llevé mucho más de lo que “di”.

Creo que lo bonito de hacer voluntariado es que te crees que vas a dar un montón, que eres súper generoso, etc. Y resulta que no. Que recibes el doble de lo que das. Que te das cuenta de que servir es amar, y es lo más grande que existe en esta tierra. Os invito a que cada uno dejéis vuestro granito de arena en este mundo. Pero sobre todo creo que el mayor voluntariado se hace día a día, en casa, en la universidad, con tus amigos… porque cuesta más ahorrarte un mal comentario, una crítica, un insulto, sonreír cuando no apetece, ayudar en casa, escuchar a tus hermanos con interés… que ir un día a un comedor social o a ayudar en una casa de las Misioneras de la Caridad. No digo que no se haga voluntariado, sino que no se nos olvide que la gran batalla está en casa, con los que tenemos más cerca, y no podemos descuidar ninguna de las dos cosas.

Termino con una frase de santa Teresa de Calcuta que refleja muy bien lo que quiero transmitir: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”