Lucía Pina Rodríguez, 4º ELU
TOUBABOU POR UN MES
Empezaré con una pregunta que a los pocos días de estar allí me hizo mi amigo Hannibal: ¿Por qué has venido aquí a pasar tus vacaciones? Tras esta pregunta se esconde un gran deseo por venir a Europa, “el país de los sueños”, al que muchos no podrán llegar debido a su condición económica.
A pesar de esto, algo en mí despertó para dar respuesta: –yo he venido aquí a conocerte a ti-.
Desde que era pequeña, una vez al año venía un hermano marista y nos enseñaba todo lo que hacían en África, veíamos videos, fotos, escuchábamos anécdotas… y pasé de verlo a desear vivirlo. Los años de pandemia habían paralizado todos los campos de trabajo y parecía que el verano del 22 iba a continuar con la racha de los dos anteriores, pero gracias al trabajo de mucha gente, un día mi móvil sonó, un mensaje de mi hermana María: – ¿Nos vamos a Costa? –
Hay veces en que te das cuenta de los regalos que recibes y como bien nos enseñan desde la ELU, hay que acogerlos con un: SÍ, GRACIAS. Y así fue, el 4 de Julio salimos de Valencia en representación de la ONG SED (solidaridad, educación y desarrollo), tres cooperantes con una ilusión desbordada dispuestas a servir en Costa de Marfil.
Nuestra primera labor tuvo lugar en una ciudad al norte del país llamada Korhogo. Allí participamos en una colonia de verano que se hacía en el colegio Maristas. Recibíamos todas las mañanas 250 niños con un brillo especial en los ojos por aprender y disfrutar el día. Hacíamos talleres por la mañana: de danza, oratoria, manualidades, periodismo… A las 13:00 comían en el cole y después nos íbamos al “cine” (una salita con alfombras donde se proyectaba una película) y al terminar, se iban a casa.
Las últimas semanas estuvimos en una aldea a 30 minutos de Korhogo, llamada Koni, donde las Hermanitas de la Anunciación tienen un dispensario. Desde que entramos por la puerta nos consideraron médicas, más incluso de lo que me hubiera gustado (ya sabemos que todo poder conlleva una gran responsabilidad). Pudimos sentirnos parte de la familia que todos los trabajadores formaban y convivir con el detallismo, la sencillez de corazón y la felicidad personificadas en todas las hermanas que allí vivían.
Pero como ya había dicho al principio, al llegar allí me di cuenta, de que yo había ido a conocerles. Es difícil explicar la forma tan profunda que tienen de mirarte, de dejarte entrar en su corazón, de convertirte en su hermana, de contagiarte la ilusión, de bailar hasta que se les desencaje una cadera, de darte y darse todo lo que son, sin duda alguna, son profundamente auténticos.
Una parte de mí se quedó allí con todos ellos y una parte de ellos se vino conmigo. Me siento tremendamente afortunada de haberme convertido en una niña de nuevo (como bien dice el evangelio) y de haber podido ser una TOUBABOU (blanca en Senoufo, dialecto local) por un mes. Me han enseñado cómo llevar una vida que merezca la alegría ser vivida, realmente he podido ver LA VIDA en y a través de los ojos de Victoire, Fatime, Willyfried, Josephine, Raissa, Bankolé, Soeur Nicole, Bouba, Yves, Vincent y muchos más que me acompañan todos los días. Gracias por haberme abierto las puertas de vuestro hogar.