Una gota de agua más

Vida ELU

Una gota de agua más – Carmen de la Iglesia

Por:

Carmen de la Iglesia 4º ELU

Por fin consigo sentarme a escribir esta breve reflexión, pero creo que merecía que le dedicara el tiempo y el cariño suficientes. Y es que no es fácil plasmar en un papel lo que siente el corazón, pero espero lograr transmitir en estas líneas lo que ha significado para mí formar parte del equipo de Cirugía en Turkana y vivir el proyecto en terreno, allá al Noroeste de Kenia, a orillas del lago Turkana.

Las primeras veces siempre son especiales. No lo voy a negar, viajar como cooperante a África por primera vez con tan solo 21 años da vértigo al principio. Sobre todo porque sabes que vas con la misión de llevar un poco más de salud donde hay tanta enfermedad, de darlo todo donde no tienen tanto y de abrazar a quienes más lo necesitan. Y luego te das cuenta de que eso supone largas y calurosas jornadas en quirófano, un sinfín de pacientes en consulta y muchas horas de intenso trabajo en el laboratorio. Y era inmensamente feliz mientras lo hacía, porque era consciente de la suerte, el privilegio y también de la responsabilidad que habían depositado en mí.

Empezaré por el principio. Creo que nunca antes había cogido tantos aviones en un periodo tan corto de tiempo. Era enero y acababa de terminar mis exámenes del primer cuatrimestre de cuarto de Medicina. Al día siguiente volaba a Londres para pasar unos días con mi hermana, y desde allí viajé hasta París para visitar a mi amiga Elena. Tras volver a Santander, tan solo disponía de un par de días para preparar un viaje totalmente diferente: África. Llegar hasta Turkana también implicaba enlazar varios aviones consecutivos, de modo que mi trayecto fue el siguiente: Santander-Madrid Doha-Nairobi-Turkana. Sin duda, el modo avión pasó a ser una forma de vida.

La buena compañía hace que te sientas en casa aunque estés en uno de los lugares más remotos del planeta. Nunca pensé que sería tan fácil encajar tan bien con cada uno de los miembros del equipo, a pesar de las diferentes edades y procedencias. Hasta tal punto que, aquel equipo de Cirugía en Turkana que despegaba desde Madrid, cuando aterrizamos en el aeropuerto de Nairobi ya empezaba a considerarlo “familia”. Sin duda, Cirugía en Turkana no solo es un proyecto quirúrgico, sino también una forma de entender la vida.

Y hablando de entender la vida, también he aprendido mucho de los turkana, el verdadero motivo de esta campaña. Me llama la atención su forma de afrontar la enfermedad: no sienten resignación por el pasado o por su falta de salud, ni tampoco excesivo temor por el futuro, simplemente viven el presente con la mayor serenidad posible, afrontando la vida tal y como viene. Se te encoge especialmente el corazón cuando ves a los niños, algunos corriendo de un lado a otro del hospital y otros sufriendo las consecuencias de la enfermedad. De cualquier modo, una piruleta y un abrazo es suficiente para que se sientan las personas más afortunadas del planeta. Es, simplemente, admirable y maravilloso. Por muy diferentes que seamos en cuanto a lenguaje, cultura o color de piel, cuando llegas a Turkana te das cuenta de que la necesidad de salud y de amor (y concretamente la necesidad de amar y sentirse amado) es lo único intrínseco a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra.

Nunca pensé que cumpliría 22 años en África. Aquel día no solo cumplí años, sino también un sueño: ver por primera vez la llegada de una nueva vida al mundo. A un mundo mucho más inhóspito del que me tocó a mí hace 22 años y una vida por delante indudablemente más dura. No creo mucho en las casualidades pero sí creo profundamente en la Providencia y nunca olvidaré que, a partir de ahora, no solo comparto cumple con mi hermana melliza, sino también con aquel “peque” que nació ese día en Kenia, delante de mis ojos, y al que pude dar la bienvenida al mundo mientras le sostenía en mis brazos. Cada 7 de febrero me acordaré de rezar por él y por su vida, pero también de dar gracias a Dios por la mía y por el regalo de unos padres que no me han soltado de la mano desde entonces.

No puedo evitar sonreír (e incluso que se me caiga alguna lagrimilla) al recordar cada uno de estos momentos, cada una de estas personas y este lugar, Turkana, mientras escribo estas líneas desde mi habitación, después de un curso muy intenso a nivel personal y académico, pero también inolvidable por muchos motivos. La palabra recordar viene del latín re (volver a) y cordis (corazón); recordar: volver a pasar por el corazón. Y cada vez que recuerdo Turkana, mi corazón late un poco más fuerte. Y es que, ahora, de vuelta en Santander, cada vez que me preguntan por mi viaje a África, empiezo a contarles, sin saber por dónde empezar ni tampoco por dónde terminar, porque es complejo hablar de un sentimiento que va más allá de las palabras… pero, como está escrito en el Evangelio según San Lucas: “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Turkana siempre permanecerá en mi corazón por ser ese lugar donde es fácil ser feliz intentando hacer un poco más felices a los demás. Turkana es ese lugar donde, como diría Madre Teresa de Calcuta, solo hacen falta “dos manos para servir y un corazón para amar”.

Vida ELU

Una gota de agua más – Voluntariado con niños hospitalizados en La Paz

Por: ELU Admin

Laura Cuesta, Maru Huergo y Elena Zabala, 1ºELU

Descubrimos este voluntariado casi por casualidad. Las ganas y las múltiples opciones que ofrecía la ONG nos permitieron dar con “un voluntariado para jugar con niños hospitalizados en La Paz“. Todo lo que habíamos hecho antes poco se parecía a lo que nos íbamos a encontrar aquí. 

Nos advirtieron antes de empezar: “No esperéis nada. Habrá niños que os reciban con una sonrisa llena de ilusión, pero para muchos otros, seréis unas extrañas que vienen por pena a verlos en un momento de vulnerabilidad. Los padres tampoco os lo pondrán fácil. Ver a sus hijos vestidos con ese pijama de rayas, una vía y conectados a lo que ellos llaman el cacharro que no para de pitar hace que salga su lado más sobreprotector”. 

El primer día la coordinadora nos lo dejó muy claro: “No sois sus médicos ni sus enfermeros. Tampoco sois ese familiar que viene a verlos al hospital ni ese padre que sufre por verlos así. Sois chicos que venís a jugar con niños. Porque eso es lo que tienen que hacer los niños: jugar“.  Para nosotras supone unas cuantas horas de nuestro día, pero para ellos son horas de dejar de ser niños en un hospital para pasar a ser simplemente niños que lo único que quieren es jugar.  Muchos de ellos te enseñan las cicatrices de su operación, otros no quieren que sepas por qué están ahí, pero lo que está claro es que todos ellos tienen algo verdaderamente especial. De hecho, cuando llega la hora de irse y los niños te piden que te quedes un ratito más, es imposible que la mascarilla oculte una sonrisa. 

Las tres estamos de acuerdo en que es un voluntariado lleno de encuentros, aprendizajes y momentos preciosos, aunque tampoco hay que idealizar las cosas. Hay días en los que se hace cuesta arriba porque sí, lo que ves en la planta puede ser verdaderamente doloroso. Muchas veces las edades abarcan hasta los 18 o incluso 20 años. Son chicos de nuestra edad que a menudo se muestran más reticentes a jugar o charlar con nosotras. Este suele ser un claro golpe de realidad, pues te ves tan reflejada en ellos que casi es como si pudieses entender lo que sienten. Con todo, aprendes mucho de ello. No debemos perder de vista que esto no puede convertirse en un acto egoísta. No vamos para sentirnos bien con nosotras mismas, distinto es que salgamos de ahí con el corazón lleno.  

Siendo sinceras, también nos han caído muchas broncas: por no haber cumplido al pie de la letra el protocolo de una habitación en aislamiento o el aforo de la sala de juegos, por no haber desinfectado bien las sillas… Pero, de nuevo, merece la pena. 

A pesar de que creemos que la respuesta a nuestra vocación se encuentra a través de carreras sanitarias (como medicina o psicología en nuestro caso), estamos de acuerdo en que los hospitales no deberían ser un “hogar” para nadie. El recordatorio de que la muerte no es tan lejana contrasta con el gran deseo humano de vivir que se percibe en todas las esquinas de La Paz. Por eso, atender, jugar y cuidar a estos niños supone un gran compromiso al que estamos muy agradecidas de poder responder. Una oportunidad que surge de algo más grande que nosotras mismas y que nos recuerda esa responsabilidad de servir al último. Sin duda, una experiencia así te remueve el corazón profundamente, movilizándonos y teniendo la necesidad de compartirlo con todos vosotros.

Vida ELU

Una gota de agua más – Cabalgata solidaria

Por: ELU Admin

Cristina de Alfonso y Elena Sánchez, 3º ELU 

Qué mejor momento que la Navidad para darse a los demás, para agrandar el corazón y para llevar al mundo aquello a lo que estamos llamados a ser y dar. Y así, a través de una invitación inesperada, llegó entre nuestras manos un auténtico regalo en el que no pudimos disfrutar más.

El 4 de enero, cumplimos el sueño de todo niño: ser paje.  

Cooperación Internacional es un organismo que nace de la necesidad de cambiar el mundo perseguida por una certeza: somos nosotros los agentes de cambio. Así, a través de infinidad de proyectos, colaboraciones de distintas entidades, programas de voluntariado y acciones sociales; persiguen, día a día, su objetivo de trabajar por y con los demás.  

Todos los años, organizan una Cabalgata Solidaria para que los niños de la Cañada Real, puedan recibir la visita de sus Majestades de Oriente. Tras unos años parado por la pandemia, retomar esta iniciativa era una fuente inmensa de ilusión y, en nuestro caso, podernos convertir en pajes por primera vez, lo convirtió en un encuentro más especial aún. 

Llegamos allí pronto a un barrio que aún dormía y, donde, reinaba el silencio entre sus calles inundadas por barrizales. Apenas había camino, pero unas grandes pinturas adornaban sus muros y llenaban de color aquel lugar. Allí, nos dimos cuenta de que la” periferia” no debería ser un punto olvidado en el mapa ni tampoco una excusa para alejarnos de aquel lugar. A tan solo media hora de nuestras casas, se abría una realidad distinta y veríamos, a lo largo de la mañana, cómo nos sorprendería. 

Puestas en acción con nuestro disfraz y acompañadas por un grupo de jóvenes inquietos, empezamos a preparar nuestras carrozas repletas de caramelos, a decorarlas con cuidado y a llenarlas de música para animar a todos sus vecinos. Y así, una vez empezó, los niños y sus familias salieron a la puerta de sus casas para saludarnos e, incluso, para acompañarnos durante todo el recorrido.  

Sus miradas se iluminaban al vernos pasar y su “gracias” era infinito, sincero y emocionante. La felicidad que transmitían los padres mientras contemplaban a sus hijos, es algo que también nos llevamos para siempre. Sin ser demasiado conscientes, éramos la ilusión de su Navidad y, por cómo nos miraban, por la alegría con la que nos acogieron y sus sonrisas delatadoras, conseguimos despertar a una población atravesada por duras circunstancias, por grandes dificultades socio-económicas y por una estructura de vida tan distinta a la nuestra que conlleva a la preocupación, incertidumbre y tristeza.  

Nos llevamos su cariño y su forma de mirarnos. Ellos nos volvieron a recordar que la Navidad se vive en lo pequeño, en lo sencillo, disfrutando de la cotidianidad y, convirtiendo lo “ordinario”, en instantes extraordinarios. En aquella mañana que compartimos con ellos, volvimos a reafirmarnos en lo valioso que es salir al encuentro del otro, independientemente de las circunstancias. Al fin y al cabo, cualquier dificultad pasa completamente a un segundo plano cuando se trata de darse a los demás. 

Os dejamos algunos instantes en los que, por un momento, se congeló el tiempo y donde, su única preocupación, era conseguir algunos caramelos. Lo que ellos no sabían es que, mientras que llenaban sus bolsillos, nosotras seguíamos llenando nuestro corazón. 

Ojalá la vida nos deje seguir coleccionando esas miradas donde todo se detenga y no importe nada de lo demás. 

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Una gota de agua más- Jorge Úbeda

Por: ELU Admin

Este verano tuve la oportunidad de pasar el mes de julio cooperando en un orfanato en Perú. Esta era la primera vez que me embarcaba en un proyecto así: lo tenía en mente desde hacía tiempo, pero quizás nunca lo había emprendido por el miedo o el vértigo que genera a primera impresión. A lo largo del año 2022, fui a distintas reuniones organizada por la fundación ESYCU para ir conociendo poco a poco en qué consistiría el proyecto, y para entender las condiciones del orfanato en el que estaríamos realizando la labor los voluntarios que íbamos.

Principalmente, los voluntarios trabajamos en el Orfanato Casa de la Divina Providencia, que se encuentra en Abancay; a cuatro horas de Cuzco. Abancay es una ciudad muy pequeña, pero con muchos habitantes, todos ellos sin recursos. El orfanato allí acogía, mayoritariamente, a niñas que habían sufrido violencia o maltrato por alguno de sus progenitores. Hablamos de niñas de 6 a 15 años de edad, de las que sus padres renegaban: niñas heridas física y psicológicamente. Y por ese motivo, necesitaban mucho cariño y tacto. Las religiosas que llevaban el centro, intentaban hacerse cargo, como buenamente podían, de dar alimento y techo a las menores.

El día a día de los voluntarios variaba dependiendo de la semana de la que se tratase y el nivel de distracción (colegio y visitas) que tuviesen las niñas en el orfanato. Por las mañanas, mientras las niñas acudían a la escuela o al instituto, los voluntarios preparábamos los juegos y actividades que a su vuelta realizaríamos con ellas; o en otros casos, ayudábamos en la panadería que tiene el Orfanato adscrita para sacar fondos con los que poder mantener a las niñas. Otras veces, echábamos una mano en la construcción, reparación y aseo del Hogar: arreglábamos las salas comunes, construíamos tabiques para separar edificios que por su pobreza conectaban con el resto del vecindario, limpiábamos y acondicionábamos lo que en su momento era la guardería del orfanato…

Más tarde, cuando las niñas regresaban del colegio (les encantaba que fuésemos a recogerlas del colegio, como hacían los padres del resto de niños), les dábamos toda nuestra atención y nos dedicábamos enteramente a ellas: talleres, juegos, deportes, refuerzo escolar… Al final, se trataba de hacerles sentir un poco acompañadas y queridas, en el oasis que era el orfanato para ellas.

En los talleres dividíamos a las niñas en dos grupos: el grupo de primaria y el grupo de secundaria; para que pudiese ser más colaborativo y participativo, y adecuábamos el contenido a lo que podrían entender. Así, con cuentos y cinefórums tratamos temas como la sinceridad (con el cuento de Pinocho), tratamos el compañerismo, la autoestima, la bondad, la importancia del trabajo y del estudio…

Les intentamos enseñar la importancia de la universidad y de los estudios. Es mucho lo que tienen que trabajar y estudiar para poder ir a la universidad. Sabiendo que carecen de sustento económico, necesitan recibir una beca para irse a Lima a estudiar una carrera. En otros casos, las niñas, al cumplir la mayoría de edad, abandonaban el orfanato para realizar trabajos precarios, inseguros y abusivos.

Cuando abandonamos Abancay a finales de julio, pudimos entender que al final para los niños del orfanato, solo éramos una persona más que pasaba por esos lugares; pero para nosotros había sido algo transformador. Aprendí mucho de todas las niñas del orfanato; de la gente de allí: desde su actitud para afrontar las cosas, su sencillez, su gratitud, su “saber lo que importa de verdad”. Y me volví a España “lleno” de haber podido aportar, aunque sea pequeño; milésimo, un granito de arena en la felicidad y futuro de lasa niñas.

Vida ELU

Una gota de agua más – Alonso Císcar

Por: ELU Admin

¡Buenas tod@s! Soy Alonso Císcar, estudiante de 3º de la ELU, y quiero aprovechar esta edición de Una Gota de Agua Más para contar mi experiencia de voluntariado, en el European Youth Parliament. Esta es una historia de como hasta en los lugares más inconvencionales, podemos encontrar un foco de crecimiento.

Muchos podemos coincidir que nos encontramos en un proceso de aprendizaje constante, y en el camino, buscamos oportunidades para crecer, para contribuir y compartir una parte de nosotros con el mundo. Poco a poco, vamos dando forma a nuestra huella, y lo maravilloso es que tenemos mucho control en el impacto que queremos que tenga.

Si bien mi vocación siempre se ha encontrado en la ciencia, tuve la gran suerte de encontrarme en mi camino con el European Youth Parliament (EYP), una organización presente en 40 países del continente europeo que busca empoderar y dar voz a la juventud, creando espacios seguros para debatir y compartir nuestras opiniones. Tras participar en uno de sus eventos en 2018, descubrí la importancia de alzar nuestra voz y ser escuchados y sobre todo encontré un lugar seguro para crecer y salir de mi zona de comfort.

Pero… ¿Qué se hace exactamente? Jóvenes de todo el país y a veces de toda Europa, se juntan para debatir sobre temas de calibre global, como la participación democrática juvenil, los derechos laborales o la crisis de los refugiados, cada grupo de trabajo tiene asignado un tema, y pasando por una fase de Teambuilding y otra de trabajo en grupo, se elabora una resolución que se debate en Asamblea General. Lo que me fascinó, fue el hecho de que con 16 años, pudiera expresar mis ideas y proponer soluciones que luego se presentan a instituciones.

El factor cautivador del EYP es su carácter internacional, la posibilidad de participar en todo tipo de eventos por toda Europa y de ser voluntario con diferentes roles (y gastos cubiertos), como facilitando los debates, organizando los eventos o formando parte del equipo mediático.

Encontré en este proyecto, una oportunidad para empoderar y fomentar el crecimiento de los jóvenes, sacándolos de su zona de comfort y ofreciéndoles un lugar para alzar su voz y reconocer la importancia de una juventud crítica, participativa y comprometida. Creyendo en los valores y siendo consciente de lo que me ha aportado, decidí implicarme activamente, hoy puedo decir que soy el Presidente del comité español del EYP.

Este último año, hemos podido acercar la toma de decisiones a más de 2000 jóvenes de toda España, con la participación de alrededor de 300 voluntarios de todo el continente, además gracias a ello, uno ha de enfrentarse a liderar equipos a partir de una visión, gestionar crisis e innovar en método educativos. El ambiente de pasión que se respira en cada evento, la experiencia de viajar y sobre todo, de poder equivocarme y aprender en un entorno seguro, me lleva a seguir luchando por este proyecto.

Y un aprendizaje de todo esto es que el talento está ahí, y que con las herramientas correctas se puede pulir y dar brillo, y son estas iniciativas las que desvelan todo el potencial que tenemos los jóvenes de hoy en día. Ya sea en esta iniciativa o en cualquier proyecto en el que uno se embarque, potenciar el talento y usarlo en servicio de otros debe ser nuestra meta.

Vida ELU

Una gota de agua más – Lucía Pina

Por: ELU Admin

Lucía Pina Rodríguez, 4º ELU

TOUBABOU POR UN MES

Empezaré con una pregunta que a los pocos días de estar allí me hizo mi amigo Hannibal: ¿Por qué has venido aquí a pasar tus vacaciones? Tras esta pregunta se esconde un gran deseo por venir a Europa, “el país de los sueños”, al que muchos no podrán llegar debido a su condición económica.

A pesar de esto, algo en mí despertó para dar respuesta: –yo he venido aquí a conocerte a ti-.

Desde que era pequeña, una vez al año venía un hermano marista y nos enseñaba todo lo que hacían en África, veíamos videos, fotos, escuchábamos anécdotas… y pasé de verlo a desear vivirlo. Los años de pandemia habían paralizado todos los campos de trabajo y parecía que el verano del 22 iba a continuar con la racha de los dos anteriores, pero gracias al trabajo de mucha gente, un día mi móvil sonó, un mensaje de mi hermana María: – ¿Nos vamos a Costa? –

Hay veces en que te das cuenta de los regalos que recibes y como bien nos enseñan desde la ELU, hay que acogerlos con un: SÍ, GRACIAS. Y así fue, el 4 de Julio salimos de Valencia en representación de la ONG SED (solidaridad, educación y desarrollo), tres cooperantes con una ilusión desbordada dispuestas a servir en Costa de Marfil.

Nuestra primera labor tuvo lugar en una ciudad al norte del país llamada Korhogo. Allí participamos en una colonia de verano que se hacía en el colegio Maristas. Recibíamos todas las mañanas 250 niños con un brillo especial en los ojos por aprender y disfrutar el día. Hacíamos talleres por la mañana: de danza, oratoria, manualidades, periodismo… A las 13:00 comían en el cole y después nos íbamos al “cine” (una salita con alfombras donde se proyectaba una película) y al terminar, se iban a casa.

Las últimas semanas estuvimos en una aldea a 30 minutos de Korhogo, llamada Koni, donde las Hermanitas de la Anunciación tienen un dispensario. Desde que entramos por la puerta nos consideraron médicas, más incluso de lo que me hubiera gustado (ya sabemos que todo poder conlleva una gran responsabilidad). Pudimos sentirnos parte de la familia que todos los trabajadores formaban y convivir con el detallismo, la sencillez de corazón y la felicidad personificadas en todas las hermanas que allí vivían.

Pero como ya había dicho al principio, al llegar allí me di cuenta, de que yo había ido a conocerles. Es difícil explicar la forma tan profunda que tienen de mirarte, de dejarte entrar en su corazón, de convertirte en su hermana, de contagiarte la ilusión, de bailar hasta que se les desencaje una cadera, de darte y darse todo lo que son, sin duda alguna, son profundamente auténticos.

Una parte de mí se quedó allí con todos ellos y una parte de ellos se vino conmigo. Me siento tremendamente afortunada de haberme convertido en una niña de nuevo (como bien dice el evangelio) y de haber podido ser una TOUBABOU (blanca en Senoufo, dialecto local) por un mes. Me han enseñado cómo llevar una vida que merezca la alegría ser vivida, realmente he podido ver LA VIDA en y a través de los ojos de Victoire, Fatime, Willyfried, Josephine, Raissa, Bankolé, Soeur Nicole, Bouba, Yves, Vincent y muchos más que me acompañan todos los días. Gracias por haberme abierto las puertas de vuestro hogar.


Vida ELU

Una gota de agua más – Sara Jurado

Por: ELU Admin

¡Hola a todos!

Antes de nada, me presento: mi nombre es Sara Jurado y actualmente curso mi tercer año en el doble grado de ADE y Comunicación. Soy cordobesa y estudio en la Universidad Loyola Andalucía, pero ahora mismo no me encontraréis allí porque estoy disfrutando de un Erasmus en Noruega, aunque esa historia la dejaremos para más adelante. Estoy aquí para compartiros una de las experiencias que más me han marcado en mi vida:

Todo comenzó el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia invadió Ucrania. El mundo se sobrecogió y aunque fuimos testigos de lo cruel que puede llegar a ser el ser humano, también lo fuimos de toda la bondad que puede llegar a albergar. Cientos de miles de personas comenzaron a movilizarse y se fueron a ayudar a la frontera, a acoger refugiados en sus casas, mandar ayudar humanitaria…

A una amiga y a mí nos sorprendió la situación hasta tal punto que también nos sentimos llamadas a colaborar en la frontera de Polonia. Planeamos todo para poder ir, pero por factores externos no lo conseguimos.

Terminó el curso y me fui a Cataluña a hacer un retiro espiritual con la universidad para recorrer los lugares donde había estado San Ignacio de Loyola y así seguir aprendiendo de él. Durante el retiro, tuvimos la oportunidad de escuchar varios testimonios de personas que habían decidido entregar su vida y su trabajo poniéndose al servicio de los demás.

Uno de los testimonios fue el de Sor Lucía Caram. Muchos la conoceréis como la monja del hormiguero o como la monja de Operación Triunfo, pero yo le seguía la pista desde hace varios meses porque se estaba volviendo conocida por viajar a Ucrania llevando ambulancias.

Su testimonio de vida fue muy interesante y en la parte final mientras nos relataba todo lo relacionado con Ucrania nos preguntó si alguien quería acompañarla la semana que viene en su próximo viaje.

Así fue como una semana después estaba de nuevo en Cataluña rodeada de 20 ambulancias, 2 pick-up y 45 personas rumbo a Ucrania gracias a la colaboración de la Fundación Santa Clara, la Fundación La Caixa y el dinero donado de miles de españoles.

El voluntariado era relativamente sencillo: 5 días conduciendo hasta Ucrania pasando por Francia, Alemania y Polonia. Sin embargo, el viaje tuvo varios retos que fuimos superando a medida que pasaban los días: las ambulancias tenían más de 400.000 km y muchas se estropeaban por el camino; éramos un grupo demasiado grande y a menudo nos dispersábamos; algunos tuvieron problemas con el GPS y, en mi caso, contaba con el problema de la inexperiencia de conducir en carretera teniendo solo 1 año de experiencia con el carnet.

Por suerte, todo salió bien y pudimos dejar las ambulancias en la base militar de Leópolis sin mayor complicación. Las tropas ucranianas nos protegieron durante todo el viaje y antes de que se pusiese el sol ya estábamos de vuelta en Polonia.

Ucrania es un país en guerra y eso se notaba: había muchísimos militares en las calles de la ciudad, todos los accesos estaban bloqueados por barricadas y muchos edificios estaban destrozados. Sin embargo, me sorprendió que los ciudadanos intentaban llevar una vida relativamente normal: las familias disfrutaban en el parque, la gente iba a trabajar con normalidad, todos los comercios estaban abiertos, etc. Tanto fue mi asombro que le pregunté al comandante de la guardia fronteriza y me estuvo explicando que la situación estaba más calmada porque las tropas rusas se estaban preparando para atacar durante el otoño-invierno que era cuando iban a tener más ventaja e iban a ser superiores a las tropas ucranianas.

La verdad es que salí de esta experiencia de voluntariado con el corazón encogido, con mucha impotencia, pero con el corazón lleno gracias a la hospitalidad de los ucranianos y por los consejos de vida que me dieron todos los que me acompañaron durante el voluntariado. Solo puedo dar gracias por haber vivido este voluntariado y por toda la suerte que tenemos y que a veces no valoramos.

Vida ELU

Una gota de agua más – Sofía Regojo

Por: ELU Admin

El pasado 25 de marzo recibimos una llamada de un amigo que nos preguntaba, totalmente fuera de contexto: “tienes algo importante que hacer del 2 al 11 de abril…”, cada uno dio la respuesta que se le ocurrió esperando que David contase el plan: irnos a la frontera ucraniana. Una semana más tarde, 13 jóvenes salimos desde Pamplona en tres furgonetas cargadas de material dispuestos a cruzarnos Europa. No somos los primeros, ni seremos los últimos en ir a los pies de la guerra a echar una mano, pero cada historia es única y esta es la nuestra.

Los cinco días de preparación fueron intensos, pues el tiempo se nos venía encima. Mientras Pablo y Luis organizaban subir una furgoneta desde Sevilla, David, Gratacós, Isa, Anita y Manu se pasaban los días en un almacén que nos cedieron como punto logístico para dejar todo el material que se nos donaba. Simultáneamente organizamos unas recogidas ”express” de alimentos en los supermercados del barrio (en las que se implicaron más de 50 alumnos de la universidad) y unas rutas por farmacias pidiendo medicamentos. A la vez, Folch, Sangra y Benzo negociaban con Sixt para que nos alquilaran dos furgonetas de carga para semejante plan. Cada uno fue poniendo a disposición del grupo sus dotes: contactando con empresas, pidiendo donaciones, grabando videos y haciendo difusión, organizando material… perdimos la vergüenza de pedir; “todo por el proyecto”, pensábamos… y a alguno se le fue de las manos, todos nos reímos cuando a Ro se le ocurrió contarle el proyecto al dependiente del estanco pidiéndole que nos donara o hiciese una rebaja…

En una semana el proyecto estaba materializado y a las 7:00 de la mañana del día 2 de abril salimos con las furgonetas cargadas y Pamplona nevado. El viaje fue una auténtica odisea. Nuestro primer enemigo fue el tiempo, nos esperaban el 4 de abril en Medyka (pues les hacíamos el relevo a unos voluntarios que se habían vuelto a casa) y nos dimos cuenta que los tiempos estimados de Google Maps están bien para un viajecito de 5 horas, pero cuando te cruzas Europa, se van sumando horas. Lo que pensábamos hacer en dos días, con 12 horas de conducción cada uno y durmiendo en Múnich (en casa de unas consagradas que nos acogían) se convirtió en 27 horas el primer día, parar a desayunar y a celebrar misa en Múnich y continuar el viaje, seguido de otras 17 horas hasta llegar a lo que fue nuestro hogar una semana. Era una especie de granja, Airbnb con 14 camas que hacía perfectamente su función.

Descansamos unas horas y nos fuimos directos a Medyka que es un pueblo fronterizo entre Polonia y Ucrania. El primer día nos dimos cuenta de que no íbamos a salvar el mundo, que no éramos imprescindibles y que los periodistas exageran bastante sus historias. Pero también, según fueron pasando los días, nos dimos cuenta que aunque hubiese 100 voluntarios ahí cada uno encontraba su función, que un abrazo, una sonrisa, ayudar con unas maletas, ofrecer mantas, dar una chuche a un niño, servir un café caliente o repetir algo de comer es suficiente. A esto nos dedicamos.

Lo que hay montado en Medyka, para situaros, es básicamente un pasillo de 500 metros de puestos a ambos lados ofreciendo todo lo necesario para los refugiados que salen del país. Es una especie de supermercado gratis, en el que cada puesto ofrece diferentes cosas: un puesto tenía fruta, otro tarjetas sim que funcionan en Polonia, otro cuidaba de niños pequeños, había unos cuantos puestos de comida… Ahí cada uno coge lo que materialmente necesite (principalmente a corto plazo) para poder continuar su vida en un país diferente. Sobre todo las mujeres pedían champú, pañales, productos de higiene personal, porque claro, no éramos conscientes pero tal vez esas mujeres llevaban más de dos semanas fuera de casa, avanzando hacia la frontera o escondiéndose en bunkers para protegerse hasta poder escapar. Medyka es un punto transitorio, cada día pasan cientos de ucranianos (en ambas direcciones, pues muchos vuelven a entrar) que pasaban una media hora reponiéndose, organizándose y cogiendo lo necesario para subirse a uno de los buses que salía hacia Premysl (una ciudad cercana, más grande y con un gran campo de refugiados) Varsovia (pues muchos tenían planes de salir de Polonia hacia Alemania, Francia, España…) y otras ciudades.

Así pasamos los días, y según las cola que hubiese en el otro lado de la frontera nos quedábamos hasta una hora u otra, cogíamos nuestras furgos y conducíamos a casa, donde charlábamos, comentábamos lo que nos iba pasando, poníamos en común nuestras opiniones hasta quedarnos dormidos en el salón. Ese grupo se fue convirtiendo poco a poco en una familia.

Mirándolo ahora desde fuera y escribiendo acerca del proyecto estoy segura que repetiría la experiencia. Muchos fueron los argumentos para quedarnos: no vais a servir de nada, no tiene sentido que vayáis, ayudad desde casa, no os perdáis una semana de clase… Y tal vez tuviesen razón en algunos aspectos, pero nosotros estábamos dispuestos a entregar nuestro tiempo y dedicación y así hicimos; no sabes si servirás de ayuda hasta que la ofreces, no comprendes cual es tu labor hasta que la encuentras y lo que aporta cada uno, de manera individual es único. Esto es lo que nos llevamos los 13 a casa. 

Vida ELU

Una gota de agua más – Mercedes Sierra

Por: ELU Admin

¡Hola! Soy Mercedes Sierra, alumna de 2º y hoy os vengo a contar un poquito sobre mi experiencia -de casi dos años ya- en Autismo Sevilla.

Siempre he hecho voluntariado en residencias con mi colegio en la ESO y en Bachillerato y era una parte de mi día que quería conservar sí o sí durante mi etapa universitaria. Nunca había trabajado con personas con TEA, y eso me asustaba, pero ¿qué clase de aventura sería sin un componente de incertidumbre, miedo y sorpresa? Tenía muchos sentimientos encontrados, pero sobre todo ganas.

Así que, gracias a esas ganas, a esa llamada que siempre he sentido por ayudar, aquí estoy para poder compartir un poquito de mis días en Autismo Sevilla. Las actividades son muy variadas, desde natación hasta ciclismo. Yo tengo la suerte de ayudar en dos: senderismo los martes y multideporte los jueves. Ambas actividades son con adolescentes, y como para un niño con TEA es muy complicado establecer vínculos, cada voluntario acompaña siempre al mismo chico. Sinceramente, ¡deporte lo que es deporte no hacemos! Aunque eso sí, tampoco nos aburrimos.

Gonzalo y Jesús -que así es como se llaman los chicos a los que acompaño- se han convertido en dos hermanos para mí. El ser humano está hecho de relaciones, y ellos no iban a ser menos. Es cierto que ganarse su confianza puede ser algo laborioso al principio, pero cuando te acercas a ellos con el corazón, sin prejuicios, y eres paciente, te aseguro que conocerás a personas nobles, divertidas, cariñosas, y con una visión tan sencilla y bonita de la vida que todos deberíamos envidiar. Trabajar con ellos cada día es un privilegio y un reto también, todos los días aprendes algo nuevo: que diez minutos de descanso son diez minutos cronometrados con los tres relojes de Marcos o que un montón de arena es la mejor herramienta de juego para Gonzalo y como estas, mil anécdotas más.

En el pasado módulo 3, descubrí qué sentido le voy dando a mi vida con las acciones que elijo libremente, y que, para ir sembrando este camino, era clave saber qué era con lo que cada uno llena su corazón. Como voluntaria, puedo decir que la “gota de agua más” no soy yo, sino ellos, que cada día llenan mi corazón con miles de gotas. Y qué bonito es ver la vida a través de ellos, ¿TEAnimas a descubrirla? ¡Hasta la próxima!

Vida ELU

Una gota de agua más – Inma Arrebola

Por: ELU Admin

¡Hola a todos!

Soy Inmaculada Arrebola, de 3°, y junto a Ana Toledano, de 4°, quería acercaros un poquito a una gran parte de nuestra vida universitaria. Se trata de MEICO, una asociación de estudiantes cordobeses de ciencias de la salud, donde realizamos actividades de divulgación y educación médica, además de intercambios al extranjero. Forma parte de IFMSA, la Federación Internacional de Asociaciones de Estudiantes de Medicina, que incluso cuenta con representación en la OMS (¡flipad!).Durante la última quincena de noviembre y la primera de diciembre, tuvimos unas actividades muy especiales que nos permitieron ser “una gota de agua más”.

Primero llevamos a cabo el “Movember“, una iniciativa para el mes de concienciación del cáncer de próstata y que se representa con un bigote. Durante varios días instalamos un stand y un photocall en el patio de la facultad, donde dábamos información sobre la actividad y vendíamos pulseras con frases graciosas sobre nuestras carreras. Los beneficios estaban destinados a la investigación del cáncer, ¡y no pudimos estar más contentas con la implicación del alumnado y la recaudación de fondos! En un par de horas habíamos vendido todas las pulseras de las que disponíamos, e incluso tuvimos que hacer otro pedido con envío exprés porque la gente no paraba de correr la voz para ayudarnos, hacerse fotos con los bigotes… Fue una experiencia preciosa, ya que aparte de trabajar en equipo por una causa tan bonita, conectamos y charlamos con mucha gente.

Ya entrado diciembre, los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y la preocupación se notaba en el ambiente, pero esto no impidió que colocáramos nuestro stand con toda la ilusión del mundo. Esta vez estuvimos recogiendo juguetes y vendiendo Sugus a beneficio una asociación de nuestro barrio que trabaja con familias en situación de exclusión social. La actividad, que se llama “Un Sugus, una Sonrisa”,  hace buen honor a su nombre, pues sembró mucha alegría entre los niños de dichas familias, y también en todo aquel que, delante o detrás del stand, se convertía en rey mago con una pequeña pero gran acción.

Esta es nuestra forma de crear universidad y es lo que hace que esto realmente valga la pena. Da un “chute de energía” increíble ver las ganas de implicarse que tiene la gente, y a veces solo falta un pequeño empujoncito para crear un gran movimiento. ¡Muchas gracias por leernos, nos vemos muy pronto!

Vida ELU

Una gota de agua más – Francisco Javier Pérez Cumbreras

Por: ELU Admin

Me llamo Francisco Javier Pérez Cumbreras, estoy en segundo de la ELU y estudio Derecho y ADE en la Universidad de Jaén. Desde el segundo cuatrimestre pasado, tengo la gran suerte de poder pertenecer a la Comisión Permanente del Consejo de Estudiantes de la Universidad, desde donde puedo poner en práctica todo lo aprendido en la ELU a través de actividades e iniciativas enriquecedoras completamente orientadas hacia los demás. Hoy tengo el placer de contaros cómo ha sido la última actividad que hemos realizado: la GRAU (Gran Recogida de Alimentos Universitaria).

Los pasados 14, 15 y 16 de diciembre, realizamos una recogida de comida en colaboración con “Banco de Alimentos” entre otros para favorecer y ayudar a los más necesitados. Y lo cierto es que a pesar de todas las dudas que nos surgían, fue todo un éxito, y me ha servido para darme cuenta de las tantas cosas que hemos hablado a lo largo de los findes ELU y de los módulos, las cuales me gustaría compartir con vosotros.

En primer lugar, ¿por qué?¿Por qué adentrarse en tantos fregados y tantas historias? ¿Comisiones, actividades, problemas, aguantar críticas…? Lo cierto es que a priori, no es lo que más le apetece a uno, y sobre todo teniendo en cuenta las tantas cosas que tiene que realizar. Sin embargo, analizando lo más profundo de mí, descubrí que si lo hago, es porque me llena. Porque no hay nada mejor que comprometerse, darse a los demás, aportar con tu esfuerzo y dedicación a la comunidad, realizar algo que igual no te repercute directamente a ti, pero que sabes que da sus frutos y que sobre todo ayuda: deja huella.

Creo que si por algo estoy en el Consejo y si por algo realizamos iniciativas como esta, es porque queremos dejar huella. Queremos ayudar, salir de nosotros mismos, hacer nuestro aquello que hacemos y demostrar al exterior que la gente se compromete. Simplemente necesitan un empujón, necesitan que seamos motores de cambio.

Y quién sabe, puede que algún día consigamos que las próximas generaciones sigan nuestro ejemplo, nuestra huella, y la mejoren y sean un ejemplo aún más patente para los venideros. Todo esto es una cadena, y ojalá consigamos que iniciativas como esta se vuelvan ordinarias. Es emocionante ver que quienes te preceden, mejoran y superan tu legado. Lo cierto es que había muchas dudas antes de sacar la iniciativa. ¿La comunidad universitaria respondería? ¿O sólo respondemos a base de incentivos que nos benefician? Al final, la verdad se impuso.

Prueba de ello, es que tengo el orgullo y la ilusión de decir que finalmente contamos con la ayuda de nada más y nada menos que de aproximadamente 60 voluntarios, y que entre todos, desde el aporte más pequeño, hasta el más grande, porque todos importan por igual, hemos conseguido recaudar más de 1700 kilos de comida para aquellas personas y familias que más lo necesitan por estas fechas.

Por cosas como estas, uno se da cuenta del motivo por el que se reta, sale de uno mismo y por qué no decirlo, se complica un poco más la agenda: No hay cosa más especial que ver la cara de felicidad y plenitud que tienen las personas después de sentir que han ayudado a alguien y que han aportado su grano de arena en algo bueno, en algo verdadero.

Es por esto, por lo que os animo a todos a pensar en cómo cada uno de nosotros, desde nuestra pequeña posición en el mundo y en la sociedad, podemos dar ejemplo, sacar esa ilusión, felicidad y plenitud, y dejar esa huella que queda ahí por mucho tiempo que pase, y que ojalá alumbre a muchos a seguir un camino recto, verdadero y pleno. Desde el acto más minúsculo, hasta el acto más grande de amor.

¡Espero poder pronto conocer vuestro granito de arena y vuestra huella! ¡Hasta entonces! Seamos ejemplo y motor de aquellos que nos rodean.

Vida ELU

Una gota de agua más – Cris Pastor

Por:

¡Hola a todos! Soy Cris Pastor, ELU de 3º. Valenciana, estudiante de Derecho y RR.II, y, desde hace cosa de dos años, “amiga de la calle”. 

A mediados de febrero del año 2020 escribía junto a Ignacio y Marta nuestra experiencia en una acción social. Brutal. Sin embargo, lo que no imaginaba es que hoy, después de lo ocurrido, estaría escribiendo sobre esta misma realidad. ¡Y es que, anda que no han cambiado cosas! 

Poco después de redactar aquella entrada cargada de ilusión, llegó el dichoso virus, “el innombrable”, el que lo cambiaría todo. O, casi todo. 

Amigos de la calle, donde participo, es una asociación sin ánimo de lucro, nacida con la intención de conseguir, preparar, y distribuir alimentos y comidas preparadas, de manera sistemática y prolongada en el tiempo, a personas habitantes de la calle o con necesidades económicas. Pero su labor no termina ahí, hay otro elemento distintivo de su función: el acompañamiento. El fin no es facilitar el acceso a la necesidad mínima, que es la comida, o al menos, no es sólo eso. Sino que se pretende compartir, tiempo y vivencias, apoyando a las personas, desestigmatizando el sinhogarismo, y fomentando las relaciones que dignifican a los seres humanos. 

Bajo esta breve descripción es fácilmente perceptible cómo una pandemia como la vivida, un confinamiento y una necesidad latente de distancia social, no son aliados facilitadores de esta función. No obstante, con pandemia o sin ella, la realidad es la misma: existen personas sin medios económicos suficientes para hacer frente a lo más básico, y, de hecho, cada vez más. ¡Algo tendremos que hacer al respecto! “Renovarse o morir”, dicen, ¿no? Pues eso, a renovarse se ha dicho.

¿Antes acudíamos a un local donde se llevaba toda la comida donada y se cocinaba? A partir de ahora seremos nosotros los que la recojamos de los establecimientos, y la prepararán los voluntarios en las propias casas. ¿Antes solicitábamos más materia prima? Ahora optaremos por alimentos preparados, o precocinados. ¿Antes se repartía la comida en puntos fijos en la ciudad? Ahora seremos nosotros los que vayamos en busca de las personas (en este último aspecto se aprecia cómo ayuda sobremanera conocer a las personas. El boca a boca es nuestro mejor aliado). 

Y justo así, en este proceso de adaptación al nuevo paradigma, es cómo me he visto cada domingo del mes, desde hace un año, en mi cocina, rodeada de seis señoras, y 150 pollos en la nevera. Y no os puedo transmitir qué planazo es. ¿Quién me lo hubiera dicho a mí?

Esta oportunidad de participar de otra manera en el proyecto no sólo me ha permitido mantener el contacto con otras realidades que, parecen haber quedado relegadas a un plano antagonista dadas las circunstancias sanitarias, sino que he podido establecer relaciones con personas que jamás hubiese pensado. 

Personas sin hogar, en riesgo de exclusión social, o mujeres cercanas a las seis décadas, es curioso descubrir lo mucho que tenemos en común. Creo que este ha sido mi descubrimiento del año: por primera vez en la vida, ser plenamente consciente de que es palpable la inmensidad de cosas que nos unen como seres humanos. Con independencia de las circunstancias personales, la edad, el sexo, la procedencia o la preferencia política, la esencia es la misma. En un momento donde todo parece negativo, donde la frivolidad parece reinar, siempre es reconfortante sentir el abrazo de una relación humana. Ya sea sentados en el suelo del Jardín Botánico compartiendo un bocadillo, o a las 7 de la mañana de un domingo abriendo 200 barras de pan. 

Creo que “pringarse” por los demás (y en este caso, en el sentido más literal de la palabra) siempre es un recordatorio de esta idea. Nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos hablar, tocarnos, compartir, sentirnos cerca. Es intrínseco a nosotros, y ahora más que nunca. No hemos podido hacerlo, y ahora tenemos trabas para ello, así que debemos contribuir activamente para no perder de vista lo que es innato al ser humano: su vertiente social

Salir de uno mismo permite dejar espacio a que entre la satisfacción más plena. Olvidarte de ti y tus problemas, aunque sea por un rato, te aterriza. Saberte parte del mundo te motiva contribuir con él, en favor de todos. En definitiva, para mí, poder seguir realizando esta actividad, aunque sea de manera distinta, es más que un regalo. Poder compartirlo con mi madre; poder ser una gota más; poder contribuir a que, pese a la tendencia al alza de las necesidades económicas de las personas, no tengan que hacer frente también, al aislamiento social, característico de este momento.  

Vida ELU

Una gota de agua más – Clara Sobrino

Por: ELU Admin

Clara Sobrino Hernández, 4º ELU

¡Hola amiguelus! Soy Clara Sobrino de Madrid, cuarto de ELU y estudiante de doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en la UFV. Me resulta procedente escribir este comentario acerca de una de mis experiencias en voluntariado siendo el lema de este año “toda acción es esperanza”. Para mí es una sentencia muy significativa, porque nos indica que el mero hecho de estar vivos implica un anhelo y un deseo, desarrollarnos en una actitud expectante, esperanzadora. Yo personalmente no he encontrado mayor cumplimiento de esta afirmación que con el servicio. He realizado todo tipo de voluntariado: en residencias, comedores sociales, repartiendo comida, en hospitales, con personas con diversidad funcional, personas sin hogar, familias en riesgo social…y hubo un verano que tuve la inmensa suerte de poder irme más de un mes con la asociación Misión Cebú a Bilirán, Naval, Filipinas.

Decantarme por una experiencia que contar en concreto es complicado, y lo natural sería hablaros de mi vivencia en las islas asiáticas, el lugar más fascinante y bonito del globo. Pero para sorprender y rebajar la clase de voluntariado a uno más accesible que todos nos podemos permitir (porque es complicado actualmente por COVID o a nivel económico hablar a gran escala), prefiero comentaros mi experiencia en el Hogar Don Orione, situado en Pozuelo de Alarcón.

He colabora mucho con esta fundación y siento un gran afecto y admiración hacia ellos. El centro acoge por unidades a hombres con distintos grados de diversidad funcional (mayoritariamente graves), personas con discapacidad, pero que desde que estoy allí he aprendido a denominar como personas con capacidades especiales. Y esto se demuestra de forma genuina en la experiencia, porque estos chicos en vez de carecer de ciertas aptitudes poseen otras que nosotros no, y por ello es tan importante conocerlos y convivir con ellos.

El verano del 2017 pude disfrutar a finales de agosto con la unidad amarilla del centro, de lo que eran sus vacaciones en Cercedilla. Llegué algo apurada y no voy a mentir, asustada. Nunca había vivido nada parecido en mi vida y ahora tendría a mi cargo en parte a hombres de entre cuarenta y setenta años, poco civilizados y difícilmente controlables y previsibles en sus acciones y movimientos. Al principio sentí tensión y algo de miedo, pero al poco tiempo, estos chicos derritieron mi manera de mirarlos e hicieron que bajara la guardia por completo. Además me acompañaba un gran grupo de amigos también como voluntarios, por lo que no podía ser mejor plan.

Estábamos todo el día con los chavales: de comidas, meriendas, cenas, en el tiempo libre, ayudándoles a asearse, a recoger sus cosas, jugando, bailando, en la piscina, tomando algo en la plaza del pueblo y dando largos paseos entre el bosque y la montaña. De allí me llevé muchísimos regalos y enseñanzas, pero diría que me quedo con una idea principalmente: que la grandeza se revela únicamente a través de lo sencillo, humilde y pequeño. Es decir, a través de ellos. Y esta es una constante que se me sigue presentando a día de hoy.

Estos chicos del Hogar de Don Orione gozan de una ultra sensibilidad y empatía, comprenden perfectamente las emociones de los demás y actúan en consecuencia. Diría que muchos de nosotros somos limitados en el dar porque al final somos más individualistas, sin embargo ellos solo entienden su vida en una clave de amor constante e insaciable. No se cansan de recordarte a través de sus actos que eres relevante, que les importas y se alegran de que estés cerca acompañándolos y ofreciendo tu ayuda. Tal vez no te den las gracias de forma directa, pero no es relevante porque al final la gratuidad de su amistad te la conceden ellos principalmente, por lo que el “gracias” es para ellos.

Muchas veces las personas con capacidades especiales son rechazadas, despreciadas y excluidas dentro de la sociedad. Malas caras, repugnancia, violencia verbal, bullying… son situaciones que lamentablemente algunos de nosotros hemos sido seguro testigos en nuestras vidas contra este grupo.

Legalmente, su sola condición es motivo suficiente como para poder abortar hasta el final del quinto mes de embarazo, la única excepción que se da ya entrando en la recta final de la gestación desde 1985. Tal vez deberíamos revisar si estamos practicando nuestra humanidad con ellos, si estamos atendiendo como se merece esta causa. Yo, que he sido infinitamente privilegiada de vivir esta experiencia y poder haber seguido yendo a verlos, que literalmente me he hecho amiga de algunos de ellos (también de los trabajadores de allí, de los que también se debería escribir aparte porque se merecen una oda), no os puedo recomendar otra cosa que tratar de hacer un voluntariado con personas de diversidad funcional. Si creéis que no es lo vuestro por algún motivo no os preocupéis, también esta bien; pero entonces os pediré que les tratéis como iguales cuando os crucéis con ellos, porque se merecen el mismo respeto y trato digno que cualquiera de nosotros. Bueno, me equivoco, se merecen aún mejor trato y respeto que cualquiera de nosotros, porque nos dan mil vueltas y son mejores que nosotros en cuanto humanidad y amor.

¡Algun día contaré otra experiencia de voluntariado, pero por hoy me despido! ¡Caminamos juntos!

Vida ELU

Una gota de agua más – Inma Arrebola

Por:

Muy queridos ELUS:

¡Hola a todos! Soy Inmaculada de 2º curso. Os quiero contar mi experiencia en el proyecto en el que he estado involucrada los últimos meses. Todo comenzó en enero, cuando un catequista de mi parroquia nos trasladó que desde Cáritas Diocesana de Córdoba necesitaban alimentos de desayunos y meriendas para cubrir la gran demanda que tristemente estaban teniendo.

La respuesta de los jóvenes fue maravillosa, y decidimos crear un proyecto juntos tanto a corto como a largo plazo. Nos pusimos manos a la obra y lo desarrollamos desde cero, dividiéndonos en grupos para redactar el proyecto, elaborar un plan de comunicación, surgir con nuevas ideas y expandir la red de colaboración. Desde entonces, y gracias al esfuerzo de muchísimas personas que se nos han regalado su tiempo, hemos realizado recogidas en dos institutos y un colegio, y ya tenemos fechadas recogidas en otros centros para el primer trimestre del próximo curso.

Ha sido precioso ver como desde los propios institutos, profesores y alumnos han mostrado interés en nuestra labor, y algunos de ellos incluso han decidido unirse a los grupos de organización. Además, hemos contado con la incansable ayuda de los no tan jóvenes en edad pero sí en espíritu de nuestra comunidad parroquial. Y es todos podemos ser motor de cambio si nos lo proponemos, y también en nuestro caso, todos podemos evangelizar con nuestro pequeño gran compromiso.

Para mí, ser parte de este grupo de Misiones, que es como nos llamamos, ha sido despertar a una parte de mí que parecía haberse perdido entre tantos exámenes y compromisos. Gracias a esta experiencia he vuelto a recuperar la ilusión por el voluntariado, por dar y por darme, por trabajar en equipo y por construir algo mejor. He vuelto a tener fe en las ideas, en la gente buena y en las ideas de la gente buena, que abundan mucho más de lo que a veces pensamos.

Termino mostrándoos una foto en la puerta de mi iglesia, donde estamos haciendo la recogida durante estas semanas, y donde otra vez vuelvo a comprobar que la bondad de las personas es infinita y que esa chispita de ilusión puede incendiar muchos corazones.

¡Nos vemos pronto!

ELUMNI

Una gota de agua más – OAN International

Por:

¿QUIÉNES SOMOS?

Somos una ONG española-beninesa fundada en 2014 con el objetivo de conectar el mundo de la universidad con la cooperación internacional para el desarrollo mediante la realización de trabajos fin de grado y fin de máster que sirvan de apoyo en los proyectos que realizamos y que doten de un rigor académico al trabajo implementado.

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Nuestro origen está muy vinculado a Becas Europa y la Escuela de Liderazgo Universitario. Daniel Alfaro (Becas VIII) viajó en 2013 para hacer un voluntariado a Nikki, una región al norte de Benin, y allí descubrió una realidad que le cambiaría la vida y ante la cual no podía seguir indiferente. Por ello, se unió con un grupo de amigos que había conocido en Becas Europa (Álvaro Pascual, Íñigo de Pablo y Tamar Taibo) y decidieron viajar juntos a Nikki para hacer un análisis riguroso de las necesidades de esta región y ver de qué manera, como jóvenes universitarios, podían ponerse al servicio de esta población. Después de este viaje, crearon OAN International, organización a la que se sumaron más universitarios, muchos de ellos de la Escuela de Liderazgo Universitario.

Actualmente OAN Internatioanl está formada por jóvenes con una idea común sobre el mundo que deseamos. Trabajamos por un modelo de cooperación sostenible y responsable. Desarrollamos nuestros proyectos en Nikki (Benin) en cooperación con la población beneficiaria mediante la propuesta e implementación de iniciativas que respondan a necesidades y demandas locales y que ayuden a la consecución de sus derechos humanos.

¿DÓNDE TRABAJAMOS?

Benín es un país situado al oeste de África, haciendo frontera con Togo al oeste, Nigeria al este y Burkina Faso y Níger al norte. Antigua colonia francesa, la capital es Porto-Novo, pero la sede de gobierno se sitúa en Cotonú, que es a su vez la capital económica y el mayor núcleo de población.

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La esperanza de vida al nacer es de 59 años, que con un PIB de 8.747 millones de dólares (1.900 dólares per cápita), un 36,2% de la población viviendo debajo de umbral de la pobreza, le confieren un índice de desarrollo de 0,476, ocupando la posición 165 de 187 países. Benín cubre un área de aproximadamente 115.000 kilómetros cuadrados, con una población de aproximadamente 10.448.6472 metros cuadrados.

Benín es una nación subsahariana, altamente dependiente de la agricultura. Está dividido en 12 departamentos y subdividido en 77 comunas. OAN International trabaja en Nikki, una de las comunas del departamento de Borgou, tiene una población de unos 150.000 habitantes, y una extensión de unos 3.000 km2 (similar a la provincia de Álava). La comuna se divide a su vez en los arrondissements de Biro, Gnonkourokali, Ouénou, Sérékalé, Suya, Tasso y Nikki. En cuanto a población está distribuida uniformemente entre todos excepto Nikki, que tiene una población de unos 70.000 y Suya de unos 8.000, acogiendo el resto a unas 15.000 personas cada uno.

Se trata de una de las zonas más rurales y con menos recursos de la nación, con una proporción de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza mayor que la media del país.

¿QUÉ HACEMOS?

Desarrollamos proyectos en diversos ámbitos, siempre en cooperación con las organizaciones beninesas. Nos centramos en cuatro grandes ámbitos:

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Políticas sociales, con proyectos que persiguen la autonomía económica de las mujeres a través de la comercialización de manteca de karité manufacturada por cooperativas de mujeres bajo la marca Nikarit o la prestación de microcréditos para el emprendimiento de iniciativas de mujeres.

Sanitario, centrándonos en proyectos en torno la salud materno infantil, la malnutrición y la malaria, con sesiones de promoción de la salud y colaboración con las instituciones sanitarias locales.

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Infraestructuras, energía y agua, trabajando en el acceso a agua potable con la reparación de los puntos de acceso a agua ya existentes y la construcción y distribución de biofiltros de agua; la comercialización de energía solar para facilitar el acceso entre la población; o la recogida y tratamiento de residuos.

Agronomía, siendo esta la principal actividad económica del país y estando estrechamente relacionado con la alimentación y la salud de la población. Para ello desarrollamos proyectos en formación a cooperativas de agricultoras, acceso a semillas y productos biosanitarios…

Misión

OAN International acompaña a los agentes de desarrollo de la comuna de Nikki, a través del intercambio de conocimientos, y trabaja en la creación conjunta de un modelo de cooperación sostenible, responsable y replicable.

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Visión

Como organización, ratificamos la apuesta por las personas y la coherencia entre compromiso ético y acción como los ejes básicos que guían nuestro trabajo. Entendemos que habremos llevado esto a cabo si logramos:

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Proyectos de desarrollo que aspiren a la autogestión y el liderazgo autónomo local a través del trabajo conjunto con los agentes locales del desarrollo de Nikki; proyectos que den respuestas a demandas de los mismos sobre necesidades analizadas y consensuadas, todo ello mediante actuaciones juiciosamente pensadas, cuidadosamente implantadas y rigurosamente evaluadas.

Sensibilización, educación al desarrollo, lucha por la generación de un espíritu crítico e informado y acción política sobre las relaciones norte-sur en nuestro medio; planteamiento de un modelo de cooperación sostenible y extrapolable a otros lugares, basado en el protagonismo local en consonancia con las estructuras estatales ya establecidas; trabajo por visibilizar las realidades de los países en situación desfavorecida, promoción de reflexiones en torno a la causa de esa situación y defensa de nuestros valores.

Valores

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Afirmamos nuestro COMPROMISO con las personas y con nuestra misión a través del esfuerzo y la entrega en nuestro día a día, porque creemos firmemente en que la sostenibilidad y los logros de nuestras acciones radican en la responsabilidad que adquirimos.

Trabajamos desde la TRANSPARENCIA y la información pública como garante de la calidad de nuestra actuación.

Creemos en la JUSTICIA SOCIAL, que entendemos como el reconocimiento y creación del contexto que permita a todas las personas el pleno ejercicio de todos y cada uno de los derechos humanos.

Actuamos desde la HUMILDAD del respeto a las personas con las que trabajamos.

Buscamos la COHERENCIA entre nuestras acciones y aquello que defendemos, ya que en ello se basará el éxito de nuestra labor.

Vida ELU

Volunfair, por Olivia Alarcón – Una gota de agua más

Por:

Olivia Alarcón Prieto (2º ELU)

El pasado miércoles 10 y jueves 11 se celebró, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la UPM, la sexta convocatoria de VOLUNFAIR una feria que nació de mano de unos pocos estudiantes que supieron responder a un deseo profundo de hacer de la universidad un sitio verdaderamente privilegiado. Un sitio que fuese más allá de la obtención de unos conocimientos técnicos acerca de la ingeniería. Formaron lo que ya hoy se conoce como la feria de voluntariado universitaria más grande de España.

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Algunos de los alumnos de la ELU (Alberto Reina, María López, Cristina Llordén, Jaime L.Espada y Olivia Alarcón) tuvimos, un año más, el privilegio de asistir y formar parte de algo tan grande como esto. En un comienzo de curso verdaderamente incierto, sin horarios definidos, fechas de exámenes continuamente cambiantes, asistencia a las clases prácticamente nula… en semejante ambiente había algo que todos los voluntarios de VOLUNFAIR tenían claro: VOLUNFAIR siempre tendría reservado un hueco en nuestros calendarios. Sin movimientos, sin flexibilidades innecesarias y sin importar las circunstancias. Algo así tenía que prevalecer. Organizar algo así siempre merecía la pena.

Así fue que, con unos jefes magníficos a la cabeza de cada departamento y con la creatividad de los miembros de VOLUNFAIR, la puesta en común de ideas, la práctica ingenieril de a un problema solución rápida y eficiente… todo hizo posible que VOLUNFAIR 2021 fuera real.

Este año la feria acogía, una vez más, como speaker a Pablo España, nombrado esta misma edición “Padrino de VOLUNFAIR” debido a su gran implicación y disposición a participar en la feria los últimos años y hacer de ella casi, casi como una casa más. El primer día compartió coloquio con, ni más, ni menos que Toni Nadal quien nos hizo partícipes de alguna de sus experiencias entrenando a su sobrino. Toni, sin duda alguna, exhaló más de una palabra de aliento para los jóvenes ingenieros que tuvimos la suerte de poder coger sitio en el tan limitado aforo del salón de actos de la ETSII. Los demás se conformaron con la retransmisión en vivo. Toni y Pablo coincidían en que es la actitud la que condiciona el éxito. El éxito no es un partido ganado; hay partidos que ganados, sale uno perdedor y otros en los que habiendo perdido, se sale más vencedor que nunca. Decía el reconocido entrenador, “el drive nos hizo ganar puntos, la actitud nos hizo ganar partidos” .

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Al día siguiente, fue la experiencia, la humildad y la respuesta real a la necesidad las que vinieron a visitarnos de mano de María y Pati (que no pudo estar presente) de Los Ángeles de Kenia, fundado con el objetivo de realizar labores humanitarias en este país, y Javier Pérez-Minguez de la Fundación Ana Carolina Díez Mahou cuya misión es de mejorar la calidad de vida de niños y familiares con enfermedades neuromusculares genéticas, las cuales provocan la invalidez a más de 60.000 personas en España. La sinceridad y transparencia con la que se desarrolló este coloquio nos dejó absolutamente impresionados. Descubrir que la vida de uno cobra sentido en cuanto al otro, en cuanto a la respuesta valiente a unos ojos que piden ayuda y que un mínimo gesto puede, realmente, suponer una gran diferencia para el vulnerable.

VOLUNFAIR fue, un año más, una toma de conciencia con la urgencia existente para salir de nuestras burbujas de confort y darnos cuenta de que en cada esquina hay alguien que podría necesitar nuestra mano voluntaria empezando en nuestras familias y con nuestros amigos. No es necesario un viaje a un país remoto y con pobreza, no es necesaria la enfermedad de un familiar… solo con mirar, mirar con ojos predispuestos, podrá uno encontrar aquel sitio en el que su presencia suponga la liberación, en alguna medida, del peso del sufrimiento inevitable del ser humano.

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Una gota de agua más – Alberto Pradas

Por:

Volver a poder salir a la calle y vernos después de dos meses de confinamiento supuso un acontecimiento que nos abría cautelosa pero progresivamente las puertas a lo que parecía volver a recuperar nuestro anterior ritmo de vida. No debíamos confiarnos y se nos urgía a ser celosamente prudentes, a adaptar nuestro comportamiento a las circunstancias, quedando aparentemente subrogada nuestra libertad individual ante el cuidado del bien común. Sin embargo, me siento inmensamente agradecido por haber podido saber encontrar y poner en práctica mi libertad en un momento en que aparentemente más limitada podría estar, cambiando con ello mi manera de ver las cosas.

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“El hombre hace planes y Dios se ríe de ellos”. No poder realizar finalmente el planeado viaje de verano con los amigos causaría que buscara alternativas para dedicar mi tiempo durante el mes de junio. Fue así como mi madre me propuso que me acercara a preguntar si necesitaban voluntarios en el departamento de Cáritas de mi parroquia, Nuestra Señora del Carmen (Pozuelo de Alarcón, Madrid). Fue así como fui un lunes por la mañana y era tal el volumen de trabajo que tenían, que al minuto de haber entrado por la puerta ya me pidieron si me podía quedar ayudando. Y ciertamente era necesaria, pero continúa haciendo mucha falta ayudar en estos tiempos tan difíciles. Poder colaborar como voluntario me permitió conocer de primera mano las necesidades y dificultades de cientos de familias (en la base de datos llegaron a estar apuntadas 900 personas ayudadas directamente a través de Cáritas), pero a su vez descubrir la voluntad de compromiso y solidaridad de muchas personas de las que ante la dificultad salían dar lo mejor de sí mismas. No podría haber encontrado una mejor experiencia de responsabilidad social, de interacción con el otro y a raíz de la comprensión de su situación, convicción para hacer de su satisfacción nuestra misión.

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Desde el primer día que empiezas a ayudar, notas personalmente que la persona que sale no es la misma que ha entrado unas horas antes. Has podido ver la realidad con tus propios ojos, tocarla con tus manos, has tenido el poder y libertad de decisión para participar de ella y hacerlo escogiendo ofrecerte a los demás. Descubres que la ayuda que tú puedas prestar resulta minúscula en comparación con lo que tú recibes en forma de agradecimiento sincero y satisfacción personal. Así se te brinda una experiencia de humanidad inigualable, que provoca que una vez que empiezas no quieras dejarlo, porque de una manera o de otra, descubres que eres tú quien más necesita del otro, resulta que eres tú el principal beneficiario del contacto con los demás. De esta manera, lo que iba a ser algo temporal para unas semanas acabó “enganchándome” a acudir durante casi dos meses.

Desde mi opinión personal, creo que la lección que la actual coyuntura me ha enseñado es que lo que la sociedad requiere de cada uno de nosotros es dar amor: darnos a los demás desde el alcance de nuestras posibilidades. En mi caso ha tenido que llegar una pandemia apocalíptica para hacerme despertar y darme cuenta, pero gracias a la libertad he sido capaz de afrontar la situación desde una actitud constructiva y que prestara un servicio al otro desde lo que está en mi mano. Es indescriptible explicar la tormenta de alegría que sobreviene cuando descubrimos la libertad que cada uno poseemos, pero resulta todavía más maravillosa cuando a continuación no rehuimos de ella y nos encaminamos hacia la realización. Ya lo apuntaba el Principito: “cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer”.

Alberto Pradas

Vida ELU

Una gota de agua más – “Una sonrisa por Navidad”

Por:

¡Hola a todos!,

Por 2º año consecutivo los elus de Zaragoza tenemos la inmensa suerte de poder participar en la campaña “Una sonrisa por Navidad” añadiendo nuestro pequeño granito de arena. Este año como no podía ser de otra forma, los organizadores de la campaña, la ONG Cooperación Internacional (CIONG), ha adaptado la forma de entrega de los regalos a la actual delicada situación que vivimos con la pandemia. Por desgracia esta vez sólo podemos acercar los paquetes a las puertas, y no abrirlos con los niños y ver su ilusión como en ediciones anteriores.

Agradezco a mi buen amigo Rocky desde hace años su predisposición e interés para que esta pequeña acción sea una realidad por 2º año. Él dedica gran parte de su tiempo desde hace años durante el curso a otros proyectos que lleva a cabo la ONG con decenas de familias en el mismo barrio de San Pablo.

Creo que los más reconfortante de este pequeño esfuerzo es tener la suerte de hacerlo con Rocky, y que nos cuente la evolución del proyecto con los chavales y ver como año a año, se van recogiendo los frutos gracias a su esfuerzo y el del resto de voluntarios que ayudan permanentemente durante cada curso.

Nos despedimos de vosotros hasta pronto, agradecidos por haber podido ayudar un poco con este proyecto, y por la lección de vida que los voluntarios de CIONG nos dan como ejemplo de vivir con alegría y plenitud el presente, sin dejarse condicionar, ni alterarse gravemente por sus circunstancias. Y es que esto tiene que ver mucho con la felicidad, una conquista de cada día que nadie puede hacer por nosotros.

Ignacio Pueyo

Vida ELU

Una gota de agua más – Natalia Pacheco

Por:

El pasado 11 de diciembre fue la 5ª edición del Concierto Solidario Apadrina una Sonrisa por Navidad en el que recaudamos 2.300€. Apadrinamos sonrisas porque, cada año, el dinero recaudado va destinado al apadrinamiento de Ángela, una niña filipina. El resto del dinero lo donamos a la residencia de ancianos Santa María de los Ángeles, gestionada por cáritas.

Este año nos hemos encontrado con una circunstancia nueva: la reducción del aforo por el Covid. Pero no ha sido un problema, sino una oportunidad enorme para retransmitir el concierto por streaming. Así hemos podido llegar a mucha más gente, no solo de Madrid o de España, sino de todo el mundo.

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Y, ¿cómo surgió la idea? Hablando con una amiga del Conservatorio nos dimos cuenta de la cantidad de injusticias que suceden a nuestro alrededor. Fue entonces cuando nos preguntamos qué podíamos hacer nosotras. Era la música lo que nos unía, así que decidimos organizar estos conciertos. Así ponemos nuestros dones al servicio de los demás, aportando nuestro granito de arena –o gota de agua– al mundo. No nos podíamos quedar parados ante tanto sufrimiento.

Pero lo más bonito para mí ha sido la gran acogida que ha tenido esta iniciativa por parte de nuestros amigos. Comenzó siendo un concierto de piano, pero cada año se nos une gente nueva como bailarines, magos o incluso humoristas. En ningún momento me esperaba que tantos jóvenes quisieran participar de una manera tan altruista en algo solidario. Muchas veces me he hecho esta pregunta ¿de quién me rodearía yo para cambiar el mundo? A priori me sale pensar que sería más fácil si lo hago de la mano de gente que piensa como yo, pero lo cierto es que la experiencia me dice todo lo contrario: que la solidaridad va mucho, muchísimo más allá de las ideas políticas o de las creencias religiosas.

Como ocurre en todo grupo de trabajo, hemos tenido que tomar decisiones, distribuir tareas, organizar ensayos… Pero lejos de encontrarnos dificultades, ha sido una verdadera pasada lo que íbamos construyendo entre todos. Siempre nos acompañaba esta frase: “Vale más lo menos perfecto hecho en unidad con los hermanos, que lo más perfecto hecho en desunidad con ellos” (Chiara Lubich) El ambiente de ilusión que se respiraba, marcado por un objetivo común al que mirar, ha hecho que todo culminara en un concierto precioso, con muchos más espectadores de los que nos podíamos imaginar. Y es que lo que sale a la luz es solo la punta del iceberg, pero lo verdaderamente importante es lo que sostiene esa punta, lo que a mí me gusta llamar el backstage. Y cuanto más verdadero, bueno y bello sea ese backstage, más fuerza cobra lo que se ve desde fuera.

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Cada año, tras vivir esta experiencia, solo me siento en deuda. Tengo la sensación de estar jugando a un juego en el que gano siempre el doble. Porque cuanto más doy, más aún recibo.

Cuanto menos espero, más me sorprende cada detalle. Cuanto menos me preocupo, más me emociono. Realmente es para estar eternamente agradecida.

Vida ELU

Una gota de agua más – Volunfair

Por:

Cuando pensábamos en cómo explicar qué es VOLUNFAIR, decir que es la mayor feria de voluntariado para universitarios en España, a pesar de lo impresionante que suena, se nos quedaba muy corto. Y es que VOLUNFAIR es mucho más.

Es el sueño, ahora ya convertido en realidad, de un grupo de estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales (UPM) que hace seis años decidieron liarse las mantas a la cabeza y apostar por dar a conocer al mundo esa forma de vida en la que ellos habían descubierto la felicidad. Querían despertar en los universitarios ese deseo de darse a los demás.

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Se dieron cuenta de que hay muchos universitarios comprometidos con la realidad social en la que viven, que buscan hacer más por ella, pero que muchas veces no encuentran el cómo o el donde. Y para dar respuesta a esto nace VOLUNFAIR, un espacio que anualmente reúne a más de 60 ONG y entidades sociales permitiendo a los jóvenes, principalmente, aunque está abierto a todo aquel que tenga esa inquietud, ponerse en contacto con ellas.

Esta feria que tiene lugar dos días al año, normalmente a mediados de febrero, es solo una pequeña gota, pero, ya lo decía el lema de VOLUNFAIR del año pasado… ¡No hay mar sin gotas! Aún así, esto que os contamos nos sigue pareciendo que se queda corto. Porque VOLUNFAIR no está vivo dos días, ¡VOLUNFAIR sigue vivo los 365 días del año!

Y es que si esta revolución ha ido creciendo edición tras edición ha sido gracias a todas y cada una de las personas que han decidido ponerse en juego y dar lo mejor que tenían para hacer que este proyecto saliera adelante. Solo podemos estar agradecidos por ello.

Las ONG y asociaciones dedicando su tiempo a atender a los casi 4500 jóvenes que pasan por VOLUNFAIR en dos días; la UPM cediendo espacios y recursos para que pueda tener lugar la feria; las empresas que ven un valor especial en este proyecto y ayudan a financiarlo; los ponentes que con tanta alegría y entusiasmo nos regalan sus historias; todas las personas que vienen, que lo dan a conocer y que deciden hacer del voluntariado parte de su vida…

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Y por supuesto el equipo organizador. Ese que cada año crece más y más, pero que siempre recibe con una sonrisa a todo el mundo y nos hace sentir a todos como una familia.
Formar parte de VOLUNFAIR es creer que el ser voluntario es una forma de vida y no una etiqueta que se pone uno unos cuantos días al año.
Es darse cuenta de que los jóvenes tienen mucho y muy bueno que decir y que ofrecer al mundo. ¡No hay generación perdida! ¡Como mucho está dormida, y por eso tenemos que despertarla!
Es un constante agradecer y sorprenderse por lo pequeño.
Es formar parte de un departamento, pero ir todos a una porque la meta es la misma.
Es pedir ayuda y que te lluevan los ofrecimientos.
Es aprender de otros, redescubrir una nueva mirada.
Es dar para acabar recibiendo el doble.
Es darse cuenta de que la realidad está ahí, la tienes delante y te está esperando.

“Asómate a la ventana, el mundo te está llamando para que si amas, hagas”

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Este año, la temática de la feria se centra en aportar nuestro granito de arena en nuestro entorno, que lo necesita más que nunca debido a la situación actual.
Y tú, como dice el lema de este año, ¿Estás dispuesto a ponerte tus zapatillas y sobre todo a desgastarlas? Esperamos veros a todos este año en VOLUNFAIR los días 10 y 11 de Febrero.

Y para terminar, ya que es nuestro departamento, os dejamos las RRSS para que no os perdáis nada de lo que pasa en VOLUNFAIR y para que nos ayudéis a que llegue a todo el mundo. Que nadie se quede sin la oportunidad de conocer la feria y encontrar su voluntariado. ¡Estamos en todas así que no tenéis excusa!

Instagram: @volunfair
Twitter: @VolunFair
Facebook: VOLUNFAIR @VolunFair
LinkedIn: VOLUNFAIR
Youtube: VOLUNFAIR
Por si acaso alguno no se ha enterado muy bien de qué es VOLUNFAIR, os dejamos este vídeo donde lo explican fenomenal.

María López y Cris Llordén

Vida ELU

Un gota de agua más – Tanzania Forum

Por:

 

Tenemos una noticia buenísima, y es que: ¡Tanzania Forum ya se está replicando, y no podemos ser más felices! De la mano de Ramiro Viñuales y Chema Caballero, que han estado ya haciendo encuentros en Costa de Marfil, surge Costa de Marfil Forum 2021. Pero esto no es todo, ¡Tanzania Forum pronto tendrá los primeros encuentros presenciales en terreno con las OSCs contactadas para preparar el futuro encuentro!

Inakuwa vamos a viajar a diciembre con el principal motivo de reunirnos con entidades, asistirán tres cooperantes junto con la Fundación Salvador Soler. El motivo principal de este viaje es el foro y avanzar en el resto de secciones de Inakuwa, haciendo que en todas ellas esté el espíritu del Foro, que los TFGs y estudios que llevamos puedan crecer y que todo esto se haga desde un sentido comunitario.

Sin embargo, se nos hace difícil financiar los proyectos en esta situación tras la pandemia Covid-19. Es por esto que hemos lanzado una campaña GoFundMe que nos ayude a recaudar dinero y a hacer posibles estos encuentros y el avance del resto de líneas en Tanzania.

En esta plataforma están todos los detalles de lo que haremos en Tanzania y por qué necesitamos viajar.

Equipo Tanzania Forum

Vida ELU

Una gota de agua más – Marta Morcillo

Por:

El 18 de septiembre es el World Clean up Day, y ¿qué mejor que pasar el día limpiando la playa?

Este año cayó domingo, día en que la asociación Bioagradables organiza cada mes una limpieza de playas. Éramos unos 50 voluntarios en la playa de la Patacona, en Valencia. Todos pertrechados con guantes, mascarilla, gorra (en Valencia suele hacer mucho sol) y muchas ganas de empezar.

Las limpiezas de playa consisten en recoger por áreas y por grupos los residuos que veas. Una vez recoges todos los residuos que puedas, habrá un monitor de la asociación esperándote con una tablilla (de material reutilizado) donde apuntará todo lo que hayas ido recogiendo, así como con bolsas de basura para poder reciclarlo todo correctamente. Además, se hace un recuento de todos los residuos en una plantilla oficial, que luego puede ser utilizada como fuente de información para implantar políticas ecológicas en las playas o las diferentes zonas que hayamos limpiado.

Puede que de primeras no suene muy apetecible pasar la mañana recogiendo microplásticos, botellas de plástico, bolsas e incluso materiales de construcción enterrados en la arena. Pero la verdad es que es un entorno impresionante para conocer a gente muy diversa: jóvenes, mayores, estudiantes, trabajadores, familias… Además colaboras en un proyecto que te interpela directamente como ciudadano y que ayuda a construir una sociedad más respetuosa y justa. Empiezas sin ver nada, incluso parece que todo esté bien y que no hagas falta. Hasta que te fijas en los pequeños detalles. Ahí es cuando ya no eres capaz de despegar la vista del suelo. Cuando acabas, sientes que necesitas hacer más, que aún te faltaban cosas por recoger. Es la manera más directa que he tenido para darme cuenta de lo que realmente somos capaces de hacerle al ecosistema, tanto para bien como para mal.

Esto es parte de lo que se conoce como ‘’ciencia ciudadana’’. Nosotros, personas que (algunos) no tenemos formación en ese campo, podemos acercarnos más al medioambiente y a su cuidado desde la práctica. Asimismo, nos sentimos parte de la comunidad, ya que la protegemos, la cuidamos y contribuimos a su estudio e investigación para mejorar su calidad. Es una manera de acercar la ciencia a las personas de a pie e involucrarlas en algo que repercute directamente en su día a día.

Recomiendo este tipo de actividades a todas las personas que quieran colaborar con su comunidad. Es precioso ver cómo puedes sentirte relacionado con lo que te rodea de una manera tan sencilla como es cuidando de tu entorno. Tanto como si te interesa la ciencia, como si no, esta es una de las maneras más bonitas que he encontrado para adentrarte o acercarte a ella.  Merece la pena intentarlo, ya sea en la playa, en la montaña, en los parques de tu ciudad o donde sea. Al fin y al cabo, piensa globalmente, actúa localmente, ¿no?

Marta Morcillo Martínez

Vida ELU

Una gota de agua más – Youth Revolution

Por:

Quitarnos las excusas. Todos tenemos un mínimo de ganas de echar un cable, de ayudar a quien lo necesita, de hacer algo de voluntariado…”, de esta idea nace Youth Revolution, un voluntariado creado por algunos alumnos de la ELU como Nacho Artero, Luisa Urquía, Ana Gabián, Marta Yarto, Santi Bercedo y Pablo Michavila en Madrid; Carmen García, Lucía Pina, María de Jorge y Jorge Úbeda en Valencia; y Amaya Vizmanos en Pamplona, junto con más amigos.

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Pablo cuenta que la idea surgió de casualidad: “Un día un colega me pide que le busque un voluntariado para el sábado y creamos varios grupos de Whatsapp a los que se unen 1500 personas”. En ese momento se dieron cuenta de que hay muchos jóvenes con muchas ganas de darse a los demás, “pero que el problema es que muchas veces no tenemos ni idea de cómo hacerlo. Y nos entra la flojera”. La idea es que a través de Youth Revolution “conozcamos diferentes planes que podemos hacer viernes por la tarde, sábados por la mañana o domingos. Sin compromiso y con la única intención de aportar lo que podemos y de paso conocer a otra gente muuuy grande”.

Actualmente han llevado a cabo diferentes acciones. “Para el corto plazo, planes lo más COVID-free posible. Café solidario por las calles de diferentes ciudades de España, ayuda en comedores sociales, repartos de comida a familias sin recursos…; y para el largo plazo, estamos pensando en visitas a hospitales de niños con cáncer o enfermedades crónicas, visitas a residencias de ancianos, clases a chavales sin recursos…”

Las sensaciones están siendo “de flipe e incredulidad” de todos los frutos que saben que pueden llegar a dar con estas acciones. ¿Quieres colaborar con ellos? Tienes toda la información en su cuenta de Instagram @youth.revolutionn y también puedes ayudar con la compra de un forro solidario en su web. ¡Ponte en juego!

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Beatriz González del Yerro – Una gota de agua más

Por:

Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale! (s. Josemaría Escrivá de Balaguer)

La medida de la entrega no es otra que la medida del Amor que se ha puesto en ella. Así no hay actos pequeños, si se hacen por Amor. Este año 2019-2020, he tenido la oportunidad de entregarme un poco más en un proyecto misionero de voluntariado llamado “Misión País”.

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Misión País es un proyecto de jóvenes universitarios católicos, con anhelo de misionar y entregarse a los demás. La Misión consiste en compartir, durante una semana, la alegría de la fe en Cristo, de la mano de María, en pequeños pueblos de España a través de la entrega, la escucha y la disposición para ayudar. 

Es una oportunidad para ponerse al servicio tanto de la Iglesia como de personas necesitadas, teniendo a vivencia de voluntariado, oración y servicio desinteresado a los demás. Es un regalo que la Juventud de Schoenstatt quiere entregar a España, para volver a hacer de ella una Tierra de María.

La Misión dura una semana, y se realiza durante 3 años en un mismo pueblo. Este año se han llevado a cabo 9 misiones distintas, varias de ellas promovidas por grupos de jóvenes universitarios de las Universidades de Comillas, Carlos III y la Politécnica de Madrid. 

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El haber tenido la oportunidad de coordinar este proyecto durante este año me ha hecho caer en la cuenta de la importancia de ser agradecidos y de querer entregarnos en las pequeñas cosas, con las personas de nuestro alrededor, de nuestro propio país… Es en las pequeñas cosas de cada día, en nuestros proyectos universitarios, en nuestros lugares de estudio, familias donde tenemos que entregarnos. Si solo esperamos a las grandes situaciones y proyectos para ponernos en juego, qué pocas veces podremos regalarnos a los demás. 

Ojalá sepamos salir al encuentro del otro en las pequeñas cosas del día a día, porque por Amor, hasta una mínima gota, se vuelve grande. 

Youtube: ¿Qué es Misión País?

Página Web: www.misionpais.es

Instagram: @misionpaisesp

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Ruth Muñoz – Una gota de agua más

Por:

¡Hola a todos! Soy Ruth Muñoz y soy voluntaria.

A veces ocurre, que incluso rechazo la palabra voluntariado por la connotación que se tiene en ciertas partes de él, ya que creo que ser voluntario no debería ser “voluntario”, “opcional”, creo que es un camino que se elige en la vida. Considero, por tanto, que no es algo ocasional, que no es un lugar, un momento donde actuar por el bien, es una filosofía de vida que impregna cada recoveco que nos compone.

Creo que para nadie es una opción reflexionar y actuar por el bien común, de hecho, como bien hemos ido viendo todos estos años en la ELU, es algo inherente al ser humano. Todos, a nuestra medida, actuamos diariamente por ser felices, mínimo personalmente y con aquellas personas que amamos, y a veces, incluso por personas desconocidas, a las que también se ama. Es por ello, por lo que llamar voluntariado a dedicar mi tiempo a personas que amo, me resulta demasiado frío y distante.

Y, ¿quiénes son esas personas que amo? Sencillo, todo el mundo. Ojalá vivir en un mundo en el que pasear por ciertas zonas de Valencia no implicara poder molestar a personas sin hogar, y a su vez, ningún niño muriera de hambre en Etiopía, como bien muestra el cooperante Iñaki Alegría desde sus redes sociales.

Entiendo el voluntariado como una manera de ser en el mundo, algo que no se puede activar participando de un programa específico y se desactiva cuando estás con tus amigos o viendo la televisión. El voluntariado es política directa, hacer la compra de una manera concreta en un sitio determinado es voluntariado, rechazar consumir un producto o alimentos, vestir de una manera concreta, formarse acerca de un tema, también lo es. El voluntariado no implica necesariamente tu acción concreta, puede ser una acción colectiva, o ni siquiera eso, puede ser un grito colectivo, el apoyo a una causa determinada por redes sociales.

El problema que creo que envuelve este tema, es que tanto fuera como dentro se asocia mucho el voluntariado con la caridad, y desde luego que estoy de acuerdo, pero lo entiendo más como una caridad relacionada con la solidaridad. Darme al otro de un modo altruista, aprender de él, pero siendo consciente de que lo que posibilita mejorar tanto su vida como la mía va más allá de mi acción, no somos protagonistas, somos engranajes de una maquinaria que una persona voluntaria sola no puede mover, se necesita vivir de un modo determinado, asociarse y mirar a otros para que a través de la solidaridad común, podamos mejorar realidades.

Respecto a mi situación concreta, después de años acudiendo a una residencia de ancianos con el colegio, al llegar a la Universidad sentí una gran llamada de informarme y actuar. Ese fue el momento en el que me metí en Magis, comunidades de vida cristiana de los Jesuitas en Valencia, donde, además de compartir mi fe, cada uno vivía y compartía sus experiencias. Conocí a gente muy interesante y con mucha experiencia en acciones concretas, prisión, bancos de alimentos, clases de castellano a migrantes, etc. A través de Magis he asistido a formaciones y estamos en contacto con distintas Asociaciones y ONGs locales, religiosas y laicas con las que he podido colaborar.

Hace dos años, fundamos un proyecto de educación no-formal para niños de primaria, el proyecto Punt Jove, en el que poder unir a familias del Colegio San José de Valencia, con familias del barrio Intramurs en riesgo de exclusión social, un encuentro intercultural para ayudar a que los niños crezcan en un entorno diverso y tolerante.

Después de dos años y coincidiendo con mi último año de carrera, decidí buscar un lugar en el que pudiera aportar, ya no solo personal, sino también profesionalmente, y conseguí ponerme en contacto con un proyecto que hoy me sigue sorprendiendo. Se trata de una casa de dos religiosas Auxiliares del Buen Pastor, que comparten piso con 4 o 5 mujeres en riesgo de exclusión social.

La labor que hacen las religiosas junto a las trabajadoras sociales es increíble, todas juntas forman una familia de la que he tenido la suerte de poder formar parte desde septiembre. Voy una vez a la semana a comer con ellas y si necesitan ir a comprar, a pasear o les apetece salir a tomar un helado, las acompaño. Mi función es esa, acompañar, escuchar y hablar con ellas.

Me lo paso genial porque ya tenemos mucha confianza, de hecho, hay días en los que dedicamos toda una tarde a ver telenovelas de Nova una detrás de la otra, o les doy un taller de fotografía con sus móviles y les enseño a editar las imágenes.

Me cuesta pensar en que lo que hago sea una acción concreta y nada más, porque aseguro, que gracias a cada una de ellas he aprendido acerca de realidades que desconocía por completo, y que día a día, defiendo y protejo hasta el final. Mi función como voluntaria no termina en el momento en el que salgo por la puerta de su casa, continúa de otra manera.

Es por ello por lo que me gustaría que el voluntariado no se viera como “algo que hago cuando tengo tiempo” o “eso que me hace sentir bien porque ayudo a los demás”. No hay excusas para no destinar tu vida a ello.

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Carlos Marín – Una gota de agua más

Por:

No habría alcanzado aún la mayoría de edad, cuando ya comenzaba a plantearme su utilidad, el verdadero uso que yo podría darle. ¿Servirían esos 18 años para algo más que para pasear mi DNI cual exposición ambulante? Tras un breve período de búsqueda, hallé la respuesta, y es que a partir de entonces podría dedicar mi tiempo a personas más vulnerables, con sacos de ilusión en cada una de sus habitaciones y una lección de vida que aportar a cada instante.

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Fue así como comenzó mi voluntariado con ANDEX (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía) en oncología infantil del hospital Virgen del Rocío. El miedo y los nervios formaban una dupla indivisible en mis primeros momentos, aún sin saber qué respuesta recibiría o si realmente podría servirles de ayuda. Sin embargo, tan abrumador fue lo que allí descubrí que no he vuelto a experimentar esa sensación desde el primer día, cuando ya comencé a considerar aquello como un hogar.

Desde entonces, cada fin de semana se ha convertido en un motivo perfecto para sonreír, dejar mis aparentes problemas a un lado y celebrar la vida junto a ellos: niños de no más de 12 años cuya mayor fantasía es que alguien les dedique su tiempo jugando, bailando o simplemente hablando. Desde futbolistas hasta moteros, pasando por Papá Noel y algún que otro payaso, han visitado ya la planta durante mi todavía corta experiencia, en la que he tenido la oportunidad de conocer a personas brillantes que tratan de aliviar con todo su esfuerzo su paso por esta frágil situación.

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Dada la tesitura actual, y teniendo en cuenta la especial debilidad de los chicos, hace ya tres meses que suspendimos la actividad, por lo que decidí buscar alternativas. Así, durante el mes de mayo he ayudado como realizador en la transmisión de eucaristías online que diariamente llegaban a más de 1000 hogares desde el que fue mi colegio. Después de tantos años correteando por aquellos patios y aprendiendo tanto en aquellas clases, ha sido un pequeño gesto que me ha permitido darles una mínima parte de todo lo que allí he recibido.

Ahora estoy nuevamente en búsqueda de proyectos, de formas de entregarme. Tratando de encontrar más personas con las que compartir la felicidad.

Carlos Marín

Sin categoría

Silvia Tévar – Una gota de agua más

Por:

ESCUCHA Y AMA

Todavía recuerdo el olor del salón, aquella mezcla de antigüedad, limpieza y tranquilidad que me saludaba cada vez que llegaba. Hace ya nueve meses desde que tuve la oportunidad de ir, durante dos semanas, al convento de Santa Mónica. Hace ya nueve meses que, acompañando y sirviendo a los ancianos que allí residen, descubrí la importancia del escuchar y el acompañar.

Cada tarde, las monjitas del convento me recibían con una sonrisa nueva, con un brillo en la mirada que removía mi corazón. El primer día estaba un tanto nerviosa: había llamado esa misma mañana preguntando en qué podía ayudar y me habían respondido que necesitaban a gente para dar de cenar a los mayores y hablar un poco con ellos. “Nada complicado”, me dijeron. Sin embargo, recorriendo aquellos pasillos de piedra fría, caminando por primera vez hacia la salita de estar, una pejiguera inquietud bailaba en mi interior: ¿me verían con buenos ojos? ¿Y cómo empezar a hablar con ellos? ¿Me aceptarían?

Apenas hicieron falta unos segundos para que mis dudas iniciales se disiparan: tan pronto como entré en la estancia, un hombre que más tarde se presentaría como Luis me sonrió con sorpresa y curiosidad. Su mirada, una maraña de cariño, paciencia y energía. “¡Caramba!” Fue lo primero que dijo. Y así, a partir de aquel instante, comencé un camino que todavía hoy trato de explorar: el de aprender a escuchar, a acoger con asombro y respeto las historias de aquellas personas que, cada tarde, antes de cenar, me contaban un poquito más de sus vidas, de sus anhelos, de las pequeñas actividades diarias que podían llevar a cabo día a día. Me di cuenta de que la vida se vive y se ama en los pequeños gestos diarios; de que, a veces, lo importante es simplemente estar ahí. Con ellos exploré esa Valencia que tan solo conocía a través de los libros de historia. De su mano descubrí qué significa trabajar en el campo, día tras día, con infinita paciencia y tesón; aguantar las heridas del esfuerzo para darles un futuro a las personas amadas. Conocí qué se siente cuando algunos días las fuerzas son escasas, cuando la debilidad impide incluso jugar a las cartas. Gracias a Pedro, Carlos, Luis y Alfonso comprendí qué significa querer a un hijo a pesar de sus idas y venidas; la importancia del perdón, de la gratitud y la responsabilidad de la paternidad.

Por otro lado, dándole la papilla a Amadeo, un anciano de la segunda planta, comprobé qué esencial es la fuerza de voluntad. Para mi compañero, cada cucharada era una lucha por hacer que aquella pasta descendiera por su garganta. Sin embargo, él allí estaba, sorbiendo y resistiendo, pidiendo más con la cabeza. Las monjitas y voluntarios del convento también fueron una clara muestra de ello: su pasión, dedicación y entrega atraparon mi corazón. Fregando, organizando, limpiando, moviendo a los mayores, curando a los enfermos, acostándolos… Nunca perdían ese brillo en la mirada, ese cuidado, ese cariño por todo lo que hacían.

Y es que, en esas dos semanas aprendí cómo el amor es el motor del ser humano, la fuente que se parte y se reparte. El amor, el sentido de la vida.

Silvia Tévar

Sin categoría

Gloria Rodríguez – Una gota de agua más

Por:

¡Hola familia! Soy Gloria y os quería hablar sobre UN INICIO, un proyecto de catering social que en la situación que estamos viviendo ahora, ha comenzado a ayudar a las familias más necesitadas.

UN INICIO es una entidad que conozco bien porque surgió impulsada por mi madre, mi hermana y otros amigos. Se dedican a acompañar, formar, educar y emplear a jóvenes pertenecientes a ciertos colectivos en desigualdad de condiciones a través de la gastronomía. Sin embargo, dada la situación, como muchas otras empresas, se han visto obligados a reinventarse. Entre otras cosas, han decidido acompañar a las familias vulnerables que sufren los efectos de esta crisis, preparando cajas de alimentos y llevándolas a sus casas. Comenzaron este proyecto gracias a las donaciones de terceros y han llegado a ayudar a más de 6000 personas. Debido a la cercanía con estas familias, han visto que hay muchas que están pasando por situaciones complicadas, y este número no hace sino crecer. Es por esto que, gracias a los voluntarios que se están ofreciendo, se está pudiendo ayudar a casi 1000 familias a las que se visita de forma recurrente con la intención de acompañarles y ofrecerles cajas solidarias.

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A lo largo de la cuarentena, mi madre y mi hermana llegaban a casa todos los días impactadas por la situación tan difícil que se está viviendo. Ellas nos contaban con detalle lo que iban haciendo, lo que iban viendo, la gente con la que se han ido encontrando, y cuanto más nos contaban, más ganas nos entraban de ir a echar una mano. Sin embargo, dada mi situación en la universidad, veía que lo que se me ponía ahora delante era asistir a mis clases y enfrentarme con el estudio. Y esto ha sido difícil, porque no entendía por qué me encontraba un sábado por la tarde estudiando mientras toda mi familia estaba repartiendo cajas de alimentos.

Mi tía, a la que le pasa algo parecido, porque está también trabajando y se muere de ganas de ayudar, me decía que para ella fue clave recordar la frase de Santa Teresa de Calcuta “No es tanto qué hagas, sino en qué pongas el corazón”. Y es verdad, porque igual que marca la diferencia la ayuda que están dando desde UN INICIO, marca la diferencia cómo me ponga yo delante del estudio, por qué estudio. Pero como soy un poco cabezota, aun así insistí en que si podía hacer algo para ayudar desde casa, que contaran conmigo. Y así fue, me propusieron llamar a las familias para ver cómo ayudar, a quienes llevar la caja y qué necesidades había. Y eso he estado haciendo en estas últimas semanas. Ha sido algo realmente impactante. Al final estamos encerrados en casa, sin saber bien qué sucede fuera, y de repente te chocas con una realidad que, aunque supieras que está, yo al menos no era del todo consciente. Durante la cuarentena, en mi cuarto, me era muy fácil caer en mis problemas y mis quejas, y sin embargo estas llamadas me han hecho mirar esta situación con una perspectiva más amplia.

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Me ha sorprendido también darme cuenta de que estas familias sí, necesitan ayudas y alimentos, pero más que eso necesitan estar acompañados. Me ha pasado ya con varias personas que me cuentan que están solas y se echan a llorar, agradeciendo infinitamente el poder hablar con alguien.

A raíz de esto, he empezado a llamar a algunas personas que están solas simplemente para hablar. El pasado viernes llamé a Verónica, que anteriormente me contaba que estaba sola y pasándolo muy mal, y cuando colgué no daba crédito a lo que acababa de pasar. Yo la llamaba con la intención de charlar un rato, de acompañarla un poco, y cuando colgué, esta mujer me había dado mil vueltas. Verónica me contaba que durante este tiempo había empezado a leer libros de la carrera que dejó en el pasado, simplemente por amor al arte, por enriquecerse, y me decía “Si es que yo soy muy curiosa, a mí me gusta leer de todo, y ahora que tengo más tiempo, no pierdo oportunidad. Algunos compañeros me dicen que por qué leo eso si no me va a servir para el trabajo, sin embargo yo creo que esto es una riqueza que no tiene precio.” Y yo me veía estudiando con pereza, y sin ilusión, y de repente Verónica me recuerda que no es tanto para qué estudies, sino porqué, qué tiene de atractivo ahora aquello que he decidido estudiar.

También me contaba la situación de falta de compañía que estaba viviendo, no solo a nivel físico sino que veía cómo muchos de sus amigos le habían dado la espalda en esta situación, que se sentía sola. Y esto me hacía ver lo afortunada que soy, que tantas veces, y en estos días, miro más lo que me falta, lo que me gustaría que sucediera, y no lo que ya hay, empezando por tener una familia. Verónica me había ayudado mucho más que yo a ella, y como dice un amigo, vi cómo efectivamente la vida está para darla, ya sea repartiendo cajas de alimentos, estudiando o con una simple llamada.

Por último, quería hacer un llamamiento para animaros a colaborar como voluntarios. Desde UN INICIO cada vez reparten a más familias y necesitan ayuda para ello, por eso os animo a, si tenéis un hueco y ganas, apuntaros y echarnos una mano. Podéis repartir cajas de alimentos con vuestro padre, vuestra hermana, o algún amigo; o venir a ayudarnos a montarlas. ¡Gracias familia!

Uninicio

Vida ELU

Reyes Hernández – Una gota de agua más

Por:

Desde septiembre del pasado año colaboro con el Banco de Tiempo Solidario Tantaka, que se encarga de ofertar diversos voluntariados en la Universidad de Navarra. Desde mi Colegio Mayor les preguntamos directamente qué proyecto necesitaban que apoyáramos, y nos ofrecimos voluntarias para cubrir las plazas que faltaran.

Todos los sábados, después de comer, nos acercamos a un barrio de inmigrantes en Pamplona, donde la mayoría de niños y jóvenes se encuentran en riesgo de exclusión social. En un polideportivo, que financia la fundación Mapfre, pasamos una hora entrenando con ellos al baloncesto. La idea surgió a raíz del tiempo que pasaban estos niños encerrados en casa, jugando a las maquinitas, y muchos de ellos en situaciones familiares comprometidas. Había que sacarlos de casa de alguna manera.

El baloncesto es un deporte que transmite muchos valores: compañerismo, paciencia, esfuerzo, superación, respeto por los demás, perseverancia e igualdad, entre muchos otros. No solo es una manera de distraer a los niños y jóvenes, sino que también va construyendo en ellos la base de lo que serán el día de mañana gracias a esas virtudes.