Una gota de agua más – Cabalgata solidaria

12 ENE

Cristina de Alfonso y Elena Sánchez, 3º ELU 

Qué mejor momento que la Navidad para darse a los demás, para agrandar el corazón y para llevar al mundo aquello a lo que estamos llamados a ser y dar. Y así, a través de una invitación inesperada, llegó entre nuestras manos un auténtico regalo en el que no pudimos disfrutar más.

El 4 de enero, cumplimos el sueño de todo niño: ser paje.  

Cooperación Internacional es un organismo que nace de la necesidad de cambiar el mundo perseguida por una certeza: somos nosotros los agentes de cambio. Así, a través de infinidad de proyectos, colaboraciones de distintas entidades, programas de voluntariado y acciones sociales; persiguen, día a día, su objetivo de trabajar por y con los demás.  

Todos los años, organizan una Cabalgata Solidaria para que los niños de la Cañada Real, puedan recibir la visita de sus Majestades de Oriente. Tras unos años parado por la pandemia, retomar esta iniciativa era una fuente inmensa de ilusión y, en nuestro caso, podernos convertir en pajes por primera vez, lo convirtió en un encuentro más especial aún. 

Llegamos allí pronto a un barrio que aún dormía y, donde, reinaba el silencio entre sus calles inundadas por barrizales. Apenas había camino, pero unas grandes pinturas adornaban sus muros y llenaban de color aquel lugar. Allí, nos dimos cuenta de que la” periferia” no debería ser un punto olvidado en el mapa ni tampoco una excusa para alejarnos de aquel lugar. A tan solo media hora de nuestras casas, se abría una realidad distinta y veríamos, a lo largo de la mañana, cómo nos sorprendería. 

Puestas en acción con nuestro disfraz y acompañadas por un grupo de jóvenes inquietos, empezamos a preparar nuestras carrozas repletas de caramelos, a decorarlas con cuidado y a llenarlas de música para animar a todos sus vecinos. Y así, una vez empezó, los niños y sus familias salieron a la puerta de sus casas para saludarnos e, incluso, para acompañarnos durante todo el recorrido.  

Sus miradas se iluminaban al vernos pasar y su “gracias” era infinito, sincero y emocionante. La felicidad que transmitían los padres mientras contemplaban a sus hijos, es algo que también nos llevamos para siempre. Sin ser demasiado conscientes, éramos la ilusión de su Navidad y, por cómo nos miraban, por la alegría con la que nos acogieron y sus sonrisas delatadoras, conseguimos despertar a una población atravesada por duras circunstancias, por grandes dificultades socio-económicas y por una estructura de vida tan distinta a la nuestra que conlleva a la preocupación, incertidumbre y tristeza.  

Nos llevamos su cariño y su forma de mirarnos. Ellos nos volvieron a recordar que la Navidad se vive en lo pequeño, en lo sencillo, disfrutando de la cotidianidad y, convirtiendo lo “ordinario”, en instantes extraordinarios. En aquella mañana que compartimos con ellos, volvimos a reafirmarnos en lo valioso que es salir al encuentro del otro, independientemente de las circunstancias. Al fin y al cabo, cualquier dificultad pasa completamente a un segundo plano cuando se trata de darse a los demás. 

Os dejamos algunos instantes en los que, por un momento, se congeló el tiempo y donde, su única preocupación, era conseguir algunos caramelos. Lo que ellos no sabían es que, mientras que llenaban sus bolsillos, nosotras seguíamos llenando nuestro corazón. 

Ojalá la vida nos deje seguir coleccionando esas miradas donde todo se detenga y no importe nada de lo demás.