Querido elu:
Tras unos días siendo testigos, con tristeza y dolor, de lo que está sucediendo en las zonas afectadas por la DANA queríamos escribir unas líneas que nos ayudasen a reflexionar juntos.
Las imágenes que llegan al resto de España son desoladoras y la realidad nos consta que es peor aún. ¿Qué queda después de algo así? ¿Cómo manejo la mezcla de sensaciones que tengo? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Cómo ayudo? Son preguntas que todos tenemos en nuestra cabeza y sobre todo en nuestro corazón, que intenta ponerse en el lugar de las personas que lo han perdido todo y que siente impotencia por lo grande que es el problema y lo pequeños que somos nosotros ante él. Pero es en esa pequeñez donde seguimos teniendo algo que decir y que también nos dice algo a nosotros.
Todos compartimos la sensación de querer dejarlo todo y hacernos presentes ayudando a limpiar, repartir alimentos y ropa o acompañar y escuchar a aquellos que necesitan hablar con alguien. Algunos podrán hacerlo, pero otros no. ¿Cómo es que en esa pequeñez todos compartamos el querer estar allí? ¿Puede esto decirnos algo del corazón humano, de los grandes deseos que tiene y de lo pequeña que es a veces la realidad para poder satisfacerlos? ¿Y entonces? ¿No hago nada? ¿Qué hago?
Puede ser que una clave para intentar dar respuesta a tanta pregunta sea mirar al otro, al que se ha quedado sin nada, al que va a necesitar mucho tiempo y dinero para que su vida vuelva a ser lo que era, al que ha perdido un familiar, un amigo, un vecino, o al que ha vivido algo que le va a costar olvidar. Mirarles a ellos – y no tanto a nosotros mismos- y lo que necesitan y si hay algo en lo que creo que puedo ayudar, hacerlo. Cada uno desde el sitio en el que estamos, en lo que nos toca y responsabilizarnos de ello.
¿Cómo es posible que se junten en el horror momentos de belleza y humanidad? ¿Puede ser que esos pequeños e incluso diminutos momentos de belleza sean lo que pueda dar esperanza a aquellos que la han perdido?
El ser humano, aparentemente débil frente a la fuerza de la naturaleza –aunque a menudo, en nuestro tiempo, se haya creído que puede someterlo todo a su medida y orden— es sin embargo capaz de sacar lo mejor de sí mismo en momentos de destrucción y desolación.
Y es que el ser humano se aferra a la belleza para poder vislumbrar en ella la esperanza de un futuro. Ojalá cada uno seamos desde donde nos toque y elijamos estar una ventana a la esperanza que hoy, allí, es muy necesaria.