mARTEs – Desayuno

03 NOV

¿Qué tal estáis? En la publicación de hoy, al menos dos pares de ojos (que podamos apreciar en la escena) nos reciben como si acabáramos de irrumpir en la estancia. Estos ojos tan atentos pertenecen a los hijos de la pintora, Zinaida Serebriakova. Esta artista rusa (que nació en la actual Ucrania) de principios del siglo XX tuvo la maldición de no encontrarse nunca en el lugar correcto: durante sus primeros años, sus influencias postimpresionistas eran recibidas como demasiado poco convencionales por el público ruso; sin embargo, tras la revolución de 1917, el arte soviético, que seguía las vanguardias abstractas del constructivismo, la descartó como demasiado conservadora.

Mónica Solís es estudiante de cuarto curso de Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y nos comparte esta obra, en gran medida, por la sensación de sosiego que supone en la convulsa vida de su autora:

«La verdad es que llevaba mucho tiempo queriendo colaborar con vuestra cuenta, pero no sabía qué obra elegir. Os voy a ser sincera: al final no decidí yo, sino que la casualidad lo hizo por mí. Me encontré con un hilo de Twitter sobre esta artista tan desconocida y supe que era la indicada.

Aunque, cuando vi esta obra, lo primero que se le ocurrió a mi cabecita caprichosa es que parecía de todo menos un desayuno: ¡¿a quién le apetece una sopa por la mañana?! No podía sentirme menos identificada con estos tres pequeños, separada de ellos por más de cien años y por una cultura lejana y ajena.

Pero entonces vi el plato con las palmeras de chocolate: mi dulce favorito. Y, en esa milésima de segundo, volvieron a mí, como en un comprimido intenso, todos los recuerdos de cientos de desayunos de mi infancia. Todas las sonrisas que me producía ese manjar chocolateado y, sobre todo, el estar rodeada de mis hermanos. Ahora vivo con dos compañeras de piso a las que quiero mucho… pero nuestros horarios nos impiden desayunar juntas, algo que me encantaría hacer.

El marido de Zinaida moriría cuatro años más tarde de la fecha de la que data la obra, y la vida de la artista se dificultaría mucho. Pienso que ella, también, querría volver a ese preciso y precioso instante en el que todo era tan simple como compartir una palmerita con sus hijos. Y en eso, de alguna forma, más allá de los siglos y los idiomas, estamos juntas».