¡Hola a todos!
Soy Carmen Gago, estudio Física e Ingeniería de Materiales en la Universidad de Sevilla y este curso he tenido la gran suerte de poder irme de Erasmus a París. Hace poco más de un año, la idea de irme fuera de casa no rondaba por mi mente, ya que Sevilla es una ciudad que me encanta y que me hace muy feliz (es verdad lo de que tiene un color especial). Sin embargo, un amigo de la carrera me habló de la Universidad Paris-Saclay, la cual ofrecía varias plazas para acoger a estudiantes Erasmus. Mi amigo compartió conmigo todas las razones que le animaban a vivir una experiencia internacional allí, consiguió contagiarme la ilusión y, en un cambio de último momento, decidí sumarme a él en esta aventura.
A principio de septiembre llegué al lugar que sería mi hogar durante diez meses. Me fui a vivir cerca del campus universitario, situado unos kilómetros al sur de París. Lo que más me llamó la atención de la uni fue la infinidad de conexiones que tiene con la investigación científica y el gran número estudiantes internacionales que alberga. En lo que respecta a lo académico, la enseñanza y la evaluación son muy distintas a lo que estamos acostumbrados en España, lo que requiere tener los pies en la tierra y ser constante para poder llevarlo todo adelante. A pesar de esto, puedo decir que aquí he disfrutado mucho aprendiendo, reconectando con la razón por la que elegí estudiar Física y yendo más allá en cuestiones que jamás se me habían planteado.
Tras acabar el curso en abril, estos últimos meses he tenido la oportunidad de hacer prácticas en la Universidad de la Sorbona, en pleno centro histórico de París. Esta experiencia está siendo el mejor cierre a un año lleno de emociones y de crecimiento. He podido ver de cerca cómo se trabaja realmente en un laboratorio de investigación, del cual todos me han hecho sentir parte desde el minuto uno. Este lugar de ensueño me ha hecho perder el miedo a lo desconocido, derribando las barreras que tenía en mi mente.
Y, bueno, ¿qué decir de la ciudad que me ha acogido durante este tiempo? No miento cuando digo que nunca se acaban las cosas que hacer y que visitar en París. París alberga todo lo que te puedes imaginar y más; es un lugar que inspira, que ilumina. Caminar por París es descubrir algo nuevo en cada esquina, en cada plaza, cada puente… Es una ciudad de la que nunca te cansas ya que se renueva constantemente. En Navidad, París te hace vivir en un sueño y en primavera te otorga más horas de luz para que la veas florecer. Merece la pena vivirla los 365 días del año.
Por supuesto, como le decía el otro día a una amiga, París es una ciudad preciosa, pero disfrutarla en buena compañía la hace aún mejor. Todo lo que he vivido este año no hubiera sido nada sin haber estado al lado de personas maravillosas que me han dado la mano para dejarse sorprender. Personas que han hecho que mi lista de planes pendientes no tuviera fin. Personas que han conseguido que los miles de viajes en RER B se pasaran volando. Personas que me han hecho viajar dentro y fuera de esta ciudad, haciéndome sentir como en casa. Personas con las que he comprobado que la felicidad se multiplica cuando la compartes y con las que he descubierto emociones que ni sabía que existían. Personas junto a las que he confirmado que París tiene motivos más que suficientes para ser llamada “la ciudad del amor”. A todos ellos: gracias. Esto no se acaba aquí.
Además, también he tenido la tremenda suerte de poder redescubrir la ciudad a través de los ojos de otros. Y con ese “otros” me refiero a las personas que más quiero. He sido inmensamente feliz recibiendo visitas y siendo la guía turística de mi familia, amigos de mi pueblo y de la uni, de mis queridos ELUs y de alguna que otra visita sorpresa. Cuando parecía que ya conocía todo lo que París tenía que ofrecerme, llegaban ellos y con su mirada y su asombro me hacían volver a disfrutar incluso de subir una y otra vez las interminables escaleras de la Torre Eiffel o del Arco del Triunfo. Me han hecho revivir constantemente la ilusión y valorar la suerte de vivir aquí.
Escribiendo esto a las puertas de despedirme de París, no puedo evitar sentir un poco de pena. Aunque suene a tópico, sé que la persona que vuelve a casa no es la misma que la que se fue. Me voy con el corazón lleno y con brillo en los ojos, sabiendo que París me ha hecho reconectar y me ha dado el impulso que no sabía que necesitaba. A principio de curso escribí: “Lo único que busco es que al volver a casa pueda decir que viví este año a mi manera”, y así ha sido. No sé si esta ciudad me volverá a brindar hogar en un futuro, pero lo que sí que sé es que un trocito de París y de la gente que me ha acompañado en el camino se quedará en mí para siempre. Y un trocito de nosotros se quedará en cada esquina que nos ha visto reír.
… À bientôt!