París

Vida ELU

Elus por el Mundo – Elena Sánchez

Por: ELU Admin

Elena Sánchez, 4º ELU

Me costaba pensar que terminara haciendo mío un lugar nuevo en un tiempo relativamente corto. O mejor dicho, saber que en algunos de sus rincones, quedara algo de mí, de mi forma de ser y ver el mundo. Nunca pensé que mi tan soñada París fuera tan amplia, elegante, especial. Cuánta belleza envuelta en ternura y cotidianidad, en sus cielos anaranjados en lienzo grisáceo, en su tránsito por el Sena, en sus impresionantes calles llenas de promesas ajenas. Cuánta profundidad descifrada a través de su historia, escondida en su cultura y cuántos secretos albergan cada una de sus esquinas: desde las más turísticas a aquellas que tan solo conocen a los que más les gusta perderse. Es en esa mirada atenta e inquieta de donde brota la sensibilidad y el agradecimiento ante lo que sucede, lo que se me pide y dónde me llaman.

El “sí” a París fue meditado, confiado y convencido.

La incertidumbre envolvía la plena ilusión. Por qué mi corazón intuía que debía marcharme a París si estaba feliz en Madrid, pensando en cómo continuaría mi cuarto año de medicina en la Universidad Complutense. Qué me movía a querer hacer maletas para entregarme en todos los sentidos a esta nueva llamada, a esta ventana llena de luz que se presentaba como un regalo inmerecido. El entusiasmo abrazó al vértigo y saltando con él, empezó un año tan bonito en mi vida…

La ciudad del amor, París. Y sí, es la ciudad que te invita continuamente a amar quién eres, de dónde vienes y hacia dónde anhelas construir tu proyecto. En esa vuelta a la raíz y haciendo memoria, uno no puede dejar de agradecer a quiénes te esperan en casa con el mayor de los abrazos. Y saber que, a tan solo una llamada o un mensaje, tienes la palabra de alivio de siempre, es otro privilegio. Y al mismo tiempo, te recuerda la importancia de cuidar a quiénes más quieres, diariamente y sin excusas para que ese vínculo siga creciendo, en una circunstancia algo particular.

Echo la vista unos meses atrás y me impresiona el enorme esfuerzo que he hecho por estar a la altura de un ritmo académico muy exigente. Y, también, valoro el entramado de lazos que he construido, en todos los ámbitos. Y aunque muchos de ellos vuelven conmigo a Madrid, una gran parte de ellos se queda en París, especialmente con mis pacientes y la suma de sus historias, cicatrices y vidas que han sido un destello que me ha ayudado a entender parte de la mía.

Gracias a su generosidad, conversación y paciencia durante mi aprendizaje, he vuelto a reafirmar, redescubrir y entender qué es ser médico con mayor profundidad, con plena entrega y compromiso. La propia vocación se desarrolla viviéndola y aunque no tiene que estar necesariamente vinculada a un lugar en concreto, es innegable que en París he encontrado un mirador con vistas más amplias: de expansión, de explorar y servir a través de la escucha.

Ahí reside la mayor belleza de nuestra profesión: en quién nos mira con su vulnerabilidad al descubierto, en quién nos busca a través de una mirada y en quién necesita la palabra justa en un momento puntual o tan solo esperar en silencio.

Las visitas cada mañana al pie de una cama, encontrarme con muchas personas en los momentos más bellos o amargos de sus vidas, traer vida al mundo y agarrarla con mis propias manos, disfrutar de un descanso al sol leyendo en los Jardines de Luxemburgo o ver Montmartre iluminado por la ventana en una noche de guardia, han sido algunas pinceladas de estos meses. Hace una semana, hablando con una paciente que se había dedicado toda su vida a la pediatría, me recordaba que en lo que más nos debemos esforzar es en cultivar nuestras relaciones humanas, como elemento vertebrador de nuestra persona. Y aunque el idioma puede llegar a dificultar algunas de estas conversaciones, hay un lenguaje que es universal y que trasciende cualquier barrera; al contrario, crea puentes: la sonrisa y la empatía.

Rescatando las palabras de una gran amiga, no solo hay lugares e instantes cosidos al corazón; sino más aún, personas. A todos los rostros que empezaron siendo coincidencia y pura casualidad y que han terminado siendo fuente de verdad, diversión, felicidad y amistad, no puedo dejar de darles las gracias. A través de ellos, he podido conocerme más aún en profundidad y compartir nuestras vivencias, distintas pero no lejanas.

“Al final del camino me dirán:
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”
(Pedro Casaldaliga)

Como todo lo que nos conmueve, salir de casa nos empuja a hacernos preguntas casi de forma cotidiana, a querer comprender el porqué de nuestras decisiones, a tener la posibilidad de elegir continuamente cómo y con quién vincularnos o de qué forma encontrar descanso en el corazón por medio del silencio. Es precisamente por esa toma de decisiones continua, la que nos permite elegir cómo construir nuestro propio Erasmus, cómo hacer de París, tú propio París.

El agradecimiento es infinito porque París ha sido un sueño y me resisto un poco a pensar en que, en poco tiempo, tocará volver a hacer maletas de nuevo. Me las llevo con sobrepeso de nombres, recuerdos, muchísimas risas, mucho esfuerzo, visitas express desde Madrid, atardeceres, paseos, silencio y reflexiones. Y lo más importante de todo, de mucha vida.

Ojalá mi París sea siempre un lugar donde recordar todo lo que crecí, aprendí y todo lo feliz que fui. Y volveré a Madrid no de igual forma que cuando vine pero sí con todo el corazón y con la tranquilidad de saber que la vida tiene que continuar y sucederse allí donde uno sienta que el mundo le reclama.

¡¡Un abrazo con mucho cariño y sabéis dónde estoy, para lo que necesitéis!!!

Vida ELU

Elus por el Mundo – Alberto Pantoja

Por:

¡Hola a todos! o, como diríamos en París, Bonjour a tous!

Soy Alberto Pantoja Bonilla, y estudio Magisterio de Primaria en la Universidad de Castilla-La Mancha, en el Campus de Toledo… ¡Aunque ahora estoy estudiando en París!

Como ya sabéis, en Magisterio tenemos un par de grandes períodos de Prácticas de Enseñanza en colegios. Desde que empecé la carrera, sabía que no quería pasar mis “Prácticums” por encima, cubriendo el expediente, lo que me animó a buscar una experiencia diferente y en la que pudiera ser consciente de otras realidades que también existen, aunque no sean muy comunes.

Más tarde conocí la Acción Educativa Exterior del Gobierno de España, que son una serie de centros escolares públicos repartidos por distintos países del extranjero y donde los estudiantes aprenden siguiendo el sistema y modelo educativo español. Gracias a un convenio Erasmus Prácticas que mi universidad tenía suscrito con un cole de Acción Educativa Exterior, pude concursar por ese destino, que más tarde conseguiría.

Así, conocí el Colegio Español Federico García Lorca de París, centro que sería mi “casa” de París. Como además en la Facultad pude estudiar a la vez  los recorridos de Didáctica del Inglés y de Didáctica del Francés, esta era la mejor oportunidad para poner en marcha mis competencias en francés.

Con mucha ilusión y ganas de aprender, llegué al Colegio Federico García Lorca a finales de Septiembre, donde comenzaría una de las mejores aventuras de mi vida.

París es una ciudad que nunca duerme, en la que suceden cosas constantemente y en la que en ocasiones uno pierde la noción de la realidad, arrastrado por el vertiginoso ritmo que aquí se respira. Sin embargo, es también una ciudad que revela su belleza en las cosas más pequeñas y simples del día a día, y que me ha enseñado a descubrir que lo bonito de cada día no tiene por que ser algo impactante, sino cosas sencillas hechas o contempladas con amor: Mi paseo en bici por el Sena hasta llegar al colegio, cruzar a diario en metro el puente de Bir-Hakeim y ver el amanecer con la Torre Eiffel de fondo, o conseguir que uno de mis alumnos de 1º de Primaria, cuya lengua materna es el francés, haya aprendido a leer bien en castellano la palabra “Agua” gracias a mi ayuda. ¡Estoy seguro que a partir de hoy, todos los días de su vida leerá alguna palabra!

En estas prácticas de Enseñanza, al estar en clase con mi alumnado, cada mañana me pregunto de nuevo: ¿Quién enseña a quién? Y me exclamo del mismo modo ¡Esta es la vida misma!

Y a ti, París: Gracias por haberme enseñado tantas cosas, pero sobre todo por haberme acogido tan bien. Aunque resulte algo paradójico, el estar lejos de España me ha hecho apreciar y valorar más mi tierra. Todo el profesorado del Colegio es Español, y de algún modo nos apoyamos y entendemos nuestras necesidades comunes. ¡Qué bonito es ver cómo en el Cole, gente de todas partes de España se apoya, se ayuda y hasta celebra su fiesta nacional en común!

Gracias a Dios también por estar regalándome en París a personas que hacen que todo esto sea más enriquecedor y con las que puedo recibir el don de su amistad y aprender mucho de ellas. Mi experiencia no sería la misma sin mis compañeros del colegio o mis amigos de mi parroquia de París.

Todo ello es genial, pero esta experiencia también me está sirviendo para recordar más y tener más presente que nunca las cosas tan buenas que de normal disfruto en España y que no valoro tanto: Mis padres y hermano, de los que me acuerdo a diario y trato de compartir mis experiencias y aprendizajes con ellos, mis buenos amigos de Toledo, a los que no olvido, o mis visitas casi diarias a mis abuelos.

Y a la pregunta sobre si esta experiencia merece la pena, diría: ¡Por supuesto que sí! (De hecho, me planteo repetirla) y si eres estudiante de educación te animaría totalmente a probar una experiencia así.

Muchas gracias por vuestro tiempo y atención. Espero que hayáis podido comprobar lo contento que estoy con esta experiencia y os haya animado a intentar algo parecido. ¡Seguro que merecerá la pena!

Vida ELU

Elus por el Mundo – Carmen Gago

Por: ELU Admin

¡Hola a todos!

Soy Carmen Gago, estudio Física e Ingeniería de Materiales en la Universidad de Sevilla y este curso he tenido la gran suerte de poder irme de Erasmus a París. Hace poco más de un año, la idea de irme fuera de casa no rondaba por mi mente, ya que Sevilla es una ciudad que me encanta y que me hace muy feliz (es verdad lo de que tiene un color especial). Sin embargo, un amigo de la carrera me habló de la Universidad Paris-Saclay, la cual ofrecía varias plazas para acoger a estudiantes Erasmus. Mi amigo compartió conmigo todas las razones que le animaban a vivir una experiencia internacional allí, consiguió contagiarme la ilusión y, en un cambio de último momento, decidí sumarme a él en esta aventura.

A principio de septiembre llegué al lugar que sería mi hogar durante diez meses. Me fui a vivir cerca del campus universitario, situado unos kilómetros al sur de París. Lo que más me llamó la atención de la uni fue la infinidad de conexiones que tiene con la investigación científica y el gran número estudiantes internacionales que alberga. En lo que respecta a lo académico, la enseñanza y la evaluación son muy distintas a lo que estamos acostumbrados en España, lo que requiere tener los pies en la tierra y ser constante para poder llevarlo todo adelante. A pesar de esto, puedo decir que aquí he disfrutado mucho aprendiendo, reconectando con la razón por la que elegí estudiar Física y yendo más allá en cuestiones que jamás se me habían planteado.

Tras acabar el curso en abril, estos últimos meses he tenido la oportunidad de hacer prácticas en la Universidad de la Sorbona, en pleno centro histórico de París. Esta experiencia está siendo el mejor cierre a un año lleno de emociones y de crecimiento. He podido ver de cerca cómo se trabaja realmente en un laboratorio de investigación, del cual todos me han hecho sentir parte desde el minuto uno. Este lugar de ensueño me ha hecho perder el miedo a lo desconocido, derribando las barreras que tenía en mi mente.

Y, bueno, ¿qué decir de la ciudad que me ha acogido durante este tiempo? No miento cuando digo que nunca se acaban las cosas que hacer y que visitar en París. París alberga todo lo que te puedes imaginar y más; es un lugar que inspira, que ilumina. Caminar por París es descubrir algo nuevo en cada esquina, en cada plaza, cada puente… Es una ciudad de la que nunca te cansas ya que se renueva constantemente. En Navidad, París te hace vivir en un sueño y en primavera te otorga más horas de luz para que la veas florecer. Merece la pena vivirla los 365 días del año.

Por supuesto, como le decía el otro día a una amiga, París es una ciudad preciosa, pero disfrutarla en buena compañía la hace aún mejor. Todo lo que he vivido este año no hubiera sido nada sin haber estado al lado de personas maravillosas que me han dado la mano para dejarse sorprender. Personas que han hecho que mi lista de planes pendientes no tuviera fin. Personas que han conseguido que los miles de viajes en RER B se pasaran volando. Personas que me han hecho viajar dentro y fuera de esta ciudad, haciéndome sentir como en casa. Personas con las que he comprobado que la felicidad se multiplica cuando la compartes y con las que he descubierto emociones que ni sabía que existían. Personas junto a las que he confirmado que París tiene motivos más que suficientes para ser llamada “la ciudad del amor”. A todos ellos: gracias. Esto no se acaba aquí.

Además, también he tenido la tremenda suerte de poder redescubrir la ciudad a través de los ojos de otros. Y con ese “otros” me refiero a las personas que más quiero. He sido inmensamente feliz recibiendo visitas y siendo la guía turística de mi familia, amigos de mi pueblo y de la uni, de mis queridos ELUs y de alguna que otra visita sorpresa. Cuando parecía que ya conocía todo lo que París tenía que ofrecerme, llegaban ellos y con su mirada y su asombro me hacían volver a disfrutar incluso de subir una y otra vez las interminables escaleras de la Torre Eiffel o del Arco del Triunfo. Me han hecho revivir constantemente la ilusión y valorar la suerte de vivir aquí.

Escribiendo esto a las puertas de despedirme de París, no puedo evitar sentir un poco de pena. Aunque suene a tópico, sé que la persona que vuelve a casa no es la misma que la que se fue. Me voy con el corazón lleno y con brillo en los ojos, sabiendo que París me ha hecho reconectar y me ha dado el impulso que no sabía que necesitaba. A principio de curso escribí: “Lo único que busco es que al volver a casa pueda decir que viví este año a mi manera”, y así ha sido. No sé si esta ciudad me volverá a brindar hogar en un futuro, pero lo que sí que sé es que un trocito de París y de la gente que me ha acompañado en el camino se quedará en mí para siempre. Y un trocito de nosotros se quedará en cada esquina que nos ha visto reír.

… À bientôt!

Vida ELU

Elus por el Mundo – Diego Galindo

Por: ELU Admin

¡¡Hola a todos!!

Hoy me paso por aquí para contaros un poco cómo está siendo mi Erasmus en París. Podría contaros cómo ha sido llegar hasta aquí, las asignaturas, las prácticas, la gente, etc… ¿pero sabéis qué? Os invito a que todo eso lo viváis por vuestra cuenta, así que me limitaré a qué ha significado para mí este año.

Si tuviera que definirlo en una sola palabra sería oportunidad: una oportunidad para amar.

Amar aquello por lo que un día decidí tomar la decisión de entrar en la facultad y dedicarme el resto de mi vida. Este año me ha permitido conocer lo que realmente significa la palabra médico. Una profesión al servicio del otro, hacia aquel que necesita de ti y busca en ti alguien no que le pueda curar, sino consolar, apoyar y escuchar. Ver la belleza en todo acto. Que una cirugía ser convierta no solo en una forma de aprender, sino de ver todo lo que esconde el cuerpo humano y lo que el ser humano puede llegar a hacer con tan solo dos manos: una simple sutura, un bisturí, son cosas que te sumergen y hacen que pase el tiempo sin darte cuenta.

Amar lo que tengo. Sumergido en el país donde crecí no era consciente de lo que realmente me rodeaba. A tantos kilómetros de distancia pude darme cuenta de que la gran suerte que tengo de estar donde estoy y nacer donde nací y dar gracias por ello. Llamar a mi familia para saber cómo estaba y que siempre se alegraran de oírte. Poder ir a ver a mis abuelos en tren y contarles cómo va todo después de tres años. Ver a mi abuelo con 86 años recogerme en la estación como cuando era pequeño, con esa energía. Volver a comer los platos que me preparaba mi abuela, que tanta ilusión prepara siempre. Que yo les pueda contar mis experiencias en el hospital y cómo es vivir en la capital. Que tu amigo te mande un audio de 5 minutos para contarte que se ha acordado hoy de ti en clase y que se alegra mucho de saber que todo va bien.

Las reuniones y mentorías de la ELU me hacían pensar cómo he podido llegar hasta ahí. Rodearme de gente que me ha ayudado en este camino, con la que puedo compartir grandes cosas y dispuestas a sacrificar su tiempo. A mí, que negaba que todo ello pudiera llegar a suceder y que dudaba en todo momento de si merecía la pena.

Amar a los demás. Conocer a gente de otras culturas y países te hace darte cuenta de que todos y cada uno de ellos tiene algo que ofrecer y que merece la pena conocer. Pasar horas hablando, en el pasillo de la residencia, en los jardines de Luxemburgo o comiendo en la cafetería, son momentos que se quedan grabados. Descubrir la ciudad es increíble, pero hacerlo acompañado siempre es mejor.

Amar a la vida. París es una ciudad que te conmueve. Por la forma de ser, de funcionar, sus calles, sus atardeceres y los olores. Ya no puedo recordar cuántas veces habré subido al arco del Triunfo, y las que todavía me quedan por hacerlo, simplemente para ver a las personas en la calle, los coches o que pasara el tiempo. Coger la línea 6 del metro y apreciar las vistas con la cabeza apoyada en los cristales. Quedarme sentado en los jardines de Luxemburgo con los pocos rayos de sol en la cara y ver a las personas pasar. Un atardecer en Montmartre acompañado de música y una cerveza. Ir al mercado y perderte entre los puestos. En definitiva, apreciar cada momento y tomar aquello que tienes delante.

Amar lo que soy y de dónde soy. Cuando hablas con los demás que te pregunten por tu acento y que digan que les parece bonito y es algo que jamás debería olvidar. Tú les cuentes de dónde vienes con alegría, que sientan curiosidad y ellos te escuchen. Poder encontrar, aunque sea por unos momentos esa paz que necesitas en los simples detalles y lo más importante: que te quieran cómo eres.

Mi Erasmus no ha sido una forma de desprenderme de aquello que tenía para olvidar. Ha sido una oportunidad para encontrarme, reflexionar y avanzar.

Como toda experiencia esto está llegando a su fin. ¿Pero sabéis qué? Prefiero verlo no como un final, sino como un inicio. Un inicio de un camino tan real que desconozco a donde me llevará, pero que merece la pena ser recorrido. Cierto, aún me queda mucho por aprender, pero nunca es tarde para empezar.

Sí. París es la cuidad del amor, la que te invita a amar, a ti y a los demás.

Vida ELU

Elus por el Mundo – Luisa Urquía

Por: ELU Admin

Un mes para aterrizar, y volar para volver; un mes para caminar, perderse para parar y mirar. Mirar para encontrar, conocer. Conocer para agradecer y solo, solo, empezar a entender.

Con estas palabras acababa mi primer mes de Erasmus en París. Mi tan soñada París. Romántica, liberadora, bella, misteriosa y elegante París. Una ciudad que, como hablaba con María de Jorge, es tan grande que te deja un espacio amplísimo para perderte, buscar, redirigir, descubrir, y, sobre todo, crecer.

No, París no es la ciudad de los enamorados, es la ciudad que te invita a enamorarte y a amar. Amar aquello con lo que uno venía y amar aquello con lo que uno se va. Amar la novedad y la diversión, pero también lo pequeño, cotidiano e íntimo. Amar pasar de los grandes planes en el Hipódromo a la paz y felicidad de sentarte media hora con dos amigas en el parque de Luxemburgo a la vuelta del hospital. Amar salir de fiesta, pero también amar dejarse de azoteas y rincones recomendados para volver siempre al mismo bar, misma esquina, misma gente de confianza.

Amar un atardecer en el Sena con esa melodía de magentas, violetas y destellos de un sol anaranjado (que decide salir poco a menudo); sin dejar de amar el encanto de un día lluvioso que te lleva a la librería de la esquina y que te invita a quedarte, pedirle una recomendación al librero, y salir con un clásico que puede que empieces a poder descifrar al final del Erasmus. Amar conocer a gente nueva, nuevos nombres, países, sueños, ilusiones; pero también amar llamar a tu abuela en Madrid y que te actualice en las novedades de la familia y que te recuerde por encima de todo, de la suerte que tienes.

Cuando miro atrás a estos meses tan inmerecidos y regalados; solo puedo comprar un ramo lirios blancos y dar las gracias. Agradecer los nombres y rostros que empezaron siendo coincidencias y han acabado siendo fuente de amistad, diversión y verdad. Agradecer a los nombres que se quedaron en el encuentro y a los que dejo, y a los que me llevo tan inmerecidamente a España. Agradecerle tanto a esta ciudad que a tanto me invita y tanto me libera y a tanto me compromete. No puedo dejar de agradecerle a tantos artistas su obra y vida; porque de ellos nace y crece mi sensibilidad: al movimiento y delicadeza del cuerpo por Rodin; a los colores y como se mezclan y se entienden por Cézanne y Renoir; a la incomprensión y soledad por Van Gogh. Sensibilidad al asombro y la ternura y la vida por Monet.

Me gusta pensar en esta etapa como un entramado de lazos de colores. No, mi Erasmus no ha sido de desprenderme de la vida y perderme y girar entorno a esa libertad de maniobra que tantos a nuestra edad añoran. Mi Erasmus ha sido enlazarme. Tener la libertad de elegir vincularme. En Madrid tenemos ya tantos compromisos que se nos olvida revisar si verdaderamente los hemos elegido o nos pesan y atan. Porque el vínculo verdadero libera e invita a crecer.

Lazos de colores y nombres. Los nombres de mis amigos, de mi familia y como no, de mis pacientes. Parte de mis lazos en París se quedan y se van con mis pacientes; que todos los días me han recordado que sí, sí que se puede amar y servir en el quirófano, con el estetoscopio, y con la escucha.

Entre todos estos lazos de amistad, de verdad, de compromiso, de cansancio, de diversión, de estudio, de arte y de amor; me encuentro sobrepasada. Me encuentro sumisa en el sueño de algo que se acaba ya. Y he de despertar. ¿Debo?

No, creo que puedo vivir en el sueño que ha sido este año. Esta forma de vivir no es un punto y aparte. Mi estancia en París acaba para que el sueño continúe y tenga un sentido. Un sentido para mi vida. Si no fuese así, todos estos lazos los perdería, el crecimiento, la sensibilidad y la forma de mirar no serían una parte de mí ni de quien quiero ser. Este sueño, todo lo que he aprendido es una forma de mirar y de buscar y de entender.

Me voy a comprar unos lirios blancos. Para el Señor y Su madre. Por este sueño. Un sueño en el que he vivido despierta, acompañada, vinculada, amada y tan profundamente agradecida.

Vida ELU

Elus por el Mundo – José Antonio Pérez de Paz

Por: ELU Admin

¡Bonjour!

Soy José Antonio Pérez de Paz. Estudio Derecho y Estudios Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid, pero este año lo he cursado en París, en la Université Panthéon-Assas Paris II en el marco del programa Erasmus.

Primeramente, os respondo a las dudas que me hace cada persona que me pregunta sobre la universidad en la que estudio. ¿Es La Sorbona? ¿Por qué hay un número después del nombre? La respuesta no es sencilla, como no lo es nada en esta ciudad. Debemos remontarnos a los años 60, una década complicada para Francia marcada por la Guerra de Independencia de Argelia. En las famosas revueltas estudiantiles de mayo de 1968 contra el gobierno de Charles de Gaulle, la Universidad de París, heredera de La Sorbona fundada en el Siglo XII, colapsó, dando lugar a trece universidades distintas e independientes. De ahí el número. ¿Podemos decir entonces que es La Sorbona? Eso os lo dejo a vosotros.

Ahora, a lo importante: París. Al ver que se me ofrecía la posibilidad de cursar un año universitario en la Ciudad de la Luz no dudé ni un segundo en tomar la decisión. Todos tenemos una idea, aunque sea meramente vaga, de lo que es y representa la capital de Francia: la Torre Eiffel, la Catedral de Notre-Dame, el Arco del Triunfo, el Sena, Montmartre, la Revolución, los grandes valores de Occidente, el glamour, la “grandeur française”, Napoleón… Una ciudad a la altura de las grandes metrópolis del planeta como Nueva York o Londres. Una ciudad que podría bien ser un cliché viviente, hasta el punto de hacerla menos atractiva para aquel que jamás la ha visitado. No serías el primero si piensas que no te apetece descubrir París porque sientes que es una ciudad masificada por el turismo y que, como consecuencia, ha perdido su encanto. No obstante, los clichés, al fin y al cabo, tienen una razón por la que existen, y el hecho de que todo habitante de este mundo conozca esta ciudad tiene sus motivos. Dejadme que os los cuente a través de mi experiencia.

Para comenzar, si vuelas a París por la noche y conforme desciendes para aterrizar ves la ciudad iluminada y la Torre Eiffel destellando, uno ya pierde la cabeza. Pero es cuando sales de la boca de metro por cualquier calle y ves esas paredes de color beige y esos tejados azules con sus buhardillas que uno cae enamorado. Y desde entonces, tu estancia va en volandas. Es en esos breves momentos en los que eres verdaderamente consciente de dónde estás en los que te das cuenta del porqué de la fama y el encanto de esta ciudad. Yo he tenido la suerte de poder disfrutar de ella sin la prisa y los agobios de aquel que viaja por turismo e, indudablemente, se trata de una experiencia que jamás de los jamases podrá abandonar mi memoria.

No es para nada fácil describir París. Es imposible no sentirse abrumado por una tarea de tal magnitud. París son las terrazas repletas de los cafés que dan vida a la ciudad. Son los parisinos tan elegantes pasando las tardes de primavera, verano y otoño a lo largo del río Sena, en los Jardines de Luxemburgo, en los Campos de Marte o en el Jardín de las Tullerías. Son sus museos rebosantes de obras artísticas extraordinarias que van desde el Renacimiento italiano hasta el Impresionismo francés. Es la vida bohemia de Montmartre. Son sus universidades y “grandes écoles”, donde perduran las ideas de Voltaire, Rousseau o Comte. Es su historia como la ciudad de la Revolución, la capital del Imperio, el hogar de la Comuna y súbdita de la ocupación alemana. Son tantas las cosas que me dejo que siento que he de pedirle perdón a aquel que esté leyendo estas palabras.

Vivir en esta ciudad te otorga una amplia variedad de oportunidades. En términos sociales, su carácter internacional, el ambiente que se respira por las calles, sus fiestas… facilitan enormemente conocer a nueva gente. Respecto a la comida… ¿qué decir? Las baguettes, los crêpes, los pains-auchocolat, los croissants, las raclettes… Si no fuera porque todo es extremadamente caro, volvería a España rodando. En cuanto a viajar, en tanto que Francia es un Estado centralizado, París está estupendamente conectada con prácticamente la totalidad del país. Esto me ha permitido visitar Burdeos y las playas de Biarritz, la preciosa Normandía, poblada por municipios de ensueño como Saint-Malo, Étretat, Honfleur y Deauville; Estrasburgo, caracterizada por su arquitectura única fruto de situarse en la históricamente problemática frontera entre Francia y Alemania; y muy pronto la Costa Azul bañada por el Mediterráneo.

En atención a la universidad, sinceramente no me costó nada adaptarme. El sistema que se utiliza al menos en mi universidad no difiere de aquel que se aplica en mi alma mater española. El hecho de estudiar Derecho en francés no ha sido tampoco realmente complicado. He de decir que el nivel de exigencia ha sido bastante alto, no haciendo distinciones entre los estudiantes Erasmus y los locales, salvo en lo que a posibles errores lingüísticos se refiere. Mis compañeros españoles y yo hemos conseguido rendir bastante bien ante un reto nuevo, por lo que estamos muy orgullosos. Venir a París a cursar el Erasmus no es sólo estar de diversión. También es trabajar duro.

Obviamente, París es lejos de ser perfecta, y hemos de ser críticos con los problemas que sufre. Por un lado, podemos decir que la película “Ratatouille” refleja fielmente la realidad. No hablo de ratas que cocinen, aunque en esta ciudad habitan tantos amigos roedores que no me extrañaría que alguno de ellos hubiera desarrollado esa habilidad. Por mi experiencia, sí he tenido el privilegio de ver animalitos intelectuales con ganas de expandir su conocimiento recorriendo los anfiteatros de mi universidad. Lo peor es que está normalizado. Por otro lado, si bien nos encontramos en la ciudad del amor y del lujo, su crecimiento desmesurado ha provocado una caída de la seguridad en cuanto dejamos el centro. Un ejemplo claro fueron las escenas que se vivieron en los alrededores del Stade de France el pasado 28 de mayo en el contexto de la Final de la Champions League. Yo mismo fui testigo de altercados sufridos por aficionados españoles e ingleses que acudieron a ver el partido en vivo.

A pesar del sabor agridulce que puede dejar este párrafo anterior, he de decir que París es una ciudad de ensueño donde cursar tu Erasmus. Estoy totalmente enamorado de ella. Su esencia elegante y bohemia, internacional y francesa, clásica y moderna crea un vínculo inquebrantable con aquel que tiene la suerte de habitarla. Tampoco puedo olvidarme de deciros que iros de Erasmus es la mejor decisión que podéis tomar durante vuestra vida universitaria. Las amistades que se crean, las experiencias que se viven y los conocimientos que se adquieren me llevan a desear poder vivir este año de nuevo. ¡Aprovechad mientras podáis!

Merci París, por todo lo que me has dado. Entre las melodías de Erik Satie te digo: “la vie, c’est Paris! Paris, c’est la vie!”.

Vida ELU

Elus por el Mundo – Jaime López Espada

Por: ELU Admin

Buenas, soy Jaime López Espada y estoy en tercero de la ELU. Soy de Madrid y estudio ingeniería industrial en dos universidades; la primera parte la he hecho en la famosa y reconocida entre los ELUs ETSII (UPM) de Madrid y la segunda la estoy haciendo en la École CentraleSupélec (CS) de París. La verdad que siempre había tenido claro que en el momento indicado intentaría hacer un Erasmus, pero nunca me había planteado la posibilidad de hacer un Doble Diploma, lo cual es una opción bastante interesante, y menos aún en Francia. Sin embargo, es de esto sobre lo que os vengo a hablar.

Desde bien pequeño he tenido siempre claro que quería dedicarme a la ingeniería, y teniendo una idea aproximada del panorama tecnológico todo apuntaba a que lo más interesante sería poder formarse en países punteros tales como Alemania o los Estados Unidos, y por ello las lenguas de estos lugares fueron las que me dediqué a aprender; ambos el inglés y el alemán desde la primaria hasta primero de carrera. Todo esto para que después de conocer a un veterano de mi universidad durante una peregrinación en Roma, este me contara las maravillas de una universidad, o más concretamente “École” (cf. Sistema francés), que existía cerca de París y en la que él había hecho ya una doble titulación. “CentraleSupélec” se llamaba, era la primera vez que escuchaba a alguien hablar tan bien de una universidad; me habló del método diferente de enseñanza, de lo dinámico y variado que era, de la cantidad de actividades del campus, es decir, de los foros de opinión, de empresas, de las fiestas, de los deportes y competiciones, de las oportunidades, de los viajes organizados y de muchísimas cosas más. Tal fue el asombro que me produjo el escuchar que existía algo que se asemejaba tanto a aquello que me habían explicado en el viaje de Becas que decidí frenar en seco y cambiar drásticamente mi rumbo universitario para ponerlo en dirección a París.

El camino no fue fácil, era necesario tener unas notas lo suficientemente buenas como para recibir el sí de la institución de partida (UPM) y la de llegada (CS), además de aprender el francés, del que no conocía ni una sola palabra, pero bueno señores, y aquí viene frase MrWonderful, el que la sigue la consigue, y así pasado un año logré cumplir los requisitos para poder partir a París a realizar un doble diploma.

Con las agonías y la inseguridad del camino recorrido para poder llegar a ser aceptado no fui consciente de que al final iba a irme hasta el último momento, y por eso, una vez allí todo fue bastante chocante, sin embargo, puedo decir que fue para bien. Desde el momento en que pisé el campus, hecho a la americana, es decir, enorme y a las afueras de la ciudad, con todo lo necesario para vivir entorno a ella, supe que este lugar era diferente; desde el calibre de los edificios hasta la manera en la que se nos acogió, con dos semanas llenas de actividades dedicadas a la integración de todos los alumnos, se podía sentir un espíritu diferente en esta manera de ver la educación.

A medida que ha ido pasando el tiempo, y con un poco de perspectiva ya, he podido observar como en esta universidad hay una combinación mágica entre motivación, recursos y colaboración. Es de verdad impresionante el tamaño de la vida universitaria que existe en este lugar, siempre en constante ebullición. La institución se pone completamente al servicio de los alumnos y facilita el acceso a multitud de recursos, desde la posibilidad inmediata y facilísima para reservar cualquier espacio de la uni, hasta el acceso a cualquier tipo de consejo o fondos para comenzar cualquier nuevo proyecto; provocando así que surja un ecosistema increíble en el que la propia École acaba siendo aquello tan bonito que nos decían en Becas Europa, es decir, un ayuntamiento entre alumnos y formadores.

Es cierto sin embargo que no todo es brillante y de color rosa, hay también cosas que fallan y no todo es perfecto, como el horario, bastante largo y absorbente, o la manera de enseñar de algunos profesores, que como es típico en muchas facultades de ingeniería son más investigadores que buenos profesores, pero a pesar de todo y haciendo balance, puedo afirmar que este lugar y la experiencia que estoy viviendo en él son increíbles.

En estos últimos meses he podido hacer de todo, cosas tan increíbles como poder subir a París cada fin de semana, como si fuera el patio de mi casa, recorrerme media Francia con la excusa de los viajes de “cohesión” o con los cursos de formación de la universidad, esquiar en los Alpes o, algo que me dejó sin palabras, montar gratis en un globo aerostático a la salida de clase, porque, ¡atentos!, la asociación de aeronáutica había decidido montar uno en los terrenos de rugby de la uni.

Académicamente el cambio ha supuesto un reto y he tropezado más de una vez en Centrale, ha habido momentos duros en los que uno se plantea bastantes cosas, y múltiples fracasos acompañados de muchos noes, más una vez más puedo confirmar que la experiencia ha sido positiva y que todas estas caídas han podido servir para aprender, total, unas veces se gana, y otras se aprende. Además, agradezco la gran libertad que existe para elegir el camino de formación que uno quiere seguir, con muchas opciones y variedad a la hora de elegir asignaturas y especialidades, además de la formación completa que se busca con bastantes cursos de formación en dominios trasversales.

Paralelamente a los estudios he tenido la suerte también de poder formar parte de una asociación llamada Perunidad, dedicada al apoyo de proyectos humanitarios en Perú, los cuales se financian y funcionan gracias al dinero recolectado durante todo el año por los miembros de la asociación y por la ayuda de gestión prestada desde la distancia, para finalmente acudir para ayudar en persona durante nuestro “stage” de verano. También he tenido la suerte de ser miembro del equipo de remo de CentralSupélec, la ACP, con la que he podido competir, perder y ganar en equipo, una verdadera suerte.

No puedo acabar esta crónica sin hablar de la gente tan maravillosa que esta experiencia me ha permitido conocer. Desde la familia de españoles con los que prácticamente vivo el día a día, pasando por mis compañeros de piso David y Sebas, hasta la infinidad de amigos franceses e internacionales de todas las puntas del globo que he podido hacer. Estoy muy agradecido por lo mucho que me han abierto los ojos y por los tantos buenos momentos que he podido compartir con ellos, pero aún más por saber que aún solo ha pasado un cuarto del tiempo que debo estar aquí.

De esta forma, termino ya de enrollarme cual persiana y os digo que me tenéis disponible para cualquier duda o consejo en caso de que alguno de vosotros quiera irse de Erasmus a Francia o que quiera aprender el francés “vite fait”, porque ya os digo que no solo es el inglés el que se enseña mal. ?

Bisous desde el bonito prado a las afueras de París en el que se encuentra esta maravillosa universidad, y ¡hasta la próxima!

Vida ELU

Elus por el Mundo – Jorge Romanillos

Por: ELU Admin

¡Buenas! Soy Jorge Romanillos, estoy en cuarto (¡cuarto ya!) de la ELU, y estudio Derecho por la UNED y Filosofía, Política y Economía, que, por un lado, no es un triple grado, sino sólo uno que combina estas tres disciplinas, y que, por otro lado, no se estudia en una universidad, sino entre cuatro españolas: dos de Barcelona (UAM y UPF) y dos de Madrid (UAM y UC3M). Así pues, este año estudio en mi quinta universidad, y es de esta etapa, de mi Erasmus en París, de la que os quiero hablar, aunque dando un pequeño rodeo que no tenía previsto, pero que me ha parecido interesante recorrer y compartir con vosotros, pues el año de Erasmus no es un ensayo del que se puede hablar realistamente de forma aislada (no lo es al menos para mí), sino un capítulo más que sólo tiene sentido en el marco amplio de la historia de una vida.

Yo soy un chaval de Guadalajara, y me encanta mi ciudad, pero en el fondo siempre he sabido que se me hacía pequeña (85.000 habitantes, entre otras cosas), y que yo quería volar. De hecho, la madrugada del 16 de septiembre de 2018, mientras desaparecía Guadalajara en nuestro retrovisor rumbo a Barcelona, escribí estos versillos que ilustran bastante bien cómo me sentía:

Es fascinación, no miedo,
lo que siente el polluelo
al mirar hacia arriba,
al mirar hacia el cielo,
al saltar del nido
para empezar su vuelo.

¿Qué pasará?
No lo sabemos,
de momento…
¡soñemos!

Ese mismo sentimiento invadió mi pecho atravesando media España y tres cuartos de Francia para llegar con mis padres a mi nueva casa, una pequeña habitación de una residencia pública de París (el CROUS de Bercy). Ya en el año en Barcelona había vivido solo, y podía intuir lo que se venía, pero esta vez era un pasito más el que daba al salir de España, y uno siempre se siente muy emocionado ante este tipo de nuevos comienzos.

Además, el momento vital también era muy diferente para mí: de algún modo, cada año de carrera se ha correspondido con una pregunta fundamental que me ha rondado y que ha orientado mi vida. En primero me preguntaba si quería coger un camino (¿para qué vivo? ¿por qué no suicidarse? Porque yo era muy feliz, pero no quería vivir por inercia); en segundo, habiéndome respondido y convencido de que sí, de que quería coger un camino, me preguntaba cuál, pues ya decía Séneca que “ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina” (una vez sabía y sentía con toda mi alma que quería vivir y por qué, me preguntaba a qué quería dedicar mi vida para poder vivir de un modo coherente); en tercero, tras haber probado diferentes vías y tras un largo proceso de discernimiento, tuve una intuición crecientemente clara de mi meta (quería servir a través de la política y, en concreto, promocionando la integración política europea y mundial de acuerdo con los valores y las ideas socialdemócratas, que son las que más nobles y prácticas me parecen, -aunque no siempre se apliquen de manera acertada, por ello también quería involucrarme y aportar-); en cuarto, saber adónde quiero llegar me ha dado un criterio a la hora de elegir los senderos que recorren mis pies (así, voy dirigiendo consecuentemente mi tiempo, mis estudios, mis compromisos…). Es decir, que aunque este es mi segundo año fuera de casa, no tiene prácticamente nada que ver este en París con el anterior en Barcelona.

Centrándome ya más en mi Erasmus, elegí París porque es París, porque es una ciudad muy especial: una de las más bonitas del mundo ¡y la que más museos tiene por metro cuadrado! Elegí París también porque quería mejorar mi francés, porque tiene una posición privilegiada para viajar por Europa… y lo cierto es que fue un grandísimo acierto: me tiene enamorado la ciudad del Amor 😉

Las dos primeras semanas fueron de una intensidad tan preciosa como insostenible, es el momento de ubicarse en la ciudad, de pateársela, de conocer a la gente, de dormir poco y de formar tu grupo, que es como encontrar tu pequeña familia en esta nueva casa tan lejos de casa.

He de decir, sin embargo, que esta claridad acerca de lo que quiero en mi vida hace que tenga sentido no haber tenido una experiencia tan inmersiva durante el primer cuatrimestre como quien está en un Erasmus quizá más clásico, ya que mis diversas responsabilidades y las oportunidades que me ofrece formar parte de asociaciones y partidos políticos me han llevado a viajar bastante este primer cuatrimestre.

Por ilustrar esto que digo, como miembro de Jóvenes Europeos Federalistas y presidente de la sección de Castilla-La Mancha he viajado a cursos y eventos sobre cómo mejorar la Unión Europea en Bruselas, Praga, Sofía, Estrasburgo y Cuenca; como miembro de Young World Federalists estuve en Berlín en la “Week for World Parliament”; y como militante de Juventudes Socialistas y del PSOE estuve en el 40º Congreso Nacional de Valencia y en el 12º Congreso Regional de Toledo. Es decir, que muchas de mis semanas en el primer cuatri consistían en estudiar y disfrutar de París de martes a jueves y en viajar de viernes a lunes.

No obstante, este segundo cuatrimestre está siendo y va a ser mucho más París (¡aunque iré al segundo finde y a la graduación de la ELU!), y acabo los exámenes a principios de abril, así que voy a tener bastante tiempo en mayo y hasta el 30 de junio para empaparme de las Luces y de las calles de la ciudad de la torre Eiffel, e incluso para explorar sus alrededores. El otro día estuvimos, por ejemplo, en el Château de Fontainebleu, donde firmó Napoleón con Godoy lo de ir a por Portugal con sus ejércitos a través de España… que ya sabéis cómo salió.

Además, viendo mis amigos que no estoy de viaje, están decidiendo viajar ellos y estoy haciendo yo de anfitrión, que también es algo muy bonito de irse fuera. Y ver a mis amigos de Guadalajara, por ejemplo, venirse a las soirées y hablar en inglés con mis amigos de por aquí de Brasil, Líbano, Grecia, Taiwán… no tiene precio, la verdad.

Cierro ya, que me he alargado bastante al final, con unos versos que escribí el 24 de septiembre, cuando apenas llevaba un mes en París, y en los que hablo sobre lo que ha sido mi camino en estos últimos años y sobre lo que estaba y está siendo París para mí:

París está siendo,
yo que soy muy de soñar,
la ciudad de mis sueños.

Guadalajara es, sin duda,
la ciudad de mi corazón;
Barcelona fue una crisis tremenda
que me hizo parar
y mirar a mi interior;
Madrid fueron dos años de discernimiento,
y de encontrar mi dirección;
y aquí en París me siento
como quien sabe a qué ha venido,
y se pone en acción.
Y estoy viviendo una paz…
y me está ocurriendo una magia…
que de verdad que os digo
que es muy difícil de explicar,
pero que me flipa, vaya.

Así que, resumiendo:
París está siendo,
yo que soy muy de soñar,
la ciudad de mis sueños.