Un café solidario por Plaza España

05 NOV

El sábado por la mañana, algunos ELUs nos levantamos para participar en un café solidario por Gran Vía. Con el desayuno guardado en la mochila, colgada a la espalda, quedamos a las 12:30 en Plaza España. Pablo Michavila nos organizó en grupos de 6 personas al llegar y nos dividimos por las calles. No sabíamos a quién conoceríamos esa mañana. Los cafés solidarios del grupo Youth Revolution ya resuenan por los círculos jóvenes de Madrid y de varias ciudades de España, después de solo 3 semanas en marcha, y la ELU tenía que participar en alguno de ellos.

Uno de los grupos comenzó a andar por la calle Princesa hasta encontrarse con José, un señor de unos sesenta años que llevaba un par de décadas en la calle. Agradeció el café y el desayuno y nos sentamos con él en el suelo a escucharle. Nos contó la razón por la que no quería ir a comedores sociales, que fumaba pero no bebía. Se acercó una señora y se alegró de que José tuviera compañía. Ella pasaba todos los días por ahí, le daba dinero cada vez, y ya le había cogido cariño. Después de media hora de conversación, nos levantamos para seguir conociendo por Gran Vía.

Fuimos en dirección a Callao nos paramos al lado de una cafetería llena de jóvenes desayunando. En la puerta cerrada del banco de al lado encontramos a un señor de unos cincuenta años, con la cara marcada y la piel rugosa. Le llamaban Checo y estaba leyendo cuando los seis chicos se acercaron. Nos volvimos a sentar en el suelo para acompañarle. Nos contó que tenía una mujer e hijos en Italia, de 25 y 26 años, pero que había perdido el contacto con ellos. Que llevaba desde los 16 años en la calle, por decisión propia. Se dedicaba a hacer pompas de jabón en la plaza de Ópera. Nos relató cómo se rompió la pierna y tuvo que dejar de hacer pompas en la plaza, y cómo al recuperarse en marzo, se lo prohibieron por el distanciamiento social.

Después de hablar con alguna persona más, llegaron las 14.00 y nos reunimos con el resto de grupos en Callao.

Con caras nuevas. Los cafés solidarios siempre cambian. Habíamos escuchado historias que desmontaban prejuicios, desde el respeto y la sencillez. Habíamos ayudado y habíamos aprendido. Nos tomamos unas cañas mientras compartíamos impresiones, y aseguramos que repetiríamos.

Teresa Mondría