God Speed, 1900. Edmund Leighton.
¡Otra semana en la que la pintura se pasea por nuestras pantallas! Esta vez, Marta García, estudiante de Relaciones Internacionales y Filosofía, Política y Economía en la Universidad Francisco de Vitoria y ELU de tercero, es quien comparte su gusto por el arte. Su elección es God Speed (1900), una obra del pintor inglés Edmund Leighton.
Os dejamos con las palabras de Marta, cargadas de una profunda indagación personal:
«Edmund Blair Leighton, nacido en 1852, es un pintor británico asociado al romanticismo. En sus pinturas podemos encontrar representaciones de escenas cotidianas, de personajes de la nobleza, de la sociedad del siglo XIX y, sobre todo, de caballería. Este cuadro pertenece a esta última categoría. Se llama “God Speed”, que podríamos traducir como “buena suerte” o “ve con Dios”.
¿Y por qué este cuadro? Para empezar, por un recuerdo de infancia, de la casa de los abuelos de mi amiga María, con un tapiz de este cuadro colgando en el salón. Cada vez que entraba en la casa, el abuelo de María decía “cómo se parece Marta a la del tapiz”. Ya no tengo el pelo largo ni rubio, pero el recuerdo sigue ahí. Pero no es solo eso.
Para mí, una persona a la que le cuesta encontrar algo más que mera belleza estética en la pintura, este cuadro representa la valentía, la esperanza y el amor. La valentía evidente del caballero que ofrece su vida por defender lo que es bueno, bello y verdadero. Y también de la mujer, que acepta su partida con entereza y siendo valiente en su dolor. La esperanza. Esperanza de que volverán a encontrarse, y por eso no hay lágrimas desesperadas, sino serenidad. Y amor. El amor de un hombre que quiere un último ánimo de la mujer que ama antes de separarse. El amor de esa mujer que se traga su dolor y su pena para estar con el hombre antes de que éste parta a la guerra. El amor de ese hombre por Dios y por su país, que le llevan a luchar, aun a riesgo de su propia vida, por lo que debe.
Este cuadro es para mí, en definitiva, una representación de como deberíamos ser, de cómo quiero ser. Capaz de darlo todo por Dios, capaz de dejar aparcados mis dolores y problemas internos por estar con el otro cuando lo necesita, capaz de no perder nunca la esperanza en algo mejor, en construir un mundo mejor, y en el reencuentro con los seres queridos.
Porque como diría Sam Gamyi: “Incluso la oscuridad se acaba… y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún.”»
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