Elus por el mundo – María de Jorge

12 ENE

Hola a todos! Soy María de Jorge, de cuarto de la ELU. Yo no quería irme de Erasmus y, sin embargo, este cuatri en Paris ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Voy a contaros aquí cómo he vivido estos meses.

Estudio Farmacia en la Universidad de Valencia, y he hecho el primer semestre de cuarto de carrera en la Universidad de París Cité (antes Universidad de París V René Descartes).

Yo no quería irme de Erasmus porque, al contrario que muchas de mis compañeras de clase de farmacia, no sentía la necesidad de salir de casa. La verdad es que estaba muy cómoda en Valencia, yendo a la universidad que está a 5 minutos de dónde vivo y a la que cada mañana me llevaba en coche una de mis mejores amigas de toda la vida.

Al final dije que sí porque me ilusionaba París y porque intuía que podía ser un bien para mí, aunque aún no supiera muy bien de qué manera. Me bastaron un par de semanas para saber que había sido una de las mejores decisiones de mi vida.

Estoy feliz de poder haber vivido unos meses aquí y de poder haberlo visto a través de los ojos de con quienes lo he compartido, porque mi Erasmus ha estado marcado en gran medida por la ciudad y por las personas. He aprendido sobre los edificios con Anna, mi amiga de Barcelona que estudia arquitectura, he podido vivir la semana de la moda con amigos a los que les apasiona esta industria, he paseado con Luisa por Saint Germain y las calles por las que ahora vive ella también, he probado el sitio de bocadillos de Sofi, el de los croissants de Inés, o he podido descubrir aquella cafetería del barrio judío con Jaime y Paula y las esculturas del Rodin con Olivia (es su museo preferido) el finde que vinieron las dos de visita.

He podido descubrir París también en lo cotidiano. He ido a clase a mi facultad en frente de los jardines de Luxemburgo, he podido estudiar en la biblioteca delante del Panteón, salir de fiesta y que suene la de Quevedo debajo de la torre Eiffel, ir un día cualquiera a misa a Madeleine, hartarme a crepes, vivir un mundial fuera de casa. Me ha conmovido el impresionismo, me ha asombrado la escultura, y he disfrutado como nunca de los museos. He cogido también algún que otro flixbus (genial para viajes baratos), y he aprendido más francés que nunca. En todo ello puedo decir que he tenido un encuentro con la Belleza, desde la inmensidad de una puesta de sol desde el Sena hasta en la amabilidad de las personas que han acabado por convertirse en verdaderos amigos.

Y lo cierto es que no se acaban las cosas que hacer en esta ciudad. Aun ahora, a dos semanas de volverme, intento hacer una lista de los lugares que me faltan por visitar sabiendo que nunca podré acabar de ver todo lo que me gustaría.

He de decir también que no todo es idílico: la burocracia deja mucho que desear (cuando llegué a mi universidad no aparecía mi nombre en ninguna de las listas de las asignaturas en las que me había matriculado y, por si fuera poco, no existía ninguna persona con el puesto de coordinador internacional). Además, hay que ser consciente de los precios (lejos queda el café con leche de la cafetería de la UV por 1,20€), incluso hay aplicaciones diseñadas específicamente para encontrar los bares en los que la cerveza no cueste un ojo de la cara. Por último, es verdad también que París es una ciudad grande: para coincidir con las personas que quieres ver hay que organizarse, es fácil no cruzártelas.

Pero, aun así, merece la pena. He sido feliz y he aprendido mucho. Como dice Ainhoa siempre, la vida se abre paso. Esa es una de las lecciones que me llevo, la mayor quizás de todo este tiempo: que, a pesar de las dudas y la incertidumbre, a veces basta con intuir que hay algo bueno delante, e ir a por ello. Hacer lo que está en nuestras manos, y en lo que no, confiar y esperar.

Beltrán, que estuvo en París también el año pasado y me ayudó enormemente a tomar la decisión (a quien se lo esté planteando, le puedo reenviar su audio de 8:26 minutos en el que habla exclusivamente sobre el distrito 3), escribía al final de su erasmus, ya en Madrid, que es una verdadera suerte darse cuenta de que siempre vas a tener una casa a la que volver. Cuando yo se lo he recordado en alguna ocasión, él me respondía que para llegar a esa conclusión primero había que salir de ella.

Pues bien, Beltrán: ahora, con más conocimiento de causa, te doy la razón. Es una verdadera suerte tener un lugar al que volver; y que ese lugar esté en Valencia, con mi familia, mis amigos de siempre y mi facultad a cinco minutos de casa, pero que también ese lugar esté en París, en sus calles que ahora también son algo mías, y en las personas que he conocido, que en un tiempo volverán a estar repartidas por España y por el mundo.

Estoy realmente agradecida por estos meses. Si alguno de vosotros, elus, está dudando sobre esto, escribidme, en serio. Estaré encantada de ayudar en lo que pueda.

Un abrazo! Nos vemos pronto.