Seguro que muchos conocéis la obra de hoy: Los amantes, del pintor surrealista belga René Magritte (cuyo cuadro El principio del placer ya protagonizó mARTEs). Si algo amaba este artista, era provocar confusión y reflexión acerca de sus figuras: los críticos se afanaban en encontrar explicaciones que él continuamente negaba, afirmando que no pretendía alcanzar ningún significado profundo. Pero, ¿cómo no pensar que hay alguna conexión entre los motivos que repetía una y otra vez, como una máquina?
Elena Sánchez ha tenido la generosidad de compartirnos sus pensamientos. Es estudiante de tercer curso de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid y también elu de tercero. Os invitamos a dejaros llevar por las palabras del texto:
«Dueños del mundo de la eterna prisa, de la infatigable queja, del mínimo esfuerzo, de la pertenencia obligatoria y de mi propia razón como verdad absoluta; parece como si, al igual que representa Magritte en su obra, viviéramos cubiertos por el velo de la ignorancia. Como si hubiéramos perdido la capacidad de abrazarnos con sinceridad y ya no pudiéramos entendernos a través de la mirada sincera.
Rescatar esta obra evoca el reflejo de los tiempos posmodernos en los que vivimos: marcados por el individualismo de una comunidad que no cesa su exigencia a cambio de no ofrecer nada, construido sobre falsas verdades que se consolidan a pasos agigantados, en el que todo tiene una fecha de caducidad y donde, intentando llegar y contestar a lo ‘aparentemente urgente’, nos desviamos de lo ‘realmente importante’. Parece impensable echar la vista atrás, como si quisiéramos huir del legado que nos han dejado tantas generaciones con tesón y determinación. El paso de los años y mi propia experiencia me han corroborado la importancia de vivir el día a día desde el más profundo agradecimiento. No hay mayor acto de humildad que reconocer que somos quienes somos gracias a lo que nos ha sido dado. Alejarnos de todo aquello que atrofia el corazón es un acto de valentía y de paz.
Alumbrar el sendero de todos aquellos que viven bajo ese velo de la ignorancia no es algo sencillo. Decidir ponerse en juego es un acto de generosidad infinito. Es más, tener la posibilidad de abrazar ese vértigo y acoger un nuevo mundo en cada una de las decisiones que tomamos, es la suerte de unos pocos afortunados.
¿Y cómo vivir el día a día sin dejarnos cubrir los ojos? Aspirando a lo grande, apostando fuerte y viendo el mundo con una mirada que confíe en que las cosas pueden cambiar sin las grandes dosis de burocracia mental que, a veces, atrofian el corazón con los años. La edad de los juicios críticos, inconformistas, pero no resabiados; sabiendo exprimir todos los sueños y proyectos que se abren, vírgenes, ante nosotros. Es el momento de disfrutar de los primeros frutos del trabajo bien hecho y el alivio de encontrar luz en las decisiones maduradas con mucho tiempo.
Quizá el secreto esté en agarrarse al presente, por si un día tenemos que prescindir de ello. O, de mirar el regalo que es vivir desde los ojos del anhelo por si, algún día, como “Los amantes”, no somos capaces de verlo».