El pasado 3 de diciembre, los ELUs de Granada, acompañados por nuestra mentora, nos reunimos para compartir una mañana con los niños de la Parroquia de La Paz, situada en el polígono de Almanjáyar.
Antes de diseñar la acción social que íbamos a realizar, nos reunimos con Candela Merino, graduada en Educación Primaria que actualmente cursa un máster sobre educación e inclusión social. Ella nos explicó cuál es la situación actual del barrio para que, de este modo, pudiésemos programar actividades que se orientaran a paliar las verdaderas necesidades que existen.
Almánjayar es un barrio que se sitúa al noroeste de Granada que surgió a mediados de 1970. En esta época la ciudad sufrió graves inundaciones que dejaron a muchas familias de clase humilde y trabajadora sin hogar. El Ayuntamiento, con el objetivo de erradicar el chabolismo y responder a la creciente de demanda de viviendas baratas, hizo construir casitas temporales para reacomodar a estas familias en Almanjáyar, que finalmente se han convertido en sus viviendas permanentes, debido a la carencia de recursos para poder trasladarse a lugares más dignos.
Por tanto, estamos ante un barrio marginal con graves problemas de salubridad y que, a menudo, sufre el desabastecimiento de los servicios básicos. Los efectos de la marginación son más visible en determinados sectores de población como es el caso de los jóvenes y de la población de etnia gitana. Esto origina la formación de submundos y guetos que desembocan en drogas, prostitución, delincuencia y mendicidad infantil.
Nuestra intervención en esta realidad social consistió en la organización de una jornada de juegos para los niños de la parroquia, a través de los cuales intentamos transmitirles los valores de amistad y trabajo en equipo. Durante unas horas, pudimos sentirnos verdaderos niños de nuevo, sin parar de correr de un sitio a otro y cantando con ellos. La participación fue muy alta y todos disfrutamos mucho.
Tras finalizar los juegos, visitamos la “escuelita” que tiene en el corazón del barrio la Compañía de María, en la que se da apoyo escolar a estos niños por las tardes. En todo momento estuvimos acompañados de voluntarios que realizan un trabajo continuo con las familias de la parroquia y que nos acogieron con gran alegría.
Durante las tapas granadinas que compartimos tras esta ajetreada mañana, comentábamos lo enriquecedor que había sido acercarnos a una realidad tan distinta a la nuestra y que, a pesar de tenerla tan cerca, desconocíamos. Esta actividad ha servido para unirnos mucho más como grupo y para hacernos más conscientes de lo importante que es “salir a las periferias”.
Nos hemos quedado con ganas de seguir colaborando con esta parroquia y con la escuelita y coincidimos en que lo mejor de todo ha sido recibir tantas sonrisas y abrazos de estos niños, que son los que hacen que todo esfuerzo merezca siempre la pena.