Crónica del Fin de Semana ELU

30 NOV

La vida no es sino una sombra pasajera, un pobre actor que se pavonea y consume su hora en la escena, y luego no se le vuelve a escuchar jamás. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nada.”

Con estas palabras, salidas de la pluma de William Shakespeare para su obra Macbeth, nos daba Juan Serrano la bienvenida al primer fin de semana de formación de la Escuela de Liderazgo Universitario de este curso. Palabras certeras que anticiparon lo que estaba por venir: un tiempo dedicado a reflexionar sobre cómo el dolor y la muerte han sido protagonistas de un siglo XX del que somos herederos.

Tras esta introducción a la que sería la temática del Fin de Semana, tomó la palabra el profesor y cinéfilo Juan Orellana, quien nos preparó, si es que se puede estar preparados, para ver “El séptimo continente”, película de Michael Haneke. Tras impactarnos, sintiéndonos algunos horrorizados, otros asqueados, entristecidos otros y asombrados la gran mayoría, pudimos dialogar acerca de la deshumanización que supone la tecnificación del mundo, de los símbolos cinematográficos de Haneke, así como del mal, pero también de la esperanza.

Nuestros corazones estaban removidos por la película y angustiados ante lo que, tras este preludio, podría suponer el Fin de Semana. Sin embargo, tras cenar y templar el espíritu, realizamos una actividad para conocernos unos a otros, generar esa Red que es el orgullo de la ELU y así, vernos los unos a los otros como personas con rostro, como iguales.

Nuestro sábado ELU comenzó con una interesante Mesa Redonda que trató de ahondar a un nivel más académico y teórico en las preguntas que nos habían surgido la tarde anterior encuadrándolas en el contexto del siglo XX. Tuvimos la suerte de contar con la presencia del poeta Jesús Montiel y los filósofos Stefano Cazzanelli y Sophie Grimaldi… Tanto en el auditorio como en los grupos de trabajo que vendrían a continuación hablamos de los totalitarismos, del sufrimiento, de la despersonalización, de la muerte… Fue una preparación necesaria, aunque nunca suficiente, para responder a la pregunta que nos esperaba durante la tarde: “¿Puede existir poesía después de Auschwitz?”

La visita a la exposición de “Auschwitz: No hace mucho. No muy lejos” fue un auténtico descenso a los infiernos dantescos, acompañados de nuestro Virgilio particular: los profesores y mentoras de la ELU. Tuvimos la oportunidad de comprender la historia de la región de Oswieçem, así como del pueblo judío. Pero lo más impactante, sin lugar a dudas, fue escuchar la historia que los propios objetos personales, así como los escasos supervivientes nos iban narrando: los uniformes de rayas, las estrellas de David y los triángulos rojos y rosas, los planos de las cámaras de gas, los efectos personales y, finalmente, la liberación. A la salida, un mensaje: “a ti te ruego que hagas algo (…) que
justifique tu existencia, (…), pues son muchos los que han muerto, mientras tú sigues vivo, y no haces nada con tu vida.”

Tras esta dura experiencia, en la que conseguimos empatizar con el dolor de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, necesitábamos, como decía Chesterton, “más fiestas”. Queríamos comprobar si era posible la alegría después de lo que habíamos visto, queríamos hacer algo con nuestra vida, así que continuamos fortaleciendo nuestros lazos como comunidad ELU. Para ello, cenamos y festejamos todos juntos, como la familia que somos.

El viernes, nuestro Director Académico nos propuso un experimento: dejarnos caer a través de la película, de la mesa redonda, y de Auschwitz, con la promesa de ser recogidos el domingo, en el último evento académico del Fin de Semana: el Café Newman. En un ambiente distendido, junto con Rocío Solís, pudimos por fin dar rienda suelta a todo lo que nos rondaba por la cabeza y el corazón. Fue un rato de compartir angustias y miedos, un tiempo para sentir la pequeñez de la existencia. Sin embargo, estando juntos, pudimos darnos cuenta de que nuestras cargas se hacían menos pesadas al compartirlas.

Individualmente éramos (y somos) pequeños, pero como ELUs en conjunto podemos llegar a ser (y seremos) grandes. Este sentimiento se intensificó aún más en la celebración de la Eucaristía y la comida, deshaciendo los nudos que lo vivido había creado en nuestro interior.

Y así acabó el primer fin de semana de formación de la ELU. Marchamos a nuestros lugares de origen con la sensación de haber bajado a nuestros infiernos, pero con la confianza que nos daba el sabernos capaces de salir de ellos.

Para decir que NO al Mal, es necesario tener una hipótesis de por qué sí, de por qué merece la pena vivir esta vida
Stefano Cazzanelli