Ya hace aproximadamente un año salió la convocatoria Erasmus 2017/2018. Fueron unas semanas de reflexión, de pedir opinión a mucha gente distinta, de analizar los posibles destinos: país, ciudad, prestigio de las universidades, idioma, número de semestres, experiencia de exalumnos… Al final, me decidí por la Universidad de Viena. En febrero, tras casi cuatro meses de espera, salieron las listas de adjudicación del Erasmus y mi ilusión se confirmaba: Viena, ¡allá voy!.
Hace apenas un mes y medio que llegué, pero Austria no deja de sorprenderme. Viena es una ciudad maravillosa.
Uno de los motivos por los que decidí Viena era su oferta cultural, aunque no esperaba que fuese tan amplia (¡y relativamente barata!): los conciertos de la Orquesta Filarmónica de Viena, las óperas, la enorme cantidad de museos sobre arte de distintas etapas, la belleza de sus iglesias, palacios y castillos (Karlskirche, Stephansdom, Schönbrunn, Belvedere, Hofburg…), etc. De momento, he visitado Wien Museum, Albertina, Belvedere, Schönbrunn Palace… y a final del mes tengo una cita con la Filarmónica de Viena dirigida esta vez por Daniel Barenboim y Riccardo Muti. (¡Ya os contaré!)
En cuanto a la vida académica, la Universidad de Viena, con sus 94.000 estudiantes, es una de las más grandes de Europa. Los profesores son bastante buenos y de reconocido prestigio. Las asignaturas, muy variadas e interesantes: Human Rights Regim, Case studies M&A (que se imparte con casos reales en un despacho de abogados), International Macroeconomics, European Union Law, Law and War, International Public Utility Management… Y además, la Universidad es preciosa:
Tanto desde el Derecho como desde la Economía (que son mis grados), Viena me parece una ciudad muy interesante: aquí se elaboró la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, muy importante en el Derecho Internacional Público, y tiene una Oficina de las Naciones Unidas (la tercera sede de las Naciones Unidas, tras Nueva York y Ginebra). Viena es también cuna de una de las corrientes económicas más importantes: la escuela austriaca de economía.
Por otra parte, el ambiente tanto en las clases como en los eventos es muy internacional, lo cual me permite entender otras culturas y formas de pensar. Todas las semanas, incluso casi a diario, hay muchas actividades (viajes, fiestas, visitas culturales…) que nos permiten desde el principio tener amigos de todas partes. Además, en la residencia se vive también la internacionalidad de los estudiantes; por ejemplo, comparto cocina (y muy buenos momentos) con tres otras estudiantes que son de Francia, Siria y Hungría.
Debo reconocer que la semana antes de llegar a Viena, tenía muchas ganas pero también un poco de miedo: ¿qué tal será la gente, la ciudad, la residencia, la universidad? Pero a medida que pasan los días, me doy cuenta de que Viena ha sido buena elección. Y aun me quedan casi 8 meses para seguir disfrutando y aprendiendo en esta ciudad.
Y ya sabéis, si os animáis a venir, aunque sea por comer una buena Sachertorte, tenéis una ELU en Viena encantada de recibir visitas y enseñaros la ciudad.