ELUs por el mundo – Alberto Buscató Vázquez

14 OCT

Innenstadt, en la pequeña ciudad de Osnabrück, a pocos kilómetros de la frontera sur de la Baja Sajonia… Cuando decidí que esa iba a ser mi destino pensé: ¿dónde me estoy metiendo?

No voy a mentiros: no vine a esta ciudad por su fama internacional, pues no la conocía ni siquiera de oídas, como seguramente os pase a vosotros. De hecho, intentaba imaginarme un nombre que sonase más medieval que “Osnabrück, Baja Sajonia”. Me extraña que no lo hayan usado para una película de templarios o teutones. Me imaginaba que la gente aquí debía beber en vasos de madera o de cuernos huecos.

Sin embargo, cuando llegué, la sorpresa fue sumamente agradable. El centro de la ciudad, a cinco minutos en bici de mi casa, rebosaba de vida: bares y terrazas de todo tipo, bibliotecas y edificios universitarios dispersados por el casco antiguo, varias catedrales a pocos metros de distancia, museos, teatros, jardines y, por supuesto, típicos mercados callejeros alemanes de frutas, quesos, pescados… ¡incluso un hombre haciendo esculturas en medio de la plaza central!

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El suelo del casco antiguo mantiene la estructura de las antiguas calzadas romanas, y te puedes perder por sus calles buscando las decoraciones de los arriostramientos que tan comunes son en el norte de Europa o los pequeños detalles que recuerdan la firma de la paz de Westfalia, que se hizo en esta ciudad en 1648.

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Y, a cinco minutos de mi casa, en el otro sentido, encontramos un bosque típico de Alemania. Los árboles crecen altos y sin ramas laterales (no se puede desaprovechar el sol), y en el suelo difícilmente puede crecer algún arbusto. El resultado, es una bóveda formada por las copas de los árboles sostenida por troncos casi perfectamente rectos, en cuyo suelo se forman claros, interrumpidos únicamente por tocones de árboles antiguos. No sé vosotros, pero yo me imagino una reunión de druidas formando un círculo alrededor del tocón.

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Por lo demás, estoy aquí estudiando un máster en Ciencia Cognitiva, que me permite transitar desde la ciencia (Biotecnología) que estudié en el grado a la filosofía, a la que me quiero dedicar en el futuro. La combinación de asignaturas de ciencia como neurofisiología o biología neuronal con asignaturas más humanísticas, como filosofía de la mente o psicología, hacían a este máster ideal para entrar por una rama y salir por la otra.

La universidad, llamada Universidad de Osnabrück, recordando los nombres regionales que tenían la Academia y el Liceo, tiene una gran cantidad de programas de estudio con enfoques internacionales, desde Erasmus y estancias cortas hasta masters y doctorados de varios años de duración. Su sede central está asentada sobre un antiguo palacio y sus jardines son un punto de encuentro donde puedes sentarte a tomar el sol (cuando lo hay) o a leer un libro.

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¡Ah, se me olvidaba! Lo que más llama la atención al principio es la especie de obsesión que tienen los alemanes con las bicicletas. La estación central de ferrocarriles de Osnabrück te recibirá con varios miles de bicicletas aparcadas en la plaza que se extiende delante de la entrada. Yo tengo la teoría de que la gente las abandona ahí cuando se van…

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Y aquí me tenéis, llevando el nombre de la ELU allí donde vaya 😉