El pasado sábado, 15 de junio, se celebró la graduación de la XIV promoción de la Escuela de Liderazgo Universitario en la Universidad Francisco de Vitoria.
El evento dio inicio a las 15:00 horas, momento en el cual los alumnos de cuarto año presentaron sus trabajos y artículos finales. Estos proyectos reflejaron todo lo aprendido a lo largo de su recorrido en la Escuela, abordando una variedad de temas relacionados con sus ámbitos profesionales, pero todos con la misión de buscar la verdad en cada cuestión. Los estudiantes trabajaron en equipo para encontrar soluciones a problemas humanos, demostrando su capacidad de colaboración y compromiso.
Exalumnos de la ELU con una trayectoria destacada formaron parte de los tribunales, donde tuvieron la oportunidad de compartir su perspectiva y ofrecer críticas constructivas.
Más tarde comenzó el Acto de Graduación; los profesores, académicos, alumnos y familiares se reunieron en el Aula Magna para conmemorar a la promoción. Esther de Arenas, mentora de la ELU desde hace seis años y que desde enero está en otro proyecto de la Universidad Francisco de Vitoria, fue elegida madrina en reconocimiento a su destacada trayectoria en la Escuela de Liderazgo Universitario.
Después de la ceremonia, celebramos con una cena y mucha música para compartir y disfrutar de los recuerdos y experiencias acumulados a lo largo de estos cuatro años.
Muchas gracias a todos por, un año más, confiar en nosotros, por apostar por el pensamiento crítico y por buscar la belleza y la verdad a través de la universidad.
Por fin consigo sentarme a escribir esta breve reflexión, pero creo que merecía que le dedicara el tiempo y el cariño suficientes. Y es que no es fácil plasmar en un papel lo que siente el corazón, pero espero lograr transmitir en estas líneas lo que ha significado para mí formar parte del equipo de Cirugía en Turkana y vivir el proyecto en terreno, allá al Noroeste de Kenia, a orillas del lago Turkana.
Las primeras veces siempre son especiales. No lo voy a negar, viajar como cooperante a África por primera vez con tan solo 21 años da vértigo al principio. Sobre todo porque sabes que vas con la misión de llevar un poco más de salud donde hay tanta enfermedad, de darlo todo donde no tienen tanto y de abrazar a quienes más lo necesitan. Y luego te das cuenta de que eso supone largas y calurosas jornadas en quirófano, un sinfín de pacientes en consulta y muchas horas de intenso trabajo en el laboratorio. Y era inmensamente feliz mientras lo hacía, porque era consciente de la suerte, el privilegio y también de la responsabilidad que habían depositado en mí.
Empezaré por el principio. Creo que nunca antes había cogido tantos aviones en un periodo tan corto de tiempo. Era enero y acababa de terminar mis exámenes del primer cuatrimestre de cuarto de Medicina. Al día siguiente volaba a Londres para pasar unos días con mi hermana, y desde allí viajé hasta París para visitar a mi amiga Elena. Tras volver a Santander, tan solo disponía de un par de días para preparar un viaje totalmente diferente: África. Llegar hasta Turkana también implicaba enlazar varios aviones consecutivos, de modo que mi trayecto fue el siguiente: Santander-Madrid Doha-Nairobi-Turkana. Sin duda, el modo avión pasó a ser una forma de vida.
La buena compañía hace que te sientas en casa aunque estés en uno de los lugares más remotos del planeta. Nunca pensé que sería tan fácil encajar tan bien con cada uno de los miembros del equipo, a pesar de las diferentes edades y procedencias. Hasta tal punto que, aquel equipo de Cirugía en Turkana que despegaba desde Madrid, cuando aterrizamos en el aeropuerto de Nairobi ya empezaba a considerarlo “familia”. Sin duda, Cirugía en Turkana no solo es un proyecto quirúrgico, sino también una forma de entender la vida.
Y hablando de entender la vida, también he aprendido mucho de los turkana, el verdadero motivo de esta campaña. Me llama la atención su forma de afrontar la enfermedad: no sienten resignación por el pasado o por su falta de salud, ni tampoco excesivo temor por el futuro, simplemente viven el presente con la mayor serenidad posible, afrontando la vida tal y como viene. Se te encoge especialmente el corazón cuando ves a los niños, algunos corriendo de un lado a otro del hospital y otros sufriendo las consecuencias de la enfermedad. De cualquier modo, una piruleta y un abrazo es suficiente para que se sientan las personas más afortunadas del planeta. Es, simplemente, admirable y maravilloso. Por muy diferentes que seamos en cuanto a lenguaje, cultura o color de piel, cuando llegas a Turkana te das cuenta de que la necesidad de salud y de amor (y concretamente la necesidad de amar y sentirse amado) es lo único intrínseco a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra.
Nunca pensé que cumpliría 22 años en África. Aquel día no solo cumplí años, sino también un sueño: ver por primera vez la llegada de una nueva vida al mundo. A un mundo mucho más inhóspito del que me tocó a mí hace 22 años y una vida por delante indudablemente más dura. No creo mucho en las casualidades pero sí creo profundamente en la Providencia y nunca olvidaré que, a partir de ahora, no solo comparto cumple con mi hermana melliza, sino también con aquel “peque” que nació ese día en Kenia, delante de mis ojos, y al que pude dar la bienvenida al mundo mientras le sostenía en mis brazos. Cada 7 de febrero me acordaré de rezar por él y por su vida, pero también de dar gracias a Dios por la mía y por el regalo de unos padres que no me han soltado de la mano desde entonces.
No puedo evitar sonreír (e incluso que se me caiga alguna lagrimilla) al recordar cada uno de estos momentos, cada una de estas personas y este lugar, Turkana, mientras escribo estas líneas desde mi habitación, después de un curso muy intenso a nivel personal y académico, pero también inolvidable por muchos motivos. La palabra recordar viene del latín re (volver a) y cordis (corazón); recordar: volver a pasar por el corazón. Y cada vez que recuerdo Turkana, mi corazón late un poco más fuerte. Y es que, ahora, de vuelta en Santander, cada vez que me preguntan por mi viaje a África, empiezo a contarles, sin saber por dónde empezar ni tampoco por dónde terminar, porque es complejo hablar de un sentimiento que va más allá de las palabras… pero, como está escrito en el Evangelio según San Lucas: “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.
Turkana siempre permanecerá en mi corazón por ser ese lugar donde es fácil ser feliz intentando hacer un poco más felices a los demás. Turkana es ese lugar donde, como diría Madre Teresa de Calcuta, solo hacen falta “dos manos para servir y un corazón para amar”.
¡Buenas a todos! Primero de todo, soy Alonso Císcar, recién graduado de la ELU y estudiante de Física y Matemáticas en la Universidad de Valencia. Recién regresado a España, vengo a contaros un poco de mi experiencia de mi Erasmus en Estrasburgo, Francia, lo que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.
El hecho de haber hecho mi intercambio en Estrasburgo no es para nada una casualidad, y es de hecho una decisión que tomé ya en primero de carrera. Yo formo parte de la primera promoción de mi doble grado en la Universidad de Valencia, por lo que cuando comencé los estudios, todavía no había ningún destino cerrado para realizar el Erasmus. Tras unirme a la Comisión de Seguimiento del grado, me comprometí para asegurar que hubieran destinos interesantes, y tras saber las opciones posibles y escuchar Estrasburgo, no paré de presionar a los coordinadores para que consiguieran ofertar ese destino. Cuando firmaron el convenio, incluso me llamaron para contarme las buenas noticias.
Tras haber vivido casi un año en Estrasburgo, puedo decir que elegí el destino perfecto. La ciudad parece sacada de cuento, y se encuentra en la histórica y preciosa región de Alsacia, que combina pinceladas de cultura francesa y alemana, increíbles parajes naturales y para los amantes de la Navidad, tiene de los mercados más impresionantes del mundo, por algo la llaman Capital de la Navidad. Además, no podemos olvidar que es sede del Consejo de Europa y el Parlamento Europeo, y a pesar de que soy estudiante de ciencias, los que me conocéis, sabéis que me apasiona la política europea. La historia de Alsacia y en particular Estrasburgo es apasionante, en sus calles puedes observar la unión de Francia y Alemania y en sus museos el difícil pasado de la región, las múltiples guerras, todo contribuyendo a la gran ciudad que es ahora. No puedo dejar de hablar de la increíble pastelería francesa y los vinos de la región, donde he destinado muy alegremente, gran parte de mis fondos del Erasmus.
Podría hablar durante horas sobre lo enamorado que estoy de la ciudad, lo mucho que he disfrutado utilizando y mejorando mi francés, y lo bien que me han acogido en la Universidad de Estrasburgo. La realidad es que en el Erasmus, no solo he aprendido física y matemáticas, sino que he aprendido sobre mí mismo y sobre la vida. El salir de mi casa, enfrentarme a ser independiente, y darme cuenta de que lo que pasara dependía de mí, lo cual es emocionante y da vértigo en partes iguales. Lo siguiente va a sonar muy cliché pero lo que el primer día era un piso vacío y una ciudad desconocida, se ha convertido en un hogar lleno de recuerdos, y dejarlo ha sido difícil.
Al final, el alma del Erasmus está en las personas que conoces en el proceso, que de repente, se convierten en grandes amigos y forman parte de la rutina. En mi caso, fue inevitable formar un grupo inseparable de españoles, con los que compartimos comidas, cenas, viajes, fiestas, aprendizajes y experiencias, amigos que invadían mi habitación, con los que he recorrido norte y sur de Europa y a los que pronto volveré a ver en España. Es increíble la capacidad que tenemos los españoles de formar comunidad en cualquier parte del mundo. Aunque no os cerréis tampoco solo a los españoles, el mundo es grande y conoceréis a personas maravillosas de otros países.
El Erasmus me ha enseñado a dejarme llevar y fluir, no pasa nada por no tener los próximos meses calendarizados minuto a minuto y el enfrentarse al día a día abierto a ser espontáneo ha traído recuerdos inolvidables que no tendría si hubiera sido algo más prudent o temeroso. Abrir la mente y dejarse sorprender por las personas que se han puesto en mi camino ha sido un regalo, y me ha permitido conocerme más, ser yo mismo y valorar mis vivencias. Y quién diría que a pesar de ir con el dinero justo como para no comer pescado en un año, he podido pasear por Praga, Bruselas, Berlín París, Viena, Oslo, Zagreb, Ljubljana, Estocolmo y Copenhague, entre otros (ignorando el dormir en autobuses y aeropuertos).
Leyendo los testimonios de mis compañeros, creo que todos estamos de acuerdo en que el Erasmus supone una evolución como persona, y que es desde luego una experiencia de lo más recomendable, yo desde luego lo recomendaría mil y una veces, y más si es en Estrasburgo. Eso sí, os deseo suerte con la burocracia francesa, la vais a necesitar. Esta experiencia te abre la mente y para mi ha supuesto un punto de inflexión en la visión que tengo de mí mismo y de mi futuro, por haber sido capaz de vivirlo, de encontrar un hogar, de compaginar con el trabajo, de mantener una relación a distancia sana y de disfrutar de mis estudios (sí, algunos hemos estudiado en nuestro Erasmus). Ahora que me queda poco tiempo en la universidad, me llevo los aprendizajes y las memorias en el corazón para seguir con mi vida, y miro al futuro con ganas de descubrir las sorpresas que vienen, con menos ansia de controlar y sobreplanificar cada paso que tomo, pero con la confianza de que estoy preparado para avanzar.
Por último, aprovecho este párrafo final para agradecer a mi universidad por pelear este destino por mi insistencia, al apoyo de mi familia, a las personas maravillosas que he conocido en mi Erasmus y a todos aquellos que hayáis llegado hasta el final, os animo a dar el paso y a vivir una experiencia única e inolvidable, ojalá pronto leer sobre vuestras propias experiencias. Finalmente, gracias a la ELU por darme la oportunidad de reflexionar sobre mi Erasmus, una buena forma de lidiar con la pena de terminarlo y también de graduarme, os mando un abrazo enorme y os deseo un feliz verano!
El pasado 8 de febrero nos reunimos un numerosísimo grupo de elus, elumni y amigos para ir al Teatro de la Comedia a ver “El Castillo de Lindabridis”, una obra de Calderón de la Barca que prometía entretener con un a priori típico argumento de una princesa cuyo padre decide casarla con el caballero que venza al príncipe en un combate. Como no podía ser de otra forma, la trama de enredó hasta extremos insospechados, tanto que al salir que hubo vívidos encontronazos (verbales) defendiendo cada uno nuestra versión.
El post-teatro se trasladó a una cervecería cercana donde se produjeron esos encuentros que tanto nos gustan y pasamos un muy buen rato.
Soy Marta Aguado, de 2º de la ELU. Vengo a invitaros a participar en un proyecto muy chulo que se lleva a cabo anualmente en mi Universidad (ETSII, UPM)*.
Se trata de VOLUNFAIR, una feria de voluntariado muy especial. Es parecida a Aula (en Ifema) pero, en vez de ser una congregación de universidades, es de ONGs. Invitamos a más de 60 ONGs y asociaciones para que tengan la oportunidad de presentar sus proyectos de voluntariado a los más de 4000 jóvenes que cada año se pasan por la Feria.
Nuestro objetivo es ser un puente entre los jóvenes y el voluntariado. Somos conscientes de que hay mucha gente con ganas e ilusión por ayudar, pero que no sabe ni cómo ni dónde hacerlo.
La feria nació de la mano de unos pocos estudiantes que supieron responder a un deseo profundo de hacer de la universidad un lugar que fuese más allá de la obtención de unos conocimientos técnicos acerca de la ingeniería. Formaron lo que hoy se conoce como la feria de voluntariado universitaria más grande de España.
Pero no acaba aquí… Durante los días de la feria, invitamos a personas que nos dan su testimonio, motivándonos a dar lo mejor de nosotros mismos y a aspirar a grandes metas e ideales de vida.
Este año, será la IX edición y tendrá lugar los días 8 y 9 de febrero. El lema elegido para esta edición es: ¡Manos a la obra! Con él, queremos despertar a los jóvenes, invitarles a que se involucren en experiencias de voluntariado, porque estamos convencidos de que saliendo de nuestra zona de confort y dándonos a los demás, somos plenamente felices.
En esta edición, he tenido la suerte de formar parte del equipo de más de 100 voluntarios que todos los años organizan la Feria, junto con otros alumnos de la ELU: Álvaro Pacheco, Alejandro Aragón, Olivia Alarcón (ELUmni) e Isabel Salmerón (ELUmni). La verdad es que está siendo una experiencia muy enriquecedora; compartiendo ideas, trabajando juntos por algo tan especial…el ambiente que se crea entre todos es una pasada. Además, nos damos cuenta de que cada esfuerzo, cada gota, por pequeña que sea, cuenta. Porque sumándolas todas, se puede lograr algo tan grande como esta Feria.
VOLUNFAIR es una toma de conciencia de la necesidad de salir de nuestras zonas de confort y darnos cuenta de que en cada esquina hay alguien que podría necesitar nuestra ayuda, empezando en nuestras familias y con nuestros amigos. Solo con mirar, mirar con ojos predispuestos, podrá uno encontrar aquel sitio en el que su presencia suponga la liberación, en alguna medida, del peso del sufrimiento inevitable del ser humano.
¡Estamos ya en la recta final!
Por eso, queremos invitaros a todos a que vengáis a VOLUNFAIR.
Creemos que es un proyecto que merece mucho la pena, no os arrepentiréis.
Maite Tormo Centeno, 1º ELU, Ignacio Cascón Hernández, 4º ELU
Las 19:30 horas, el sótano del bar JJ, cervezas, música de fondo y filosofía.
Así empezó la tarde del 1 de diciembre, donde 14 elus y el Padre Pou nos reunimos para tratar un tema muy concreto: el sentido de la vida, ¿se crea o se descubre? El entusiasmo ante esta nueva iniciativa, “filosofía de bar”, creada por Luis Muñoz, Alejandro Aragón y el Padre Rafael Pou, hizo que las 12 plazas se cubrieran en menos de 30 segundos.
Tras varias impresiones de lo que podía ser el sentido de la vida (deseo de pertenecer, lo que nos hace no suicidarnos, acoger nuestra limitación…), el Padre Rafa nos brindó cinco minutos de reflexión. -Percibimos la realidad en historias-, decía, y tenemos todos un cuadro de sentido a partir del cual vamos construyendo nuestra propia historia. Solo nosotros podemos saber si hemos dado con el sentido de vida correcto.
Enseguida surgieron temas de lo más dispares y variopintos: desde nuestro viejo conocido mal (¿Hitler tenía un sentido de vida?), el papel de la individualidad en la búsqueda de sentido, incluso pusimos en duda si teorizar tanto sobre el sentido de la vida no sería algo propio del primer mundo. Y, cómo no, nos preguntamos sobre el amor, el matrimonio o el divorcio (¿existe la media naranja?)… La discusión siguió su curso natural, hasta que alrededor de las 23:00 horas, el bar nos vio marchar mientras seguíamos rumiando las ideas expresadas esa tarde, algunos todavía hoy seguimos dándole vueltas y estamos deseando que se produzca el segundo encuentro para compartir las conclusiones a las que hemos llegado.
Por supuesto agradecemos enormemente a los organizadores por darnos esta oportunidad y os esperamos a todos (bueno, solo a 12, pero nos entendéis) en la próxima reunión en la que trataremos algún tema un poco más aterrizado.
Soy Laura Cuesta, de Valladolid y de 2° de la ELU y vengo a contaros mi experiencia de voluntariado en Portugal.
En agosto tuve la oportunidad de ir como voluntaria a un centro de acogida en Braga. “No os esperéis nada. Aquí os encontraréis con niños y adolescentes muy complicados”. Complicados. Ese fue el adjetivo que usaron los trabajadores sociales.
Llegué allí sin saber muy bien qué me iba a encontrar. Tenía dudas, miedo a no estar a la altura, a no saber reaccionar ante ciertas situaciones, la barrera del idioma estaba presente…
No sé si habéis leído “Los renglones torcidos de Dios” de Torcuato Luca de Tena o “La leyenda de la isla sin voz” de Vanessa Montfort. Pues bien, allí me encontré con situaciones que parecían sacadas de esos libros (como se suele decir, la realidad supera a la ficción). El centro de acogida estaba lleno de patologías físicas y psíquicas, adicciones, intentos de suicio, abandonos, violencia… Ves algo así y algo se rompe dentro de ti. Había tanto dolor, odio y sufrimiento concentrados, que costaba no querer salir corriendo.
Los primeros días fueron muy duros. El centro estaba dividido en 3 unidades: amanecer, brújula y horizonte. La distribución de estas unidades estaba muy pensada y teníamos prohibido mezclarnos. Los chicos nos veían como extraños que venían a invadir su espacio. Parecía imposible que se abrieran con nosotros. Y, sin embargo, con tiempo y esfuerzo, nos hicieron ese regalo.
El último día, después de todo lo vivido, vinieron corriendo a abrazarnos, no querían que nos fuésemos. El primer día ni nos dirigían la palabra, aquel día nos regalaron miradas llenas de cariño. Chicos que parecían “piedras” no pudieron evitar llorar, mostrándonos su vulnerabilidad, confiando en nosotros. Soy cuando soy con otros, y ahí fuimos todos juntos.
Esta experiencia me hizo darme cuenta de que eso que siempre decimos en la ELU es verdad: estamos hechos para darnos a los demás.
Nuestro #ELUMNI11 Abraham Velarde González ha podido, gracias a la beca Ramón Areces, cursar el Master on Laws en la universidad de Leiden (Países Bajos) tras haber terminado el doble grado en Derecho, Ciencias Politicas y Administración Publica en la Universidad de Salamanca. Hoy nos cuenta su experiencia con la beca y el proceso de obtenerla.
“El año ha sido todo un aprendizaje y crecimiento en lo personal. Y también un reto en cuanto a su exigencia académica, que he podido llevar mucho mejor gracias al ambiente internacional y universitario de una ciudad como Leiden, que os recomiendo visitar por su encanto holandés.”
El pasado mes de junio, cuatro antiguos alumnos de Escuela de Liderazgo Universitario, viajaron a Tanzania con la ELU para ayudar en un centro de las Hermanas Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. Allí acogían y cuidaban de personas en situación de abandono y exclusión, bebés y niños, discapacitados, ancianos… Hoy se juntan Joana Ramos (#ELUMNI13), Carlos Contreras (#ELUMNI12), Javier Cano (#ELUMNI12), Jorge Úbeda (#ELUMNI13) para contarnos su experiencia allí.
“Toda experiencia de voluntariado es un regalo inmensurable: es la evidencia de que nuestra vida se resuelve en la entrega que hacemos de ella a otros. Y, además, es un regalo que crece exponencialmente al ver dicha entrega comprometida en los ojos, manos y corazones de cada uno de nuestros compañeros.”