ALFONSO MÉNDEZ – ELUS POR EL MUNDO

08 NOV

¡Hola!

Soy Alfonso Méndez, estudio ADE y Relaciones Internacionales en ICADE y estoy en cuarto curso de la ELU. Tengo que admitir que soy muy afortunado. Cuando escribo esto hace apenas un año que estaba animando a los Texas Longhorns, en un estadio lleno con 100.000 almas; aunque, en este momento, escribo desde Copenhague, donde estoy este primer semestre. Digamos que es una larga historia, aunque a mi se me está pasando volando.

Todo comenzó con un intercambio en Austin (Texas), una ciudad que siempre estará en mi corazón y a la que llegué casi por casualidad. Allí, tuve el placer de vivir la experiencia universitaria americana, mientras asistía a la Red McCombs School of Business de la Universidad de Texas en Austin, una de las mejores del país. Si te soy sincero, todavía no lo he superado y es que ni si quiera sé cómo pasó tan rápido.

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Es cierto el dicho de que todo es más grande en Texas, desde el sentido de pertenencia a la universidad, siempre de color burnt orange, hasta la pasión por hacer algo más grande, muy al estilo ELU, bajo el lema “what starts here changes the world”. Vivir en Austin era una aventura y es que los locales se encargan de hacer justicia al slogan de la ciudad Keep Austin Weird. Hubo experiencias intensas de todo tipo, como los tailgates antes de los partidos, y otras menos agradables, pero mucho más cómicas que solo podría contar en privado.

Austin dejó una gran huella duradera en mí en varios niveles. Por ejemplo, me dio la oportunidad de cumplir el sueño de ver en directo a los recién estrenados Lakers, con el estelar Lebron James; y de viajar por el país visitando ciudades como San Francisco, San Antonio o Los Ángeles. A nivel cultural, todo parecía familiar, como visto en una película: un gran campus, fraternidades y sororidades por doquier, elecciones en las que se elegía hasta al representante escolar…

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Vivir en Estados Unidos y poder conocer y entender su cultura con profundidad es una experiencia irrepetible. Quizás por eso, volver de Texas fue tan duro. Sin embargo, el tiempo no se detiene y pronto me tocaría irme otra vez. Apenas llevaba un par de meses en Madrid cuando de nuevo me tocó elegir destino para un segundo intercambio. Esta vez la suerte quiso que acabara en Copenhague, aunque mi primera opción había sido Rotterdam.

Tocaba volver a empezar de nuevo, pero pronto me di cuenta de que Copenhague sería muy diferente a Austin. No obstante, desde que llegué era consciente de que cualquier comparación con mi anterior intercambio sería un error.

Aunque académicamente la experiencia se parece más a la española, las diferencias culturales, quizás marcadas por el idioma, son muy notables y, por ejemplo, moverse por un supermercado se convirtió en un fuerte dolor de cabeza durante las primeras semanas. Sin embargo, la progresiva adaptación me permitió conocer una cultura que apuesta claramente por el emprendimiento, la sostenibilidad y el bienestar social.

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Durante las primeras semanas el tiempo era muy agradable y nos invitaba a alquilar un barco por los canales de la ciudad e incluso a darnos un chapuzón en los mismos. Desgraciadamente, los días de sol duraron poco y ahora apenas se hace de noche a partir de los cuatro de la tarde; un verdadero reto para alguien como yo, acostumbrado a los largos días soleados de Córdoba.

Ante estas circunstancias, no queda otra que reinventarse y es así como, junto con un grupo de amigos, comenzamos a planear viajes para conocer Escandinavia. En primer lugar, decidimos ir un fin de semana a Suecia, a tiro de piedra de Copenhague, donde pudimos visitar ciudades como Malmö, Lund y Gotemburgo. Para nuestro siguiente viaje, apostamos por Dinamarca y en concreto por Zealand, la isla donde se encuentra Copenhague. En esta ocasión, pudimos nadar en el Báltico y visitar el castillo de Hamlet, entre otros. Sin embargo, el más impresionante de los viajes fue el último, cuando decidimos salir de Dinamarca y recorrer Noruega en coche, a través de sus fiordos, cordilleras y glaciares. Las horas de coche se hacían largas, pero valía la pena ante la indescriptible belleza de lo que se cernía ante nosotros.

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Además de viajar, Copenhague ofrece muchas oportunidades, como el Tivoli, un fantástico parque de atracciones en el centro de la ciudad, o la ciudad libre Christiania, un pequeño barrio autoproclamado independiente de Dinamarca e incluso de la Unión Europea. Por ello, a pesar de las escasas horas de sol, esta ciudad tiene un ambiente vibrante, enriquecido por la gente maravillosa de todos los rincones del mundo que he tenido la suerte de conocer.

Finalmente, la comunidad universitaria cuenta con numerosas iniciativas para todos los gustos, que te invitan a involucrarte constantemente. Gracias a una de ellas, tengo el placer de trabajar como consultor en la filial de Copenhague de 180 Degrees Consulting, la consultora estudiantil más grande del mundo; una experiencia que no tiene precio.

Tengo que admitir que soy muy afortunado. Cuando escribo esto hace apenas un año que estaba animando a los Texas Longhorns, en un estadio lleno con 100.000 almas, aunque en este momento escribo desde Copenhague, donde ya se ha hecho de noche. Como has podido comprobar es una larga historia y no me creo cómo se me está pasando tan rápido.