Álvaro Sampayo, 1º ELU
El pasado jueves 25 de noviembre, los ELUs de Santiago tuvimos el placer de recibir la visita de nuestro mentor, Diego. Además, a nosotros se unieron Pedro, Blanca, Asier y Miriam, ELUMNIS que continúan sus estudios en Santiago y con los que pudimos compartir una jornada maravillosa.
La Plaza de la Inmaculada fue nuestro punto de encuentro. Como no podía ser de otro modo, la Catedral de Santiago, más concretamente su fachada norte, “de Azabacherías”, sería la encargada de dar inicio a la jornada de encuentro de los ELUS santiagueses con su mentor. Al otro lado de la plaza, la imponente presencia del monasterio de San Martiño Pinario, hoy en día sede del Seminario Mayor de la Diócesis Compostelana, nos recordaba que, en Santiago, cualquier lugar donde dirijas la mirada cuenta con una historia centenaria.
Por supuesto, nuestra primera visita era obligada. Recorrimos apenas 50 metros hasta llegar a otra plaza, en este caso la del Obradoiro, donde se sitúa la fachada del mismo nombre. Esta vez, al contrario que en la última visita de Diego, los andamios se habían retirado y, la catedral, recién restaurada, se mostraba ante nosotros en su estado más puro. Sin embargo, todavía no habíamos accedido a su interior, por lo que nos dirigimos hacia la Quintana de Mortos, para visitar por dentro la catedral, en un recorrido, lamentablemente, más corto de lo habitual, pero que aún así nos permitió disfrutar del emblema de Santiago.
Una vez en el exterior, en la Quintana de Vivos, decidimos marchar hacia la Iglesia de la Compañía, una construcción jesuita del siglo XVII, que hoy en día acoge diversas exposiciones. En este caso, la iglesia contaba con las obras finalistas del certamen Xuventude Crea. De este modo, recogimos el hilo de las reflexiones sobre el arte moderno que ya habían tenido lugar el curso pasado, y, a pesar de la calidad de los trabajos allí expuestos, la mayoría de nosotros nos quedamos más impresionados por el maravilloso altar barroco que preside el altar del templo que por las obras del certamen.
Tras esto, decidimos recorrer la zona vieja de Santiago continuando las conversaciones que habíamos comenzado. Debates sobre arte, historia, gastronomía y demás temas ocuparon el resto de la velada, junto con reflexiones sobre los proyectos vitales de cada uno de los presentes. Así, y en cierto modo, continuamos meditando sobre lo que se nos había planteado en las mentorías que los ELUs gallegos habíamos tenido la oportunidad de hacer esa misma mañana, de manera presencial, con Diego.
De esta manera consumimos los últimos momentos de la jornada, y llegó la hora de marcharse. Nos separamos donde todo había comenzado, en la Plaza de la Inmaculada, hasta la mañana siguiente, cuando volvimos a reunirnos para desayunar juntos y despedir, ahora sí, a Diego, cuyo vuelo saldría en breves. De este modo se ponía fin a la visita de nuestro mentor, y a los ELUs gallegos no nos queda más remedio que aguardar hasta la próxima. Eso sí, alejados de la pasividad, pues toda acción es esperanza, y toda espera, una búsqueda.