Maite Tormo Centeno, 1º ELU, Ignacio Cascón Hernández, 4º ELU
Las 19:30 horas, el sótano del bar JJ, cervezas, música de fondo y filosofía.
Así empezó la tarde del 1 de diciembre, donde 14 elus y el Padre Pou nos reunimos para tratar un tema muy concreto: el sentido de la vida, ¿se crea o se descubre? El entusiasmo ante esta nueva iniciativa, “filosofía de bar”, creada por Luis Muñoz, Alejandro Aragón y el Padre Rafael Pou, hizo que las 12 plazas se cubrieran en menos de 30 segundos.
Tras varias impresiones de lo que podía ser el sentido de la vida (deseo de pertenecer, lo que nos hace no suicidarnos, acoger nuestra limitación…), el Padre Rafa nos brindó cinco minutos de reflexión. -Percibimos la realidad en historias-, decía, y tenemos todos un cuadro de sentido a partir del cual vamos construyendo nuestra propia historia. Solo nosotros podemos saber si hemos dado con el sentido de vida correcto.
Enseguida surgieron temas de lo más dispares y variopintos: desde nuestro viejo conocido mal (¿Hitler tenía un sentido de vida?), el papel de la individualidad en la búsqueda de sentido, incluso pusimos en duda si teorizar tanto sobre el sentido de la vida no sería algo propio del primer mundo. Y, cómo no, nos preguntamos sobre el amor, el matrimonio o el divorcio (¿existe la media naranja?)… La discusión siguió su curso natural, hasta que alrededor de las 23:00 horas, el bar nos vio marchar mientras seguíamos rumiando las ideas expresadas esa tarde, algunos todavía hoy seguimos dándole vueltas y estamos deseando que se produzca el segundo encuentro para compartir las conclusiones a las que hemos llegado.
Por supuesto agradecemos enormemente a los organizadores por darnos esta oportunidad y os esperamos a todos (bueno, solo a 12, pero nos entendéis) en la próxima reunión en la que trataremos algún tema un poco más aterrizado.
De entre las funciones principales de un sistema electoral, con seguridad la más importante es formar gobierno. O por lo menos eso se enseña en las clases y facultades en las que se imparte ciencia política. Hoy, estamos por tercera vez consecutiva ante la supuesta anomalía de una investidura fallida y, en consecuencia, de una posible repetición electoral. Sin ninguna duda, la de formar gobierno, que es una de las nociones básicas del arte de gobernar, ha sido olvidada por nuestros gobernantes.
Para esas preguntas que surgen, esas sobremesas que se alargan, o esos debates de resolver el mundo en un bar, hoy Ratio Legis responde: ¿Cómo se elige al Presidente en España? ¿Qué pasa con la maquinaria electoral una vez han terminado las elecciones?
El artículo 99 de la Constitución establece el proceso de investidura de forma clara. Los artículos 170-172 del Reglamento del Congreso se extienden un poco más en los detalles y añaden algunos elementos del procedimiento a seguir. En síntesis, la investidura queda así:
El Rey, después de las elecciones, se reúne con los representantes designados por los grupos políticos que han obtenido representación en el Congreso.
De entre ellos, el Rey propone un candidato a la presidencia. Hasta ahora siempre al más votado, y tras su fallo, al siguiente más votado: en 2023 ha elegido a Alberto N. Feijóo (PP), pero por no conseguir ser investido, ha acudido a Pedro Sánchez (PSOE).
El candidato expone (¡sin límite de tiempo!) en el Congreso su programa de gobierno (si te interesa el proceso parlamentario, puedes leer los artículos del Reglamento que arriba mencionamos).
Primera votación: si consigue la mayoría absoluta (la mitad + 1; en nuestro Congreso 176), habemus presi.
Segunda votación: si falla en la primera, le basta en la segunda con conseguir más síes que noes.
Si el candidato no consigue la investidura, el Rey propone a otro candidato (¡y así sucesivamente!). No hay límite de candidatos a intentarlo, hay límite temporal.
Si dos meses después de la primera votación de la primera investidura aún no hay presidente, el Rey disuelve las Cortes y se convocan nuevas elecciones.
El último Presidente que obtuvo una mayoría absoluta en la votación fue Mariano Rajoy Brey (PP), que fue investido el 20 de Diciembre de 2011 con 187 votos a favor, 149 en contra y 14 abstenciones, dando comienzo la X Legislatura.
Por otra parte, la investidura con más apoyos fue la que dio comienzo a la II Legislatura, en donde Felipe González (PSOE) obtuvo 207 votos a favor, 115 en contra y 22 abstenciones. De estos 207 votos a favor:
PSOE: 200
PCE: 4
UCD: 2
EE: 1
De hecho, la victoria para los socialistas estaba tan garantizada que el por aquel entonces Presidente del Congreso y diputado socialista, Gregorio Peces-Barba, se abstuvo, siendo esta la única vez en toda la historia de la democracia en la que un diputado presente no ha votado a favor del candidato de su partido.
José María Aznar (PP) estuvo cerca de alcanzar este nivel de apoyo en la sesión de investidura que daría comienzo a la VII Legislatura: fue investido el 26 de abril del 2000 con 202 votos a favor, 148 en contra y 0 abstenciones.
¿Cuál es la situación actual?
Hace una semana el candidato propuesto por el Rey y ganador de las elecciones con 137 escaños, Alberto Núñez Feijóo, no consiguió la confianza de la Cámara y no obtuvo los apoyos necesarios para salir victorioso en ninguna de las dos votaciones. Además de sus 137 escaños, el candidato obtuvo el apoyo de Vox (33), Coalición Canaria (1) y Unión del Pueblo Navarro (1), lo que suma un total de 172 escaños. Esta caída del candidato popular supone la cuarta investidura fallida en un periodo de siete años.
En vista de lo sucedido, y en función de lo previsto en nuestra Constitución, el Rey propuso este pasado martes a Pedro Sánchez como siguiente candidato a la investidura. Si el bloque que ha votado no (178 escaños) a Feijóo vota que sí a Pedro Sánchez, el candidato socialista será investido presidente.
¿Cuál es el obstáculo? Que el partido independentista Junts per Catalunya pide como requisito la amnistía a su líder, Puigdemont, y un referéndum de autodeterminación como condiciones sine qua non para apoyar a Pedro Sánchez en la investidura. De no votar a su favor, tampoco ganaría el candidato del PSOE, que se quedaría en 171 escaños, viéndonos en la obligación de ir a una nueva repetición electoral.
La realidad hoy es muy distinta. Esos tiempos de victorias holgadas y mayorías absolutas son parte de la historia. Y con un espíritu de consenso que brilla por su ausencia, las elecciones, más que acercarnos, nos alejan de entendernos. Pero, ¿de verdad puede el Presidente conceder un referéndum de autodeterminación a una Comunidad Autónoma? ¿Qué dice nuestro ordenamiento jurídico sobre ello? Preguntas como esta y muchas más las responderemos en próximas entregas de Ratio Legis.
El pasado miércoles 19 de abril, los elus y Elumnis gallegos tuvimos el placer de recibir al mentor de los primeros, Diego, y a la antigua mentora y actual coordinadora de los segundos: Sabrina. La visita, aunque más corta de lo que nos hubiese gustado, fue intensa como pocas, y es que había que aprovechar el tiempo al máximo.
El día en Santiago comenzaría con María Calo recibiendo a Diego con un buen desayuno en la Carrilana, uno de los cafés más clásicos de nuestra ciudad, en el que cargarían las pilas ante un largo día de mentorías presenciales, que comenzarían allí mismo y se prolongarían, tras la llegada de nuestro compañero Jacobo desde A Coruña, durante toda la mañana, en la que también encontraríamos un hueco para visitar la exposición en honor al químico y farmacéutico gallego Antonio Casares, que fue la causa de una interesante conversación sobre el avance de la medicina en el último siglo, así como la importancia de la innovación científico-tecnológica en la sociedad.
Por supuesto, tras una mañana intensa era imperativo disfrutar de la gastronomía gallega, y pocos lugares mejores en la “Cidade do Apóstol” que el Mercado de la Galiciana, donde disfrutamos de una amena comida como interludio entre la intensa mañana que habíamos tenido y la no menos ajetreada tarde que se avecinaba.
Al acabar, como no podía ser de otro modo, continuaríamos con mentorías. Y es que todos estuvimos de acuerdo en que las mentorías mejoran notablemente al poder hacerse de manera presencial, pues ofrece una sensación de cercanía que a través de una pantalla es más difícil lograr. Tras largos paseos por los parques de Santiago con Laura y María, Diego se encontró con Álvaro para una última mentoría, en la que se dirigirían, de nuevo, a la zona vieja de Santiago, orbitando alrededor de la catedral y el monasterio de San Martiño Pinario.
Ya con el “solpor” gallego avecinándose se unirían, finalmente, los Elumnis Pedro, Blanca y Miriam, así como Sabrina y también nuestro ex-compañero Dani. En este momento, después de callejear por la zona más pintoresca de la ciudad, nos pudimos, al fin, reunir todos para disfrutar de una cena en el restaurante Oliveira, donde la buena comida y el buen vino acompañaron largas e interesantes conversaciones sobre todos los temas imaginables: desde ponerse al día con aquellos a quien llevábamos tiempo sin ver hasta debates sobre cómo la Inteligencia Artificial puede afectar a nuestras vidas. Tras la cena, era el momento más duro de la jornada: la despedida. Diego y Sabrina se marcharían a la mañana siguiente, por lo que, en ese momento, nos despedimos de ellos, esperando, con ganas, su próxima visita.
08:00 horas, 6 de febrero. Uno apura para ir al trabajo o a la universidad y, aunque la calle, el autobús o el metro, la obligación y la devoción, aunque el gentío y la confusión de voces madrugadoras le recuerdan que está de vuelta en la rutina, uno tiene la cabeza en otro lugar y siente cierto dolor en el pecho con fuente en la melancolía. No me gustaría que esta crónica se quedara en una mera descripción del maravilloso itinerario seguido, sino que espero que, quienes me hayáis acompañado os identifiquéis con muchas palabras y, quienes no, que entendáis lo que hemos sentido y vivido, y que veáis aquello que seguimos reteniendo en nosotros tan intensamente. Y, es que, de algún modo, uno sabe que ni quiere ni puede vivir igual que antes después de nuestra estupenda peregrinación a Tierra Santa.
Cuando nos juntamos por fin el martes 31 de enero en el aeropuerto de Madrid, era tan pronto que nadie era consciente todavía de que estábamos embarcando hacia Tel Aviv (Israel), circunstancialmente, claro está, pues nuestro destino siempre fue Tierra Santa. El aeropuerto Ben Gurion nos recibió con los brazos más abiertos de lo que quizá esperábamos. Y, allí también, nos esperaba el Padre Rafa para recibirnos con una de sus características brillantes sonrisas. Estoy segura de que, quien haya pasado tan solo un segundo con él, da gracias por haberle conocido porque, mirando sus ojos y escuchando en sus palabras la Palabra, uno sabe que Dios realmente le pidió sus manos.
Cualquiera de nosotros juraría haber llegado completamente de noche al que sería nuestro alojamiento durante los siguientes dos días, pero la realidad es que apenas eran las 18:00 de la tarde. Había algo de especial en la oscuridad de Galilea, que por algunas horas quiso escondernos su mar. Con ganas de conocerlo, te levantas pronto y vislumbras el amanecer, en una tierra en la que no paras de pensar que Jesús también admiraba el trazo de los montículos que se elevaban frente al mar desde cada una de las ventanas. La primera mañana se levantó entre nubes, pero estamos de acuerdo en que el cielo así tenía un cierto encanto. En el Monte de las Bienaventuranzas, escuchando esos anhelos que llevas en el alma, aunque a menudo no sepas nombrarlos, mirabas al mar y parecía quieto y hasta se detenía el tiempo y el goteo de la lluvia dejaba de hacer ruido. Después, con el romper de las olas, el “te quiero” de San Pedro, de cuya casa vimos las ruinas, resonaba especialmente fuerte ante el “¿me amas?” de Jesucristo. No te crees merecedor, pero Él sí te ama. Caían rayos en Cafarnaúm que no hacían sino aumentar tus ganas de ver, pasear y reflexionar a la intemperie. Como inmersos en la Biblia, en medio de una neblina subimos con la ayuda de algunos taxis al Monte Tabor de la Transfiguración de Jesús. A sus pies, de forma algo más turística que peregrina, descansamos con un refrescante zumo de granada, ¡y eso que calor precisamente no teníamos! El día lo terminamos con una Adoración al Santísimo en la asombrosa Capilla de la Barca, donde no es ella la que se inunda, sino más bien son tus ojos los que no saben si aguantarán sin temblar una canción más.
En Caná, nos encontramos con la misma pregunta que recorrió con nosotros Santiago el pasado verano. Reconocimos que sí existe un amor pleno y para siempre, aunque la duda sigue abierta en el ámbito más terrenal. Nuestra marcha de la Iglesia de las Bodas de Caná, en medio de matrimonios procedentes de todo el mundo que venían para darnos envidia con su amor, fue algo abrupta, pero por ello también divertida. Esa tarde, en Belén, nuestros rezos también fueron un poco interrumpidos, y al final las dos salidas se quedan como anécdotas y como prueba de que la fe y la risa son más que compatibles. Si ese 2 de febrero hubo algo que nos removió en especial, creo que fue la entrada en Palestina a través de un checkpoint o puesto militar. ¿Cómo puede haber hoy día tales muros y fronteras? ¡En Tierra Santa! Nuestros ruegos espontáneos por la paz allí y en el mundo entero, por los sacerdotes, por los cristianos perseguidos y por aquellos que todavía no ven la Luz son ya una parte más de nuestro día a día.
La Basílica de la Anunciación, donde “el Verbo se hizo carne” fue, sin duda, una de las visitas más emocionantes de nuestra peregrinación. Primero, paseabas por las afueras de aquella imponente y atractiva iglesia de Nazaret, como queriendo dar un rodeo, ante la inquietud de lo que te esperaba en su interior. Entras. Enmudeces. Porque la Virgen María primero fue una joven. Ante los restos de su casa, te imaginas sus miedos e inseguridades, sus dudas y preguntas, y apenas puedes hacer más que caer de rodillas ante la gruta de la Anunciación, en el nivel inferior de la Basílica. Unas rocas que parecían gritar conformaban un habitáculo pequeño en el que se dio el sí más grande y estremecedor de la Historia. En un espacio tan cercano y envolvente, te recorre un tembleque de arriba abajo. Tu mente agoniza en paz, recordando momentos pasados de inmovilidad e incredulidad, de muchos noes que creías haber justificado equivocadamente usando tan solo la razón. A la salida, alguien se te acerca y te pregunta que por qué nos cuesta tanto dar un sí en mayúsculas, un sí con voz seria y paso firme, y enseguida comprendes que nadie en esta vida está a tu lado por casualidad.
El viernes 3 de febrero nos levantamos con la imaginable emoción que supone asistir a primera hora de la mañana a una misa en el Calvario, de donde nos fuimos con un hasta luego, pues volveríamos el domingo al Santo Sepulcro. Haciendo cola, reflexionas, escuchas, te impacientas: ¿eres consciente de que estás a punto de sentir, no con, pero en ellas, tus manos, el origen de todo aquello en cuanto crees? Es verdad. El reducidísimo tiempo para entrar y la rebosante decoración ortodoxa, con sus innumerables lámparas e iconos, te asfixian, pero verdaderamente más ahonda en tus escrúpulos ese espacio con voz propia. La tarde la vivimos en el Monte de los Olivos, rodeados de un sosiego que, paradójicamente, traía consigo aires de angustia, porque sabes que a menudo duermes cuando te piden que permanezcas despierto.
El sábado recordamos el regalo de la Eucaristía en el Cenaculito, bajo el interrogatorio del entrañable Fr. Artemio y, después, entre vallas y minas, llegamos al Río Jordán. No era, ni de lejos, un río azul precioso ni uno rodeado de viva y abundante vegetación. Banderas y militares de Jordania a un lado, y de Israel al otro. Era un río, en todos los sentidos, algo ruborizado. Pero, si allí vas a renovar tus promesas bautismales, ¿cuánto más importa mancharse los pies de barro? De vuelta al autobús, se te taponan los oídos descendiendo hasta el punto más bajo en tierra firme, a unos 430 metros por debajo del nivel del mar. Allí, en el Mar Muerto, nos escocían heridas, nos sacamos fotos en la orilla y nuestras caras reían. Y, quizá no allí, pero sí que aquí entiendes que tienes todos los motivos para dar muchas gracias por tanta alegría en nuestras vidas. Para poner fin a nuestro recorrido entre barros y sales, nos dirigimos a la “arena” del Desierto de Judea. Frente a nosotros, nada. ¿O todo? Estábamos los unos de los otros lo suficientemente lejos como para hablarle a nuestra soledad. Declives ásperos del terreno ante nuestros ojos en un desierto rocoso que en nada se parecía al sahariano que todos nos habíamos imaginado en aquel lugar en el que Cristo fue tentado. Con la brisa de fondo, tal enclave de frente, con juegos de luces y sombra, de frío y de calor, te sientes verdaderamente abrazado. Abriéndole tu intimidad al cielo, luchando contra todo intento de distracción, gritándole desde dentro al paraje escarpado que no te da miedo, rezando por maravillas en y a través de ti… abres tu libreta y escribes: “¿Hay algo que me pueda decir un hombre con palabras que no me hayas ya dicho Tú en esta pausa? Contigo, no es secreto mi silencio, ni tengo sed solo de agua, pese a encontrarme en el desierto”. Así, 1 hora pasó en 10 segundos y, de repente, te encuentras de nuevo en la mágica Jerusalén.
Por su parte, el Vía Crucis es uno de esos retos que sabes de antemano que merece la pena afrontar. Caminas el domingo 5 de febrero entre el bullicio y el ajetreo, entre ruidos y muros aprisionadores, por calles estrechas y sobre suelos mojados, rememorando desde la primera hasta la decimocuarta estación. En las primeras estaciones, habrías deseado vivir en la época de Jesús con tal de salir inadvertidamente de entre la multitud de Jerusalén para ayudarle a cargar con el travesaño, en otras, sin embargo, como en la decimoprimera, egoístamente te gustaría ser insensible con tal de escapar del dolor, y en las últimas te quedas de piedra pensando en cuánto sufrimiento puede soportar una madre. Más tarde, con la esperanza fijada en lo eterno y permanente, con la certeza de que ya no quieres vivir a medias, te adentras en el avión que te devuelve a Madrid. Ya en casa, con los pies en el suelo de nuevo, recuerdas que no han faltado ni las compras ni el (más o menos exitoso) regateo, ni el sueño ni el razonable o infundado miedo. Ha habido dulces locales de más y salados momentos. Se te quedan grabados a fuego todas las risas y los silencios. Nos mojamos mucho, hizo frío y viento. A menudo, errábamos graciosamente en nuestro recuento. No olvidarás que estuviste en shabbat en el Muro de las Lamentaciones, con kipá o pañuelo. Y, más que por la obligación, por la experiencia. Todo esto, terrenal y vivido con el cuerpo, también lo incluimos sin duda en nuestros recuerdos.
23:00 horas, 6 de febrero. Uno no tiene prisa por irse a la cama porque quiere que algo dure para siempre. Sabes que eres ahora más culto porque Juan te ha hablado de Historia y etimología y todo ha cobrado sentido. Te das cuenta de que cada sitio ha calado más en ti porque Carola te ha explicado dónde te encontrabas y por qué estaba hecho así. Eres afortunado, porque Esther, María L., Sabrina y María T. están a tu lado y siempre están dispuestas a darte la mano. Rezas y ves a Santa Elena, y tu negación revienta al reconocer que, sin ella, esta peregrinación nunca habría tenido lugar. Rebosas de ternura al pensar en Alessandra, mujer de fe y pasión, que un miércoles 1 de febrero te hizo caminar por Magdala mientras ella corría detrás de Jesús. Pides perdón, y a la vez das gracias, porque tuviste que conocer a Anne Marie un viernes 3 de febrero para convencerte de que ciencia y fe no se matan: ¡cómo se nos encogía el alma al ver Su mortaja, la Sábana Santa! Todo ha acabado y ya duermes, pero sabes que este viaje de vida te acompañará el resto de tus días.
¡Señor Jesús, que te conozca de tal manera que no pueda dejar de amarte, y que te ame de tal manera que no pueda dejar de seguirte!
¡Hola a todos! Soy Joaquín Delgado, elu de tercero y estudiante de Física en la Universidad Autónoma de Madrid. Llevo unos meses viviendo y estudiando en Bruselas (Bélgica), y sin duda creo que está siendo una de las etapas más felices y enriquecedoras de toda mi vida. ¡Os cuento!
El tiempo pasa muy rápido, tan rápido que a veces no somos conscientes de ello, qué me vais a contar… Van pasando los años de estudio y esa idea de ir a estudiar al extranjero que solíamos escuchar de nuestros primos y amigos mayores, de repente está al alcance de nuestra mano. Cuando menos te lo esperas, tu universidad ya ha sacado la lista de destinos y está esperando a que te lances a la aventura. ¡Es tu turno!
Después de mucha meditación intentando encajar las piezas del rompecabezas de ciudades, universidades y oportunidades, elegí Bruselas. Una ciudad llena de cultura y de personas de todas partes del mundo, la capital de Europa. Un lugar que me daba acceso a una infinidad de países y pueblos cercanos y que me ha permitido explotar al máximo el idioma, tanto el inglés como el francés. Un ambiente que jamás habría pensado que en tan solo unos meses podría llamar hogar con tanto orgullo como lo hago ahora.
La vida aquí ha sido como una película, y una muy muy buena. Si algo tengo que destacar de la experiencia que llevo vivida son las personas que he tenido la suerte de conocer, tanto españoles, como belgas, como gente de otras partes del mundo. He tenido el privilegio de encontrar mucha calidad humana, muchísima empatía y gente de la que he podido aprender y aprendo mucho. No puedo sentirme más agradecido.
La Universidad Libre de Bruselas es una pasada. Hay mucho interés y facilidades para los estudiantes, y la alta exigencia te obliga a poner los pies en la tierra. He podido elegir asignaturas muy diferentes al plan de estudios español, como La Estructura del Universo, y estoy aprendiendo a disfrutar cada vez más de cada curso que estudio. Se fomenta el entendimiento de los conceptos más allá de la memorización, hay un interés por la participación y se promueve cualquier tipo de actividad científica en grupo. Además, compartimos muchas asignaturas con estudiantes de otros grados y hay infinidad de asociaciones y actividades entre universitarios, desde cualquier equipo de deporte, hasta grupos de música, orquestas o cursos de idiomas. Se me ha hecho muy fácil sentirme acogido aquí.
Ir de erasmus es un reto constante y sin frenos. Implica estar fuera de tu zona de confort casi todo el rato. Una nueva universidad, un nuevo idioma, nuevas personas y probablemente un estilo de vida totalmente diferente al que estamos acostumbrados. Soy un afortunado, y he podido no solo conocer Bruselas, sino también viajar por toda Bélgica y por Europa. Tanta facilidad para viajar y moverse conlleva una enorme apertura de mente, y me ha ayudado a relativizar y conocer un poquito más cómo funcionamos las personas. Además, he podido ver a otros elus, que afortunadamente están viviendo su Erasmus en otros lugares. Me asombra ver cómo experiencias aparentemente tan parecidas son tan distintas al mismo tiempo, y poder compartir entre nosotros todo lo que nos está haciendo sentir es todo un regalo.
En definitiva, no puedo expresar con palabras la evolución personal que me llevo de esta primera mitad del erasmus. El Joaquín que llegó en septiembre un poco desubicado, que se enfrentaba por primera vez a la independencia, no tiene nada que ver con el Joaquín que visitaba Budapest o Edimburgo a mediados de noviembre, ¡y mucho menos con el Joaquín que se examina en enero! Me muero de ganas por seguir conociendo, aprendiendo y asombrándome con todo lo que el erasmus tenga que ofrecerme, lo recibiré con los brazos abiertos.
Para terminar, vuelvo a enfatizar que, sin duda, sin las personas que me han acompañado nada de esta experiencia tendría sentido. ¡Y poco a poco me voy dando cuenta de que ni esta experiencia, ni ninguna! Os animo a todos a lanzaros, a conocer, a dejaros asombrar y a compartir… Os aseguro que en seguida os daréis cuenta de que tal vez sois un poquito más felices. Afortunado y eternamente agradecido con Bruselas y con su gente.
Morros Finos, además de ser una revista cultural en la que se habla básicamente «de lo que a nadie importa», hace referencia a la historia de tres amigos, Blanca Labrador Granados, Pedro González Fernández y Asier Vía Álvarez, todos ellos #ELUMNI11, unidos por un mismo sentimiento: el culto a la banalidad. Bajo una mirada trascendente e inconformista, Morros Finos surge como una iniciativa para dar voz a los pensamientos de a pie y a las manifestaciones artísticas terrenales, alejándose de mayores pretensiones académicas. Donde la inutilidad es bandera y lo mundano un himno. Una llamada a los sentimientos olvidados, a la lentitud y al buen disfrute.
Ellos esperan saber de nuevos “morros finos” para su próxima edición de finales de junio 2022, por eso han habilitado un correo donde recibir nuevos escritos, fotografías y todo aquello que “a nadie importe pero todos hablan”.
Si quieres colaborar la fecha límite para enviar vuestra colaboración es el domingo 8 de junio al correo finosmorros@gmail.com ¡Ojalá os animéis!
Es el último mARTEs de febrero… ¡Cómo pasa el tiempo! No podemos detenerlo, pero sí ofreceros un descanso mediante la apreciación de esta obra, La Visitación, que fue pintada por el artista italiano del Renacimiento Mariotto Albertinelli. Albertinelli alcanzó un grado notable de fama en su época, pero siempre se vio presionado por las deudas; esto le obligó a regentar una taberna como trabajo adicional. Luisa Urquía, estudiante de Medicina , nos comparte su historia personal con el cuadro y lo que supone para su fe.
«La Visitación de Mariotto Albertinelli me emociona. Mi corazón se colma como se colmó la primera vez que lo vio. Estaba con mi madre, mi hermana y mi amiga Ana en la galería de los Uffizi y deseaba profundamente ver este cuadro, comprobar si la luz de las telas (que se aprecia en las fotos) era la realidad. Tenía que verlo.
Estábamos cansadas, llevábamos 4 horas en la galería cuando me dijeron que esa obra no estaba. Me entristeció. En realidad, no podía quejarme: “La Virgen con El Niño y los dos Ángeles” de Fra Filippo Lippi me había enamorado y “Lamentación sobre Cristo muerto” de Giovanni Bellini había llenado mi corazón de Fe y esperanza. Pero tenía que ver este cuadro. Tenía.
Bajamos a la planta de abajo y oí mi nombre, me giré, y Ana me decía con los ojos iluminados “ven”. Entré en la sala y ahí, tras la esquina, se encontraba La Visitación de Albertinelli. Me recibieron unas telas cuyo movimiento se percibía en la sala; una luz que se reflejaba e iluminaba el rostro de los que lo contemplábamos. O a lo mejor nos iluminaba la emoción de creernos dichosas por ver aquella obra de arte.
Para mí, la Virgen María e Isabel, además de ser primas, eran amigas. Dios se sirvió de ese vínculo tan increíble que es la amistad para llevar la alegría de Su Noticia a Isabel: el niño saltó de gozo en mi seno (Lucas 1:44).
Es imposible mirar este cuadro y no fijarse en esas manos y esa mirada. Unas manos que se sujetan, se sostienen. María e Isabel, primas y amigas, se sostienen. Me pregunto qué debían de sentir ellas. En medio de la incertidumbre, Dios las llena del Espíritu Santo. Y colmadas de alegría, eligen compartir su Fe.
La mirada. No puedo describirla. Solo puedo contemplarla una y otra vez. No la puedo entender. Y, sin embargo, se oye a Isabel: Dichosa tú por haber creído… (Lucas 1:45) Una mezcla de agradecimiento, admiración, entendimiento… ¿Acaso tanto puede comunicar una mirada?
Isabel mira a María, sonríe. María se lleva la mano al corazón. Se abrazan, se sostienen, se entienden. Y yo me pierdo en su sonrisa, sus manos y su mirada».
¡Seguimos descubriendo más arte en este corto (pero intenso) mes de febrero! Hoy contamos con las bellas palabras de Paloma Gutiérrez, médico apasionada por la pintura y la poesía. Conoció mARTEs a través de una amistad común en el grupo de poesía que inició un antiguo profesor de su facultad, con el objetivo de aportarles una formación humanística adicional. Así, Paloma dice: «me refugio mucho y me reencuentro conmigo y con los demás a través del arte; es lo más valioso para mí del arte, que los hombres se muestran honestamente a través de él».
Agradecemos su colaboración a través de este comentario de Mar con cielo rojo, del pintor alemán Emil Nolde.
«Desde pequeña me he sentido atraída por el arte, sobre todo por la pintura. No sé si he contemplado cada obra con la curiosidad con la que escudriño el mundo a mi alrededor o si observo la vida como si fuese una sucesión de cuadros. He querido traer a mARTEs a Emil Nolde, con su Mar con cielo rojo. Nolde, supuso un descubrimiento personal durante el confinamiento. Se sitúa a este pintor, que toma apellido artístico de su ciudad natal, dentro del expresionismo alemán, habiendo formado parte del Die Brucke y la Neue Sezession.
Entender el arte es fascinante, pero resulta a mi parecer una entelequia. Podemos bucear en la bibliografía de artistas y modelos, podemos leer sobre los movimientos artísticos y cómo se concibieron, e igualmente, podemos investigar acerca del marco de cada obra, desentrañar esas historias y anécdotas que dan vida a cada pintura. Sin embargo, el significado final siempre lo completa el espectador. Con todo lo que hay detrás de un cuadro, me parece valiosísimo que lo fundamental sea aquello que transmite la obra, lo que nos hace sentir a cada uno. Dicho esto, las acuarelas de Nolde me conquistaron en el acto. No es fácil sentirse atraído por determinadas corrientes artísticas, exceptuando movimientos como el realismo, en los que admiramos directamente la destreza del pintor. Sin embargo, las acuarelas de Nolde, fueron mi puerta al expresionismo y me enseñaron a apreciar formas de arte muy distintas, pero igualmente apasionantes.
Invito a investigar sobre el expresionismo que bebe de los precedentes impresionistas. En él, el color es protagonista indiscutible. No importa transmitir una fiel fotografía de la realidad, sino expresar las emociones del artista. Así, en un momento de enfado el mar podrá incendiarse en magenta bajo el sol, o la piel de una modelo será verde y sus formas no seguirán proporción ninguna.
A pesar de que, según se ha descubierto recientemente, el artista fue simpatizante del partido Nazi, la censura artística del Régimen Nacionalsocialista incluyó 48 de los trabajos de Nolde en su exposición de “Arte degenerado”, una muestra del arte confiscable e inaceptable en el Tercer Reich. En palabras de Hitler: “Si alguien pinta la hierba azul y el cielo verde, debería ser castrado”. En este contexto, se prohibió la venta de las obras de Nolde y al pintor, se le ordenó dejar de pintar. Pero en palabras de Nolde, aún vigilado por la Gestapo: “Tenía que pintar”. Y hasta que se lo impidió una fractura a los 84 años, pintó. No usó óleo para no ser descubierto por el olor, en su lugar realizó 1032 acuarelas en pequeño formato, que fueron base para óleos posteriores de mayor tamaño».
¡Buenas! Soy Jorge Romanillos, estoy en cuarto (¡cuarto ya!) de la ELU, y estudio Derecho por la UNED y Filosofía, Política y Economía, que, por un lado, no es un triple grado, sino sólo uno que combina estas tres disciplinas, y que, por otro lado, no se estudia en una universidad, sino entre cuatro españolas: dos de Barcelona (UAM y UPF) y dos de Madrid (UAM y UC3M). Así pues, este año estudio en mi quinta universidad, y es de esta etapa, de mi Erasmus en París, de la que os quiero hablar, aunque dando un pequeño rodeo que no tenía previsto, pero que me ha parecido interesante recorrer y compartir con vosotros, pues el año de Erasmus no es un ensayo del que se puede hablar realistamente de forma aislada (no lo es al menos para mí), sino un capítulo más que sólo tiene sentido en el marco amplio de la historia de una vida.
Yo soy un chaval de Guadalajara, y me encanta mi ciudad, pero en el fondo siempre he sabido que se me hacía pequeña (85.000 habitantes, entre otras cosas), y que yo quería volar. De hecho, la madrugada del 16 de septiembre de 2018, mientras desaparecía Guadalajara en nuestro retrovisor rumbo a Barcelona, escribí estos versillos que ilustran bastante bien cómo me sentía:
Es fascinación, no miedo, lo que siente el polluelo al mirar hacia arriba, al mirar hacia el cielo, al saltar del nido para empezar su vuelo.
¿Qué pasará? No lo sabemos, de momento… ¡soñemos!
Ese mismo sentimiento invadió mi pecho atravesando media España y tres cuartos de Francia para llegar con mis padres a mi nueva casa, una pequeña habitación de una residencia pública de París (el CROUS de Bercy). Ya en el año en Barcelona había vivido solo, y podía intuir lo que se venía, pero esta vez era un pasito más el que daba al salir de España, y uno siempre se siente muy emocionado ante este tipo de nuevos comienzos.
Además, el momento vital también era muy diferente para mí: de algún modo, cada año de carrera se ha correspondido con una pregunta fundamental que me ha rondado y que ha orientado mi vida. En primero me preguntaba si quería coger un camino (¿para qué vivo? ¿por qué no suicidarse? Porque yo era muy feliz, pero no quería vivir por inercia); en segundo, habiéndome respondido y convencido de que sí, de que quería coger un camino, me preguntaba cuál, pues ya decía Séneca que “ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina” (una vez sabía y sentía con toda mi alma que quería vivir y por qué, me preguntaba a qué quería dedicar mi vida para poder vivir de un modo coherente); en tercero, tras haber probado diferentes vías y tras un largo proceso de discernimiento, tuve una intuición crecientemente clara de mi meta (quería servir a través de la política y, en concreto, promocionando la integración política europea y mundial de acuerdo con los valores y las ideas socialdemócratas, que son las que más nobles y prácticas me parecen, -aunque no siempre se apliquen de manera acertada, por ello también quería involucrarme y aportar-); en cuarto, saber adónde quiero llegar me ha dado un criterio a la hora de elegir los senderos que recorren mis pies (así, voy dirigiendo consecuentemente mi tiempo, mis estudios, mis compromisos…). Es decir, que aunque este es mi segundo año fuera de casa, no tiene prácticamente nada que ver este en París con el anterior en Barcelona.
Centrándome ya más en mi Erasmus, elegí París porque es París, porque es una ciudad muy especial: una de las más bonitas del mundo ¡y la que más museos tiene por metro cuadrado! Elegí París también porque quería mejorar mi francés, porque tiene una posición privilegiada para viajar por Europa… y lo cierto es que fue un grandísimo acierto: me tiene enamorado la ciudad del Amor 😉
Las dos primeras semanas fueron de una intensidad tan preciosa como insostenible, es el momento de ubicarse en la ciudad, de pateársela, de conocer a la gente, de dormir poco y de formar tu grupo, que es como encontrar tu pequeña familia en esta nueva casa tan lejos de casa.
He de decir, sin embargo, que esta claridad acerca de lo que quiero en mi vida hace que tenga sentido no haber tenido una experiencia tan inmersiva durante el primer cuatrimestre como quien está en un Erasmus quizá más clásico, ya que mis diversas responsabilidades y las oportunidades que me ofrece formar parte de asociaciones y partidos políticos me han llevado a viajar bastante este primer cuatrimestre.
Por ilustrar esto que digo, como miembro de Jóvenes Europeos Federalistas y presidente de la sección de Castilla-La Mancha he viajado a cursos y eventos sobre cómo mejorar la Unión Europea en Bruselas, Praga, Sofía, Estrasburgo y Cuenca; como miembro de Young World Federalists estuve en Berlín en la “Week for World Parliament”; y como militante de Juventudes Socialistas y del PSOE estuve en el 40º Congreso Nacional de Valencia y en el 12º Congreso Regional de Toledo. Es decir, que muchas de mis semanas en el primer cuatri consistían en estudiar y disfrutar de París de martes a jueves y en viajar de viernes a lunes.
No obstante, este segundo cuatrimestre está siendo y va a ser mucho más París (¡aunque iré al segundo finde y a la graduación de la ELU!), y acabo los exámenes a principios de abril, así que voy a tener bastante tiempo en mayo y hasta el 30 de junio para empaparme de las Luces y de las calles de la ciudad de la torre Eiffel, e incluso para explorar sus alrededores. El otro día estuvimos, por ejemplo, en el Château de Fontainebleu, donde firmó Napoleón con Godoy lo de ir a por Portugal con sus ejércitos a través de España… que ya sabéis cómo salió.
Además, viendo mis amigos que no estoy de viaje, están decidiendo viajar ellos y estoy haciendo yo de anfitrión, que también es algo muy bonito de irse fuera. Y ver a mis amigos de Guadalajara, por ejemplo, venirse a las soirées y hablar en inglés con mis amigos de por aquí de Brasil, Líbano, Grecia, Taiwán… no tiene precio, la verdad.
Cierro ya, que me he alargado bastante al final, con unos versos que escribí el 24 de septiembre, cuando apenas llevaba un mes en París, y en los que hablo sobre lo que ha sido mi camino en estos últimos años y sobre lo que estaba y está siendo París para mí:
París está siendo, yo que soy muy de soñar, la ciudad de mis sueños.
Guadalajara es, sin duda, la ciudad de mi corazón; Barcelona fue una crisis tremenda que me hizo parar y mirar a mi interior; Madrid fueron dos años de discernimiento, y de encontrar mi dirección; y aquí en París me siento como quien sabe a qué ha venido, y se pone en acción. Y estoy viviendo una paz… y me está ocurriendo una magia… que de verdad que os digo que es muy difícil de explicar, pero que me flipa, vaya.
Así que, resumiendo: París está siendo, yo que soy muy de soñar, la ciudad de mis sueños.
Alberto Leroy, antiguo alumno de Escuela de Liderazgo Universitario de la Universidad Francisco de Vitoria, comparte con nosotros los recuerdos de su paso por la ELU y su experiencia como emprendedor al frente de Limpiu.
Esta es la primera de una serie de entrevistas ELUMNI UFV que irán compartiendo, ¡esperamos que os gusten!
El domingo 14 noviembre tuvimos en Beers & Books la reunión para comentar el primer libro de este curso: Noches Blancas, de Dostoievski. Esta novela corta, ambientada en San Petersburgo y publicada en 1848, es intensa a pesar de su brevedad, y nos dio mucho que hablar.
La conversación empezó con la presentación del autor: Fiódor Dostoievsky (1821 -1881), uno de los novelistas rusos más influyentes de occidente y de la literatura universal. Tuvo una vida marcada por el sufrimiento y la muerte, y sus obras son conocidas por explorar la psicología humana en el contexto social y político de la Rusia del siglo XIX. En cuanto al título de la obra, este hace referencia al fenómeno natural que ocurre durante el solsticio de verano en ciudades como San Petersburgo en el que el sol no se llega a poner del todo y por lo tanto la oscuridad durante la noche no es completa.
Una vez hecha la introducción, y entendiendo mejor al escritor y de dónde viene, pudimos profundizar en la trama. Este relato narra la vida de un hombre que se presenta a sí mismo como a un soñador. Un hombre que pasea las calles de San Petersburgo y conoce de memoria sus edificios o incluso la cara de sus habitantes, pero que, a pesar de ello, no tiene un solo amigo. Sin embargo, una noche conoce a una mujer. Aquí comienza la historia.
Nuestro protagonista deja de vivir en su imaginación para conocer a Nastenka, una mujer real, de carne y hueso. Durante las cuatro noches que dura la narración, se nos presentan varios temas que tuvimos la oportunidad de comentar: la soledad y el (des)amor, los sueños y la realidad, la felicidad y la esperanza. Y es que, este encuentro del personaje principal con Nastenka (y con la realidad), le marca profundamente: «¿Y qué podré soñar entonces que sea más bello que la vida, después de haber gozado realmente aquí, a su lado, instantes tan felices?».
Sin embargo, las noches blancas acaban con una mañana, y – intentando no destripar el final – se podría decir que los personajes no acaban comiendo perdices precisamente. De manera que el protagonista, que por una parte vive en su carne aquello que ya habíamos aprendido nosotros en la ELU de que la verdadera felicidad sólo es real cuando es compartida, también se topa de frente con el sufrimiento, circunstancia inseparable del amor, de salir de sí mismo y de ponerse en juego– aunque sean tres maneras de decir lo mismo. La gran pregunta que nos deja, y que nos hacíamos el domingo, es: ¿merece la pena?
La respuesta que propone Dostoievski, una de las frases más conocidas del libro, marcó nuestra reunión: «¡Dios mío! ¡Todo un momento de felicidad! Sí, ¿no es eso bastante para colmar una vida?» Un abrazo a todos, ¡¡nos vemos en el siguiente Beers and Books!!
La alumna de primero, Inma Iglesias, ha recibido el Premio a los Mejores Proyectos de Emprendimiento UFV por su iniciativa ‘Growpies‘. Esta primera edición de los premios se celebraron el pasado miércoles 3 de noviembre en la Universidad Francisco de Vitoria, organizados por el Vicerrectorado de Innovación y Emprendimiento. Ella misma nos explica en qué consta su iniciativa:
“Este proyecto social nace de una necesidad real que experimentan hoy en día más de dos millones de familias en España: la importancia de formación en aspectos relacionados con el desarrollo integral de niños con necesidades educativas especiales. Y nosotros lo hemos experimentado en primera persona.
Nuestro propósito es el de garantizar la accesibilidad, la calidad y la especialización en la formación al entorno más cercano. De esta manera, estamos desarrollando una comunidad online en la que los padres puedan encontrar otras familias con similares o diversas experiencias, cursos, workshops, herramientas y recursos prácticos, y una red de profesionales que les capacite y les permita implicarse en el desarrollo de sus hijos”.
Esta vez venimos a hablaros de una pequeña iniciativa a la que nos hemos animado a participar los ELUS de Zaragoza.
Terminando el verano nos llegó al mail una newsletter de la Cruz Roja (a la que os recomendamos que os apuntéis) para realizar voluntariado en prácticamente todas las localidades y municipios de España. En estos correos mensualmente se ofrecen actividades para colaborar en función de la necesidades de la ONG. Nosotros nos inscribimos en una recogida de material escolar en el Carrefour para niños cuyos padres no tienen los medios para proporcionárselos. Y más especialmente este año, que a raíz del coronavirus se requieren dispositivos electrónicos y otros materiales de precio elevado que muchísimas familias no se pueden permitir.
La campaña se realizó en toda España y concluyó con más de 150.000 euros recaudados en material escolar.
Aunque es un pequeño gesto, muchos pequeños culminan en algo grande, y solamente nos requirió una mañana de nuestro tiempo.
Espero que todos estéis bien y nos veamos pronto en persona,