ELUs por El Mundo: Ana Carmen Gutiérrez–Amsterdam, Holanda

27 OCT

Ana Carmen Gutiérrez es una de nuestras primeras CLAVIS y se encuentra actualmente viviendo en Amsterdam, trabajando en un estudio de arquitectura y viviendo un estilo de vida apasionante y envidiable.

Los primeros días en un país que no es el tuyo tienes un montón de sentimientos superpuestos: por un lado está el miedo a lo desconocido, las dudas sobre si estás haciendo lo correcto o no, la pena de haber dejado atrás a toda tu familia y amigos…pero a la vez uno siente, sobre todo los primeros días, una emoción por dentro que te dice que el que tu cambio repentino de estilo de vida salga bien o no, sólo depende de ti mismo. Y en mi caso, en una ciudad como Amsterdam, resulta muy fácil e inmediato engancharse a las calles, el estilo de vida, las cervezas, la bicicleta como único medio de transporte y la mezcla de culturas que han hecho que en estos 3 años haya hecho tantísimos amigos de todas partes del mundo.

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Siempre he pensado que he tenido mucha suerte a lo largo de mi vida, pero el caso de mi primer contacto con Holanda fue algo desproporcionado. Estaba estudiando 4º de arquitectura en Pamplona cuando decidí adentrarme en el mundo profesional, y ya que el único tiempo libre que tenía eran las vacaciones de verano, pensé que el buscar unas prácticas en el extranjero me ayudaría a vivir una experiencia aún más completa y atractiva, y a sentir que a pesar de trabajar duro, había estado de vacaciones.

Y así por casualidad, caí como practicante en uno de los estudios de arquitectura más renombrados de Holanda, Architectuurstudio HH (Herman Hertzberger). Sabía de antemano que era una buena oficina, pero no que me encontraría con tanta gente con ganas de hacer las cosas bien, de ayudarme a instalarme en la ciudad y dispuesta a compartir conmigo todo lo que sabían: sobre todo los jefes, y en especial Herman, quien se sentaba a menudo junto a mi silla a contarme todas sus teorías estructuralistas que le han llevado tan lejos, y yo mientras tanto ahí sentada con los ojos como platos y procurando ser una esponja que absorbiera cada palabra y cada segundo.

Se ve que aquel verano, cuando casi todos los empleados estaban de vacaciones, les ayudé mucho, hasta el punto que me propusieron que me quedara durante el curso. Me pareció tentador, pero debía seguir con mis estudios en España, así que decidí posponer la oferta hasta el siguiente verano. Estuve un segundo verano con ellos, y después de terminar la carrera me volvieron a contratar. ¡No podía desaprovechar esa oportunidad!

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Desafortunadamente, la crisis ya había arrasado con varios estudios de Holanda, y solo dure unos pocos meses más. Más tarde estuve en otro estudio, mucho más pequeño pero igual de enriquecedor, hasta que terminé en mi puesto actual, con MVSA architects, con un recién firmado contrato indefinido. Dos años y medio de grandes experiencias, una detrás de otra, eso es lo que he vivido en Holanda hasta el momento.

Lo que más me gusta de vivir en Amsterdam es, sin duda, la bicicleta. Al principio cuesta hacerse a la cantidad de tráfico del centro, a esquivar a turistas despistados y vías de tranvía…, pero al cabo de un tiempo, uno se sorprende a uno mismo montando sin manos mientras escribe un mensaje de texto. La bici te da una flexibilidad absoluta, nada queda a desmano, y además te mantiene en forma y te hace más fuerte: aguantar chaparrones, viento, nevadas…hace que un poco de lluvia no te retenga en casa sin hacer nada. ¡Y encima, gratis!

Amsterdam siempre se ha caracterizado por estar muy ligada a la cultura y el arte. Siempre hay planes interesantes de todo tipo: conciertos, exposiciones, festivales…y sobre todo mucha afición por la cerveza. Pero lo más curioso de todo es ir descubriendo los diferentes barrios de la periferia, en plena regeneración urbana, donde la industria, las fábricas abandonadas y las casas barco, se convierten en el refugio de jóvenes artistas, emprendedores, amantes de la naturaleza y todo aquel capaz de sacar algo productivo de lo que la sociedad ha marginado. Un buen ejemplo es el Cafe de Ceuvel: