Nepal es un país de contrastes. Las hermosas montañas nevadas marcan la frontera en el norte, el verdor de las terrazas y los montes, junto con los amplios ríos y lagos cubren su centro y la llanura, la selva y el polvo característicos de la región Sur, dan paso a la India.
Como no podría ser de otra forma, yo me encuentro en el término medio. Mi hogar desde hace 3 meses se encuentra en Khanikhola, un pueblecito a 25 km de Kathmandú, construido a ambos lados de la carretera principal y rodeado de verdes montes y miles de flores. El martes celebré mi primer trimestre como maestra en la escuela Superb Catalyst Academy (https://superbcatalyst.com/), la única escuela privada bilingüe nepalí – inglés del pueblo.
(Los alumnos de 1ro de ESO me ayudaron a crean un libro de recetas nepalíes, así que les enseñé cómo cocinar una rica tortilla de patatas)
Es difícil ser objetiva al describir como es mi vida aquí. Vivo con el director, su mujer y su hija. Desde el primer día me acogieron en su familia y pasé a formar parte de ella, así como del equipo de profesores del colegio. Más voluntarios y voluntarias han pasado por aquí y han ayudado a cubrir clases en la escuela. Sin embargo mi implicación ha ido más allá. No solo doy clases, también les ayudo a redactar informes sobre los niños y niñas que necesitan ayudas, con los mayores establecimos e inauguramos oficialmente la biblioteca de la escuela (podéis ver la noticia en este enlace https://superbcatalyst.com/fit-row/like-another-sunday-or-not/) y hasta logramos que Idilia Foods nos enviara sobres de chocolate para todos los miembros de la escuela! Ya podéis imaginar la sorpresa en las caritas de los nenes con sus sobres de Paladín a la Taza en mano! (unas cuantas imágenes valen más que mil palabras así que os dejo otro enlace para ver en directo cómo fue la experiencia https://superbcatalyst.com/aside/spanish-chocolate-superb-catalyst/)
Los mayores (4to ESO) después de inaugurar la biblioteca de la escuela.
El contexto, como ya os podéis imaginar, es totalmente diferente. Aún así, me siento como en casa. Tengo la oportunidad de vivir inmersa en la cultura nepalí la cual, a su vez, está muy influenciada por la religión hindú, aunque haya también creyentes cristianos, musulmanes y budistas. Como ellos mismos dicen, Nepal es un precioso jardín verde con miles de flores de colores diferentes. Y, aunque en el mapa ocupe un espacio pequeñito, es sorprendente la riqueza cultural y la diversidad que lo caracterizan.
(Las vistas des de mi casa en Khanikhola)
A cualquiera que desee conocer este hermoso lugar, le diría que no puede perderse un largo paseo por las caóticas calles de Kathmandú, descubrir la grandeza de la cordillera del Annapurna, ver la puesta de sol en el lago Phewa en Pokhara o la fauna salvaje que habita en el parque nacional de Chitwan. Aún así, la mejor manera de conocer un lugar es compartiendo experiencias con la gente local y esto, en Nepal, no es difícil de lograr.
(Zona rural del Annapurna)
A pesar de la inestabilidad y la corrupción que caracterizan su gobierno – y todos los partidos políticos del país -, así como la dependencia y subordinación para con India en materia económica, política y energética, la población corriente, sobre todo en las montañas, desprende positividad, calma, equilibrio y mucho, muchísimo cariño.
Ella es Bina, la mujer del director. Se ha convertido en mi hermana mayor. Ella también es maestra en la escuela y está implicada en política regional para intentar defender los derechos y la voz de la población rural.
Aunque cuando lo pienso se me encoje un poquitín el alma, a principios de enero dejaré esta nueva familia para embarcarme en otro proyecto en Camboya. Allí también ejerceré de maestra voluntaria en una escuela en Siem Reap. Si bien es cierto que me siento como en casa y os podéis imaginar el amor que siento por tod@s mis alumn@s y personas implicadas en esta comunidad, algo dentro de mi me pide seguir “complicándome la vida” al más puro estilo Hel(u)ena.
Con mi ahijada educativa (la escuela tiene un programa de apadrinamiento de estudiantes ya que acoge a niños y niñas de todas las castas y condiciones familiares. El apadrinamiento consiste en hacerse cargo de la tasa escolar – 150€ al año -)
Y para terminar, querid@s ELUs, sólo quería deciros que si tenéis la oportunidad de implicaros en algún proyecto de voluntariado, sea en España o en otro país, en vuestra disciplina o en otra, no dudéis. Está claro que, cuanto más diferente es el nuevo contexto – a nivel cultural, lingüístico, religioso, gastronómico, artístico, etc -, más uno se da cuenta de dónde viene, qué valores lo definen y qué camino permite a uno amarse a sí mismo y a los que lo rodean, ofreciendo el talento que se posee para, así, aportar ese granito de arena que, poco a poco y con cariño, puede hacer de este mundo un espacio positivo, rico y, en definitiva, equilibrado.
Helena Cobos Rius