martes de arte

Vida ELU

mARTEs – El Empíreo, 1861

Por: ELU Admin

¿Qué tal empezáis el mes de mayo? Nosotros, con tantas ganas como siempre de compartir arte y palabras. El dibujo que contempláis se llama El Empíreo y es obra del ilustrador francés del siglo XIX Gustave Doré, que es recordado por otras ilustraciones del mismo libro al que pertenece ésta, La Divina Comedia, y, sobre todo, por su detallista edición de Don Quijote de La Mancha.

Tenemos el privilegio de acompañar el cuadro con un texto, divulgativo, delicado y personal a partes iguales, escrito por Íñigo Juaristi, estudiante de tercer curso de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid. Leedlo y contadnos: ¿de la mano de quién queréis “fascinaros al contemplar el universo”? ¿Con quién os gustaría compartir el arte?

«“Cuanto aparece en aquel cielo inmenso,/ que bien se ve, sus giros escrutando,/ un punto vi de resplandor intenso,/ y deslumbrado, me dejó suspenso./ […]/ Al mirar mi sorpresa, con dulzura/ me dijo así Beatriz: ‘De ese alto punto/ depende el cielo y toda la natura./ Mira el cerco, que más le está conjunto,/ y sabe, que si gira velozmente,/ es que el Amor se afoca en ese punto’” (Paraíso, canto XXVIII) son los versos que quedan plasmados en uno de los pocos grabados románticos de Gustave Doré que abandonan los aires lúgubres: Dante y Beatriz observando desde el Empíreo una visión mística de Dios tras abandonar el mundo material, cual pareja de caminantes sobre un mar de nubes.

Según la teología medieval, el orbe se compondría de nueve esferas rodeando la Tierra: ocho primeras de planetas y estrellas, y una última nombrada el Primer Móvil (o el Primo Amor). Las nueve estarían en un eterno giro sincronizado por una melodía universal tocada por Dios. Cada esfera imitaría en este movimiento a la que es más perfecta que ella (por la que está inmediatamente rodeada), es decir, por amor. Sin embargo, Dante y Beatriz, al estar en el Empíreo (trascendido el mundo material), no ven este cosmos, sino las nueve jerarquías angelicales en corros al son de esa armonía divina, los llamados coros celestiales impregnados por esa luz central, Dios. Algo así como una versión platónica del universo frente a sus ojos.

Es curioso, pero todas las veces que he leído la Divina comedia lo he hecho acompañado, al igual que Dante al recorrer los tres confines del mundo. Lo importante del pasaje citado no es tanto lo que ve el poeta, sino que su visión también la experimenta un otro, y es precisamente por eso por lo que la pueden reconocer ambos (Dios se manifiesta a través del amor en el cristianismo). Y es que solo se me ocurre una cosa mejor que fascinarse al contemplar el universo, y es hacerlo de la mano. Como me dijo una vez alguien querido: “ese lugar que es todos los lugares, porque lo es contigo”. Esa es la razón por la que Dante consigue redimirse de “la selva oscura” en la que se hallaba, la perspectiva que gana al tomar distancia de la existencia, la que le da Beatriz. Esa es, quizás, la única forma de poder contemplarse a uno mismo».

Vida ELU

mARTEs – Autorretrato con la muerte tocando el violín, 1872

Por: ELU Admin

¡Último mARTEs de abril! Y seguro que también el primero de la fase de exámenes finales de muchos de vosotros. El cuadro de hoy, Autorretrato con la muerte tocando el violín, fue pintado por el pintor suizo Arnold Böcklin y se enmarca en una corriente a veces olvidada y difícil de definir: el simbolismo. Los artistas simbolistas buscaban representar el ideal de las cosas, lo que transmiten los grandes conceptos: la muerte, el amor, la pasión, la melancolía… En el siglo XX, muchos surrealistas se inspiraron en sus trabajos, ambientados en mundos extraños y misteriosos.

Contamos el placer de leer las palabras de Joaquín Delgado, estudiante de segundo curso de Física en la Universidad Autónoma de Madrid y segundo año de la Escuela de Liderazgo Universitario. Su contribución es un recordatorio al que agarrarse cuando estéis estresados por los estudios: ¡la vida es mucho más que eso: es arte!

«Llevaba mucho tiempo pensando en escribir algo que fuera capaz de unir la pintura y la música, y creo que esta, sin duda, es la obra perfecta.

¿No es curioso que la música aparezca representada a través de la muerte? La postura de Böcklin es realmente intrigante, como si mientras pintara hubiera tenido la necesidad de parar un momento para escuchar esa melodía que sale del violín. Qué pasada, ¿no? Da la sensación de que Böcklin trata de enfrentarse a la muerte a través del arte, inmortalizándolo. Como si quisiera decirnos que, a pesar de la fugacidad de la vida humana, el arte va a permanecer, tocando los corazones de todos aquellos que se abran a él. Qué os voy a contar… ¡Yo soy el primero que hoy en día se emociona con una sinfonía de Brahms o con una sonata de Beethoven! La idea del arte como concepto inmortal me incita a descubrirlo cada día más y más, me anima a exprimir los sentimientos y el mensaje que el autor ha querido plasmar en un lienzo o en un papel.

Además, también hace referencia a la fugacidad de la vida, ¿no? Está claro que Böcklin no pasa de puntillas, le ha metido un hat-trick a la muerte. Es como si le estuviera susurrando al oído que recuerde que en algún momento todo se acabará. Pero no lo dice sin más, ¡por supuesto que no! La propia muerte, a través de la música, le está recordando que el arte es un placer de esta corta vida. El arte es el medio más trascendental de expresar sentimientos y de contar una historia, capaz de llegar allí donde las palabras no son suficientes. Muchas veces cuando me preguntan: “Joaquín, ¿cómo estás?” casi me sale contestar: “Pues, ¡no lo sé! Pero escucha esta canción a ver si sientes lo mismo que yo”.

Este cuadro tiene tanta relevancia que incluso el segundo movimiento de la cuarta sinfonía de Mahler está inspirado en él (os animo a escucharla porque es una pasada). No me sorprende que me haga reflexionar tanto. Al fin y al cabo, ¿qué es el arte para nosotros? ¿Cómo nos mueve? ¿De qué forma está presente en nuestra vida? Böcklin no tiene dudas».