Magisterio

Vida ELU

Elus por el Mundo – Alberto Pantoja

Por:

¡Hola a todos! o, como diríamos en París, Bonjour a tous!

Soy Alberto Pantoja Bonilla, y estudio Magisterio de Primaria en la Universidad de Castilla-La Mancha, en el Campus de Toledo… ¡Aunque ahora estoy estudiando en París!

Como ya sabéis, en Magisterio tenemos un par de grandes períodos de Prácticas de Enseñanza en colegios. Desde que empecé la carrera, sabía que no quería pasar mis “Prácticums” por encima, cubriendo el expediente, lo que me animó a buscar una experiencia diferente y en la que pudiera ser consciente de otras realidades que también existen, aunque no sean muy comunes.

Más tarde conocí la Acción Educativa Exterior del Gobierno de España, que son una serie de centros escolares públicos repartidos por distintos países del extranjero y donde los estudiantes aprenden siguiendo el sistema y modelo educativo español. Gracias a un convenio Erasmus Prácticas que mi universidad tenía suscrito con un cole de Acción Educativa Exterior, pude concursar por ese destino, que más tarde conseguiría.

Así, conocí el Colegio Español Federico García Lorca de París, centro que sería mi “casa” de París. Como además en la Facultad pude estudiar a la vez  los recorridos de Didáctica del Inglés y de Didáctica del Francés, esta era la mejor oportunidad para poner en marcha mis competencias en francés.

Con mucha ilusión y ganas de aprender, llegué al Colegio Federico García Lorca a finales de Septiembre, donde comenzaría una de las mejores aventuras de mi vida.

París es una ciudad que nunca duerme, en la que suceden cosas constantemente y en la que en ocasiones uno pierde la noción de la realidad, arrastrado por el vertiginoso ritmo que aquí se respira. Sin embargo, es también una ciudad que revela su belleza en las cosas más pequeñas y simples del día a día, y que me ha enseñado a descubrir que lo bonito de cada día no tiene por que ser algo impactante, sino cosas sencillas hechas o contempladas con amor: Mi paseo en bici por el Sena hasta llegar al colegio, cruzar a diario en metro el puente de Bir-Hakeim y ver el amanecer con la Torre Eiffel de fondo, o conseguir que uno de mis alumnos de 1º de Primaria, cuya lengua materna es el francés, haya aprendido a leer bien en castellano la palabra “Agua” gracias a mi ayuda. ¡Estoy seguro que a partir de hoy, todos los días de su vida leerá alguna palabra!

En estas prácticas de Enseñanza, al estar en clase con mi alumnado, cada mañana me pregunto de nuevo: ¿Quién enseña a quién? Y me exclamo del mismo modo ¡Esta es la vida misma!

Y a ti, París: Gracias por haberme enseñado tantas cosas, pero sobre todo por haberme acogido tan bien. Aunque resulte algo paradójico, el estar lejos de España me ha hecho apreciar y valorar más mi tierra. Todo el profesorado del Colegio es Español, y de algún modo nos apoyamos y entendemos nuestras necesidades comunes. ¡Qué bonito es ver cómo en el Cole, gente de todas partes de España se apoya, se ayuda y hasta celebra su fiesta nacional en común!

Gracias a Dios también por estar regalándome en París a personas que hacen que todo esto sea más enriquecedor y con las que puedo recibir el don de su amistad y aprender mucho de ellas. Mi experiencia no sería la misma sin mis compañeros del colegio o mis amigos de mi parroquia de París.

Todo ello es genial, pero esta experiencia también me está sirviendo para recordar más y tener más presente que nunca las cosas tan buenas que de normal disfruto en España y que no valoro tanto: Mis padres y hermano, de los que me acuerdo a diario y trato de compartir mis experiencias y aprendizajes con ellos, mis buenos amigos de Toledo, a los que no olvido, o mis visitas casi diarias a mis abuelos.

Y a la pregunta sobre si esta experiencia merece la pena, diría: ¡Por supuesto que sí! (De hecho, me planteo repetirla) y si eres estudiante de educación te animaría totalmente a probar una experiencia así.

Muchas gracias por vuestro tiempo y atención. Espero que hayáis podido comprobar lo contento que estoy con esta experiencia y os haya animado a intentar algo parecido. ¡Seguro que merecerá la pena!

Vida ELU

Blanca Ruiz del Pino – ELUs por el Mundo

Por:

‘Comienza la aventura. Escucho Promise de Ben Howard y la melodía acompaña el día de lluvia con algunos rayos de sol. Por la ventana del avión veo coches que van y vienen, aviones que despegan y agua que corre por la pista. Y aquí estoy yo, un poco desubicada y nerviosa. No puedo decir que tenga miedo, porque creo que es de esas veces en mi vida que siento que estoy haciendo lo correcto. Estoy abierta a lo desconocido, a nuevas culturas, nuevos amigos, nuevas formas de ver el mundo. Estoy feliz, sí, me encuentre lo que me encuentre en Rovaniemi, me siento bien conmigo misma porque he sido capaz de dar el salto y decir, ¿por qué no? Hoy siento que la vida está llena de esos pequeños o grandes saltos que nos atrevemos a dar, y son ellos los que nos impulsan a nuevas experiencias que nos esperan, para hacernos más felices o más fuertes, pero sin duda, para aprender.

Quiero que cuando lea esto a la vuelta de esta aventura sienta que ha merecido la pena. Quiero dejar un poquito de mí aquí y sentir que he sabido aprovechar cada momento. Espero que mi estancia aquí no sea un andar de puntillas, sin nada que me haga crecer y sin nada que me hiera un poco, espero que sea un meterme en el barro y un dejar que la lluvia me empape, un sí a saborear el límite y descubrir qué es esta vida y qué soy yo para tener esta suerte para vivirla. Rovaniemi, allá voy.’

¡Hola a todos! Soy Blanca Ruiz, de Antequera, estudiante de Magisterio Bilingüe en la Universidad de Granada y de tercer curso de la ELU. Desde agosto vivo una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: mi Erasmus en Laponia, concretamente en Rovaniemi.

Rovaniemi es la capital administrativa y el centro comercial de la provincia más septentrional de Finlandia, Laponia. Es una de las ciudades europeas más extensas en territorio y tiene una población aproximada de 63.000 habitantes. Está situada cerca del Círculo Polar Ártico entre los montes de Ounasvaara y Korkalovaara, en la confluencia del río Kemi y el Ounasjoki.

Cuando llegué en agosto, aún se podía ver el Sol de Medianoche y había unos 15 grados. Era el tiempo perfecto para realizar senderismo, salir a coger arándanos, pasear en bicicleta, hacer barbacoas… Todos los estudiantes de Erasmus queríamos empaparnos de la realidad que estábamos viviendo, conocer la ciudad y a nuestros compañeros de aventura; de lo que éramos poco conscientes era de que Rovaniemi se convertiría en nuestro hogar y nuestros amigos, en nuestra familia.

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Entre septiembre y noviembre, podía observar en mi ventana un otoño profundo y fugaz, como aquí le llaman, Ruska. Vivía dentro de una pintura, donde el paisaje y los tonos ocres, rojos y amarillos conseguían cobrar vida y me hacían sentir en armonía con ella. Las hojas caían y los rayos de sol de escondían. Las ardillas bajaban de los árboles y los renos paseaban por en medio de las carreteras. El arco iris doble aparecía receloso temiendo que dejara de llover. El otoño era efímero y el invierno eterno. Y si de algo me di cuenta en esos primeros días de pre-invierno es que en tiempos de hielo necesitamos corazones vivos. Sobrevivir al frío no es fácil si no tienes con quien compartirlo. Necesitamos de los demás para que hagan una hoguera en nuestro corazón y su fuego nos dé el calor suficiente para vivir sin sol.

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La temporada de nieve comenzó en noviembre y dura al menos hasta mayo. Febrero es el mes más frío. Las temperaturas pueden bajar a -30 y -40 algunos días, pero lo más normal es estar entre -18 y -25 grados. Durante diciembre y enero casi no hay luz solar, solo durante unas dos horas. Estos días tan oscuros y fríos, también llamados noches polares o Kaamos, eran los más duros, pero la vitamina D y los buenos amigos nos ha ayudado a mantenernos despiertos. Era el momento de caminar sobre los lagos congelados, de hacer barbacoas en medio del bosque, de pasear en trineos de huskies, de ver auroras boreales, de practicar ice-swimming, de conocer a Papa Noel y a sus elfos… Y, por supuesto, ¡de ir a la sauna! El mayor regalo que he recibido durante el invierno eran los días donde el sol decidía salir. Aquí el sol no calienta igual, no quema, sino que es como un abrazo cuando sientes frío, o como una luz cálida en medio de la oscuridad. Además, Rovaniemi es la ciudad del atardecer constante, donde el sol siempre se mantiene en el horizonte e ilumina la nieve que cubre los lagos congelados.

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En cuanto a la universidad, en el norte de Finlandia solo hay dos universidades: la Universidad de Laponia y la Universidad de Ciencias Aplicadas, ambas en Rovaniemi. La Universidad de Laponia cuenta con unos 2.000 estudiantes y ofrece una educación de calidad y una enseñanza prácticamente individualizada al alumno, pues los cursos no cuentan con más de veinte estudiantes. La Universidad de Laponia considera a sus estudiantes el eje central de la institución, por lo que constantemente se ofertan congresos, cursos y excursiones. Los estudiantes internacionales son muy bien acogidos y se les invita continuamente a participar de forma activa en la vida universitaria.

El principal motivo por el que decidí venir a Finlandia era mi curiosidad por su sistema educativo. Quería conocer cuáles eran sus claves, qué era lo que hacía que los alumnos se interesaran por conocer y cómo eran sus docentes que conseguían transmitir ese amor por la enseñanza y por la entrega a los demás. Afortunadamente, he tenido la suerte de poder visitar diferentes colegios de la región y de realizar un período de prácticas en uno de ellos, enseñando inglés en una clase de 4º de Primaria e investigando cómo se imparte la educación especial en Finlandia. He podido conocer mejor su sistema educativo y, ¡ahora podría hablar durante horas de él! Pero resumiendo, he podido descubrir que la educación es un reflejo de su sociedad, cultura y costumbres. Solo una educación basada en la confianza en el profesor y en sus capacidades, en el respeto mutuo y en el trabajo incondicional de los docentes puede tener resultados positivos.

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La universidad se está convirtiendo en un sitio donde hacerse preguntas, donde cantar en sus estudios de música y donde empaparse de mi pasión. Es maravilloso. Estoy conociendo a gente de aquí y de allá, diferentes culturas, costumbres y estilos de vida. Sin embargo, a pesar de nuestras diferencias, cada vez que nos reunimos me siento en familia. Me brillan los ojos cada vez que reímos, cada vez que hablamos de nuestra vida en nuestro país y nuestras inquietudes. Estoy descubriendo a personas con gran corazón que se preocupan por mí y eso me hace muy feliz.

En estos últimos meses también he tenido la suerte de recibir algunas visitas muy especiales. Sofía, Abraham, Kike, Jorge y Jaime han podido conocer un poco más de cerca cómo es este sueño que vivo y por qué me siento tan afortunada. Juntos cruzamos el Círculo Polar Ártico, vimos una de las mejores auroras boreales, viajamos de fiesta a los años setenta, conocimos a Papa Noel, paseamos en trineo de huskies, cantamos alrededor del fuego, fuimos a la sauna… Pero lo mejor de todo fue volver a darnos cuenta que gracias a Becas Europa y a la ELU hemos forjado amistades que recorrerán el mundo y durarán para siempre.

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Aún me queda mucho por conocer aquí y por conocer de mí, pero creo que algo estoy haciendo bien cuando me siento así, feliz y sensible, como soy yo. No trato de aparentar nada que no soy, simplemente me entrego así y descubro que no hay nada más preciado que ser transparente. Siendo yo misma descubro el corazón del otro, que sale a mi encuentro y me dice: tranquila, yo también tengo grietas en mí, pero eso hacen que mi vasija sea única y me llevan a abrazar las tuyas. ¡Qué bonito que te aprecien y aprender a apreciar al otro, así tal como es: único e irrepetible! Hoy me siento más cerca de casa, y a la vez, más en casa que nunca. Aquí estoy aprendiendo a no hacer planes, a no mirar el reloj, a no tener todo bajo control, a salir a disfrutar el sol, a bailar cuando nieva, a abrir el corazón y a aprender de cada instante.