Los alumnos de Madrid tuvieron la primera actividad el pasado sábado 26 de octubre: una gymkhana por el barrio de las Letras por equipos. Un miembro de cada uno nos cuenta cómo fue la experiencia.
Álvaro Salgado
La tarde del sábado 26 de octubre fue una tarde anómala. Tanto para los ELUs que asistieron a la actividad organizada por los coordinadores de Madrid como para los transeúntes del Barrio de las Letras. Si ya de normal es ésta una zona poblada por bohemios y artistas, ese día se hizo eco de las risas y diversión de los compañeros que nos lanzamos a por la victoria en una gymkhana que nos enfrentó a nuestros peores miedos. Desde vencer a los gigantes como si fuéramos Don Quijote, hasta enfrentar la vergüenza de conseguir que algún bar omitiera sus deberes legales y nos dejara freír un huevo en su cocina (no nos atrevimos a probarlo, pero estamos seguros de que nos quedaron genial), pasando por la búsqueda encarnizada de las casas de afamados hombres de letras como Lorca o Quevedo, el abrazo colectivo a más de una despedida de soltera o, por supuesto, la puesta a prueba de las habilidades de negociación de todos al tratar de intercambiar un bolígrafo de la UFV por objetos de mayor valor. Y eso que era opinión común que ese bolígrafo era demasiado valioso para perderlo (¿alguien ha encontrado alguno que escriba mejor?).
Definitivamente, hicimos de la tarde una épica digna de epopeya, y si bien los poemas de la gymkhana dejaron que desear, encontrar la unidad dentro del verso entre los amigos que se reencuentran y las amistades que se forjan poco a poco en este tipo de actividades fueron motivo más que suficiente para dejarnos con los dientes largos y hacernos esperar y desear con fuerza la nueva iniciativa de nuestros coordinadores. ¿Es acaso otra cosa la ELU que esta reunión de amigos y más amigos en búsqueda, no sé si en toda ocasión del saber, pero siempre de la felicidad de estar juntos?
Marta Navas
La ELU es una manera de, con pequeñas cosas, sorprenderse y conocerse con cada oportunidad que nos brinda. Adentrándonos en el Madrid profundo, el Barrio de las Letras, y junto a nuestros grandes escritores y poetas, nos embarcamos en una gymkhana que además de trasladarnos a la infancia, nos ayudó a conocernos entre nosotros, a pasear por la historia de esta gran ciudad y a conocer a gente dispuesta a pasar un buen rato y compartirlo con nosotros. Fue el trabajo en equipo, los grandes versos compuestos por gente aleatoria, los bailes improvisados de la Macarena, el gran mundo de los libros, los huevos fritos. Fue la experiencia de cambiar un boli por dinero y un caramelo, ejercer de guía turístico, hacernos pasar por letras y el mini teatro improvisado de nuestro gran Don Quijote. Al final, fue una gymkhana ELU. Llena de retos y compañerismo; de descubrimientos y emociones.
Jorge Paredes
26 de Octubre. Tuvimos una muy entretenida tarde en que pudimos disfrutar de la mutua compañía con muchos de los ELUs de Madrid intentando conseguir las pruebas de la gymkhana que había preparada como actividad de integración por el céntrico Barrio de las Letras. Cuando ya estábamos preparados para empezar, nos dividimos en cuatro grupos y comenzamos a leer las pruebas. Con muchas ganas e ilusión fuimos poco a poco buscando versos por el suelo y pensando en cómo hacer una poesía colaborativa con gente que estuviera por la calle. Con esto, la tarde nos puso a un grupo de chicas que estaban de despedida de solteras con quien bailar la Macarena mientras toda la calle se giraba para verlo e incluso grabarlo, o a un tranquilo matrimonio a quien hacer de guías turísticos explicando algo del lugar en que vivió el “Fénix de los ingenios”. La fase “freír un huevo” fue también graciosa. Tan curioso fue tener que ir entrando en bares y restaurantes pidiendo que frieran el huevo que llevábamos como la cara que se les quedaba a los camareros al escucharnos. Tras algunos intentos fallidos en locales varios, un pequeño bar accedió a freírlo. Digna de especial mención fue, por otra parte, la prueba en que teníamos que cambiar un bolígrafo de la UFV, esos que son los mejores, a cambio de algo de mayor valor. Así, el bolígrafo se convirtió en un guante rojo y, más tarde, gracias a Pepe y sus alegres amigos, el guante pasó a ser un ejemplar de Crimen y Castigo. Con todo esto, disfrutamos de una tarde conociéndonos todos un poco mejor y haciendo más fuerte la ELU en Madrid.
José Antonio Pérez de Paz
Era un 26 de octubre, un día más en el calendario para el Barrio de las Letras, un barrio que ha vivido más historietas y anécdotas que las que sus famosos moradores pudieron recoger en sus escritos. Sin embargo, tocaron las cinco y esa tranquilidad inspiradora que cohabita con soñadores se vio repentinamente agitada. Eran los ELUs, frente al gran Teatro Español, quienes, expectantes, pero no nerviosos, se estaban preparando para realizar una gymkhana que superó las fronteras de la originalidad. Una vez repartidos en grupos y deshecha la vergüenza, esa hierba verde que se comió el burro, pero que se podía convertir en una planta carnívora y devorarte en cualquier situación, los participantes empezaron la competición. Todos los grupos se debieron enfrentar ante las mismas misiones. Una de las que requería más mérito era la de conseguir intercambiar un bolígrafo por un bien de mayor valor. Ahí se demostró quién tenía el alma de Jordan Belfort, a quien Wall Street le parecía su jardín, o, de lo contrario, tenía la de un chaval de colegio que te intentaba intercambiar el cromo de Cristiano Ronaldo por el de Pedro León. Los ELUs se hicieron con todo tipo de obsequios, desde un imán de La Habana hasta un ejemplar de Crimen y Castigo del mismísimo Dostoyevski.
Igual valentía requirió adentrarse en un bar y pedirle a cualquier camarero, aguantando la risa con un semblante serio, que nos friera un huevo. Tampoco fue fácil recitar poemas ante desconocidos, o que los propios desconocidos nos recitasen sus poemas. Pero en esa tarde, nadie en el barrio nos parecía un desconocido. Ni siquiera los turistas que nos encontramos en las puertas de los hogares que una vez fueron habitados por los más grandes autores españoles. Más de uno de estos últimos soltaría una buena carcajada, sobretodo el bueno de Don Miguel, al ver cómo los ELUs representábamos, como si estuviéramos en el Teatro La Latina, escenas de Don Quijote de la Mancha. Tocaron, demasiado rápido, las siete de la tarde. Nos reunimos en la Plaza de Santa Ana todos para observar y admirar los tesoros que había obtenido cada grupo en su travesía. Y aunque hubo un equipo que se colgó la medalla dorada del ganador (dorada por los ositos Haribo del premio), todos, absolutamente todos, incluso los que no eran de la ELU y paseaban tranquilamente por allí, acabamos riéndonos, disfrutando de una experiencia inolvidable. Porque eso es la ELU. Se trata de colaborar entre amigos, disfrutando de cada momento. Sin duda fue una tarde inolvidable para nosotros y para todo el Barrio, que durante esa tarde del 26 de octubre mutó su nombre de Barrio de las Letras al Barrio de las Sonrisas.