Carmen Godoy

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Elus por el mundo – Carmen Godoy

Por: ELU Admin

Hola, otra vez. Soy Carmen Godoy, de cuarto de la ELU y quinto de Derecho y Ciencias Políticas, y aunque me presente más o menos igual que la última vez que me pasé por ELUS por el Mundo, no puedo decir que sea la misma persona que entonces.

A unos 6255 km de distancia, os saludo desde Washington and Jefferson College, el que es mi nuevo hogar desde el pasado agosto. Ojalá tuviera la habilidad de haceros entender con solo palabras lo feliz que me siento aquí. No se parece a nada que haya vivido antes, y, sin embargo, está siendo una experiencia que me está ayudando a recordar, pararme un segundo en mitad del perfecto caos que es mi vida aquí y sentirme orgullosa del camino recorrido.

Este es mi último año de universidad, una experiencia que he vivido a vuestro lado y que ha exprimido lo peor y mejor en mí para hacerme la Carmen del hoy.

Si me hubierais preguntado hace cinco años donde me vería a día de hoy, habría dicho que aquí, porque los que me conocen saben que soy de estas personas con la vida planificada desde que tuvieron uso de razón (y acceso a calendarios de google). Sin embargo, lo que nunca me habría imaginado es lo dura, intensa y bonita que iba ser la travesía y lo plena que me siento en esta pequeña universidad al oeste de Pennsylvania.


Todos los estudiantes de W&J vivimos en diferentes residencias en un acogedor campus, a media hora de Pittsburgh, con edificios históricos y un encuadre realmente de película (de hecho ha sido protagonista en la serie de Netflix; “la Directora” por si queréis echarle un vistazo). Es un campus pequeño al tratarse de una universidad privada, pero sus más de 50 clubs y departamento atlético ofrecen la oportunidad perfecta para que cualquier persona encuentre el complemento ideal a sus estudios. Una de las cosas que más me ha llamado la atención en este país es la habilidad de los estudiantes de compaginar una carga de trabajo académico diaria mucho más exigente que a la que estamos acostumbrados en España, una vida paralela como atleta semiprofesional y, aun así, encontrar tiempo y energía para desarrollar alguno de sus hobbies en los diferentes club, formar parte de una sororidad o fraternidad y tener una vida social activa. En esta universidad a veces da la sensación de que el día tiene más de 24 horas y, sin embargo, todo el mundo tiene tiempo para saludarte, interesarse por ti, tu cultura y hacerte sentir como en casa. Aquí me he rodeado de personas que no están dispuestas a pasar por la universidad de puntillas, que buscan dejar una huella en su comunidad y que definitivamente deberían considerar dormir un par de horas más al día.

Es mi segundo año académico en este país, pero la diferencia entre las aulas de un instituto y las de una universidad privada es abismal. Mis amigos aquí, la mayoría con becas deportivas, son auténticos privilegiados de un sistema que no impulsa a los jóvenes estadounidenses a recibir una educación superior. La mayoría es consciente de estos privilegios y trabajan duro para mantenerlos, lo cual no es fácil y los somete a una presión que, como beneficiaria de un sistema de educación universitaria público, me sorprende. De hecho, me impactó tanto que he decidido probar ese tipo de vida en primera persona. Durante estos meses me he visto crecer, dar más de lo que pensaba que podría dar, física y mentalmente. Mis días empiezan a las 6’30 de la mañana en el que las risas con mis compañeras de Lacrosse en el gimnasio hacen que me olvide momentáneamente de las agujetas de la noche anterior. Siguen con un desayuno de equipo y clases (de asistencia obligatoria) de entre 5 y 15 alumnos que me exponen a un debate multicultural sobre temas de los que jamás me imaginaría hablando en un aula, con profesores interesados en lo que tengo que decir y en las que estoy desarrollando habilidades que ni era consciente que necesitaba. Luego llega el momento de sacar mi yo creativo en el coro o de mis sesiones de estudio y charlas con Niouma (Francia) en una de las mesas a la sombra de los árboles que, camaleónicos, van cambiando de tonalidades para conjuntarse con la estación entrante. A las 6 de la tarde los lunes, miércoles y viernes me convierto en cheerleader, y los martes, jueves y sábados cambio los pompones por la equipación de Lacrosse y doy lo mejor de mi en cada entrenamiento. A las 10 de la noche llego a CASA, donde siempre hago una parada obligatoria en el tercer piso para ver a Noa (Países Bajos), Juliette (Francia), Harriet (Ghana), Emiru (Japón), Franka (Alemania) y Julia (España), mi pequeña familia internacional, ponernos al día y planear nuestros findes porque si, a pesar de mi no demasiado flexible horario, siempre hay tiempo para disfrutar de viajes y excursiones juntas.

Por último, llego a mi cuarto agotada, pero feliz, en el que Lou (Francia), mi roommate, siempre me espera con el abrazo que necesito. Jueves de pub, viernes de Feel Good Friday, sábados de football, animadoras y fraternidades o de partido de béisbol y explorar Pittsburgh con Jackson, domingos de tour por las Iglesias de la zona con la asociación cristiana y prácticas en el Partido Democrático, y celebrar cada festividad (literalmente todas las que os podáis imaginar) a lo grande.

En esta universidad hay algo para todos y yo he decidido que decir SI iba a ser mi personalidad durante mis meses aquí. No es fácil jugar a estar en todos lados al mismo tiempo, pero en W&J he recordado que no se VIVE con mayúsculas desde la cama viendo Netflix, sino dibujandote cada mañana una sonrisa y saliendo de casa dispuesto a ser tu mejor versión.

En 2017, cuando me fui de este país tras mi año en un instituto en Oregón, me prometí que me llevaría conmigo a España las ganas de SER y ESTAR PRESENTE, de ponerme siempre al límite y no ponerme límites, de vivir en COMUNIDAD y de aprovechar cada oportunidad que la vida me pusiera en el camino. En una semana vuelo a Oregón a visitar el que hace tiempo fue mi hogar. Probablemente todo siga casi igual, pero estoy segura de que, 6 años después, veré todo distinto. Y eso es lo que, después de esta experiencia en W&J, me llevaré en la maleta y el corazón de vuelta a casa este diciembre: la inspiración, las ganas, el espíritu y el recuerdo de de dónde vengo con la ilusión y el corazón puesto en aquello que vendrá.

Vida ELU

Elus por el Mundo – Carmen Godoy

Por:

Hola!! Soy Carmen Godoy, alumna de 2º de la ELU y de 3º del Doble grado de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla. Este curso estoy viviendo mi experiencia Erasmus en la University College of London, donde soy una affiliate student en el grado de Estudios Socio-Políticos Europeos.

Como podréis comprobar, si leísteis la última Newsletter, mi experiencia en Londres está bastante ligada a la de Álvaro. Realmente, no creo que pueda describir mejor que él cómo estamos viviendo el intercambio de culturas, el choque gastronómico, la vida en una ciudad llena de contrastes y el ser universitarios en tiempos de coronavirus y en una institución tan global como defensora del autoaprendizaje, a la vez que exigente, llena de oportunidades y, a ratos estresante, como la UCL. He decidido, por lo tanto, tomarme la libertad de escribir acerca de lo que me está haciendo sentir todo lo que estoy viviendo, porque, al fin y al cabo, para mí, esos sentimientos son los que constituyen mi Erasmus.

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Erasmus es esfuerzo bidireccional por mantener vínculos. Son Clara e Isa llenándome el corazón de vida planeando lo que haremos juntas cuando puedan venir a verme. Son las videollamadas llenas de risas, cariño y recuerdos con Carlos. Erasmus es echar de menos a María, a Nuria, a Carmen, a Victoria, a Margarita, a Tomás, a Jesús… Es querer ver todos los días a Jaime, Beltrán, Javi, Rafa, Piluca, Julia… Pero también es tener la certeza de que el amor desafía todas las barreras que impone la distancia (y una pandemia con la que nos ha tocado convivir). Son las llamadas con mis abuelos y el apoyo de mi familia, que me llenan el corazón y el alma de calma. Es saber que no volveré a casa por Navidad, pero que sentiré el cariño de los que más me quieren cada segundo.

Pero para mí, Erasmus también significa nuevos comienzos y nuevos vínculos. Aunque como Álvaro dice, un Londres en tiempos de COVID-19 no es precisamente la ciudad de los abrazos, yo me siento una privilegiada, por tener la fortuna de rodearme de personas aquí que han sabido abrazarme el corazón.

IMG_2052Erasmus es la libertad y la felicidad que me ha regalado Javi. Son su apoyo, su cariño, su paciencia y su capacidad de transformar el tomarse un café esperando un bus en un momento que repetiría en bucle. Conocerlo me ha demostrado que Erasmus es intensidad, son conexiones inmediatas y vivir en gerundio. Mi Erasmus es también compartir ciudad con Claudia, que sabe ver lo mejor en mí y me hace sentir como en casa. Es improvisar y dejarse llevar con Jesús tras un día estresante, y saber que, pase lo que pase, siempre puedo contar con él para salir a respirar aire puro y fotografiar flores en el bosque de al lado de la resi.

Es disfrutar la ciudad con Álvaro y su don para hacerme reír (si no está ocupado haciendo la colada), sentirme querida con Inés y Gabri, escuchar los dramas de Pablito y cantar Hamilton con Carmen. Mi Erasmus es ver puestas de sol a través de cristaleras en el Victoria and Albert Museum con Pablo.  Son las noches de Tea Club con Tamara, Phoebe, Dan… Es bailar frente a atardeceres, chocolate caliente, cinco visitas al día al Pret y vino barato del Tesco. Son lunch breaks en el parque con acento francés que saben a Italia. Son Mimi y Déborah y todas las risas, cariño y planes que compartimos. Es conectar de manera especial con culturas que no conocía, sentir a Haya como un apoyo y una española más, y son las ganas inmensas que tengo que viajar a Egipto en verano para visitarla.

Erasmus para mí es saber que mi experiencia no se centra solo en Londres, ni se va a limitar a 9 meses, sino que me ha abierto las puertas a un mundo mucho más grande que una ciudad de 9M de habitantes: me ha hecho ser consciente de que soy ciudadana de una sociedad global preciosa de la que aún me queda mucho que descubrir. Mi Erasmus son nuevas emociones, que no me había permitido vivir antes. Es confiar en mí misma, atravesar las dificultades, con un poco de estrés, pero con una sonrisa, es llevar la esperanza por bandera y lanzarme a vivir nuevas experiencias a través de las cuales reconectar con la realidad, mi realidad, o empezar a hacerlo de una manera mucho más sincera a como lo hacía antes.

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Mi Erasmus están siendo las personas que me rodean y cada uno de los sentimientos que están despertando en mí. No podría hablar de lo libre que me siento, lo feliz que soy, sin mi experiencia, y mi experiencia no sería la que es sin todas y cada una de las personas que en algún momento, por insignificante que parezca, han alterado mi realidad. El conductor de Bolt que evitó que perdiera el tren a Brighton, el del autobús que me abrió la puerta fuera de la parada, la cocinera de la resi que me hace sentir como en casa. El barista simpático, el profesor comprensivo, los compañeros que comparten conmigo sus ideas. Es la satisfacción personal que siento al dar lo mejor de mi en un essay para la clase de Why Democracy, es el compañerismo en cada entrenamiento de Lacrosse, y lo enriquecedor de compartir opiniones en la Sociedad Diplomática. Es ser consciente de las oportunidades que ofrece mi nueva realidad y buscar el compromiso sincero con ella.

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También diría que Erasmus es fracaso, errores, decepción, frustación, incertidumbre, miedo… Pero no como límites a la libertad que siento, sino como puntos de partida para construir mi nueva actitud ante las dificultades que la vida me plantee. De cada experiencia y cada instante aquí aprendo algo, aunque de quien más estoy descubriendo es de mí misma. Solo cuando salimos de nuestra zona de confort nos desarrollamos como realmente somos, y, en mi caso, he descubierto que soy mucho más fuerte, capaz de disfrutar de lo bonito del presente sin estar condicionada por un pasado o un futuro, y mucho más independiente de lo que pensaba que era. En Londres, me he enamorado de cada rincón, de las hojas cayendo en un otoño idílico, de los colores pastel por las mañanas y las luces neón por las noches, del ruido y prisa de la ciudad y la calma y quietud de los parques, de Muswell Hill, mi nuevo hogar, de los atardeceres, del sonido del viento agitando los árboles, de los fuegos artificiales sin motivo aparente y de un río que refleja la ciudad que me ha robado el corazón.

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Me he enamorado de mis compañeros de experiencia, mi familia londinense. Me he enganchado a lo tranquila, segura y querida que me hacen sentir. Pero, sobre todo, me he enamorado de mi vida, de todo lo que me traje en la maleta y en el corazón y que me acompaña a cada paso que doy, de las oportunidades y la felicidad que me está regalando mi presente, y de un futuro que, después de todo lo que estoy viviendo, tengo muchísimas ganas de descubrir. Para mí, Erasmus es la felicidad que me produce emocionarme escribiendo estas líneas, darme cuenta de lo mucho que he cambiado, el sentir y conectar libremente con la realidad y sobre todo, el no querer dejar de hacerlo nunca más.