Carlos Marín

Vida ELU

Elus por el Mundo – Carlos Marín

Por: ELU Admin

¡Hola a todos! Soy Carlos Marín, estudiante de 4° de Medicina y de 4° de la ELU. Este año, tras una larga preparación y una intensa “lucha”, estoy de Erasmus en Bolonia, Italia, ciudad que para muchos, es la meca de la experiencia Erasmus. Ahora que ya llevo unos meses de recorrido -y un par de mudanzas de por medio- voy a contaros qué tal es vivir, estudiar y disfrutar en un lugar que es cuna de la universidad de Occidente -y del ragù a la boloñesa, cómo no-.

Así pues, tras un estupendo verano, un montón de recuerdos de toda índole y un nivel de italiano algo oxidado, sin comerlo ni beberlo llegó septiembre, hice la maleta y me monté en un avión dispuesto a vivir unos meses transformadores, un tiempo que iba a terminar de forjar mi idea de universidad y, en cierto modo, un viaje iniciático de esos que tanto nos gustan.

Cómo no podía ser de otra forma, Bolonia no defrauda. Aunque aparentemente pueda parecer una ciudad del norte de Italia, los propios locales reconocen que esto no es así. Estamos ante un lugar histórico, pero también alocado. Bolonia es el lugar de la excelente formación académica, pero también el de la discutible burocracia; haces de ella tu casa y vives tus mejores experiencias cualquier día de la semana, pero también hay muchos que buscan otro tipo de experiencia Erasmus.

En definitiva, diría que Bolonia es la ciudad de la lucha continua entre lo que es y lo que debería ser -o eso que te dijeron-, es un lugar que pide a gritos claridad, sensatez y una clara definición de objetivos -entre ellos, pasarlo muy bien- para que, de algún modo, seas tú el que pase por la experiencia Erasmus y no al revés.

Entrando en el terreno académico, puedo decir que, por muy raro que suene, estoy muy orgulloso de ser uno más. Nadie me ha dado ningún tipo de facilidad ni me ha regalado nada, sino que mis exigencias han sido las mismas que las de mis compañeros que estudian todo el grado aquí. Gracias a ello, la satisfacción con los resultados se multiplica, como también lo ha hecho mi nivel de italiano a lo largo de este tiempo -recordemos que los exámenes son orales-. Puede que haya sido el Erasmus “raro” que iba a clase, pero esto me ha permitido enriquecerme mucho y conocer a gente maravillosa que no podía perderme.

Como es de esperar, aquí hay tiempo para todo, y lógicamente tú decides en qué invertirlo. A lo largo de estos meses, el camino hasta alcanzar cierta estabilidad no ha sido fácil -mamá, estoy bien-, pero ha merecido la pena. La independencia te muestra todas sus caras y, aunque no todas sean preciosas, son mucho mejores cuando sabes con quién vivirlas. Han sido meses de comprobar nuevamente ese con quién tanto, de viajar -la ciudad está muy bien comunicada-, de reír, de equivocarme, de disfrutar, de saber gestionar y de aprender, aprender muchísimo. Puedo decir que, tras esta primera mitad de la experiencia, el Carlos que llegó aquí hace ya 5 meses no es ni de lejos el mismo de ahora -y qué bien-.

Antes de despedirme, me gustaría animar a todo aquel indeciso a que, como yo hice hace algo más de un año, se lance a vivir esta experiencia que puede ser única, transformadora e irrepetible -todo dependerá de cómo la mires-. Podéis contar conmigo para cualquier cosa que necesitéis.

Finalmente, quiero agradecer de corazón a todos los que están haciendo estos meses tan especiales, a quienes han sabido tender la mano y crear puentes, a quienes han sido y son luz y, cómo no, a aquellos que un día me llevaron de la mano para que hoy pueda ser yo quien vaya por sí mismo.

A presto,

Carlos.

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Carlos Marín – Una gota de agua más

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No habría alcanzado aún la mayoría de edad, cuando ya comenzaba a plantearme su utilidad, el verdadero uso que yo podría darle. ¿Servirían esos 18 años para algo más que para pasear mi DNI cual exposición ambulante? Tras un breve período de búsqueda, hallé la respuesta, y es que a partir de entonces podría dedicar mi tiempo a personas más vulnerables, con sacos de ilusión en cada una de sus habitaciones y una lección de vida que aportar a cada instante.

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Fue así como comenzó mi voluntariado con ANDEX (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía) en oncología infantil del hospital Virgen del Rocío. El miedo y los nervios formaban una dupla indivisible en mis primeros momentos, aún sin saber qué respuesta recibiría o si realmente podría servirles de ayuda. Sin embargo, tan abrumador fue lo que allí descubrí que no he vuelto a experimentar esa sensación desde el primer día, cuando ya comencé a considerar aquello como un hogar.

Desde entonces, cada fin de semana se ha convertido en un motivo perfecto para sonreír, dejar mis aparentes problemas a un lado y celebrar la vida junto a ellos: niños de no más de 12 años cuya mayor fantasía es que alguien les dedique su tiempo jugando, bailando o simplemente hablando. Desde futbolistas hasta moteros, pasando por Papá Noel y algún que otro payaso, han visitado ya la planta durante mi todavía corta experiencia, en la que he tenido la oportunidad de conocer a personas brillantes que tratan de aliviar con todo su esfuerzo su paso por esta frágil situación.

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Dada la tesitura actual, y teniendo en cuenta la especial debilidad de los chicos, hace ya tres meses que suspendimos la actividad, por lo que decidí buscar alternativas. Así, durante el mes de mayo he ayudado como realizador en la transmisión de eucaristías online que diariamente llegaban a más de 1000 hogares desde el que fue mi colegio. Después de tantos años correteando por aquellos patios y aprendiendo tanto en aquellas clases, ha sido un pequeño gesto que me ha permitido darles una mínima parte de todo lo que allí he recibido.

Ahora estoy nuevamente en búsqueda de proyectos, de formas de entregarme. Tratando de encontrar más personas con las que compartir la felicidad.

Carlos Marín