Ser un estudiante de intercambio es a la vez una experiencia apasionante pero compleja, donde la emoción de conocer a nuevos amigos, vecinos y compañeros a veces convive con algún que otro trámite engorroso –sobre todo fuera de Schengen– o desajuste con el nuevo sistema educativo o cultura local. Por eso, una de las cosas que primero me llamó la atención de Boston y sus universidades es lo preparadas que están para recibir a sus estudiantes internacionales, de manera que la única preocupación que tengan es aprender y disfrutar. Desde el momento en que fui aceptado en Tufts University con la beca Euro Ambassadors (los que estudiéis en la UAM o en Alcalá, no dudéis en pedirla), pude participar en un montón de actividades en su delegación en Madrid para conocer a estudiantes que se encontraban pasando un semestre en España y recibir el apoyo personalizado que necesité para que la preparación fuese lo más sencilla posible.
Vivir en un campus universitario era para mí una gran novedad, pero me está fascinando la enorme cantidad de clubes, asociaciones y eventos que ocurren todos los días –desde una consultoría universitaria que asesora a empresas de la ciudad a un club dedicado al queso–, todo ello sin contar las clásicas fraternities americanas que resultan una curiosa experiencia en sí mismas. Es fácil encontrar apoyo de la universidad para financiar ideas y proyectos –incluyendo muchas oportunidades para los estudiantes de intercambio, como trabajos en el Departamento de Lenguas Romances o en la residencia cultural Tufts Spanish Language House– y eso se nota en el ambiente que hay por aquí.
Para entender América hay que pasar por Boston. La ciudad es una mezcla entre los edificios y monumentos en los que se han gestado los grandes momentos de la historia del país (el mar aún huele al té derramado en 1773), junto con las instituciones en las que se abordan los desafíos del futuro. Tener como vecinos al MIT, Harvard y otras varias decenas de universidades genera una atmósfera conquistada por estudiantes donde todo está por aprender. Nueva Inglaterra es famosa también por el marisco (aunque yo si fuera gallego me reiría) y por sus impresionantes reservas naturales. Aunque no es posible describir esta zona del mundo sin mencionar el frío invernal… pronto me veré caminando entre dos metros de nieve, lo que desde luego será una situación curiosa.