Comienza mayo y Córdoba se llena de flores, sol, calor y fiesta. Como no podía ser de otra manera, era una oportunidad y excusa perfecta para las elus de Córdoba de reencontrarnos a final de curso y visitar el festival de patios de nuestra ciudad acompañadas de nuestra mentora María.
El festival de los patios de Córdoba se celebra del 1 al 15 de mayo, donde los vecinos de algunos barrios de Córdoba preparan los patios de sus casas llenándolos de flores en macetas y arriates, y abren sus puertas a todo aquel que quiera ver y disfrutar de esta tradición. Además, se realiza un concurso entre todas las casas participantes para premiar aquellos patios mejor decorados. Comenzamos visitando la ruta de los patios de San Basilio, uno de los barrios más antiguos y característicos de Córdoba. Quedamos impresionadas de los distintos tipos de flores y el buen cuidado que les daban sus dueños durante todo el año, así como la decoración típica andaluza que tenían las casas.
Después, estuvimos paseando por algunos sitios importantes de nuestra ciudad, como la calleja de las flores, el patio de la Mezquita-Catedral, la judería y la entrada al Puente Romano.
Fue un encuentro especial que supuso un respiro de aire fresco antes de comenzar la época de exámenes finales. Pudimos aterrizar y compartir todo lo vivido y recibido en este curso ELU y recargar pilas para el final de curso.
Amaneció un lunes distinto a los demás, un poco más temprano que muchos otros, pero con mucha emoción de dar el máximo de nosotras y a la expectativa. Cada una llegamos por nuestro lado a la Fundación Altius, en la calle Ronda de Segovia cerca de La Puerta de Toledo, aunque rápidamente nos encontramos. Nos esperaron las mentoras en la entrada y nos repartieron varias camisetas de la ELU para los próximos días. Aprovechamos el momento para tratar de conocernos un poco los allí presentes, que formaríamos equipo durante toda la semana.
Así, entramos a la fundación y la persona encargada de la organización comenzó a darnos explicaciones, de las que debo reconocer que me descolocaron un poco, más que nada por la determinación (y preocupación) de poder hacer las cosas de la mejor manera posible. Poco duraría la incertidumbre ya que unos minutos después estábamos todos manos a la obra. Estuvimos toda la mañana haciendo varias actividades repartidas, unas preparando el supermercado que abriría un par de días más tarde (me detendré en esto pausadamente) y otras llenando los carritos de quienes venían a la fundación para recoger la comida de la semana, atendiendo al número de familiares, y, en la medida de lo posible, a sus necesidades. El trabajo en el supermercado el primer día se resolvió con poner etiquetas a productos de higiene, colocar los productos en las estanterías y limpiar toda la estancia para que tuviera una apariencia más confortable. He de reconocer que en cierta forma la primera mañana me sumí en el sinfín de tareas por hacer y lo frenético del ritmo que acarreaba realizarlas. Aún así creo que pude reparar en algunas cuestiones mucho menos superfluas que la disposición que irremediablemente por lo novedoso le estaba dando a las tareas a realizar, necesitaba parar y reflexionar.
Cuando terminamos la jornada, a eso de la una de la tarde, llegó la primera formación con Susana. Una parada para calibrar y prestar atención. Vimos “Binta y la gran idea”, os recomiendo mucho que lo veáis porque verdaderamente da mucho de lo que hablar. En definitiva, trata la gran idea como lo mejor de los dos mundos entre el desarrollo de occidente y el valor que se le da a las cosas y la manera de vivir en otros países menos desarrollados.
La forma en la que se expresa esta idea es maravillosa, y trata de como a veces caemos tanto en el individualismo que dejamos de darle valor a los demás, lo damos tanto por hecho que se nos pasa por alto preocuparnos. De poder mezclarnos a pesar de nuestras diferencias y el respeto, porque todos somos personas. Algo que también me impactó fue la búsqueda de identidad (en este caso lo trataba a través de la educación de las mujeres) para “ser alguien” y cómo de tanto que tenemos, dejamos de tener la necesidad de preocuparnos de cualquiera de estas cosas e incluso los unos de los otros, y por esto surge “la gran idea”.
Definitivamente, fue un cambio de perspectiva, me di cuenta de las muchas cosas que me habían faltado aquella mañana y que sin suda no se me iban a pasar por alto al día siguiente. Reparé, además, en cómo una hora de reflexión sobre aquello podía cambiar completamente mi criterio, y, sobre todo, hacerme más consciente, más atenta. Así debía mirar el resto de la semana con esta oportunidad que se me brindaba: con ojos de piñón. ¿A qué había ido yo allí? ¿Por qué? Como, incluso cuando hacemos actos altruistas, nos vemos sumidos en el egoísmo y en el individualismo porque lo hacemos al fin y al cabo para nosotros mismos si no ponemos el foco en el sitio correcto. Realmente, no creía que me hubiera perdido tanto, pero desde luego no era un recordatorio desdeñable. Otra cosa que muchas veces damos por hecho es el poder del trabajo en equipo, a veces parece que nos lo repitieran tanto que se me antoja bastante sencillo pasarlo por alto, pero aquella mañana me había dado cuenta del poder del otro sobre mí, del “juntos” plenamente, de como somos en movimiento, del impacto que el otro tiene en mí, y al mismo tiempo cómo habernos puesto en movimiento era lo que lo había recalcado.
La mañana siguiente fue similar en lo referente a las tareas a realizar, me emocionó mucho darme cuenta de la incertidumbre que generaba el supermercado que abriría al día siguiente, más que nada por hacerme verdaderamente consciente del impacto que puede tener hasta el mínimo detalle sobre los demás, esperaba haber dejado las estanterías bien limpias el día anterior, que no se nos hubiera pasado ningún producto caducado entre las cajas… estas cosas eran realmente importantes, y no quería perderlo de vista. Aprovecho para comentar que se nos unió Diego durante toda la semana, y fue una gran oportunidad para conocerlo mejor, ya que al menos en mi caso no había tenido la ocasión. Otra cosa que conseguimos el segundo día fue acercarnos más a los demás voluntarios y trabajadores que también estaban allí con las mismas intenciones y siempre sumando, ayudan a los demás cada día de forma absolutamente altruista. Muchos de ellos pasaban meses y meses allí, y aunque después de la semana pudiéramos encontrar descanso en ese agotamiento, es algo a recalcar, porque unas horas allí podían ser bastante fatigantes.
El segundo día llegaron infinidad de bolsas cargadas de comida, fue impactante ver todo lo que traían los supermercados diariamente —esto definitivamente era trabajo en equipo, desde el más visible hasta la retaguardia más escondida—.
Esa mañana, cuando terminamos el voluntariado y disfrutamos también de un pequeño descanso para tomar algo, tuvimos el placer de contar online con Beatriz Vázquez, ELUMNI, con una conferencia titulada: “La realidad del otro cuando la crisis golpea. Inmigración”.
Después de una mañana en la que me había dispuesto a ser mucho más atenta, a aterrizar cada acto y darle sentido, a tener una mirada más cercana… si en algo me ayudó este rato con Beatriz fue también a ser más consciente y a poner los pies en la tierra. Empezamos especulando sobre nuestra visión sobre la inmigración, pusimos sobre la mesa la división que hacemos entre “yo” y “el otro” y lo erróneo de este punto de vista. Sobre todo porque tenemos una imagen estereotipada en la que es fácil caer, pero el abanico de situaciones que llevan a la migración es muy amplio, al fin y al cabo ¿no habíamos dicho que somos en movimiento? Realmente las personas que venían a la recogida podrían ser familiares o amigos, o nosotros mismos, y tras la explicación sobre los distintos trámites legales para acceder a nuestro país se hizo mucho más fácil apreciar la dificultad que lleva consigo el acceso. Algo muy curioso que tratamos en la conferencia fue que la libertad de movimiento, y como eso hoy en día puede ordenar nuestra sociedad. Lo fácil que es para nosotros irnos de viaje a un sitio y como una persona de nuestra misma edad lo tendría bastante más complicado para hacerlo a nuestro país desde ciertas partes del mundo preguntándonos: ¿cómo nos limita esto? También comentamos a raíz de todo lo anterior lo paradójico de que estas imposibilidades de movimiento, al fin y al cabo, dan pie a la inmigración irregular, la dificultad de solucionar esta situación, así como las desavenencias existentes entre distintos países europeos y el futuro de la inmigración en relación con la pirámide poblacional.
Por último, me gustaría recalcar lo enriquecedor del turno de preguntas gracias a mis compañeros. Beatriz nos estuvo dando su punto de vista y comentamos asimismo el papel que ha tenido la inmigración durante la pandemia, teniendo en cuenta que muchos de los trabajos que más hemos necesitado este tiempo recaían a sus espaldas. ¡Muchísimas gracias por esta formación!
El tercer día, miércoles, tuvimos que arrancar la mañana con las pilas bien puestas porque abría el supermercado y aquello iba ser todo un reto. La mañana empezó un tanto caótica, diferente a las dos anteriores pero propia de los nuevos comienzos. Cada persona podía coger con una tarjeta de puntos su propia comida para la semana y así, el objetivo era aprovechar la comida y crear un ambiente mucho más independiente que el que originaba el método anterior. Como digo, costó un poco llegar a un acuerdo sobre la mecánica, pero en general todos los que venían preferían este sistema. Sin duda pudimos tener mucho más contacto con la gente que llegaba con este método, porque les ayudábamos a hacer la compra y a contar los puntos de lo que habían comprado, o a llevarles la comida al coche. Siempre nos agradecían mucho nuestra ayuda, recibir esa gratitud tan de cerca es muy gratificante y aunque a priori pueda parecer bastante simple, nos impulsa a la acción con más energía.
Una labor que cobró mucha importancia fue también la de reponer los productos del supermercado, tijeras por aquí y por allá, las etiquetas por pegar fueron unas cuantas, también contar y separar la comida por fechas… todos los detalles cuentan y se hacen mucho más eficientemente en equipo. A raíz de esto, precisamente, la formación la tuvimos con Susana y abrimos preguntas como: ¿quién soy yo? ¿por qué salir de mí?, y ser con otros. He de decir que yo no pude estar el jueves —aprovecho para dar las gracias a todos los que estuvisteis allí por recibirme con los brazos abiertos el viernes— pero las tareas fueron bastantes similares a las del día anterior, aunque con mucho más orden y las ideas claras respecto a la mecánica del supermercado.
La formación posterior corrió a cargo de Daniel de la Rosa titulada: ‘Cuando el voluntariado “no se ve” en Instagram’. ¿Qué pasa cuando el hambre deja de ser algo “tercermundista”? Para darnos cuenta de los datos que realmente se mueven en nuestro país en términos de pobreza, incluso para trabajadores con sueldos insuficientes que encuentran dificultades para llegar a fin de mes. En definitiva, hacernos reflexionar sobre la pobreza, que es algo más patente de lo que pensamos, y no tenemos que irnos tan lejos para ser conscientes de ello.
El último día también hicimos tareas similares —en mi caso muy enfocadas hacia reponer latas y latas de atún— aunque como decía, las cosas estaban mucho más claras, en general éramos más rápidos y eficientes y no se hizo tan agotador como los primeros días. Como era el último día para nosotros, nos despedimos de los trabajadores, que nos agradecieron mucho la ayuda durante aquellos días, y a los que nosotros teníamos mucho más que agradecer, porque ellos seguirían allí al día siguiente, y al mes siguiente. Fue bastante triste tener que despedirnos después de una semana trabajando juntos, aunque como nos comentaron, siempre podemos volver a colaborar porque el trabajo que tienen es ingente y toda ayuda es bienvenida.
Después tuvimos una asamblea en la que intercambiamos nuestras impresiones. Me cautivó descubrir como todos compartíamos la idea de querer volver, es increíble experimentar como ser con el otro nos lleva a tal plenitud. También se hizo presente la responsabilidad que sentimos de compartir esto que hemos vivido con los que tenemos cerca, por todo lo que nos llevamos en la mochila, por un lado, pero también por la necesidad existente. En suma, si de algo me di cuenta en la asamblea fue de la responsabilidad que conllevaba, pero además de lo afortunada que era yo por poder ver las cosas tan fácilmente. Sencillamente había dado mi sí para estar allí, pero a mí se me había ofrecido sin más esta posibilidad de participar en la semana social… y es esto lo que acarrea tal responsabilidad en mí.
Posteriormente los voluntarios y mentores fuimos a pasar un rato distendido y bien divertido, comimos juntos, nos conocimos mejor y comentamos asuntos que habían ocurrido durante estos días. Estábamos celebrando lo que nos llevábamos esa semana, con la convicción de que pronto volveremos porque hemos abierto la mirada y no podríamos acomodarnos con menos.
¡Muchísimas gracias a todos, a los que estuvisteis allí especialmente, y todos los que queráis ir a ayudar, hablad con nosotros!