Director Académico

Vida ELU

Feliz 2021

Por:

Queridos elus:

Estamos ya terminando enero y aflora la misma pregunta de todos los eneros: ¿hasta cuándo hay que felicitar el año?

Junto a ella, aparece este año una pregunta nueva que quizá nunca nos habíamos hecho pero que en este momento singular de la historia cobra, me parece, mucho sentido: ¿por qué nos felicitamos el año? ¿Acaso celebramos la revolución completa de nuestro planeta alrededor de nuestra estrella?

El año, como medida de tiempo, tiene algo de convencional. Al menos su inicio, ya que su duración viene marcada por la misma naturaleza. Más allá de los consensos históricos de los que es fruto el calendario, el hecho mismo de su existencia –del calendario– dice algo acerca de la conciencia humana que se hace vida: nuestra experiencia del tiempo es cíclica y, al mismo tiempo, vivimos proyectados hacia el futuro con esperanza.

Felicitarse el año es desear que esto que comienza, que es lo mismo de siempre y sin embargo es nuevo, sea bueno. Precisamente porque nosotros, que habitamos el tiempo y el espacio, percibimos singularmente nuestra existencia como una línea que se dirige hacia un lugar. Felicitar el año es entonces tomar conciencia de un nuevo comienzo que ofrece nuevas posibilidades y que nos permite redimir el pasado. El quicio entre un año y otro se pasa despierto porque en la bisagra sucede la transformación de lo viejo en nuevo. La ritualidad que encierra la Nochevieja es conciencia de que la realidad se transforma delante de nuestros ojos: si dormimos, nos quedamos atrás. El año nuevo no es, entonces, un suceso: es un acontecimiento.

Así, el año nuevo es un don: una oportunidad para volver a empezar. En cierto sentido es una convención, aquí en forma de relato que nos contamos a nosotros mismos. Pero toda la naturaleza –la de nuestro hemisferio, al menos– le da la razón a la fábula aunque aún de modo invisible: explotará en la primavera lo que está ahora aletargado.

Estamos hechos, también, de circunstancias. Las de 2020 no han sido demasiado buenas. De ahí el clamor universal al dejarlo atrás y la esperanza unánime al adentrarnos en 2021. Pero lo que sea 2021 para nosotros dependerá no tanto de lo que venga sino de lo que hagamos, juntos, con lo que venga.

Respondamos con esperanza al don que el año nuevo nos ofrece.

Feliz año nuevo.

Juan Serrano

Director Académico de la Escuela de Liderazgo Universitario

Vida ELU

Reflexión sobre nuestra actitud ante la situación actual – Juan Serrano, Director Académico

Por:

Queridos ELUs y todos los que estáis leyendo esta reflexión:

La Escuela de Liderazgo Universitario tiene la pretensión de ser un lugar privilegiado en el que acompañarnos en el verdadero viaje universitario. Vivimos en una sociedad que, más allá de los logros innegables que nos han alcanzado, es a menudo una jaula de grillos en la que el pensamiento crítico y la reflexión acerca de la propia vida en relación con lo “noticiable” quedan eliminados.

Es difícil encontrar, incluso en ámbito universitario o cultural, una mirada sobre la realidad que trascienda el mero análisis de datos y la opinión. Así, ante la sensación a menudo agotadora de que todos tienen algo que decir sobre las más variadas circunstancias que nos rodean, emerge con fuerza la pregunta acerca de la propia vida: ¿tenemos algo verdaderamente importante que decirnos?

Las implicaciones del viaje que nace de esta pregunta son variadas, y tienen que ver con la capacidad de ayudarnos a plantear las preguntas adecuadas y a hacer un juicio sobre los acontecimientos y sus implicaciones en un nivel de conciencia sobre la realidad humana al que quizá no estamos acostumbrados socialmente.

Nos encontramos, sin embargo, ante una oportunidad singular en la cual se nos pide como Escuela no conformarnos con un análisis de los hechos sesgado y parcial, con “tener algo que decir” o formar parte de la conversación. Ante lo que tenemos delante —la enfermedad, sus consecuencias sociales y económicas, determinadas medidas geopolíticas, etc.— lo que está en juego es de un orden diferente. Ante el miedo, el ruido, la crispación y la desesperanza, si hacemos silencio, quizá podamos darnos cuenta de que, aunque estemos constantemente diciendo cosas y de todo tengamos una opinión, en realidad no tenemos nada que decir ni nada que decirnos. Nada verdaderamente importante. O quizá nos demos cuenta de que sí.

En cualquier caso, ojalá este silencio al que os invito sea la ocasión para emprender la única búsqueda realmente legítima: la de encontrar una certeza sobre la cual poder asentar la existencia toda. Aquella búsqueda de la que a menudo somos desviados en función de la actualidad, del sesgo y la opinión.

Si es cierto aquello de que “la felicidad solo es real cuando es compartida”, entonces esta búsqueda solo puede ser comunitaria. Para esto estamos juntos en el camino.

Un fuerte abrazo,

Juan Serrano, Director Académico