Carmen de la Iglesia

Vida ELU

Una gota de agua más – Carmen de la Iglesia

Por:

Carmen de la Iglesia 4º ELU

Por fin consigo sentarme a escribir esta breve reflexión, pero creo que merecía que le dedicara el tiempo y el cariño suficientes. Y es que no es fácil plasmar en un papel lo que siente el corazón, pero espero lograr transmitir en estas líneas lo que ha significado para mí formar parte del equipo de Cirugía en Turkana y vivir el proyecto en terreno, allá al Noroeste de Kenia, a orillas del lago Turkana.

Las primeras veces siempre son especiales. No lo voy a negar, viajar como cooperante a África por primera vez con tan solo 21 años da vértigo al principio. Sobre todo porque sabes que vas con la misión de llevar un poco más de salud donde hay tanta enfermedad, de darlo todo donde no tienen tanto y de abrazar a quienes más lo necesitan. Y luego te das cuenta de que eso supone largas y calurosas jornadas en quirófano, un sinfín de pacientes en consulta y muchas horas de intenso trabajo en el laboratorio. Y era inmensamente feliz mientras lo hacía, porque era consciente de la suerte, el privilegio y también de la responsabilidad que habían depositado en mí.

Empezaré por el principio. Creo que nunca antes había cogido tantos aviones en un periodo tan corto de tiempo. Era enero y acababa de terminar mis exámenes del primer cuatrimestre de cuarto de Medicina. Al día siguiente volaba a Londres para pasar unos días con mi hermana, y desde allí viajé hasta París para visitar a mi amiga Elena. Tras volver a Santander, tan solo disponía de un par de días para preparar un viaje totalmente diferente: África. Llegar hasta Turkana también implicaba enlazar varios aviones consecutivos, de modo que mi trayecto fue el siguiente: Santander-Madrid Doha-Nairobi-Turkana. Sin duda, el modo avión pasó a ser una forma de vida.

La buena compañía hace que te sientas en casa aunque estés en uno de los lugares más remotos del planeta. Nunca pensé que sería tan fácil encajar tan bien con cada uno de los miembros del equipo, a pesar de las diferentes edades y procedencias. Hasta tal punto que, aquel equipo de Cirugía en Turkana que despegaba desde Madrid, cuando aterrizamos en el aeropuerto de Nairobi ya empezaba a considerarlo “familia”. Sin duda, Cirugía en Turkana no solo es un proyecto quirúrgico, sino también una forma de entender la vida.

Y hablando de entender la vida, también he aprendido mucho de los turkana, el verdadero motivo de esta campaña. Me llama la atención su forma de afrontar la enfermedad: no sienten resignación por el pasado o por su falta de salud, ni tampoco excesivo temor por el futuro, simplemente viven el presente con la mayor serenidad posible, afrontando la vida tal y como viene. Se te encoge especialmente el corazón cuando ves a los niños, algunos corriendo de un lado a otro del hospital y otros sufriendo las consecuencias de la enfermedad. De cualquier modo, una piruleta y un abrazo es suficiente para que se sientan las personas más afortunadas del planeta. Es, simplemente, admirable y maravilloso. Por muy diferentes que seamos en cuanto a lenguaje, cultura o color de piel, cuando llegas a Turkana te das cuenta de que la necesidad de salud y de amor (y concretamente la necesidad de amar y sentirse amado) es lo único intrínseco a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra.

Nunca pensé que cumpliría 22 años en África. Aquel día no solo cumplí años, sino también un sueño: ver por primera vez la llegada de una nueva vida al mundo. A un mundo mucho más inhóspito del que me tocó a mí hace 22 años y una vida por delante indudablemente más dura. No creo mucho en las casualidades pero sí creo profundamente en la Providencia y nunca olvidaré que, a partir de ahora, no solo comparto cumple con mi hermana melliza, sino también con aquel “peque” que nació ese día en Kenia, delante de mis ojos, y al que pude dar la bienvenida al mundo mientras le sostenía en mis brazos. Cada 7 de febrero me acordaré de rezar por él y por su vida, pero también de dar gracias a Dios por la mía y por el regalo de unos padres que no me han soltado de la mano desde entonces.

No puedo evitar sonreír (e incluso que se me caiga alguna lagrimilla) al recordar cada uno de estos momentos, cada una de estas personas y este lugar, Turkana, mientras escribo estas líneas desde mi habitación, después de un curso muy intenso a nivel personal y académico, pero también inolvidable por muchos motivos. La palabra recordar viene del latín re (volver a) y cordis (corazón); recordar: volver a pasar por el corazón. Y cada vez que recuerdo Turkana, mi corazón late un poco más fuerte. Y es que, ahora, de vuelta en Santander, cada vez que me preguntan por mi viaje a África, empiezo a contarles, sin saber por dónde empezar ni tampoco por dónde terminar, porque es complejo hablar de un sentimiento que va más allá de las palabras… pero, como está escrito en el Evangelio según San Lucas: “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Turkana siempre permanecerá en mi corazón por ser ese lugar donde es fácil ser feliz intentando hacer un poco más felices a los demás. Turkana es ese lugar donde, como diría Madre Teresa de Calcuta, solo hacen falta “dos manos para servir y un corazón para amar”.

Vida ELU

Elena y Carmen de la Iglesia han sido finalistas de los premios STEM Talent Girl

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El pasado 29 de octubre se celebró la gala de entrega de premios de los STEM Talent Girl AWARDS, en la que nosotras resultamos ser dos de las cuatro finalistas a nivel nacional. Nuestra andadura por este maravilloso proyecto, dirigido a desarrollar el talento y el fomento de las vocaciones científicas-tecnológicas de niñas y jóvenes, comenzó hace ya tres años. Todavía recordamos el día en el que asistimos a las pruebas de selección: había tantas candidatas que pensamos: ¿por qué nosotras? Y, poco a poco, hemos ido obteniendo muchas respuestas. Hoy sabemos que nunca habríamos llegado a la fase final de estos premios si, para empezar, aquel día no hubiéramos buscado el sí, cuando ya teníamos el no. ¡Y lo conseguimos!

Durante estos años nos hemos enriquecido enormemente acudiendo a masterclasses memorables, realizando sesiones de shadowing en empresas, mejorando nuestra oratoria, exponiendo proyectos de investigación llevados a cabo con el asesoramiento de mentoras altamente cualificadas en las áreas STEM… y participando en un sinfín de actividades más que han representado grandes oportunidades para nosotras y que hemos intentado aprovechar al máximo. Sin duda, nuestro aprendizaje ha sido extraordinario, debido en gran parte a que hemos disfrutado mucho a lo largo del proceso. Esto se lo atribuimos a todas las personas (ponentes, organizadoras, mentoras, familiares y compañeras, muchas ya amigas) de las que nos hemos rodeado porque, al igual que en la ELU, en este programa, tanto la felicidad como la formación solo son reales y completas cuando son compartidas.

Cuando, hace unos meses, el programa se propuso reconocer y premiar la excelencia académica y el talento de las mejores estudiantes de Secundaria y Bachillerato, nosotras no dudamos en presentar nuestras candidaturas. Estas consistieron en la realización de un vídeo en el que se mostraran nuestros méritos académicos y extracurriculares, así como nuestra aportación al mundo científico hasta el momento. Desde luego, el trabajo y el esfuerzo han sido palabras que nos hemos repetido una y otra vez para llegar hasta aquí. Muy necesarias. Pero no suficientes. Estamos convencidas de que la que nos ha hecho alcanzar la final es la ILUSIÓN, y podemos afirmar rotundamente que nos acompañará a lo largo de nuestras vidas.

Por otra parte, nos alegra pensar que el jurado, integrado por ocho reconocidos profesionales, ha comprobado que, sí, somos dos hermanas mellizas y, sí, somos dos personas y candidatas totalmente distintas. Esto nos emociona porque se verifica que, si bien hemos sido inculcadas los mismos valores, vivido experiencias similares y adquirido conocimientos semejantes, gracias a Dios, las personas somos únicas, diferentes e irrepetibles. Además, nos encantaría que la figuración de dos hermanas entre las cuatro finalistas hiciera ver que el amor supera cualquier rivalidad y que, cuando la competencia es sana, cuando uno ayuda a mejorar a su “adversario”, por muy paradójico que suene, es cuando realmente se produce el crecimiento intelectual e interior de la persona. Si esto se diera a gran escala, sería el propio mundo el que cambiaríamos para mejor. Becas Europa nos enseñó en su día que este reto está en nuestras manos, desafío que tenemos muy presente hoy por hoy.

Por último, nos sentimos no solo afortunadas, sino también agradecidas de formar parte de este programa. Nuestro sueño de llegar juntas a la final se ha cumplido. Ese ha sido nuestro mayor premio. Observar que hay más gente dispuesta a dar lo mejor de sí a nuestra sociedad también ha supuesto una gran satisfacción, y felicitamos a todas las participantes y alumnas del programa por ello. Pero como cuando un sueño se hace realidad aparece otro nuevo en el horizonte, nos gustaría concluir compartiendo con todos vosotros nuestro deseo de llegar a ser referentes para las próximas generaciones de jóvenes, al igual que lo son para nosotras todas las personas, especialmente las mujeres, que integran STEM Talent Girl. Estamos seguras de que la ELU nos ayudará a cumplirlo.

Carmen y Elena de la Iglesia