Sabíamos que todos ansiabais este momento. Y es que por fin, después de mil propuestas, planes fallidos e incompatibilidad de horarios, (casi) todos los ELUs de Barcelona (y alrededores) hicimos un hueco en nuestra apretada agenda para recibir, el pasado 29 de marzo, a nuestra queridísima mentora María Longás.
Nos reunimos a eso de las siete de la tarde en el CaixaForum, un edificio de estilo modernista reconvertido en centro cultural a los pies de la montaña de Montjuïc, y que desde hace años alberga una gran variedad de exposiciones y actividades educativas dirigidas a todos los públicos.
En esta ocasión, la exposición elegida fue La Máquina Magritte, trasladada desde el Museo Nacional Thyssen, y que recoge la vida y obra del artista belga René Magritte. En 1950, el artista, junto con otros amigos surrealistas, escribió La Manufacture de Poésie, un catálogo de productos imaginarios cuyo objetivo era automatizar el pensamiento y la creación. Entre dichos artefactos se encontraba una “máquina universal para hacer cuadros con un manejo muy simple, al alcance de todos, para componer un número prácticamente ilimitado de cuadros pensantes”.
Pese a que a priori la exposición nos causó a todos, cuanto menos, confusión, poco a poco fuimos abriendo nuestras mentes y nos dejamos deslumbrar por la obra de Magritte que, si bien puede parecer enrevesada, encontramos mucho más enriquecedor abordarla desde ningún ángulo en concreto más que el de dejarse asombrar por el misterio de sus cuadros. Compartiendo nuestras diversas reflexiones e interpretaciones, fuimos capaces de arrojar un poco de luz y, como mencionó nuestra compañera Belén Gundín en la última publicación de Martes (que casualmente corresponde a El principio del placer, una de las obras más importantes de la colección), iluminar el sendero, oculto para nosotros hasta ahora.
Tras contemplar y reflexionar sobre los cuadros más emblemáticos, como Figura y fondo, Rostro y máscara, La firma en blanco, Megalomanía, El hijo del hombre o El arte de la conversación, el equipo, con un gran apetito, cenamos en la cúpula de Las Arenas, una antigua plaza de toros, ahora centro comercial. Entre croquetas, bravas, tortilla y calamares, los ELUs barceloneses compartimos las inquietudes que la exposición nos había suscitado, además de futuros proyectos y debates sobre cuestiones tanto triviales como trascendentales.
A decir verdad, la velada no podría haber ido mejor, y todos esperamos con muchas ganas que más pronto que tarde se vuelva a repetir. Y por supuesto, si alguien se anima a visitar tanto la exposición como a sus compañeros barceloneses, que sepa que le recibiremos con los brazos abiertos.