Álvaro Salgado

Vida ELU

Álvaro Salgado comparte una de las colaboraciones en el programa de radio La Atalaya, en COPE

Por:

¡Hola, chicos! Estas palabras nacieron para la Atalaya, una pequeña colaboración en Radio COPE Valladolid que hago todas las semanas, y como parece que no son una alucinación mía, sino que más de uno sentimos que el coliving no va con nosotros, la ELU me ha dado el enorme placer y honor de compartirlo con vosotros por aquí. Así que, ahí va. ¡Muchas gracias y disfrutad!:

“Leo ayer en un periódico de cuyo nombre no me acuerdo, porque es estrictamente confidencial, que los españoles se han apuntado a la moda del coliving’, palabreja que viene a sustituir a cohabitación (y por qué no a pensión de los años cincuenta) y que resume la tendencia de alquilarte un pequeño cuarto en un edificio en el que se concentran, dicho periódico dixit, “personas con valores e intenciones similares”. Dicen los entrevistados en el artículo que se sienten mucho más cómodos, seguros y reconfortados que si tuvieran que afrontar los modelos tradicionales de vivienda. Uno de ellos comenta que puede llegar a pasar varios días seguidos sin salir a la calle, que lo tiene todo al alcance de la mano y eso es lo que le motiva.

Par de comentarios al respecto. En primer lugar, harto de la insistencia de la nueva clerecía, formada por las supuestas élites culturales y periodísticas de nuestra sociedad, en romantizar, elevar y pintar como deseable la vida del lumpen. Elogio de lo pobre, pan y circo para una generación (o varias, si queremos ver verdaderas diferencias entre millennials y los niños que hoy siguen sus clases a través del iPad) que ve sus expectativas de prosperidad cortadas de raíz. Si es una mierda, díganlo con propiedad. Tener cuarenta años y vivir en 20 metros cuadrados en un edificio lleno de coworkers, emprendedores y demás trágalas, no es un éxito de la ingeniería social. Es una promesa fallida. Nos dijeron que íbamos a vivir mejor y hemos terminado creando nuestra propia empresa en nuestra propia cama, que hace las veces de nuestra propia mesa camilla y esporádicamente de escenario de relaciones sexuales que, según nos dicen los últimos estudios, empiezan a escasear entre los más jóvenes. Que el éxito no iba de eso lo descubres más tarde, que diría el destronado Gil de Biedma.

Pero aparte de chotearse de la precariedad de una juventud que afronta un 40% de paro juvenil diciéndoles que van a vivir de lujo en una residencia de estudiantes eterna (experiencia recomendable durante un par de años, pero no más, hablando de primera mano), hay que fijar la vista sobre la segunda parte de la oferta. “Personas con valores e intenciones similares”. Si no era suficiente con alienar a la población rompiendo la movilidad social, vamos a terminar de reventar la democracia liberal a base de crear pequeñas comunidades endogámicas en las que tan solo interactuemos con personas que compartan nuestros mismos desafíos, que tengan las mismas preocupaciones y que probablemente tengan los mismos aliados y enemigos en la sociedad. Todo el mundo sabe que los guetos y la colectivización del sufrimiento en grupúsculos que se retroalimenten y que imposibiliten el diálogo, el intercambio y el maridaje entre sectores, clases e intereses sociales es la mejor receta para asegurar una comunidad estable y sana.

Voy a ir haciendo las maletas. Qué es eso de graduarse, encontrar un trabajo decente, un horario viable, una pareja estable y plantear la familia y los amigos comunes como fundamento último de la sociedad. Prefiero tirarme hasta la crisis de los cincuenta en un cuartito con cocina compartida y viendo Netflix con mis compañeros de aventura. El lumpen hoy se desgrana en dos: el material, de aquellos que abandonados por sus supuestos representantes empiezan a encontrar refugio en la criminalización del ajeno y del contrario; y el ideológico, que somos todos, destinados a vivir en bloques de sueños rotos. Me encanta el capitalismo progre”.

Álvaro Salgado

Vida ELU

Elus por el Mundo – Álvaro Salgado

Por:

¡Buenas! Para los que no me conozcáis, mi nombre es Álvaro Salgado. Soy un alumno de 3º de la Escuela de Liderazgo Universitario, que estudia Derecho y Estudios Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid, y que está de Erasmus desde septiembre y, si todo va bien, hasta junio, en Londres, en la University College London, que ya muchos conoceréis de primera mano.

¿Qué es un Erasmus? ¿Es la tierra prometida a todo alumno español que entra a la universidad bajo la cascada de rumores acerca de lo extraordinario de la experiencia? ¿Es la oportunidad de escapar de los pasillos y las aulas que ya nos resultan no solo conocidos sino agotadores y poder así hacer nuestras las historias y las paredes de lugares lejanos que siempre tendrán nuestra impronta? ¿Es el espacio para conocer a personas nuevas cada día y fraguar lazos que se sienten viejos por mucho que no tengan ni un mes de vida? ¿Es, quizás, un sueño roto por la pandemia que ha paralizado nuestras vidas y que cada día nos asesta un nuevo ataque a nuestras ilusiones?

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Erasmus es todo eso y mucho más. Es un mundo de nuevos horizontes para quienes por primera vez se van de casa, es un horizonte renovado para quienes ya lo hicimos. Tuve la enorme suerte de poder estudiar fuera de mi ciudad de nacimiento desde primero de carrera, y con ello también hube de sufrir la enorme desgracia que es alejarse de todo lo que has querido y mantenido cerca durante dieciocho años. Sin embargo, la experiencia Erasmus te lleva un poco más allá, y te obliga no únicamente ya a cuidarte a ti mismo, no únicamente a responsabilizarte de tu supervivencia en una ciudad ajena y extraña, sino también a renovarte y volverte a hacer a ti mismo. Te obliga a ser de nuevo aquel niño de dieciocho años que llega asustadizo a un paraíso oculto que le queda por conocer. Te obliga a crear de nuevo tu círculo de personas de confianza, te obliga a ponerte frente a tus propios prejuicios al conocer a personas que provienen no ya únicamente de rincones diversos de España, sino de todos y cada uno de los países de este mundo que hoy necesita de personas que sepan ver más allá de las diferencias que marcan nuestras fronteras. Cuando nos ocultamos bajo una mascarilla para proteger y protegernos, todos somos lo mismo: jóvenes tratando de asegurar el futuro de este mundo. Cuando brindamos juntos, no hay diferencia entre alemanes, franceses, españoles ni egipcios. Solo un clamor al cielo para que las cosas vayan bien y podamos disfrutar los unos al lado de los otros. Y también para que UCL, esa universidad que siempre había soñado, no nos arrebate la libertad bajo una nueva montaña de trabajo.

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La universidad es diferente allende los mares. UCL te otorga la independencia que desees, y eso es tan bueno como terrible. Tú llevas tu estudio, tú decides cuánto tiempo le dedicas, tú decides en qué temas te centras, tú decides, en definitiva, cómo deseas que se construya tu experiencia. Los profesores te acompañan, te explican ciertas cuestiones y de vez en cuando te señalan cuáles son los puntos más relevantes. Por lo demás, está en tu poder. La independencia conlleva responsabilidad, y por eso este sistema me parece al mismo tiempo una forma de tratarnos como adultos y una educación insuficiente. Universidad es una enseñanza compartida entre el alumno y el maestro, y creo que en ese sentido hay una fuerte carencia de tutelaje en las aulas inglesas. Por no hablar, claro está, de las limitaciones que impone la enseñanza online.

La COVID19 ha cambiado cómo se vive Erasmus. Lejos quedan aquellas fiestas tremebundas de las que nos hablaron nuestros veteranos y aquellas semanas de conocer cada noche a decenas de personas nuevas. Muchos son los que no se han atrevido o no han podido al final venir hasta las tierras de la (quizás no tan) pérfida Albión y muchas las restricciones en pie que en pos de asegurar nuestra salud han cotado lo que nos podemos permitir hacer con nuestros amigos. Pero en cierta manera también nos ha brindado una oportunidad. Nos ha permitido conocer mucho mejor a las personas que nos rodean, sustituir el frenesí incierto de cientos de personas por la aún tímida pero incipiente amistad cierta y verdadera que nace entre quienes se enfrentan a la adversidad hombro con hombro. He tenido una enorme suerte.

IMG_20201105_094747_310En el tiempo que llevo aquí, he podido conocer a personas extraordinarias. He podido empezar de cero con compañeros de clase de Madrid que jamás pensé que querría tanto (y que encima me cuidan como si fueran mi madre en este mundo foráneo), conocer a compañeros de la ELU que ya lo son también de incertidumbre y fotografía (Carmen, te quiero mucho), amigos de Madrid y de Alicante y de Burgos y del Cairo y de Múnich y de París, y ver que todos somos lo mismo en este Londres que nos acoge bajo su luz tenue y su lluvia permanente. Londres es una ciudad que nunca descansa, una ciudad que no deja de llorar y de gritar pero a la que nadie hace nunca caso, como le pasa a todas las ciudades que nunca duermen. Es una ciudad que te atrapa y te ahoga y te hace vivir de nuevo. Es una ciudad que no sabe comer, y reitero que la calificación del fish and chips como plato nacional habla de una cultura gastronómica cuestionable, pero es una ciudad que sabe abrazar. Una ciudad peligrosa, complicada y a tiempos oscura, pero que te recibe en sus calles adoquinadas y bajo el resplandor de los mil y un relojes que iluminan el firmamento londinense te susurra que aquí todo es posible y que si lo sueñas puede hacerse realidad. Inglaterra es más parecida a España de lo que jamás pensé, pero también distinta. Siento en los ingleses una falta de empatía, una suerte de poso de cariño y de respeto hacia el prójimo que vive en el corazón hasta del español más bruto y que en cambio aquí desiste, derrotado bajo la frialdad de una cultura en la que los abrazos no existen. Creo que eso es lo que más echo de menos: gente que quiera dar muchos abrazos.

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Cuando estéis leyendo estas líneas, yo probablemente me halle bajo el nuevo confinamiento impuesto en Reino Unido para tratar de detener el imparable avance de contagiados y de víctimas. Jamás, bajo ninguna posibilidad, pensé que nos veríamos obligados como generación a enfrentarnos a tiempos tan complejos y difíciles. Pero precisamente por ello solo hay una forma de sobrevivir y de ganarle el pulso al tiempo: ser valientes. Aventurarse en todos los rincones del mundo y hablar todos los idiomas que sepáis, y chapurrear los que no. Enamorarse de quienes no te corresponden y emocionarte cuando ves en los ojos ajenos la misma chispa, y hacer amigos que te invitan a viajes en cada rincón del mundo, y soñar siempre con el día en que desde Primrose Hill, la colina que domina Londres y que ya se ha tornado en colonia española, podamos ver iluminarse el cielo con los fuegos artificiales que celebren nuestra victoria.

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¿Qué es Erasmus? Para mí, está siendo el reencuentro con aquel niño de dieciocho años, mi reconciliación con él y conmigo, con lo que será y con lo que ya ha sido. Es la promesa de todo y de nada, solo de aquello que te atrevas a vivir y a arrebatarle de las garras al tiempo. Erasmus es un horizonte nuevo y una forma de hacer enormes y nuevos y vivos los ya existentes. Ha sido un regalo, que me ha dado a Javi, a Carmen, a Gabriel y a Inés y a Carmen y a Pablo y a Antía y a Ignasi y a Haya y a Déborah y a Myriam y a Josef y a tantos otros.

Sentado al pie del pórtico de UCL donde un día posé con mis compañeros de Becas Europa XIII solo puedo pensar: ¡viva Erasmus!

Vida ELU

“Fue una gymkhana ELU: llena de retos y compañerismo; de descubrimientos y emociones”

Por:

Los alumnos de Madrid tuvieron la primera actividad el pasado sábado 26 de octubre: una gymkhana por el barrio de las Letras por equipos. Un miembro de cada uno nos cuenta cómo fue la experiencia.

Álvaro Salgado
La tarde del sábado 26 de octubre fue una tarde anómala. Tanto para los ELUs que asistieron a la actividad organizada por los coordinadores de Madrid como para los transeúntes del Barrio de las Letras. Si ya de normal es ésta una zona poblada por bohemios y artistas, ese día se hizo eco de las risas y diversión de los compañeros que nos lanzamos a por la victoria en una gymkhana que nos enfrentó a nuestros peores miedos. Desde vencer a los gigantes como si fuéramos Don Quijote, hasta enfrentar la vergüenza de conseguir que algún bar omitiera sus deberes legales y nos dejara freír un huevo en su cocina (no nos atrevimos a probarlo, pero estamos seguros de que nos quedaron genial), pasando por la búsqueda encarnizada de las casas de afamados hombres de letras como Lorca o Quevedo, el abrazo colectivo a más de una despedida de soltera o, por supuesto, la puesta a prueba de las habilidades de negociación de todos al tratar de intercambiar un bolígrafo de la UFV por objetos de mayor valor. Y eso que era opinión común que ese bolígrafo era demasiado valioso para perderlo (¿alguien ha encontrado alguno que escriba mejor?).

gymkhana ELU MadridDefinitivamente, hicimos de la tarde una épica digna de epopeya, y si bien los poemas de la gymkhana dejaron que desear, encontrar la unidad dentro del verso entre los amigos que se reencuentran y las amistades que se forjan poco a poco en este tipo de actividades fueron motivo más que suficiente para dejarnos con los dientes largos y hacernos esperar y desear con fuerza la nueva iniciativa de nuestros coordinadores. ¿Es acaso otra cosa la ELU que esta reunión de amigos y más amigos en búsqueda, no sé si en toda ocasión del saber, pero siempre de la felicidad de estar juntos?

Marta Navas
La ELU es una manera de, con pequeñas cosas, sorprenderse y conocerse con cada oportunidad que nos brinda. Adentrándonos en el Madrid profundo, el Barrio de las Letras, y junto a nuestros grandes escritores y poetas, nos embarcamos en una gymkhana que además de trasladarnos a la infancia, nos ayudó a conocernos entre nosotros, a pasear por la historia de esta gran ciudad y a conocer a gente dispuesta a pasar un buen rato y compartirlo con nosotros. Fue el trabajo en equipo, los grandes versos compuestos por gente aleatoria, los bailes improvisados de la Macarena, el gran mundo de los libros, los huevos fritos. Fue la experiencia de cambiar un boli por dinero y un caramelo, ejercer de guía turístico, hacernos pasar por letras y el mini teatro improvisado de nuestro gran Don Quijote. Al final, fue una gymkhana ELU. Llena de retos y compañerismo; de descubrimientos y emociones.

Jorge Paredes

IMG_983526 de Octubre. Tuvimos una muy entretenida tarde en que pudimos disfrutar de la mutua compañía con muchos de los ELUs de Madrid intentando conseguir las pruebas de la gymkhana que había preparada como actividad de integración por el céntrico Barrio de las Letras. Cuando ya estábamos preparados para empezar, nos dividimos en cuatro grupos y comenzamos a leer las pruebas. Con muchas ganas e ilusión fuimos poco a poco buscando versos por el suelo y pensando en cómo hacer una poesía colaborativa con gente que estuviera por la calle. Con esto, la tarde nos puso a un grupo de chicas que estaban de despedida de solteras con quien bailar la Macarena mientras toda la calle se giraba para verlo e incluso grabarlo, o a un tranquilo matrimonio a quien hacer de guías turísticos explicando algo del lugar en que vivió el “Fénix de los ingenios”. La fase “freír un huevo” fue también graciosa. Tan curioso fue tener que ir entrando en bares y restaurantes pidiendo que frieran el huevo que llevábamos como la cara que se les quedaba a los camareros al escucharnos. Tras algunos intentos fallidos en locales varios, un pequeño bar accedió a freírlo. Digna de especial mención fue, por otra parte, la prueba en que teníamos que cambiar un bolígrafo de la UFV, esos que son los mejores, a cambio de algo de mayor valor. Así, el bolígrafo se convirtió en un guante rojo y, más tarde, gracias a Pepe y sus alegres amigos, el guante pasó a ser un ejemplar de Crimen y Castigo. Con todo esto, disfrutamos de una tarde conociéndonos todos un poco mejor y haciendo más fuerte la ELU en Madrid.

José Antonio Pérez de Paz
Era un 26 de octubre, un día más en el calendario para el Barrio de las Letras, un barrio que ha vivido más historietas y anécdotas que las que sus famosos moradores pudieron recoger en sus escritos. Sin embargo, tocaron las cinco y esa tranquilidad inspiradora que cohabita con soñadores se vio repentinamente agitada. Eran los ELUs, frente al gran Teatro Español, quienes, expectantes, pero no nerviosos, se estaban preparando para realizar una gymkhana que superó las fronteras de la originalidad. Una vez repartidos en grupos y deshecha la vergüenza, esa hierba verde que se comió el burro, pero que se podía convertir en una planta carnívora y devorarte en cualquier situación, los participantes empezaron la competición. Todos los grupos se debieron enfrentar ante las mismas misiones. Una de las que requería más mérito era la de conseguir intercambiar un bolígrafo por un bien de mayor valor. Ahí se demostró quién tenía el alma de Jordan Belfort, a quien Wall Street le parecía su jardín, o, de lo contrario, tenía la de un chaval de colegio que te intentaba intercambiar el cromo de Cristiano Ronaldo por el de Pedro León. Los ELUs se hicieron con todo tipo de obsequios, desde un imán de La Habana hasta un ejemplar de Crimen y Castigo del mismísimo Dostoyevski.

IMG_0448Igual valentía requirió adentrarse en un bar y pedirle a cualquier camarero, aguantando la risa con un semblante serio, que nos friera un huevo. Tampoco fue fácil recitar poemas ante desconocidos, o que los propios desconocidos nos recitasen sus poemas. Pero en esa tarde, nadie en el barrio nos parecía un desconocido. Ni siquiera los turistas que nos encontramos en las puertas de los hogares que una vez fueron habitados por los más grandes autores españoles. Más de uno de estos últimos soltaría una buena carcajada, sobretodo el bueno de Don Miguel, al ver cómo los ELUs representábamos, como si estuviéramos en el Teatro La Latina, escenas de Don Quijote de la Mancha. Tocaron, demasiado rápido, las siete de la tarde. Nos reunimos en la Plaza de Santa Ana todos para observar y admirar los tesoros que había obtenido cada grupo en su travesía. Y aunque hubo un equipo que se colgó la medalla dorada del ganador (dorada por los ositos Haribo del premio), todos, absolutamente todos, incluso los que no eran de la ELU y paseaban tranquilamente por allí, acabamos riéndonos, disfrutando de una experiencia inolvidable. Porque eso es la ELU. Se trata de colaborar entre amigos, disfrutando de cada momento. Sin duda fue una tarde inolvidable para nosotros y para todo el Barrio, que durante esa tarde del 26 de octubre mutó su nombre de Barrio de las Letras al Barrio de las Sonrisas.