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Vida ELU

Visita a Galicia

Por: ELU Admin

El pasado miércoles 19 de abril, los elus y Elumnis gallegos tuvimos el placer de recibir al mentor de los primeros, Diego, y a la antigua mentora y actual coordinadora de los segundos: Sabrina. La visita, aunque más corta de lo que nos hubiese gustado, fue intensa como pocas, y es que había que aprovechar el tiempo al máximo.

El día en Santiago comenzaría con María Calo recibiendo a Diego con un buen desayuno en la Carrilana, uno de los cafés más clásicos de nuestra ciudad, en el que cargarían las pilas ante un largo día de mentorías presenciales, que comenzarían allí mismo y se prolongarían, tras la llegada de nuestro compañero Jacobo desde A Coruña, durante toda la mañana, en la que también encontraríamos un hueco para visitar la exposición en honor al químico y farmacéutico gallego Antonio Casares, que fue la causa de una interesante conversación sobre el avance de la medicina en el último siglo, así como la importancia de la innovación científico-tecnológica en la sociedad.

Por supuesto, tras una mañana intensa era imperativo disfrutar de la gastronomía gallega, y pocos lugares mejores en la “Cidade do Apóstol” que el Mercado de la Galiciana, donde disfrutamos de una amena comida como interludio entre la intensa mañana que habíamos tenido y la no menos ajetreada tarde que se avecinaba.

Al acabar, como no podía ser de otro modo, continuaríamos con mentorías. Y es que todos estuvimos de acuerdo en que las mentorías mejoran notablemente al poder hacerse de manera presencial, pues ofrece una sensación de cercanía que a través de una pantalla es más difícil lograr. Tras largos paseos por los parques de Santiago con Laura y María, Diego se encontró con Álvaro para una última mentoría, en la que se dirigirían, de nuevo, a la zona vieja de Santiago, orbitando alrededor de la catedral y el monasterio de San Martiño Pinario.

Ya con el “solpor” gallego avecinándose se unirían, finalmente, los Elumnis Pedro, Blanca y Miriam, así como Sabrina y también nuestro ex-compañero Dani. En este momento, después de callejear por la zona más pintoresca de la ciudad, nos pudimos, al fin, reunir todos para disfrutar de una cena en el restaurante Oliveira, donde la buena comida y el buen vino acompañaron largas e interesantes conversaciones sobre todos los temas imaginables: desde ponerse al día con aquellos a quien llevábamos tiempo sin ver hasta debates sobre cómo la Inteligencia Artificial puede afectar a nuestras vidas. Tras la cena, era el momento más duro de la jornada: la despedida. Diego y Sabrina se marcharían a la mañana siguiente, por lo que, en ese momento, nos despedimos de ellos, esperando, con ganas, su próxima visita.

Vida ELU

Una gota de agua más – Cris Pastor

Por:

¡Hola a todos! Soy Cris Pastor, ELU de 3º. Valenciana, estudiante de Derecho y RR.II, y, desde hace cosa de dos años, “amiga de la calle”. 

A mediados de febrero del año 2020 escribía junto a Ignacio y Marta nuestra experiencia en una acción social. Brutal. Sin embargo, lo que no imaginaba es que hoy, después de lo ocurrido, estaría escribiendo sobre esta misma realidad. ¡Y es que, anda que no han cambiado cosas! 

Poco después de redactar aquella entrada cargada de ilusión, llegó el dichoso virus, “el innombrable”, el que lo cambiaría todo. O, casi todo. 

Amigos de la calle, donde participo, es una asociación sin ánimo de lucro, nacida con la intención de conseguir, preparar, y distribuir alimentos y comidas preparadas, de manera sistemática y prolongada en el tiempo, a personas habitantes de la calle o con necesidades económicas. Pero su labor no termina ahí, hay otro elemento distintivo de su función: el acompañamiento. El fin no es facilitar el acceso a la necesidad mínima, que es la comida, o al menos, no es sólo eso. Sino que se pretende compartir, tiempo y vivencias, apoyando a las personas, desestigmatizando el sinhogarismo, y fomentando las relaciones que dignifican a los seres humanos. 

Bajo esta breve descripción es fácilmente perceptible cómo una pandemia como la vivida, un confinamiento y una necesidad latente de distancia social, no son aliados facilitadores de esta función. No obstante, con pandemia o sin ella, la realidad es la misma: existen personas sin medios económicos suficientes para hacer frente a lo más básico, y, de hecho, cada vez más. ¡Algo tendremos que hacer al respecto! “Renovarse o morir”, dicen, ¿no? Pues eso, a renovarse se ha dicho.

¿Antes acudíamos a un local donde se llevaba toda la comida donada y se cocinaba? A partir de ahora seremos nosotros los que la recojamos de los establecimientos, y la prepararán los voluntarios en las propias casas. ¿Antes solicitábamos más materia prima? Ahora optaremos por alimentos preparados, o precocinados. ¿Antes se repartía la comida en puntos fijos en la ciudad? Ahora seremos nosotros los que vayamos en busca de las personas (en este último aspecto se aprecia cómo ayuda sobremanera conocer a las personas. El boca a boca es nuestro mejor aliado). 

Y justo así, en este proceso de adaptación al nuevo paradigma, es cómo me he visto cada domingo del mes, desde hace un año, en mi cocina, rodeada de seis señoras, y 150 pollos en la nevera. Y no os puedo transmitir qué planazo es. ¿Quién me lo hubiera dicho a mí?

Esta oportunidad de participar de otra manera en el proyecto no sólo me ha permitido mantener el contacto con otras realidades que, parecen haber quedado relegadas a un plano antagonista dadas las circunstancias sanitarias, sino que he podido establecer relaciones con personas que jamás hubiese pensado. 

Personas sin hogar, en riesgo de exclusión social, o mujeres cercanas a las seis décadas, es curioso descubrir lo mucho que tenemos en común. Creo que este ha sido mi descubrimiento del año: por primera vez en la vida, ser plenamente consciente de que es palpable la inmensidad de cosas que nos unen como seres humanos. Con independencia de las circunstancias personales, la edad, el sexo, la procedencia o la preferencia política, la esencia es la misma. En un momento donde todo parece negativo, donde la frivolidad parece reinar, siempre es reconfortante sentir el abrazo de una relación humana. Ya sea sentados en el suelo del Jardín Botánico compartiendo un bocadillo, o a las 7 de la mañana de un domingo abriendo 200 barras de pan. 

Creo que “pringarse” por los demás (y en este caso, en el sentido más literal de la palabra) siempre es un recordatorio de esta idea. Nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos hablar, tocarnos, compartir, sentirnos cerca. Es intrínseco a nosotros, y ahora más que nunca. No hemos podido hacerlo, y ahora tenemos trabas para ello, así que debemos contribuir activamente para no perder de vista lo que es innato al ser humano: su vertiente social

Salir de uno mismo permite dejar espacio a que entre la satisfacción más plena. Olvidarte de ti y tus problemas, aunque sea por un rato, te aterriza. Saberte parte del mundo te motiva contribuir con él, en favor de todos. En definitiva, para mí, poder seguir realizando esta actividad, aunque sea de manera distinta, es más que un regalo. Poder compartirlo con mi madre; poder ser una gota más; poder contribuir a que, pese a la tendencia al alza de las necesidades económicas de las personas, no tengan que hacer frente también, al aislamiento social, característico de este momento.