Sicilia

Cultura

Viaje Académico ELU 2019/2020: Sicilia

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No sabemos si existe algo así como una crónica al uso, pues una crónica, cuando se escribe, ¿es para el recuerdo de quienes la vivieron o para el relato a quienes no pudieron?

No sabiendo la respuesta, o no queriéndola saber, hemos tratado de hacerla todoterreno. En cualquier caso, esperamos que no sea esta una crónica al desuso, y que sea verdad eso (que dicen) que dijo Tagore de que “las palabras van al corazón cuando han salido del corazón”. Si esto es cierto, podrá o no ser una buena crónica, pero, sin dudarlo, le encantará al lector.

Día 1
El momento del encuentro es siempre muy especial en un viaje: los abrazos entre aquellas personas que tanto tiempo hacía que no se veían, la curiosidad y las clásicas preguntas de contacto entre aquellas otras que no habían tenido aún la oportunidad de conocerse, y ese aura que se percibe y en la que todos se ven envueltos, esa magia que sobrevuela las maletas y que bien podría definirse como ilusión y esperanzas cargadas. El momento del encuentro, y María Longás entregándote la tarjeta de embarque, bajan a tierra el viaje y lo hacen realidad.

La expedición, que no se caracterizaba por la originalidad de sus nombres, estaba compuesta por 3 formadores: Juan Serrano, David García y María Longás; y por 24 ELUs: Amaya Vizmanos, Mar Corruchaga, Natalia Peralta, Nicolás Oriol, Carmen García, Alberto Reina, Diego Sánchez, Ana Hauyón, Carlos Gandiaga, Lucía García, Luisa Guajardo-Fajardo, 2 Cristinas (Llordén y Hernández), 2 Jaimes (López y Redondo), 2 Martas (Igea y Morcillo), 3 Jorges (de Diego, Peña y Romanillos) y 4 Marías (Álvaro, Jarabo, López y Santaolalla).

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A lomos de Ryanair, sorteamos los kilómetros que nos separaban del ombligo del Mediterráneo y descendimos junto al sol en un precioso atardecer. En el aeropuerto de Catania nos esperaban Mar, Diego y Jaime Redondo, que habían llegado unas horas antes desde Barcelona, París y Manchester y, ya reunida la comitiva al completo, nos subimos al autobús de Giovanni, nuestro conductor.

El primer contacto urbano que tuvimos con Sicilia fue Catania, una Catania que empezaba a vestirse de gala por la proximidad de sus fiestas patronales y que nos acogió en el Hotel Collegiata. Allí tuvo lugar, tras repartirnos en las distintas habitaciones, la primera asamblea del viaje, en la que pudimos presentarnos de un modo más formal y compartir con el resto nuestras expectativas y los motivos que nos habían llevado a Sicilia. Además, Juan y David hicieron una introducción a la relevancia histórica y cultural de la isla, explicándonos que “es un lugar que nos habla de nosotros”, “porque somos griegos, porque somos romanos y porque somos judeocristianos”, porque, en cierto modo, vemos y entendemos el mundo “desde Sicilia, desde el Etna”. Nos advirtieron que el viaje sería intenso y fatigoso, que la actitud habría de ser nuestro sostén cuando nos faltase la energía, y también nos animaron, sonrientes, a que saliéramos al encuentro de nuestros compañeros de viaje, al descubrimiento de esos “con quien tanto” que en ocasiones la vida nos regala.

Con esto en mente, nos fuimos a cenar, y lo hicimos en una terracita del centro. La alargada mesa se llenó de tipos variados de pasta y embutidos típicos para compartir, que bajaron mayoritariamente con ayuda de un cóctel. La guinda a nuestra primera noche la pusieron Jaime López y Amaya, que nos presentaron tanto el Teatro Massimo Bellini como a Vicenzo, el compositor local de relevancia mundial que le da nombre con su apellido.

Además, no puede escapar a la crónica el grupo de valientes expedicionarios que, buscando añadir una segunda guinda a la anterior, fue en busca de fiesta hasta creer encontrarla en Mama África, un esperpéntico karaoke que bien podría haber inspirado a Valle-Inclán.

Día 2
El sol del segundo día cubrió de luz la ciudad, brindándonos una estampa diferente de las calles que habíamos empezado a recorrer la noche anterior.

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Tras un buen desayuno, Diego y Jaime Redondo empezaban a hablarnos de la historia de Catania cuando, para nuestra sorpresa, una mujer nos invitó a entrar en la Universidad. Así, disfrutamos de una visita inesperada, guiada y completamente gratuita, a lo largo de la cual pudimos aprender sobre los orígenes de la institución, sobre su evolución y sobre la relación que mantuvo con los alumnos que combatieron en el frente durante la Primera Guerra Mundial.

Entre agradecimientos y suspiros, salimos para dirigirnos a la plaza principal, presidida por el elefante que es emblema de Catania. Allí, nuestros Erasmus y guías particulares nos nutrieron con datos y explicaciones del ayuntamiento y de la catedral, y nos contaron la leyenda de la patrona: Santa Águeda.

Callejeando, callejeando, llegamos al Monasterio benedictino de San Nicolò de L’Arena, uno de los más grandes de Europa y que en la actualidad alberga la Facultad de Humanidades de la Universidad de Catania. Allí, en un claustro, tuvimos un ratito de formación en el cual se nos habló de la caída del Imperio Romano, así como del papel fundamental que jugaron los monasterios para “reconstruir la idea de unidad a lo largo de Europa” mediante “el hilo conductor de la religión y la luz de la conservación y la creación de la cultura”.

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Saciada por el momento nuestra sed de conocimientos, acudimos al mercado para calmar también nuestro hambre: pizzetas, arancinis, cannolis… Sicilia se hacía querer por los cinco sentidos.

Tras algo más de una hora en bus, llegamos a Taormina, una pequeña ciudad llena de agradables sorpresas. Por un lado, el buen gusto con que se construyeron en su momento, y se adornan actualmente sus calles hace de cada uno de sus rincones una postal en potencia. Por otro lado, su emplazamiento elevado en la costa noreste de la isla, subida al monte Tauro, hace de Taormina un balcón mitológico al Etna y al Mediterráneo. Pero es que, además, por si esto fuera poco, Amaya y Jaime López fueron revistiéndola de historia y pudimos presenciar en la Piazza IX Aprile el reencuentro de Juan con un amigo suyo de Mesina al que conoció durante la tesis.

Todo parecía ir de película hasta que, giro dramático de los acontecimientos, nos dijeron que su espectacular teatro griego del siglo III a.C. no aceptaba visitas a partir de las 16h, que no podríamos verlo. Finalmente, se impuso la razón sobre las propuestas locas de entrar en tromba para sortear a los dos guardias, y nos contentamos con la imagen de Wikipedia y la explicación que Marta Igea nos dio desde fuera. Finalmente… o no, porque Jorge de Diego tiró de iniciativa y creatividad para coordinar una subida al monte Tauro desde el cual, además de tener unas vistas preciosas, lograríamos ver el teatro. Así, no sólo nos quitamos la espinita, sino que llegamos a lo más alto justo a tiempo para despedir los últimos rayos del día.

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Unos con la película de El padrino, y otros con el velo negro de sus ojos cerrados, reposamos las piernas y el cansancio y recorrimos el trayecto que nos separaba de Siracusa. Entonces, en mitad de la escena de la cena y la pistola escondida en el baño, el autobús se detuvo y unos sicilianos que, por edad y complexión, podrían haber trabajado para los Corleone, sacaron nuestras maletas y comenzaron a cargarlas en varias furgonetas negras para, justo después, invitarnos a nosotros mismos a subir. Tras unos pocos minutos, se abrieron las puertas en una explanada junto a un puerto y, en ese momento, lo vimos: allí estaba nuestro hotel.

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A falta de la sala de reuniones que nos habían garantizado, bueno fue, aunque frío, el patio interior en el que celebramos la asamblea. Además de comentar el texto asignado, surgieron palabras de agradecimiento por nuestra suerte, de reconocimiento acerca de lo privilegiados que somos, y debatimos sobre la necesidad de concretar y bajar realmente a tierra las teorías que se tratan en la ELU a fin de que éstas se encuentren al servicio directo de las personas o, dicho de otra forma, para que no resulten meros ejercicios intelectuales de académicos para académicos.

Para rematar esta larga e intensa jornada, disfrutamos de nuestro primer giro pizza, así como de los grandes descuentos que había conseguido el equipo gastro-cultural, de la eficiencia lograda por la encuesta de tipos de pizza online creada por Nico y de la genial rapidez del bote común. Sin embargo, no pudieron disfrutar de mucha fiesta, pese a ser viernes, quienes la buscaron por el casco antiguo de Siracusa.

Día 3
Desayunito potente y arrancamos el día visitando el Parque Arqueológico de Neapolis, presentado por María Jarabo.

Hoy en ruinas, Neapolis fue uno de los cinco distritos de la antigua ciudad griega de Siracusa y es justo decir que, al ver las blancas gradas de roca excavadas en la propia colina verde, al subir y bajar sus escaleras recreando hoy lo que un día fue, al imaginar al Platón que entonces estuvo donde uno está… a uno le recorre, como diría Quevedo, un nosequé que quedas balbuciendo.

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En este estado como de trance, con el arrullo tenue y constante del Ninfeo de fondo y con un cielo azul como pocos, las palabras de Juan y David alcanzan una profundidad especial, y puede llegar a entenderse esa relación con lo divino que era consustancial a la vida de los griegos. No obstante, a pesar de que “hoy lo entendemos todo desde lo racional”, parece claro que, más allá de las diferencias circunstanciales entre ellos y nosotros, compartimos una misma esencia, de alguna manera, muchos de los que eran sus problemas, siguen siendo hoy los nuestros, y muchos de sus antiguos ritos nos acompañan en la actualidad “en su versión pagana”. Aflora de nuevo el pensamiento de que “no viajamos para olvidar, sino para recordar”.

Próximos al mediodía, recorrimos la Latomía del Paraíso y nos internamos en la oreja de Dionisio, donde, juntos y separados, fuimos remando con nuestras voces en un canon precioso. Fue también impactante ver las ruinas del anfiteatro romano, así como la necrópolis en la que la leyenda ubica los restos de Arquímedes.

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De regreso a la Siracusa del presente, y tras una comida libre, María Jarabo y Nico nos presentaron la despampanante catedral de la ciudad, construida sobre un templo griego a la diosa Atenea, y ubicada en su piazza, la del Duomo. También visitamos el Castello Maniace, que nos regaló cien marcos de piedra desde los cuales perdernos en la contemplación de un mar Mediterráneo surcado por veleros blancos en la luz cálida de la tarde, una estampa pacífica e idílica, de gran contraste con las feroces batallas entre romanos y cartagineses que nos relataba Nico, o con las pateras que en el mejor de los casos llegan en la actualidad desde el continente africano.

En el lado opuesto de la isla Ortigia, casco antiguo de la ciudad, nos esperaba el supuesto Museo de Arquímedes, pues lo fue más de Leonardo da Vinci. En él, pudimos ver recreaciones de algunos de los más fascinantes inventos del polímata por excelencia del Renacimiento, conectados con el físico, ingeniero, inventor, astrónomo y matemático griego de Siracusa debido a la gran referencia y fuente de inspiración que este supuso para da Vinci.

Después, tuvimos la oportunidad de asistir a una misa en italiano, pasaporte tanto a un descanso espiritual en nuestro viaje como al interior de la catedral. Además, nos reunimos a la salida en sus escaleras para celebrar la asamblea del día. John Keats, autor de Oda sobre una urna griega, sonó y dio qué pensar por su célebre epitafio: “Yo soy uno cuyo nombre está escrito en el agua”, ¿de qué manera hemos de afrontar la vida siendo conscientes de la muerte? De alguna forma, la propia Carta a Diogneto nos arrojó pistas sobre la esencia de la propuesta cristiana. Y, quizás, de alguna otra, la gastronomía italiana nos reafirmó en la idea de que, sea como fuere, la vida merece la pena ser vivida, y no sólo vivida, sino compartida, como la pizza misma.

Esta noche, de nuevo, se alargó de forma variable, y acabó antes para unos que para otras.

Día 4
“¡Lo NOTAS!”, “¡Se NOTA, se siente!”, “¡Eres un NOTAS!”, “Tomo NOTA” … puede decirse que Noto agudizó el ingenio del personal, o que el sol pegaba fuerte, o ambas… En cualquier caso, recorrimos la ciudad con las explicaciones de Natalia y de María Santaolalla en el ambiente de un grupo al que ya le ha dado tiempo a conocerse relativamente, y entre cuyos miembros fluye con menos frenos la espontaneidad.

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Tras ver la iglesia de San Francisco de Asís y la catedral de San Nicolò, pudimos visitar el Palazzo Nicolaci, construido por una familia enriquecida por el negocio del atún, tono en italiano y, de nuevo, las bromas con Noto. Pero las fotos, con rima y todo, superaron en número las bromas con Noto: en balcones, en espejos, en sofás, del fotógrafo, del fotógrafo del fotógrafo, del fotógrafo del fotógrafo del fotógrafo, del fotógrafo del fotógrafo del fotógrafo del fotógrafo… y esto es real.

En lo relativo a la comida, tuvo una gran acogida la opción del súper, más barata, que propició una comida al aire libre a las puertas de la ciudad.

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Uno de los mejores momentos del día fueron las dos horas de bus-siesta tras la comida, muy necesarias para cargar las pilas y, además, sorprendentes para quienes descubrieron, a través de sus ventanillas, los campos verdes llenos de cultivos y de árboles frutales de las fértiles tierras del interior de Sicilia.

A quince minutos escasos de Piazza Armerina, se detenía el autobús e iniciábamos nosotros, no la visita a la villa romana del Casale, sino una peregrinación rápida y generalizada al baño, que generaba un dilema interno, y luego externo, al pedir a la entrada 50 céntimos voluntarios, pues ya eran muchos los gastos, pero claro…

Jorge Romanillos fue en esta ocasión quien hizo una introducción a estos que eran los restos arqueológicos romanos más importantes de toda Sicilia. Conservados por una inundación que los sepultó en la capa protectora del barro y del olvido durante siglos, la villa del Casale conserva una de las colecciones de mosaicos romanos originales más impresionantes del mundo. Es difícil explicar esa sensación de entender a los romanos a través de los propios romanos, sin traductor de por medio, si un mosaico vale más que mil palabras, la villa del Casale vale más que un millón. Seguramente todavía habría gente allí si David no hubiera mandado un mensaje avisando de que iba a dar comienzo la formación. A través de un breve análisis de la evolución romana desde su época estoica hasta su época más epicúrea, parece poder trazarse una correlación entre la relajación de la moral y la destrucción de Roma, y brota, de un modo casi automático, la analogía al periodo actual: lo tenemos todo, pero… ¿Estamos realmente progresando con el progreso? ¿Vivimos vidas cada vez más plenas? ¿Avanza o retrocede nuestra sociedad?

Como suele ser habitual, con más preguntas que respuestas, arrancamos el camino que nos llevaría a Agrigento, en la costa sur de la isla.

Una vez allí, tras una cenita libre, la noche congregó a casi todos en un bar de copas, pues la gracia de ser tantos es que, si no hay ambiente, se crea y, si no hay fiesta, se lleva, aunque sea domingo en Agrigento.

Día 5
Llega un punto en el viaje en que, normalmente, el asombro sigue el curso de una curva de rendimientos decrecientes, sin embargo, ni la ELU ni Sicilia son normales, y el quinto día fue escandaloso de emocionante y bonito, por definirlo en pocas palabras.

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Aquella mañana tuvo lugar nuestro encuentro, en vivo y en directo, con algunos de los grandes templos que tantas veces habíamos visto desde pequeños en las pequeñas imágenes de nuestros libros de texto. Pues, en efecto, tal y como explicó Jorge Romanillos, la hoy modesta ciudad de Agrigento alberga la mayor concentración de templos griegos del mundo, construidos a lo largo de los siglos desde que se fundase la colonia en el año 580 a.C. y financiados por la enorme relevancia comercial que llegó a atesorar esta polis: ubicada en el corazón del Mediterráneo, en el punto de encuentro entre Oriente, Occidente, África y Europa.

Tras un tranquilo y soleado paseo a través del Valle de los Templos, disfrutamos a la sombra, con olor a verano, de una nueva formación. David nos habló sobre la correlación existente en el mundo griego entre el perfeccionamiento exterior y la virtud interior, así como de la evolución de la areté desde una virtus heroica, que busca inmortalizarse en el recuerdo, hacia una más asociada a la contemplación pacífica, que persigue un mayor disfrute de la vida a través de los actos cotidianos del día a día. Por su parte, Juan nos invitó a descubrir los mitos y los héroes que, aunque actualizados, y sin esta denominación, aún hoy nos acompañan: desde Star Wars y el El señor de los anillos hasta Capitán América y Spiderman, pues seguimos necesitando historias y referentes “que nos señalicen el camino”, aunque, eso sí, la posmodernidad reemplace “la iluminación-revelación de los griegos por el esfuerzo personal”.

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Davide, pues Giovanni se puso malo el día anterior, nos llevó a lo largo de 100 km por la costa hasta Selinunte, un pueblecito a pie de playa. Allí fue donde los Jaimes, el uno con bañador y el otro con muchas ganas, aprovecharon para zambullirse en la gran piscina del Mare Nostrum, que permanece abierta en febrero. Mientras, el resto miraba entre risas y comida de súper desde el pantalán.

Cuando María, David y Juan se terminaron el pez espada y los gambones que les sirvieron en el chiringuito de la playa, y que casi pudimos saborear por las gozosas descripciones del director de la ELU, dio comienzo una de las asambleas más apasionadas del viaje. Allí, rodeados por el gris-azul metálico de un mar que atardece entre sol, viento y nubes, envueltos por el regular e incesante morir de la olas, formando un círculo y una comunidad, hablamos sobre cómo ser héroes en nuestro día a día, o de si realmente habíamos de serlo, manteniendo un debate paralelo, en siglos y en argumentos, al de los griegos. Asimismo, abordamos el tema del amor, debatiendo, por un lado, sobre la manera en que teníamos que amar o, al menos, sobre el horizonte moral que habríamos de tener al amar: si en función de lo que nos aporta y nos hace sentir el otro, o si de un modo puro en base al propio ser de la persona amada; y, por otro lado, estableciendo diferentes tipos de amor, pues parece claro que no se ama de un mismo modo a una madre y a un novio o novia. Además, surgió y tratamos recurrentemente las implicaciones radicalmente opuestas que suponen estas dos formas de entender la vida: ver en ella una lucha individual por tomar las riendas y mantener el control a través del esfuerzo personal, o encarar la vida como un don, como un regalo que a uno se le da por lo que es, “de un modo inmerecido y gratuito”.

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A pesar de lo acalorado de la asamblea, el fresco que empezaba a levantarse y la decisión de no perdernos el Parque Arqueológico de Selinunte nos llevaron allí mismo. Si había resultado impresionante la visión de los templos aquella misma mañana, imponente sería la palabra para describir la entrada a uno de ellos: puede sentirse la grandeza de los dioses inspirada por la magnitud de las columnas. Jorge Peña nos habló sobre aquella antigua ciudad griega, describiéndonos el ambiente que pudo haber llenado la acrópolis, y narrándonos los encuentros y desencuentros que moldearon la antigua Selinunte hasta llegar a las ruinas que la integran hoy.

Nos despedimos del día y de las antiguas civilizaciones para dirigirnos hacia la costa norte, donde nos aguardaba Palermo. Entrar allí, con sus grandes calles comerciales, llenas de luces y de escaparates, fue como regresar al siglo XXI, para bien y para mal.

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Por variar un poco, pedimos pizzas para cenar, y algunos apuraron las últimas oportunidades para probar el canolo de ricota. Después, nos dirigirnos a una zona de bares con mucha gente y buen ambiente de fiesta, pues era lunes, pero también Palermo y, tras tomarnos algo por allí, Jorge de Diego nos guió a un karaoke en un intento de volver al Mamma África. El sitio, sin embargo, y gracias a Dios, resultó ser mucho más agradable, y pudimos bailar y cantar juntos en español, en inglés y en italiano, así como escuchar cantar, fascinados, a Giovani, de quien más tarde supimos que era un cantante famoso en la ciudad.

Día 6
Uno puede ver, en las conversaciones y en las miradas, cuándo es el último día. De repente, los momentos más normales tienen un algo especial, un cierto punto de escasez que lleva a tratar de saborearlos mejor.

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Tras cerrar por última vez las maletas, salimos al encuentro del Palermo diurno. En la Piazza Giuseppe Verdi, frente al monumental Teatro Massimo, Carmen y Ana nos presentaron la ciudad y nos hablaron de la ópera que se encontraba junto a nosotros y que está dedicada a Victor Manuel II de Italia, siendo la más grande de Italia y la tercera más grande de Europa. Además, haciendo uso de los últimos ahorrillos del bote común, gestionado por Natalia y por Jorge Romanillos bajo la supervisión contable de Nico, tuvimos la oportunidad de recorrerla por dentro con una visita guiada. Si bien sorprenden ciertas grietas y goteras en algunos de los pasillos, el patio de butacas, el proscenio y el telón de boca ponen fin a cualquier duda en lo relativo a su majestuosidad.

Después, callejeamos pasando por los Quattro Canti y deteniéndonos en la Fontana Pretoria antes de entrar en la Concatedral de Santa María del Almirante, donde pudimos observar la huella bizantina y la mezcolanza de estilos artísticos que la caracterizan.

La última formación del viaje tuvo lugar frente a la catedral, cerca de una estatua de Santa Rosalía, patrona de la ciudad. Desarrollando un tema que ya había aparecido en varias ocasiones, Juan nos habló del posmodernismo, que, pese a habernos ofrecido una prosperidad material sin precedentes, puede llegar a esclavizarnos bajo una atractiva apariencia de libertad. Juan nos explicaba que esto es debido a, principalmente, “la afirmación del individuo hasta el extremo”, “la incomunicabilidad” que supone hablar sin comunicarse y la pérdida de libertad ‘real’ que representa “la afirmación de la rebeldía como un valor”.

Hubo, tras la formación, quien no quiso perderse la oportunidad de hacer unas últimas compras, y también quien aprovechó para catar una última pizza, un último gelato, una última granita...

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Monreale fue nuestra última parada antes del aeropuerto. Situada sobre una colina a escasos kilómetros de la capital de Sicilia, domina Palermo y es famosa, tal y como Marta Morcillo nos contó, por su espectacular catedral de estilo árabe-normando del siglo XII, en cuyo interior se encuentra un tesoro formado por grandes mosaicos dorados que representan el Antiguo y el Nuevo Testamento. Fue bonito despedirse visitando el claustro, un precioso espacio con apariencia armónica y uniforme que está compuesto, y se sostiene, por infinidad de columnas distintas unas de otras, con formas variadas y colores diversos, de algún modo, si se quiere, como la ELU.

Tras asomarnos a las vistas de Palermo y tomarnos un último café, emprendimos nuestro rumbo hacia el aeropuerto. Allí, en medio del pasillo y del bullicio, logramos crear un espacio increíblemente íntimo en el que celebrar la asamblea final. Tuvimos la oportunidad, cada uno de nosotros, de compartir con el resto unos últimos pensamientos, un nuevo agradecimiento, un breve análisis del viaje, algún mensaje especial. Parecía ayer cuando hablábamos de nuestras expectativas en Catania, y resultaba increíble pensar que hubieran pasado tantas cosas y, a la vez, que hubieran pasado tan rápido. Fue muy, muy bonito.

Sicilia 21

Además, y como viene siendo propio de Becas Europa y de la ELU, supimos ver un nuevo comienzo en este nuevo final. Supimos y sabemos que quedan muchos sueños por los que luchar e ilusiones que perseguir, y éramos y somos conscientes de que vendrán muchos más. Para entonces, y para ahora, cabe recordar la esencia de la ELU, eso en lo que realmente consiste el liderazgo comunitario: en ese sólo tú, pero no tú solo, en esa felicidad que solo es real cuando es compartida, en ese viaje más amplio y de por vida que esta vez nos ha llevado a Sicilia, pero que recorremos juntos, cada uno, y cada día.