niños en un rastrojo

Vida ELU

mARTEs – Niños en un rastrojo

Por: ELU Admin

Niños en un rastrojo, 1958. Antonio López Torres.

¡Feliz mARTEs! Hoy contamos con la aportación de David Rodríguez, estudiante de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid y ELU de tercero, que nos descubre Niños en un rastrojo, obra del pintor manchego Antonio López Torres.

Os invitamos a leer las palabras de David, marcadas por la sensibilidad y la reflexión que despierta en él esta pieza:

«Antonio López Torres fue un pintor español nacido en Tomelloso, Ciudad Real en el 1902. No se debe confundir con su sobrino, el también pintor Antonio López García, que ha alcanzado una fama mucho mayor por sus pinturas hiperrealistas. El Antonio que nos interesa en esta ocasión es más misterioso y cultivó un peculiar estilo realista-impresionista con el que retrató su tierra, La Mancha.

Debo reconocer que descubrí a este artista por error, mientras buscaba cuadros de su sobrino. De inmediato, noté algo distinto en su pincel, un tacto que no aspiraba a recoger el detalle de forma fotográfica, sino a captar los matices emocionales del paisaje. Las formas y colores mezclándose en la lejanía y, a la vez, expresando con precisión aquello que representan. Y las figuras, por el contrario, más claras, como recortándose contra la nube polvorienta del fondo.

¿Qué parte de “mí” viene dada por el “dónde”? Me he hecho esta pregunta muchas veces, a menudo en conversaciones con mi madre, que es una excelente filósofa. Seguramente ella tiene razón, y es mucha la influencia del lugar donde nací y viví: ese punto en el que los Montes de Toledo se convierten en la llanura manchega. Mi relación con el pueblo se sustenta en el difícil equilibrio de llevarlo allá donde voy, como su máximo embajador, y tratar de no convertirme en una caricatura de sus costumbres.

Pero sí: David es en gran medida Los Yébenes. Y esto me queda aún más claro al presenciar esta obra. Porque los pantalones remendados de los niños son idénticos a los que mis abuelos llevan en sus fotos de la infancia. Porque los cardos que se alzan a su lado siguen intentando hoy, sin fruto, tocar el cielo. Porque conozco la sensación de andar sobre la tierra arada, como hundiéndose en unas humildes arenas movedizas. También porque las manchas ligeramente verdes de la izquierda son viñas, y entre viñas se conocieron mis padres. Porque veo el fondo, con la sutil silueta de la sierra, como desdibujada y ondulante por efecto del julio toledano, y veo mi hogar. Al final, si me preguntan de dónde soy, lo tengo claro: del calor de ese horizonte».