Fundación ORIONE

Vida ELU

Una gota de agua más – Clara Sobrino

Por: ELU Admin

Clara Sobrino Hernández, 4º ELU

¡Hola amiguelus! Soy Clara Sobrino de Madrid, cuarto de ELU y estudiante de doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en la UFV. Me resulta procedente escribir este comentario acerca de una de mis experiencias en voluntariado siendo el lema de este año “toda acción es esperanza”. Para mí es una sentencia muy significativa, porque nos indica que el mero hecho de estar vivos implica un anhelo y un deseo, desarrollarnos en una actitud expectante, esperanzadora. Yo personalmente no he encontrado mayor cumplimiento de esta afirmación que con el servicio. He realizado todo tipo de voluntariado: en residencias, comedores sociales, repartiendo comida, en hospitales, con personas con diversidad funcional, personas sin hogar, familias en riesgo social…y hubo un verano que tuve la inmensa suerte de poder irme más de un mes con la asociación Misión Cebú a Bilirán, Naval, Filipinas.

Decantarme por una experiencia que contar en concreto es complicado, y lo natural sería hablaros de mi vivencia en las islas asiáticas, el lugar más fascinante y bonito del globo. Pero para sorprender y rebajar la clase de voluntariado a uno más accesible que todos nos podemos permitir (porque es complicado actualmente por COVID o a nivel económico hablar a gran escala), prefiero comentaros mi experiencia en el Hogar Don Orione, situado en Pozuelo de Alarcón.

He colabora mucho con esta fundación y siento un gran afecto y admiración hacia ellos. El centro acoge por unidades a hombres con distintos grados de diversidad funcional (mayoritariamente graves), personas con discapacidad, pero que desde que estoy allí he aprendido a denominar como personas con capacidades especiales. Y esto se demuestra de forma genuina en la experiencia, porque estos chicos en vez de carecer de ciertas aptitudes poseen otras que nosotros no, y por ello es tan importante conocerlos y convivir con ellos.

El verano del 2017 pude disfrutar a finales de agosto con la unidad amarilla del centro, de lo que eran sus vacaciones en Cercedilla. Llegué algo apurada y no voy a mentir, asustada. Nunca había vivido nada parecido en mi vida y ahora tendría a mi cargo en parte a hombres de entre cuarenta y setenta años, poco civilizados y difícilmente controlables y previsibles en sus acciones y movimientos. Al principio sentí tensión y algo de miedo, pero al poco tiempo, estos chicos derritieron mi manera de mirarlos e hicieron que bajara la guardia por completo. Además me acompañaba un gran grupo de amigos también como voluntarios, por lo que no podía ser mejor plan.

Estábamos todo el día con los chavales: de comidas, meriendas, cenas, en el tiempo libre, ayudándoles a asearse, a recoger sus cosas, jugando, bailando, en la piscina, tomando algo en la plaza del pueblo y dando largos paseos entre el bosque y la montaña. De allí me llevé muchísimos regalos y enseñanzas, pero diría que me quedo con una idea principalmente: que la grandeza se revela únicamente a través de lo sencillo, humilde y pequeño. Es decir, a través de ellos. Y esta es una constante que se me sigue presentando a día de hoy.

Estos chicos del Hogar de Don Orione gozan de una ultra sensibilidad y empatía, comprenden perfectamente las emociones de los demás y actúan en consecuencia. Diría que muchos de nosotros somos limitados en el dar porque al final somos más individualistas, sin embargo ellos solo entienden su vida en una clave de amor constante e insaciable. No se cansan de recordarte a través de sus actos que eres relevante, que les importas y se alegran de que estés cerca acompañándolos y ofreciendo tu ayuda. Tal vez no te den las gracias de forma directa, pero no es relevante porque al final la gratuidad de su amistad te la conceden ellos principalmente, por lo que el “gracias” es para ellos.

Muchas veces las personas con capacidades especiales son rechazadas, despreciadas y excluidas dentro de la sociedad. Malas caras, repugnancia, violencia verbal, bullying… son situaciones que lamentablemente algunos de nosotros hemos sido seguro testigos en nuestras vidas contra este grupo.

Legalmente, su sola condición es motivo suficiente como para poder abortar hasta el final del quinto mes de embarazo, la única excepción que se da ya entrando en la recta final de la gestación desde 1985. Tal vez deberíamos revisar si estamos practicando nuestra humanidad con ellos, si estamos atendiendo como se merece esta causa. Yo, que he sido infinitamente privilegiada de vivir esta experiencia y poder haber seguido yendo a verlos, que literalmente me he hecho amiga de algunos de ellos (también de los trabajadores de allí, de los que también se debería escribir aparte porque se merecen una oda), no os puedo recomendar otra cosa que tratar de hacer un voluntariado con personas de diversidad funcional. Si creéis que no es lo vuestro por algún motivo no os preocupéis, también esta bien; pero entonces os pediré que les tratéis como iguales cuando os crucéis con ellos, porque se merecen el mismo respeto y trato digno que cualquiera de nosotros. Bueno, me equivoco, se merecen aún mejor trato y respeto que cualquiera de nosotros, porque nos dan mil vueltas y son mejores que nosotros en cuanto humanidad y amor.

¡Algun día contaré otra experiencia de voluntariado, pero por hoy me despido! ¡Caminamos juntos!