María Hernández Martínez
Hace una semana recordé lo que es la ELU y por qué me gusta tanto. Terminé el recorrido en la Escuela el pasado junio, pero entre confinamientos y demás ocupaciones, hacía casi un año que no asistía a uno de sus encuentros típicos.
Para ser más precisos, debería decir que hace unos días reviví lo que es la ELU porque Sabrina, antigua mentora y actual coordinadora de ELUMNI, me invitó a participar activamente en una “Dialogic Talk”. Así han bautizado a un formato que busca poner en conversación a un profesor experto con un antiguo alumno de la ELU (también conocedor de la materia) para abordar temas importantes con una mirada profunda. No se trata de llegar a alguna conclusión, no es ni un debate y tampoco una ponencia, se trata de buscar juntos criterios que puedan iluminar el camino del conocimiento a través de una conversación en la que los asistentes también pueden participar al final haciendo preguntas.
El tema importante del que nos tocaba conversar esta vez era el Transhumanismo y Posthumanismo y mi papel era presentar a los ponentes y acompañarles en el diálogo estando pendiente de los tiempos y lanzando algunas preguntas. El tema me pareció una gran elección porque es una cuestión que está ahí, de la que oímos hablar y de la que sabemos que hay un debate, pero aun así, muchas veces seguimos sin comprender muy bien a qué nos referimos con estos términos, lo que abarcan o las implicaciones que tienen.
La cuestión es que los entendidos dicen que no se trata de algo utópico o irreal sino que en parte ya está aquí y se desarrollará en las próximas décadas, por lo que cada vez resulta más urgente una reflexión bioética y filosófica sobre ello.
Los invitados no podían ser mejores, al otro lado de las pantallas estaban Elena Postigo, que es directora del Instituto de Bioética Francisco de Vitoria y profesora adjunta de Antropología y Bioética (todo un referente en la materia y una gran institución en Twitter) y, como antiguo alumno, David Tena Cucala (investigador de Oxford en el campo de la Inteligencia Artificial).
Empezamos aclarando conceptos para tener una idea clara sobre qué son y qué se entiende por transhumanismo y posthumanismo. Elena precisó que el primer término se refiere a un paradigma interpretativo de la realidad. Se trata de un movimiento cultural, intelectual y científico, que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana mediante la ciencia y la técnica así como de eliminar “los aspectos indeseables” de los seres humanos. Por otra parte, un posthumano sería alguien (o algo, no se especifica) cuyas capacidades excederían de forma excepcional al humano actual, “un ente distinto”.
También hablamos de cómo se llevan a cabo en la práctica y de cuánto hay de realidad y de ficción en todo esto. Se mencionaron técnicas científicas (edición genética, fármacos, aplicación de nanotecnología o implantes) con fines terapéuticos (restablecer la funcionalidad de un órgano), mejorativos (potenciándolos) y el fin de alcanzar el ente posthumano. David dijo que el trasvase de información de un cerebro a una máquina y la réplica de comportamiento de neuronas en un sistema objetivamente no eran realidades cercanas, aunque tampoco imposibles. Y ambos coincidieron en que la edición genética es lo que ya está aquí y presenta problemas éticos. Por eso, es de vital importancia determinar el fin hacia el que se orientan estas técnicas y plantear qué concepción antropológica tenemos.
Elena advirtió que este campo resulta tan complejo que para ser rigurosos y obrar moralmente sería preciso un análisis de cada uno de los casos e intervenciones planteándose preguntas como: ¿De qué manera va a quedar afectada la salud y la integridad de la persona? ¿Y de su descendencia? ¿Qué hay de su libertad, identidad y conciencia? ¿Y del bien común? ¿Cómo garantizar el bien que está en juego sin caer en utilitarismos?
Elena también apuntó que no había una reflexión filosófica sólida tras el transhumanismo para garantizar un buen enfoque de todas estas preguntas y añadió que tras esta corriente se estaba fraguando una paradoja, la neognosis: una especie de religión secularizada que busca el inmortalismo: permanecer, pero prescindiendo del cuerpo y, por supuesto, tampoco por medio del espíritu negado. (¿Qué nos queda entonces?)
Este nuevo gnosticismo también se refiere a la auto construccion del ser humano a través de la técnica para eliminar el límite, la vulnerabilidad, la mortalidad, todo lo que suponga el ser humano como un ser finito y que sea un “aspecto indeseable” de su naturaleza. Pero, ¿cuál es el criterio que establece “lo indeseable”? ¿Cómo negar la realidad y la corporeidad? ¿A qué quedaría reducido el concepto de dignidad? ¿A aspectos cuantificables? ¿Podría permanecer algo intrínseco? Y sobre todo, ¿seguro que estamos mal hechos? Mi experiencia me regala la impresión contraria. Con todos los defectos, con las averías y goteras somáticas, con el límite y con la imperfección, creo tener la indiscutible evidencia de que estoy bien hecha.
P.D.
El encuentro se nos hizo muy corto, quedaron muchas cosas en las que profundizar y aquí sólo os he dejado unas torpes pinceladas. Añado dos pequeños apuntes:
– Seguid la pista a Elena (@PostigoElena). Y a David también. Si os interesa el tema, va a haber a un congreso sobre transhumanismo muy muy interesante organizado por la Universidad. Yo no me lo voy a perder.
https://www.ufv.es/el-proximo-congreso-razon-abierta-tratara-el-transhumanismo-y-se-celebrara-los-proximos-dias-17-y-18-de-junio-en-la-universidad-francisco-de-vitoria/
– Aprovechad la ELU al máximo. Es un privilegio, pero tranquilos, cuando acabéis os espera Sabri con un montón de propuestas geniales.