Diferente. Superando con creces las expectativas y sorprendiéndome como esperaba que hiciera.
Así es como puedo resumirte mi experiencia este año. Incluso con la situación atípica que todos estamos viviendo, siento que ha conseguido aportar nuevas ideas y formas de hacer las cosas. A pesar de lo afortunado que he sido de viajar por casi todos los continentes, nunca había viajado en dirección este más allá de Grecia; y hacerlo me ha descubierto el mundo – o al menos la mitad de él. Quiero intentar resumirte mi experiencia, pero discúlpame si me dejo algo ya que creo que ni yo soy aún consciente de lo que he vivido.
Ya desde el momento en el que escogí Singapur sabía que me iba a exponer a un cóctel de culturas como nunca antes vivido. Y desde mi primera semana esto se hizo presente. Sus cuatro culturas, la Malaya, China, India y Caucásica/Occidental me arroparon y sumieron en un torbellino del que aún no he logrado escapar a pesar de llevar un mes en casa.
Es iluminador y te llena de esperanza ver como el ser humano es capaz de ignorar diferencias obvias para ponerse de acuerdo y construir algo en común. Podemos aprender y aplicarlo en nosotros mismos para ver que, aunque la metodología China difiera en gran medida de la India, y la actitud y personalidad de alguien caucásico como yo y la de un Malayo sean muy diferentes, todo el mundo se nutre del otro y es capaz de aprovechar las fuerzas de otro para ayudarle a superar sus debilidades. Singapur no tiene una cultura primaria sobre otras, sino es la cultura de culturas la que caracteriza a la nación.
Sin salirme del tema de la cultura, otro aspecto que me fascinó y salía periódicamente en conversaciones, paseos, actividades y trabajos académicos era su “resaca post-colonial”. Cada ex-colonia británica ha lidiado con este hecho a su manera, y la narrativa que usan condiciona su cultura y su sentimiento. No se sienten tan atacados ni ofendidos por la colonización, lo que (en comparación con Zimbabwe, por ejemplo) les permitió centrarse en progresar como sociedad, manteniendo sus costumbres y permitiendo que estas floreciesen con su independencia. Así forjaron su Identidad.
Por todo ello resumiría la sociedad Singapuriense como Pragmática. No es extraño cuando su presidente es matemático y (que no me oigan) es una especie de dictadura-blanda; pero consiguen apartar todo aquello que no es esencial y centrarse en lo que importa. Sólo así han conseguido convertir una región portuaria pobre, en la urbe tecnológica y cosmopolita que sirve de referente mundial en convivencia entre culturas y entre ser humano y naturaleza. Es cierto que hay sacrificios de por medio (libertad de opinión entre otras), pero ha resultado efectivo. Decidir si es correcto o no, será nuestra labor mientras tenemos una buena cerveza en la mano – ya que ahí no había.
Ahora bien, no toda esta explosión cultural ha sido en Singapur. Una de las razones principales por las que Singapur era tan atractivo es porque se encuentra en una posición idónea para viajar. Y aunque con el Coronavirus haya tenido que cancelar la traca final de viajes, no puedo quejarme.
Con 7 horas de viaje, en bus y ferry, he acabado en una isla remota en Malasya, Tiomann; dónde conviví tres días en barco mientras buceaba y poco a poco formaba una familia que perdura hoy.
He viajado a Japón, solo y planeándolo en menos de 24 horas. Me abrí a la hospitalidad nipona y aprecié cada segundo de la experiencia, guardándolos como tesoros en mi memoria – aún oigo el zumbido de los neones, huelo los takoyakis callejeros y me abrumo de las masas y masas de gente.
Me he reunido con familia que no veía desde 2012 a la par que descubría la tierra de koalas y canguros. Así, yo solo y mi bici, descubrí sitios dónde, a pesar de encontrarme en las antípodas de España, sentí que todo era perfecto para un futuro yo. Tuve que dar la vuelta al mundo para encontrar un hogar.
Me aventuré con mi madre en aguas filipinas, y como Legazpi, vivimos aventuras y fuimos sorprendidos por la amabilidad de los locales: encuentros con tiburones, un año nuevo en barco y aguas cristalinas infestadas de sonrisas. Sin embargo, fue el sobrevivir a un tifón y experimentar la consecuente destrucción en la vida de esa gente tan humilde lo que causó una conmoción: La llamada a indagar qué es lo que nos hace felices, ya que ni vientos de 200 km/h arrebataron sus sonrisas.
Y por supuesto, Bali. La tierra de los mil templos, las mil cascadas y los mil Putus (el curioso, que pregunte). Bali fue iluminador a nivel cultural. Su cultura, exótica y exuberante como la isla en la que se celebra, exhuma allá por dónde vas. Gracias a nuestro Putu, logramos conocer y profundizar en el porqué de su día a día, apreciando cada momento como un regalo y llevándome esto de vuelta a casa.
Porque, al fin y al cabo, los lugares de por sí solos son como casas vacías. No es hasta que se llenan del calor humano que pasan a llamarse Hogares. Singapur fue Diferente porque la gente que pasó por mi vida ha sido Diferente. A todos, al grupo de Malasya, al equipo de debate, a los viajeros y gente que entabló conversación conmigo en Osaka y Melbourne, a mis compañeros de Singapur y a los isleños de Malapascua. Sois todos vosotros los que convertís un viaje en una experiencia, en un “Erasmus”. Es igual que Becas o la ELU, es la gente la que marca y la que dota de valor.
Yo llevo ahora un pedazo de cada uno de ellos dentro de mí. Los pedazos de gente diferente a ti, no te hacen distinto, sino completo. Lo noto y me hace pensar que tal vez he hecho las cosas bien. Ahora sólo deseo poder compartir todo esto cara a cara con todos vosotros y así traeros algo mejor que cualquier souvenir: un poco de cada una de esta gente y de estas experiencias que tanto me ha marcado.
A no ser que os animéis a ir en su busca directamente vosotros. En tal caso, lo compartiremos después.