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Vida ELU

María de la Torre – Seúl

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No es de extrañar que cuando le dije a mi madre que quería irme de Erasmus a Corea su primera reacción fuera de auténtico desconcierto: “Pero María hija, ¿qué se te ha perdido a ti en Corea?”. Probablemente en aquel momento no supiera qué contestar con exactitud, quizás mi elección no fuera más allá de la curiosidad por conocer un sitio tan diferente, pero algo me decía que no podía dejar pasar la oportunidad.

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Corea del Sur es un país bastante desconocido para nosotros en general. A muchos solo les sonará de oídas por su hermana Corea del Norte o por sus famosos cosméticos. Otros quizás aún recuerden la canción del Gangnam Style que tan famosa se hizo hace algunos años (sí, era coreana y como curiosidad, Gangnam es el distrito más caro y pijo de la capital). Sin embargo, ¿cómo es realmente Corea? ¿Quiénes son los coreanos? ¿Qué tiene este país, perdido por Asia, que lo convierte en un lugar tan especial? O como tantos me preguntan, ¿por qué Corea? Dejadme pues que os enseñe un poco de este lugar que hace que cada día me enamore un poquito más.

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 Vista aérea de Seúl desde Bukhansan National Park.

Cuando llegué a Seúl a finales de agosto no sabía exactamente qué me iba a encontrar. Si tenía una ligera idea, os aseguro que no se parecía ni de lejos a la realidad. “¡Qué raro es todo!”, pensaba. Probablemente la vez que mayor choque cultural he experimentado en mis 21 años de vida (y teniendo en cuenta que, dentro de lo que cabe, los estudiantes internacionales vivimos en una cierta burbuja).

Seúl, cuarta ciudad más poblada del planeta, capital de una península que, dadas las circunstancias, ha de funcionar como una isla y que de alguna manera se ha tenido que adaptar a ello. Un caos organizado donde conviven en cierta armonía infinitas avenidas de diez carriles con estrechos callejones de escasos 3m de ancho, donde edificios vanguardistas de treinta plantas colindan con casas tradicionales de hace más de 50 años. Una ciudad de contrastes, de multitud y ajetreo, donde los coches se saltan los semáforos y los viajes en autobús son deporte de riesgo.

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A la izquierda, distrito Gangnam-gu; a la derecha, un callejón cualquiera.

¿Ciudad occidentalizada? En cierta medida americanizada, y en esto evidentemente tiene mucho que ver la gran base militar de EEUU en pleno centro de la ciudad desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la ciudad es un cóctel de la más boyante modernidad del mundo globalizado (luces de neón, Starbucks, Zara y otros cientos de marcas) y los rasgos más tradicionales en las costumbres de sus gentes (mercados callejeros, armoniosos rezos budistas).

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A la izquierda, Dongdaemun Design Plaza; a la derecha, Templo Budista.

¿Y qué me ha dado Seúl? Lo primero, una resistencia increíble a la comida picante y al Kimchi, a conseguir que no se me salten las lágrimas cada vez que pruebo bocado y tener que esperar a que alguien se dé cuenta me sirva agua, porque servirse a uno mismo es de mala educación. Unas habilidades de campeonato con los palillos chinos, incluso para comer barbacoa, que aquí se envuelve en lechuga en vez de comerla con pan. Y también de lectura jeroglífica y lenguaje de señas, porque el tema del inglés no está precisamente generalizado.

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Comida tradicional con mis compañeros de clase.

Un montón de experiencias, de empape de cultura y costumbres, la oportunidad de ver cómo cosas que desde siempre hemos asumido como universales, no lo son para todo el mundo. Una forma distinta de vivir la universidad, mucho más pragmática y competitiva, donde por ser internacionales no nos hacen ningún trato de favor. Aún menos en arquitectura, que al parecer las noches sin dormir haciendo maquetas y planos no entienden de idiomas. Pero de manera especial, Seúl me ha dado personas, me ha dado amigos, miles de experiencias y risas, y afortunadamente me las seguirá dando hasta Junio como poco.

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Ahora, tras tres meses empapándome de Corea y su gente, podría responder a la pregunta de mi madre clara y contundentemente: ¿que qué se me ha perdido en Corea? Tantas cosas que no quiero dejar de encontrar… Aunque parezca que no, Corea engancha, y todo aquello al principio me parecía tan raro, a día de hoy lo siento, cuanto menos, especial.

María de la Torre