Carmen Leguina

Vida ELU

Algunos elus de Madrid visitan la exposición ‘Jawlensky: el paisaje del rostro’

Por:

Luisa Ripoll, alumna de 3º 

El pasado viernes 30 de abril nos juntamos un grupo de alumnos de Madrid con María García y Laura Llamas para pasar la tarde en el museo. Pensábamos ir a la exposición temporal del Prado, pero el aforo estaba lleno, así que decidimos a última hora dejarlo para otro día y acercarnos a la exposición ‘Jawlensky: el paisaje del rostro’, en la Fundación Mapfre.

En ella se exponía en una serie de cuadros la trayectoria del pintor ruso Alexéi von Jawlensky (1864-1941). Dicho camino podía dividirse perfectamente en etapas, en las que a partir de un motivo recurrente iba avanzando en su búsqueda personal de sentido. Desde rostros de técnica limpísima a rostros geométricos que esconden la cruz cristiana, pasando por retratos expresionistas. Desde los paisajes de Murnau, influenciados claramente por los de su amigo Kandinsky (cuadros que pueden visitarse en la colección permanente del Thyssen-Bornemisza), hasta la representación obsesiva y desfigurada de la vista desde su ventana cuando estuvo convaleciente.

Después nos tomamos unas cañas en el café Gijón, y decidimos que utilizaríamos el grupo de WhatsApp que habíamos creado para seguir disfrutando de exposiciones juntos, este es el link por si os queréis unir. A continuación os dejo algunos testimonios sobre la experiencia:

Pablo de Anta – alumno de 4º

La experiencia del pasado viernes no es más que otra evidencia en mi vida que sirve para reforzar dos ideas clave: el arte da vida, empuja a ser mejor y a profundizar en quiénes somos; y las experiencias ganan valor cuando las compartimos con otros.

Debido a un pequeño fallo de organización, tuvimos que sacar a relucir nuestra improvisación. Pasamos de pensar que íbamos a ver cuadros renacentistas mitológicos a enfrentarnos a los rostros de Jawlensky. Dos exposiciones totalmente distintas pero capaces de hacernos mirar hacia dentro. Y aunque no pudo ser el día de Tiziano y Rubens, tenemos claro que es cuestión de tiempo.

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Gracias a que pudimos seguir la vida del artista mientras veíamos sus obras, fuimos capaces de irnos metiendo en su cabeza y poco a poco comprender el misterio de lo humano y el misterio de lo divino. En definitiva: el misterio de Jawlensky. Quien diría que unos cuadros tan aparentemente simples encapsulan la inmensidad de nuestra identidad y sirven de espejo hacia uno mismo mientras que te hacen levantar la mirada y preguntarte por qué hay más allá.

Fue una exposición que aparte de enseñar cuadros memorables, trajo consigo conversaciones memorables. Y es esta la razón por la que el arte, cuando es compartido, es mejor. Y por ello mismo, era imperativo quedarnos a tomar una caña y entre profesores y alumnos poner en coloquio aquello que había sucedido entre lienzo y lienzo. ¿De qué hablamos? Espiritualidad, arte contemporáneo, percepción social del arte, el Pompidou y sobre todo, qué significa ser partícipe de este arte. Pero si buscáis los detalles, tendréis que encontrarlos en la próxima caña que nos tomemos.

Carmen Leguina – alumna de 3º

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Desde el primer paso que dimos en la vida de Jawlensky nos capturó la capacidad de transmisión del alma en aquel primer retrato. Y desde entonces nos fuimos adentrando en la exhaustiva búsqueda de la esencia que tanto obsesionaba al autor. Sin lugar a duda esta frustrante y constante búsqueda es el motor de la extensa obra de Jawlensky la cual concluye con la máxima expresividad reducida a la esencia. ¿Consideró Jawlensky haber alcanzado la esencia más pura del retrato del alma? Así parecen transmitirlo sus cuadros, sin embargo, nunca sabremos si al final de su vida logró saciar su sed.

Laura Llamas – profesora de la ELU

¿Qué buscaba Jawlensky? Tras ver este espectáculo de exposición, no cabe duda de que buscaba obsesivamente lo mismo que nosotros: la Verdad con mayúscula.

¿La encontró? Estoy segura. Encontró una Verdad misteriosa, imposible de decir con palabras, pero que le permitió mirar toda la realidad con un amor insólito. ¿Cómo, si no, se explica el colorido de sus últimas obras? ¿Cómo un moribundo puede celebrar así la existencia de las botellas que hay en la repisa de su ventana?