Jerusalén

Vida ELU

LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME

Por: ELU Admin

Amaya Vizmanos, 3º ELU

Hace apenas dos semanas aterrizaba en Ben Gurion, el aeropuerto de Tel Aviv. Un lugar abarrotado, lleno de personas que van y vienen de un sinfín de países del mundo. Nada más salir, un calor húmedo te toca la piel y los rascacielos atraviesan el paisaje y el mar en el horizonte.

Mi nombre es Amaya Vizmanos y acabo de terminar 3º de la ELU y de Derecho y Economía bilingüe. Por haber formado parte del Student Innovation Team de Innovation Factory, la unidad de emprendimiento e innovación de la Universidad de Navarra, he podido disfrutar del Innovation Trip que se organiza una vez al año. ¿Destino? Israel. El paraíso de las startups, con un ecosistema alucinante para emprendedores de los cinco continentes. El mundo del emprendimiento me apasiona desde que hace unos años estuve en Uganda y descubrí cómo las ideas bien aterrizadas pueden transformar comunidades y mejorar la calidad de vida de las personas.

Cuando hablaba con mi mentora, Esther, de esta experiencia, solo podía sonreír. Ha sido una de esas veces, que se pueden contar con los dedos de las manos, en las que me he sentido plena, con el corazón muy lleno. Cuando me preguntó por qué, me di cuenta de que en este viaje se han conjugado cinco pilares fundamentales en mi vida.

En primer lugar, aprender. Ojos abiertos, oídos abiertos, manos abiertas y corazón abierto. Y así, con apertura y caminando como un peregrino, como nos enseñó Juan Serrano, un nuevo lugar se convierte en una fuente de aprendizaje constante, porque cada detalle esconde una pista sobre cómo se concibe el mundo en otras culturas. En relación con la innovación, es muy interesante ver lo distinta que es la mentalidad de los CEOs, buscando continuamente cómo superarse y aprender de cada error para ampliar su campo de visión. Además, tienen el foco muy puesto en la tecnología y el país se ha convertido en un referente en el campo de la ciberseguridad (gracias a factores tan curiosos como el servicio militar obligatorio, con una unidad especial de servicios tecnológicos de inteligencia).

Como segundo pilar, las personas, porque va a ser verdad eso de que “la felicidad solo es real cuando es compartida”, el lema del pasado curso de la ELU. Hace unos años soñaba con coger la mochila y patear el mundo, acompañada solo de los objetos básicos y un cuaderno. Sin embargo, a día de hoy, me doy cuenta de que los mejores momentos son los que se comparten. Y no puedo estar más agradecida por haber vivido esta aventura con otros estudiantes, que apenas conocía, y que se han convertido en muy buenos amigos.

En tercer lugar, la sensación de no tener nada planeado, de “probar y ver qué pasa”. En general, la gente en Tel Aviv es muy abierta y tiene un espíritu muy mediterráneo. Enseguida entablas conversación y están encantados de ayudarte o recomendarte lugares. Hay tantos contrastes en “la ciudad que nunca duerme” que cada día es una nueva aventura y nunca sabes qué te espera.

Cuarto, la belleza. Los paisajes son increíbles y hay unos atardeceres mágicos, que se pueden disfrutar desde la carretera, en la última planta de un rascacielos o sentado a la orilla del mar. Las edificaciones son muy especiales, por todos los símbolos que esconden. Las calles están llenas de colores, tanto por las pinturas de los muros como por las flores o todas las especias que se venden en los pequeños puestos de los mercadillos.

Y, en quinto lugar, he de mencionar la fe. El último día visitamos Jerusalén y uno siente un abrazo interior, sabiendo todo lo que ha pasado por sus calles y rincones. Esta ciudad es el destino de millones de peregrinos cada año, con distintos credos. Separados en cuatro barrios, están los musulmanes con sus mezquitas, los judíos con sus sinagogas y el imponente Muro de las Lamentaciones, los armenios y los cristianos (católicos, protestantes, ortodoxos o incluso coptos). Me quedé fascinada con lo distinta que era su forma de vestir, de hablar, de mirar, de rezar. Y a la vez, lo similar que era la emoción de los viajantes al llegar a los lugares santos, y la paz interior que sentían.

Todo lo demás, es algo para lo que las palabras se quedan cortas. Así que solo me queda animarte, lector o lectora, a que prepares la mochila y lo vivas en primera persona.