Guerra en Ucrania

Vida ELU

Una gota de agua más – Sofía Regojo

Por: ELU Admin

El pasado 25 de marzo recibimos una llamada de un amigo que nos preguntaba, totalmente fuera de contexto: “tienes algo importante que hacer del 2 al 11 de abril…”, cada uno dio la respuesta que se le ocurrió esperando que David contase el plan: irnos a la frontera ucraniana. Una semana más tarde, 13 jóvenes salimos desde Pamplona en tres furgonetas cargadas de material dispuestos a cruzarnos Europa. No somos los primeros, ni seremos los últimos en ir a los pies de la guerra a echar una mano, pero cada historia es única y esta es la nuestra.

Los cinco días de preparación fueron intensos, pues el tiempo se nos venía encima. Mientras Pablo y Luis organizaban subir una furgoneta desde Sevilla, David, Gratacós, Isa, Anita y Manu se pasaban los días en un almacén que nos cedieron como punto logístico para dejar todo el material que se nos donaba. Simultáneamente organizamos unas recogidas ”express” de alimentos en los supermercados del barrio (en las que se implicaron más de 50 alumnos de la universidad) y unas rutas por farmacias pidiendo medicamentos. A la vez, Folch, Sangra y Benzo negociaban con Sixt para que nos alquilaran dos furgonetas de carga para semejante plan. Cada uno fue poniendo a disposición del grupo sus dotes: contactando con empresas, pidiendo donaciones, grabando videos y haciendo difusión, organizando material… perdimos la vergüenza de pedir; “todo por el proyecto”, pensábamos… y a alguno se le fue de las manos, todos nos reímos cuando a Ro se le ocurrió contarle el proyecto al dependiente del estanco pidiéndole que nos donara o hiciese una rebaja…

En una semana el proyecto estaba materializado y a las 7:00 de la mañana del día 2 de abril salimos con las furgonetas cargadas y Pamplona nevado. El viaje fue una auténtica odisea. Nuestro primer enemigo fue el tiempo, nos esperaban el 4 de abril en Medyka (pues les hacíamos el relevo a unos voluntarios que se habían vuelto a casa) y nos dimos cuenta que los tiempos estimados de Google Maps están bien para un viajecito de 5 horas, pero cuando te cruzas Europa, se van sumando horas. Lo que pensábamos hacer en dos días, con 12 horas de conducción cada uno y durmiendo en Múnich (en casa de unas consagradas que nos acogían) se convirtió en 27 horas el primer día, parar a desayunar y a celebrar misa en Múnich y continuar el viaje, seguido de otras 17 horas hasta llegar a lo que fue nuestro hogar una semana. Era una especie de granja, Airbnb con 14 camas que hacía perfectamente su función.

Descansamos unas horas y nos fuimos directos a Medyka que es un pueblo fronterizo entre Polonia y Ucrania. El primer día nos dimos cuenta de que no íbamos a salvar el mundo, que no éramos imprescindibles y que los periodistas exageran bastante sus historias. Pero también, según fueron pasando los días, nos dimos cuenta que aunque hubiese 100 voluntarios ahí cada uno encontraba su función, que un abrazo, una sonrisa, ayudar con unas maletas, ofrecer mantas, dar una chuche a un niño, servir un café caliente o repetir algo de comer es suficiente. A esto nos dedicamos.

Lo que hay montado en Medyka, para situaros, es básicamente un pasillo de 500 metros de puestos a ambos lados ofreciendo todo lo necesario para los refugiados que salen del país. Es una especie de supermercado gratis, en el que cada puesto ofrece diferentes cosas: un puesto tenía fruta, otro tarjetas sim que funcionan en Polonia, otro cuidaba de niños pequeños, había unos cuantos puestos de comida… Ahí cada uno coge lo que materialmente necesite (principalmente a corto plazo) para poder continuar su vida en un país diferente. Sobre todo las mujeres pedían champú, pañales, productos de higiene personal, porque claro, no éramos conscientes pero tal vez esas mujeres llevaban más de dos semanas fuera de casa, avanzando hacia la frontera o escondiéndose en bunkers para protegerse hasta poder escapar. Medyka es un punto transitorio, cada día pasan cientos de ucranianos (en ambas direcciones, pues muchos vuelven a entrar) que pasaban una media hora reponiéndose, organizándose y cogiendo lo necesario para subirse a uno de los buses que salía hacia Premysl (una ciudad cercana, más grande y con un gran campo de refugiados) Varsovia (pues muchos tenían planes de salir de Polonia hacia Alemania, Francia, España…) y otras ciudades.

Así pasamos los días, y según las cola que hubiese en el otro lado de la frontera nos quedábamos hasta una hora u otra, cogíamos nuestras furgos y conducíamos a casa, donde charlábamos, comentábamos lo que nos iba pasando, poníamos en común nuestras opiniones hasta quedarnos dormidos en el salón. Ese grupo se fue convirtiendo poco a poco en una familia.

Mirándolo ahora desde fuera y escribiendo acerca del proyecto estoy segura que repetiría la experiencia. Muchos fueron los argumentos para quedarnos: no vais a servir de nada, no tiene sentido que vayáis, ayudad desde casa, no os perdáis una semana de clase… Y tal vez tuviesen razón en algunos aspectos, pero nosotros estábamos dispuestos a entregar nuestro tiempo y dedicación y así hicimos; no sabes si servirás de ayuda hasta que la ofreces, no comprendes cual es tu labor hasta que la encuentras y lo que aporta cada uno, de manera individual es único. Esto es lo que nos llevamos los 13 a casa.