“Un encuentro”, por María Hernández

02 ABR

Padova 20-03-19

Hace unas semanas, mi amiga Francesca corrió hacia mí con brillo en los ojos. Quería hacerme una propuesta y esperaba una contestación en positivo. Sin muchos detalles, me recordó que formaba parte de un grupo que se reunía semanalmente y disparó: “María, ¿vendrías a hablar sobre la Universidad?” La pregunta no era accidental. Días atrás, durante una cena el comedor se había ido vaciando mientras nosotras nos perdíamos en una larga una larga conversación sobre esta institución que, como estudiantes, marca nuestros días. ¡Qué importante es a veces el no callar! El temer el silencio de los buenos e implicarse. ¡Cuántas contribuciones pueden darse al compartir los asuntos que nos preocupan!

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Aun desconociendo los pormenores, acepté encantada. Después supe con más precisión que el grupo al que pertenecía Franci era la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI). Esta une estudiantes católicos de todo el país y desarrolla una función de guía en la formación universitaria, política, civil y espiritual de dichos jóvenes. “La idea es ayudarnos a configurar un sentido crítico con el que mirar y relacionarnos con el mundo, con una realidad cambiante y llena de diversidad”-explicaba Clara, una de las componentes que me dio la bienvenida-

Nos habíamos citado en una preciosa sala del Palazzo Trevisan Mion. Tener a disposición estos edificios antiguos es un auténtico lujo. Las paredes de la estancia eran de un agradable verde pastel interrumpido por elegantes franjas de mármol. Como es propio de la decoración del XIX, del techo no solo colgaba una imponente lámpara sino que también había enganchados lazos y finas florituras de estuco.

Y allí estábamos. Una quincena de millennials entre grandes ventanales y el hueco de una vieja chimenea reunidos para dialogar sobre la Universidad que tenemos, la que querríamos y la que necesita la sociedad.

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En efecto, la FUCI nació en 1896 como respuesta a las dificultades que experimentaban los círculos universitarios católicos. De este modo, querían contrarrestar a las corrientes anticlericales y positivistas presentes en el mundo académico reivindicando la presencia de una laicado católico activo capaz conciliar la fe y el estudio a través del empeño cultural y científico.

Desde sus orígenes, la federación ha estado comprometida con el contexto y los acontecimientos del momento. Reflexionando, por ejemplo, al inicio del siglo pasado sobre la relación entre cristianismo y cultura moderna. Comprometiéndose más adelante con la lucha antifascista y resistiendo ante la represión del régimen así como profundizando en los retos que planteaba la modernización para los valores y la vivencia de la religiosidad.

Hoy, la FUCI tampoco queda indiferente ante las dificultades. Prueba de ello son algunas de los temas llevados a los Congresos Nacionales a lo largo de los años. En el 2000, Padova acogía la 55º edición con el título de El próximo lejos. Relacionar las diferencias para construir el diálogo en la sociedad multicultural. Seis años después Pisa era la anfitriona para tratar la cuestión sobre Universidades y nuevas formas de conocimiento. En 2014 Padova repetía recibiendo un nuevo congreso bautizado Europa en la encrucijada. El camino de la integración hacia un nuevo continente. Y el año pasado precisamente, nuestra querida facultad volvía a acaparar la atención con Regeneración. Universidad confundida, conectada, innovadora.

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En este marco, la cuadrilla de Padova quería tratar la reforma de la universidad y ampliar horizontes queriendo conocer su funcionamiento e impacto fuera de Italia. Algo correcto ya que por definición, la verdadera Universidad traspasa las fronteras nacionales.

Como no podía ser de otra manera, les hablé de los cuatro pilares que nos han acompañado desde Becas Europa y del modo en que se materializan en la Escuela de Liderazgo. Advirtiendo que no era un ejemplo representativo, también conté cómo es la UFV y el porqué de su nacimiento.

No os imagináis las caras de fascinación al oír sobre nuestra realidad. Abrían la boca cuando les aseguraba la cantidad de cosas que compartimos con los profesores, su cercanía o las oportunidades que nos daban. En un intento asegurar la veracidad del testimonio, se miraban entre ellos con los ojos muy abiertos y volvían a girarse tras confirmar el estupor del otro.

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Hablamos también de sistemas educativos, modos de acceso a la universidad, reputación de diferentes ramas y estudios superiores, la estructuración de los grados o movilidad internacional. Para no faltar a la costumbre, la reunión acabó con una pizza y una pequeña oración de agradecimiento.

Antes de despedirse, intercambiaron pareceres sobre los representantes que irían al encuentro nacional de la FUCI y se repartieron algunas tareas para la próxima semana. En ese momento, pensé en el valor de su compromiso y su madurez para poner en marcha iniciativas y llevar proyectos a cabo. En definitiva, nosotros somos muy afortunados y tenemos un soporte enorme que otros solo sueñan. Por el contrario, la supervivencia de este pequeño grupo de Padova dependía exclusivamente de ellos, de un acuerdo que renovaban cuatro veces al mes con su presencia y empeño.

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De vuelta a casa Francesca me confesó que lo que le había cautivado hace cuatro años de este grupo era la acogida. Fue querida desde el principio. También reconoció que por el paso y la marcha de ciertas personas, notaba cierta debilidad respecto al inicio. Su nostalgia se mezclaba con la alegría por seguir viviendo en compañía los principios que ensamblaban esta comunidad. Era evidente que Francesca creía en ellos. Tenía fe y certeza en las cosas esperadas.

Yo me quedé pensando sobre la cantidad de hechos que damos por descontado. ¿Cómo nos planteamos la identidad y el sentido de pertenencia en la Elu? ¿En qué las basamos? ¿Nuestro compromiso va más allá de la inercia? ¿Cómo fuimos recibidos? ¿Valoramos verdaderamente la Escuela? ¿Por qué queremos continuar? ¿Qué esperamos?